Disclaimer 1: No poseo ningún derecho sobre los personajes o trama de Divergente, todo ello es propiedad de nuestra querida Verónica Roth.
Disclaimer 2: Esta historia es una traducción del fanfiction original con el Mismo nombre "Take Care" o "Cuidarte" de la prometedora escritora Writerbynight.
Hola a todos, espero les guste esta traducción. La escritora original y yo hemos estado vertiendo un poco de nuestras almas en este proyecto y ambas esperamos que lo disfruten. No olviden buscar la historia original y dar review si piensan que vale la pena. Yo le estaré traduciendo sus reviews a Writerbynight para que tambien pueda tener la retroalimentación latina. Cualquier duda o comentario así como correcciones del estilo o gramática son bienvenidas.
Las luces chasquearon al prenderse y parpadeé abriendo lentamente los ojos, lo cual era extraño, pues no recuerdo haberme acostado y, definivamente, no recuerdo haberme quedado dormida. Me senté en un sofá que jamás había visto y escudriñé a mi alrededor con los ojos entrecerrados para encontrar una habitación que no reconocí. No había mucho que ver. Solo cuatro paredes grises y… eso es todo. Además de mi misma y el único mueble debajo de mí, el resto de la habitación estaba completamente vacío. No había ni siquiera una ventana. ¿Qué clase de lugar extraño es este?
Salí de mis pensamientos sobresaltada ante el sonido de una puerta al cerrarse de golpe. Me levanté del sofá y volteé a mí alrededor para ver a un hombre alto parado en el umbral, el cual estoy segura que no existía hasta ahora. Toda su ropa era negra, y la capucha de su chamarra cubría su rostro manteniendo su identidad en secreto. Él dejó caer un manojo de llaves y una billetera en una pequeña mesa redonda cercana a la puerta, recordándome a alguien que acaba de llegar a casa, y se volvió otra vez, dándome la espalda, mientras sacaba los brazos de las mangas de su sudadera. Una vez la chamarra estaba fuera, supe quién era con tan solo ver su nuca.
Se volvió otra vez, esta vez enfrentándome. Sus labios convertidos en una apretada línea de descontento y su mandíbula se mantenía flexionada mientras él apretaba los dientes. Estaba obviamente furioso por alguna razón, y juzgando por su perversa mirada fija, supe que la razón de su enojo era yo.
-Tú, -gruñó. -Tú, asquerosa ramera.
Sus palabras me sobresaltaron, por decir lo menos. De todas las cosas en las que podría pensar para enojarlo, brincar de cama en cama no era algo que se me viniera a la mente. Digo, ¿por qué lo haría? Yo soy virgen.
Su acusación falsa me cabreó.
-No me hables así. – Demandé –Nunca vuelvas a decirme eso, Peter. –Me aplaudí mentalmente por mantener mi voz estable. Sentirme así de confiada era algo nuevo para mí.
Los músculos en su cara finalmente comenzaron a relajarse, pero además de eso nada sucedió. Simplemente estábamos parados en nuestros sitios uno a cada lado de la habitación, observándonos como dos vaqueros en un escenario del Antiguo Oeste, ambos esperando pacientemente a que el otro realizara algún movimiento.
Entonces y sin advertencia previa, Peter corrió hacía mí. Me volví y empecé a correr tan rápido como podía, pero mis piernas se movían a un paso frustrantemente lento. Peter me atrapo de la muñeca inmediatamente. Me jaló hacia él hasta que alcanzó el cuello de mi camiseta y, una vez que la tela estuvo arrugada bajo sus gigantes garras, me levantó y estrelló mi espalda contra una de las sombrías paredes grises. El impacto del concreto contra mi columna fue lo suficientemente fuerte para sacarme el aire del pecho, y comencé a hacer repulsivos sonidos de arcadas en un intento de recuperar la respiración. Peter no se molestó en detenerse para asegurarse de que estaba bien. Liberó mi camiseta, pero solo para reemplazar su apretado agarre alrededor de mis pequeñas y frágiles muñecas. Las inmovilizó contra la pared por encima de mi cabeza, añadiendo la sensación de insegura exposición a mi lucha por intentar respirar.
