Disclaimer: Personajes de JK Rowling.

Rose apenas escuchaba el susurro de las ropas de su novio al dar contra el piso, demasiado concentrada en el repiqueteo ensordecedor de su propio corazón. Scorpius le dedicó una pequeña sonrisa al rozar sus hombros, repletos de pecas, para bajarle los tirantes del sostén y repartir un cúmulo de pequeños besos por su piel blanca. La muchacha suspiró y enredó los dedos ligeramente temblorosos en el cabello rubio dorado de su novio y cerró los ojos, en un vano intento de normalizar el galope desaforado en su pecho. Malfoy se incorporó ligeramente y paseó los dedos por la espalda de Rose y ella le miró a los ojos cuando él alcanzó su objetivo: el broche de su sostén. Scorpius se inclinó sobre su cuerpo justo en el momento en que un timbre resonó en la habitación en silencio, provocando que su novia pegara un brinco y su cráneo chocara de lleno contra la nariz del rubio. El dolor lo cegó durante unos instantes; apenas logró atinar a cubrir su rostro con una mano.

―¡Lo siento, lo siento! ―se apresuró a disculparse Rose, mientras que corría a contestar su teléfono celular, abandonado en la mesita de noche junto a su cama.

―¡Rosie, cariño! ¿Cómo estás? ―La voz cálida de Hermione Weasley la saludó al otro lado de la línea y la muchacha soltó una risita cargada de nerviosismo. Como si su progenitora pudiera verla, se cubrió con una sábana, a pesar de que todavía conservaba los jeans puestos.

―M-mamá… Estoy… Estoy bien, sí, muy bien ―balbuceó en respuesta, hundiendo los dientes en su labio inferior cuando se volvió a ver a Scorpius, que intentaba detener su hemorragia nasal con la varita.

―Les dije que estaría bien, par de necios. ―Rose intuyó que Hermione se dirigía a Ron y a Hugo, su hermano menor, dos de los hombres de la familia que se oponían a que se mudara sola apenas se graduara de Hogwarts. Sin embargo, lo había hecho, y la visita de su novio resultaría en una especie de bienvenida y celebración, si no fuese porque Scorpius tenía la nariz rota y su madre la llamaba en medio de una situación comprometedora―. Espera, tu padre quiere decirte algo…

―¡ROSIE, SÓLO AVÍSANOS SI ALGO VA MAL QUE…! ―Los gritos de Ron provocaron que Rose apartara el aparato de su oído, lo que la privó de oír los bramidos de Hermione, ¡CUÁNTAS VECES TE HE DICHO QUE NO TIENES QUE GRITAR ASÍ, RONALD WEASLEY!, pero le permitieron observar cómo Scorpius se dirigía a la cocina en busca de, probablemente, hielo para sus facciones hinchadas. Mordisqueó su labio inferior con más fuerza, preocupada por lo que su cabeza había hecho de su novio, pero volvió a acercarse el teléfono a la oreja.

―¿Rosie, estás ahí? ―La voz de su hermano menor la dejó helada. Mierda.

―S-sí, acá estoy, H-Hugo ―tartamudeó con un tono falsamente alegre y supo al momento que el chico no se lo había tragado.

―¿Estás bien? Suenas… asustada.

Y cómo no.

―¿Y-yo? No, para… para nada. ―Soltó otra risita tonta de puro nerviosismo y escuchó una voz distante que le preguntaba a su hermano qué ocurría.

―Nada, Rose tiene miedo a quedarse sola en su apartamento ―respondió Hugo alegremente.

―¡No es cierto, yo…!

―Ya, ya, está bien que no quieras admitirlo ―la interrumpió el chico al otro lado del teléfono―. Hagamos algo, déjame preparar una mochila rápido y papá y yo vamos a hacerte compañía.

―¡No necesito que vengan…!

―Vale, nos vemos en cinco minutos.

Y silencio. Rose maldijo por lo bajo y arrojó el aparato lejos de ella y, frustrada, paseó las manos temblorosas por su cabello rojo, hasta que recordó al muchacho que ocupaba su cocina. Pegando un salto, se puso de pie y recogió las ropas masculinas revueltas en el piso a la velocidad de un tornado, y corrió hasta Scorpius, estampándole el bulto contra el pecho.

―Hugoypapálleganencincominutos,tienesqueirteyao… ―soltó todo de un tirón, y el rubio frunció su rostro magullado.

―¿Pero qué…?

―¡QUE TE VAYAS! ―chilló Rose y Scorpius soltó el atado de hielo que sostenía contra su nariz fracturada de la impresión, y luego desapareció en un abrir y cerrar de ojos. La muchacha apoyó la espalda contra la nevera, suspirando para tranquilizarse; ya luego se disculparía con él. Tres toques en su puerta y el llamado de su nombre le indicaron que su hermano y su padre acababan de llegar, y también la hicieron notar lo mucho que le faltaba de ropa. Horrorizada, gritó un "¡Voy!" a las apuradas. Tuvo que correr hasta la habitación de nuevo y abrirse camino en la blusa que Scorpius había removido de su cuerpo hacía unos minutos, mientras escuchaba a los toques convertirse en golpes y a los llamados en gritos, así que se apresuró a dirigirse a la puerta.

Para su desgracia, las montañas de cajas esparcidas por cada rincón no la ayudaron en nada, y su tobillo se atascó entre la pata de una mesa y un montón de libros apilados a su lado. Rose cerró los ojos con fuerza, no tanto por el dolor que subió por su pierna, sino por el ruido de vidrios rotos provocado por la mesita al estamparse contra el piso, haciéndose añicos.

―¡¿QUÉ CARAJO PASA AHÍ ADENTRO? ―bramó la voz de Ron desde afuera.

―¡Nada, nada, ya voy! ―Rose supo que no podría ponerse en pie por la punzada que atacaba a su tobillo, así que se incorporó lo más que pudo y se arrastró hasta la entrada del apartamento. Al abrir la puerta, se encontró con las varitas de su hermano y su padre apuntando a la nada por encima de su cabeza, y ambos bajaron la vista hacia ella, frunciendo el ceño.

Su melena rojiza y fuera de control se encontraba crispada, y su blusa torcida. Además, estaba de rodillas, fingiendo una sonrisa ancha que le daba mayor aspecto de psicótica que nada.

―¡Hola! ―los saludó con la mano y separó los labios para soltarles una excusa que ni siquiera había planeado, cuando Ron la interrumpió y dijo:

―Mañana mismo vuelves a casa, Rose Weasley.