Había pasados meses, desde la llegada de ese gato negro, quien se cruzó en el camino de Chloé y se adentró a su vida.
Ella lo detestaba porque solo al lado de él se sentía vulnerable, tan débil, el conocía tantas cosas de ella que tanto se empeñó en ocultar, pero que eran reveladas al solo mirar esos ojos verdes que se adentraban en su alma.
No entendía porque en ese momento se dejó llevar, le contó todos sus secretos ¿Acaso era por el disfraz? Y él al solo escucharlos, la abrazo y ella solo lloro, como nunca antes lo había echo desde que era una niña.
Era una idiota, pero se sentía tan segura en esos brazos que confió completamente en él, a pesar de que sea un completo desconocido.
Y el felino a partir de ese día, todas las noches estaba junto a ella, contándole sus chistes, bromeando, regañándola y hasta criticarla quien lo último no le gustaba nada, pero en el momento en que empezaría a decirle de todo, el añadía "Mi Queen" en la oración y todo se disolvía, la molestia no se sentía y Chloé se dedicaría solamente a sonreír levemente con un sonrojo imperceptible. Le gustaba ese apodo y más que él la llamara de esa forma.
No obstante era un engatusador y le molestaba lo que este le provocaba sentir, pero al menos el gatito era un masoquista que le obedecía todas y cada una de sus peticiones. Y eso a Chloé le encantaba.
A lo largo del tiempo a escuchado que muchas personas dicen que los gatos negros traen mala suerte, pero Chloé no era supersticiosa y que un gato negro se cruzara en su camino no había sido para nada mala suerte.
Sino todo lo contrario y a diferencia de muchas personas que no le gustan los gatos a ella le gustaban, pero solo a uno en especial...
Chat Noir.