Finalmente mis pulmones comenzaron a trabajar de nuevo, e inhale una larga, y muy necesitada repiración. Pero Peter no me dejó disfrutarla. Transfirió mis muñecas a una de sus manos y cerró la otra en un sofocante y doloroso puño alrededor de mi garganta, forzándome a experimentar la tortura de no poder respirar por segunda vez en menos de un minuto. Sus oscuros ojos marrones estaban fijos en mí mientras mi cara empezaba a tornarse de un color azul, pero en este punto no creí que Peter en verdad supiera lo que hacía. En mitad de su rabia, su mente había viajado lejos de aquí. Pateé frenéticamente con mis piernas dado que no tenía control sobre mis manos, pero de algún modo no pude pegarle ni una vez. No entendía. O sea, él está justo aquí frente a mí. Sin nada más que hacer, mis ojos vagaron hacia la pared detrás de su hombro: la pared donde solía estar la puerta. Ya no estaba ahí. Mi corazón se hundió en mi pecho cuando me di cuenta que aún si era capaz de librarme del agarre letal de Peter, no sería capaz de huir. Estaba atascada en esta habitación sin salida con él, y él había sido bendecido con interminables oportunidades de matarme.
-Peter,- Grazné, volviendo mis ojos hacia él. Su inalterada expresión era toda la evidencia que necesitaba para saber que no me escuchaba. Pero aun así traté. –Para.- le rogué. Sus dedos se apretaron más alrededor de mi cuello.
Mi cabeza se sentía ligera por la falta de oxígeno, mi visión se volvía borrosa y mis párpados eran demasiado pesados para mantenerlos abiertos. La fría y despiadada mirada de Peter fue la última cosa que vi antes de desmayarme.
Desperté con el mismo tirón en el cuerpo que el de una persona que sueña que se va a caer de un acantilado. Mis ojos de repente abiertos, esta vez de verdad, y lentamente recordé que estaba en el cuarto periodo en clase de cálculo. Jamás había estado tan feliz de encontrarme en una habitación con una cantidad normal de ventanas y puertas. Tomé una profunda inspiración para calmarme, pero también para recordar lo que se siente respirar. Esa pesadilla se sintió demasiado real. Rocé con mis dedos la piel de mi cuello y solté un suspiro de alivio cuando me sentí segura de que en realidad no tenía huellas de haber sido tocada.
-Buenos días, Bella Durmiente.- Christina, sentada en su usual silla a mi izquierda, saludó sarcásticamente. Cuando volví mi cabeza para verla, observe el salón de clase, registrando que éramos las únicas dos estudiantes aún aquí. Supongo que la campana de salida sonó mientras yo era asfixiada por Peter.
Mis ojos finalmente se posaron en Christina, y pude notar sus cejar fruncidas.
-¿Qué? – Pregunté con mi ronca voz de quien recién despierta.
-¿Tuviste un mal sueño? – preguntó con una risilla entre dientes. Debió haberme visto volar de mi asiento cuando desperté.
-Sí, - Admití, entonces cubrí la verdad con una mentira. – Fue raro. Estaba en un campo, y todos estos cuervos estaban como atacándome y yo no podía huir…- Me detuve cuando noté que ya ni siquiera estaba escuchándome. En verdad quiero a Christina, pero su lapso de atención es equiparable al de una ardilla. Ambas ignoramos el final de mi improvisada historia y mejor le hice una pregunta. - ¿Me perdí de algo importante?
Christina hojeó unas cuantas páginas de su cuaderno rojo antes de cerrarlo, y colocó su lápiz encima. – Solo el repaso entero para el examen de mañana. – Respondió, - Que no es que importe, de todos modos. Yo también me hubiera dormido si fuera tan buena en matemáticas como tú.
Se encogió de hombros con una sonrisa, levantó su mochila del suelo y comenzó a empacar sus útiles.
Siguiendo su ejemplo comencé a meter mis libros (que servían más como almohadas que como material de aprendizaje) en mi mochila. Una vez nuestros bolsos estuvieron repletos, Christina y yo nos levantamos al unísono y caminamos hacia la puerta. Antes de salir, el Sr. Eaton – No solo mi maestro de matemáticas, si no el mejor profesor que he tenido- me detuvo por un minuto para reprenderme por dormir en clase. No lo culpo. No era la primera vez que me quedaba dormida. Demonios, ni siquiera era la primera vez que lo hacía esta semana. Él lo había dejado pasar y solo era cuestión de tiempo antes de que yo lo llevara demasiado lejos. Me disculpé sinceramente y le prometí que no sucedería otra vez, y aunque estoy segura que no me creyó, me dejó marchar. Su paciencia era una de las razones por las que él me caía tan bien. Aunque fuera viejo y canoso, aun recordaba lo que era tener mi edad.
-¿Están todos bien en tú casa? – preguntó Christina cuando nos detuvimos en su casillero. La miré sorprendida.
-¿Por qué no lo estarían?
Giró la perilla de su candado tres veces en direcciones contrarias y presionó el botón. No se abrió, así que volvió a intentar la combinación.
-Es solo que has estado durmiendo en la escuela, demasiado. –respondió. – Siento que tal vez hay algo que te mantiene despierta por las noches. ¿Han estado peleando tus padres o algo así? – Jaló su candado otra vez, pero este continuó cerrado. – ¡Ay, por favor! – añadió pegando su puño contra la puerta de su casillero.
Me permití reír ante su comportamiento y el ridículo pensamiento de mis padres peleando. Ni siquiera puedo recordar la última vez que alguno de mis padres estuvo enojado, ni siquiera pensar en alguno de ellos levantando la voz en una discusión. Ambos eran geniales juntos, y una de las pocas parejas a las que admiraba. Nunca hacían nada sin hablar primero al respecto con el otro, y sostenían muchos de los mismos valores, así que era rara la ocasión cuando no estaban de acuerdo en algo.
Decidí dejar la pregunta de Christina sin respuesta.
-¿Estás segura de que estas poniendo la combinación correcta?- Pregunté cuando intentó con la misma combinación por tercera vez.
-Veintitrés, doce, veintitrés, - Canturreó Christina. – Es la combinación más fácil en el mundo. Creo que el candado se atoró otra vez.
- La hice a un lado con mi cadera y tomé el pequeño objeto entre mis manos. Giré la perilla hacia los números que ella dijo, siguiendo las reglas de izquierda-derecha-izquierda y saltando sobre el segundo número una vez, después tiré con todo mi poder, pero terminé con el mismo decepcionante resultado que Christina. Ella gruñó y maldijo por lo bajo.
-Vamos a llegar tarde a la práctica de volley ball,- suspiré, - otra vez.
-No, no lo haremos. – respondió, con una expresión de determinación en su cara. Comenzó a mirar alrededor del pasillo con la esperanza de que una idea apareciera como por arte de magia. Christina tenía, por lo general, una mente rápida cuando quería, así que me recargué en el casillero junto a ella y esperé a que tuviera una epifanía.
Después de unos cuantos minutos, sus ojos se fijaron en algo detrás de mí.
-¡Ajá!- Ronroneó.
Miré sobre mi hombro. Caminando hacia nosotros (bueno, no precisamente hacia nosotros pero sí en nuestra dirección general) venía Tobías Eaton, o como la mayoría de la gente en la escuela lo llamaba, Cuatro. Yo caía entre la mayoría de la gente pues también me refería a él por su apodo, aunque no tenía idea de dónde se originó. Había rumores acerca de eso, por supuesto, que oscilaban entre "podría ser cierto" hasta "completamente improbable". La teoría que más escuchaba, además de ser la que casi todos acordaban era la verdadera, es una en la que Cuatro quedó envuelto en una post-party de graduación durante su primer año de bachillerato, y había tenido sexo con cuatro chicas de último año, una-después-de otra. Yo no asistía a Hopewell High cuando Cuatro estaba en primer año; aún estaba en octavo grado en ese tiempo, así que no tengo modo de saber si esa historia sucedió de verdad. Pero sea como sea, definitivamente no es algo difícil de creer.
Mi opinión de Cuatro era la misma que la de cualquier otra chica en Hopewell High: dolorosamente atractivo, misteriosamente callado, y demasiado intimidante para acercarse. Me hacía preguntarme cómo esas chicas de último año en aquella fiesta habían logrado atravesar su escudo de doble capa. Tal vez no era tan intimidante cuando estaba borracho… De cualquier modo, como un chico de último año ahora, Cuatro destacaba con su más de un metro, ochenta centímetros de estatura, y su cuerpo parecía haber sido esculpido por el mismísimo Adonis. En lo que a su guardarropa respecta, siempre que lo he visto en la escuela lleva camisetas en colores sólidos o algún polo ocasional. Hoy, de hecho, estaba vestido en una de esas camisetas tipo polo: una negra de la colección de Ralph Lauren, a juego con pantalones de mezclilla azul oscuro. La tela de su camiseta estaba deliciosamente adherida a sus musculosos brazos, hombros, espalda y…
Demonios. Sus hermosos ojos cafés de cachorrito estaban observándome fijamente, advirtiéndome silenciosamente de que me había atrapado en mi ensoñación. Mis mejillas instantáneamente comenzaron a arder, y noté las comisuras de su boca levantarse en una pequeña sonrisa antes de que fuera capaz de mirar a otro lado. Qué vergüenza. Froté mi frente con mis dedos pulgar e índice y cerré los ojos, deseando que al abrirlos aparecería en cualquier otro lugar excepto en este. Pero, por supuesto, ese no fue el caso. Cuando volví a abrir los ojos, Christina estaba aún frente a mí y Cuatro continuaba acercándose. Podía escuchar el tintineo de sus botas con cada paso.
-¡Hey, Cuatro!- lo llamó Christina. -¿Podrías ayudarme con esto, de rápido?
Tomé una profunda inspiración y la solté por la nariz, preparándome mentalmente para la incómoda situación en la que Christina inadvertidamente me acababa de meter. Mi cuerpo entero se sentía tenso, pero no estaba segura de si era porque aún me sentía avergonzada o por la anticipación que la presencia del hombre más sexy sobre la tierra me causaba. Probablemente se debía a una mezcla de ambas. Podía sentir el cuerpo de Cuatro, y oler su colonia almizclada, una vez que se detuvo lo suficientemente cerca de mi espalda. Levante mi mano para estudiar mis cutículas y observarlas como si fueran la cosa más interesante en el mundo.
-¿Qué sucede? – preguntó, su voz hermosamente madura. Dios, me hacía derretir.
-Mi candado se atascó, - Continuó Christina, como si el comportamiento de Cuatro no tuviera ningún efecto en ella. -¿Crees que podrías intentarlo?
Después de pensarlo brevemente Cuatro asintió
– Por supuesto.
Un momento después de su respuesta, sentí su callosa mano acariciando la parte estrecha de mi espalda. Levanté mi cabeza instintivamente. ¿Qué se creía que hacía? No nos conocíamos tanto. Ni siquiera habíamos hablado nunca antes de hoy. No era más que un extraño para mí, y si no fuera por lo malditamente atractivo que era, habría encontrado su roce completamente repulsivo. ¿Qué le hacía pensar que estaba bien tocarme? ¿Por qué quería tocarme en primer lugar? ¿Acaso le gusto? Obviamente no, soy demasiado joven para él. ¿Pero entonces por qué está tocándome? Todas esas preguntas junto con otro millón pasaron por mi mente en el tiempo que le tomó a Cuatro explicarse.
Inclinó su cabeza hacia mí, y con sus labios a no más de tres centímetros de mi oreja, susurró cortésmente:
-Con tu permiso.
Bueno, me siento como una idiota. El gesto no significó nada; Yo simplemente estaba en su camino.
Presioné mi espalda contra la pared de casilleros y así darle algo de espacio para trabajar. Cuando me moví, la mano de Cuatro se retiró hacía su lado. Se adelantó unos centímetros y alcanzó el candado con su mano izquierda. Obsequiándome generosamente una vista de primera fila de su bien definido bícep, después jaló del objeto con un rápido tirón. Christina chilló con deleite y abrió la puerta de su casillero.
-¡Gracias, Cuatro! – Aplaudió, -Te debo una.
Cuatro le regaló una pequeña sonrisa a medias en lugar de decir "de nada," y me dedicó una última mirada antes de seguir su camino. Christina empezó a transferir las cosas de su mochila que no necesitaba al pequeño espacio de metal, murmurando algo acerca del montón de tarea que tenía que hacer el fin de semana. Asentí ausentemente, mi verdadera atención aún en Cuatro. Él se detuvo a unos metros más allá en el corredor para hablar con un profesor del cual no recuerdo el nombre. Sabía que estaba admirándolo abiertamente, pero no me importó. No podía parar. Sonrío por algo mencionado en la conversación, entonces volteó en mi dirección. El contacto visual era incómodo, pero no quería ser la primera en rendirse. Aparentemente tampoco él quería. Así que nos quedamos ahí parados, abriendo agujeros con la mirada el uno en el otro hasta que alguno de los dos se retirara. Me recordó al escenario de mi sueño con Peter.
Técnicamente Cuatro perdió nuestro concurso de miradas al ser el primero que rompió el contacto visual, pero para ser justa, no es como que haya dejado de mirarme completamente. Sus ojos viajaron suavemente por mi cuerpo a un paso insultantemente lento, solo deteniéndose una vez llegaron a mi cadera. Cualquier otra persona lo hubiera tomado como un cumplido, pero a mí me hizo sentir cohibida. No tenía lo que se consideraba un "buen cuerpo." Era bastante delgada, con curvas mínimas, y ciertamente no tengo nada como para hacer babear a un chico. Cuatro lo estaba haciendo probablemente para desquitarse de mi por haberlo mirado tan fijamente hace rato. Agarre el borde de mi camiseta y lo jalé hacia abajo para cubrir un pequeño tramo de piel sobresaliendo en mi cintura. Sus ojos regresaron brevemente a los míos antes de volverse al profesor al que se supone estaba dedicando su atención.
Christina me pegó en el brazo con uno de sus libros.
-¡Maldita!
Levante mi mano para cubrir el lugar donde me pegó, aunque no me dolió.
-¿Qué? –Pregunté
-¡Vi que Cuatro estaba observándote de arriba abajo! – Se rió
-¿Qué?- Repetí. - ¡Claro que no!
-Hmmm, eres una chica afortunada, Tris. Una muy, muy afortunada.
Puse los ojos en blanco pero me contradije al sonreír de todos modos. Tal vez Christina tenía razón. Tal vez Cuatro no solo estaba intentando hacerme sentir incómoda. Tal vez a él le gustó lo que veía.
-Hey, nena. – La frase vino desde atrás de mí.
El inesperado sonido de su voz me dio escalofríos. Lentamente me froté los brazos con mis palmas para deshacerme de la piel de gallina. No era mi reacción habitual hacia él, pero pienso que mi reciente pesadilla – que lo incluía como estrella invitada- lo justificaba. Miré sobre mi hombro para encontrarme frente a frente con mi atacante o, como era más comúnmente conocido en el mundo real, mi novio. Le lance una convincente sonrisa.
-Hola, Peter.
Sus labios cubrieron los míos con un beso húmedo, penetrando mi boca con su lengua. Odiaba que me besara de esta manera en frente de otras personas. Me sentí mal por Christina, que había sido testigo de las inapropiadas muestras de afecto en público por parte de Peter, más veces de las que podía contar. Sentí como si el desagradable beso fuera a durar por siempre, pero no me atreví a apartarme; eso solo lo haría enojar.
Christina se aclaró la garganta audiblemente y Peter se apartó para mirarla con los ojos entrecerrados.
-¿Te estás ahogando o algo? Comentó con enojo. Casi me rio ante la ironía.
-Solo estoy esperando a que terminen, tortolitos. – Le dijo. – Tris y yo tenemos un lugar a donde ir.
-¿Dónde? – preguntó demasiado rápido.
-Práctica de volleyball, - respondí.- Es viernes, Peter, ya lo sabías.
Miró suspicazmente entre Christina y yo.
-Está bien. – Accedió.
Christina cerró su casillero con estrépito e instaló el problemático candado, entonces alzó las cejas hacia mí.
-¿Estás lista para irnos?
Asentí con la cabeza, ansiosa por alejarme de Peter. No era justo que me sintiera tan insegura a su alrededor solo por algo que había soñado, pero eso no cambiaba el modo en que me sentía. Todo lo que podía pensar era que necesitaba algo de espacio.
Desafortunadamente Peter no puede leer la mente. Me atrincheró entre los casilleros y su cuerpo poniendo ambos brazos a cada uno de mis lados. Se inclinó aún más cerca hacia mí hasta que nuestras frentes se tocaron.
-¿Aún vas a venir a cenar en la noche? Susurró.
-Por supuesto.- Le dije. La cena es hasta dentro de unas tres horas. Estaría bien entonces.
Mi respuesta lo hizo sonreír, y me recompensó con un reguero de besos en el cuello. Incliné la cabeza hacia un lado para darle espacio, mirando a Christina por encima de su hombro. Ella estaba ejerciendo su derecho de poner los ojos en blanco. Palmeé el hombro de Peter para dejarle saber que podía parar. Peter se enderezó y giró hacia Christina.
-Disculpa, Chris, - dijo casi sinceramente. -¿Estamos poniéndote celosa?
-Peter… - Le regañé.
-¡Dios, no! – Christina agitó sus manos en el aire como si estuviera desechando su comentario. – De hecho pienso que es algo bueno que le estés dando tanta atención a tu novia. Ya sabes, antes de que alguien más intente quitártela.- Y entonces tosió con un sonido muy parecido a la palabra "Cuatro," dándole a Peter una obvia pista acerca de lo que había pasado un poco antes de que él llegara. Aunque a él no pareció importarle la broma.
-¿Qué demonios se supone que eso significa?
Christina sonrío satisfecha y me guiñó el ojo, pero ella era la única divirtiéndose. Moví la cabeza hacia los lados y moví los labios con las palabras "No le digas." Los ojos de Peter se dirigieron de vuelta a mí, apenas perdiéndose mi advertencia silenciosa. Le regresé la mirada y me encogí de hombros, intentando aparentar inocencia. Obviamente no se lo creyó.
-Hablaremos en la cena. –Amenazó, después abandono la escena sin decir nada más.
Deje salir una inspiración que ni siquiera sabía que estaba conteniendo. Estar cerca de él me hacía sentir tan exaltada, y ahora ni siquiera me sentía verdaderamente emocionada por pasar la tarde con él a solas.
-"Hablaremos en la cena."- Lo imitó Christina. -¿Por qué tiene que ser tan tarado todo el tiempo?
-Solamente se pone celoso,-Respondí, lo cual es cierto. Peter siempre ha tenido problemas de inseguridad en lo que a mí se refiere, incluso aunque jamás le he dado una razón a propósito. Está en su naturaleza, simplemente.
Christina asintió con la cabeza, sin pensar demasiado en lo que le estaba diciendo. Caminó hacia mí y enganchó su brazo con el mío.
-Vamos ya a la práctica. –Sugirió, y las dos juntas comenzamos nuestro paseo hacia los vestidores. Después de un rato de silencio, Christina pensó en una pregunta.- ¿Es eso lo que te ha estado manteniendo despierta por las noches? ¿Tú y Peter peleando?
Mordí el interior de mi mejilla.
-No realmente,- Respondí.- Digo, no es que peleemos más que cualquier otra pareja.
Ella asintió, manteniendo su mirada al frente. Por un momento deseé que Christina hubiera volteado a verme. De haber visto mi reacción, hubiera encontrado la mentira en mis palabras, una vez me dijo que el morderme el interior de la mejilla siempre me delataba. Si lo hubiera visto, nos habría detenido justo ahí en mitad del pasillo y demandado que le dijera la verdad. Me habría dado la oportunidad de finalmente poner mis secretos sobre la metafórica mesa. Todos mis problemas probablemente habrían terminado en ese pasillo si Christina se hubiera tomado tan solo dos segundos para mirar en mi dirección. Pero, para contradecir su declaración previa, yo no era tan afortunada. Sus ojos permanecieron mirando a otro lado. Y yo tomé la decisión de mantener mi boca cerrada por ahora.
Una cosa más, Writerbynight se basó en la descripción de personajes de la película, así que a pesar de que en el libro Cuatro tiene los ojos azul oscuro, aquí sus ojos son cafés como los de Theo James. Lo se, a mi también me causó incomodidad y confusión pero se que lo superaremos juntas.
Gracias por leer y espero no tardar mucho para subir el siguiente capítulo!
