Desde que yo era pequeño, sentí algo extraño dentro de mí. Nunca supe que era, se siente como calor, el calor del cuerpo de alguien más. Esa misma sensación, me confortaba cuando estaba triste y me acompañaba cuando me sentía solo. Incluso, de vez en cuando, hablaba conmigo; me aconsejaba que hacer y qué decir cuando no entendía algo (claro que esta no lo entendía mejor que yo). Era como mi mejor amigo. Pero cuando crecí esa sensación desapareció o más bien no pude sentirla más, porque con el tiempo había olvidado como hacerlo; había olvidado como tocar mi propio corazón, mucho menos podría tocar ese que merodeaba junto a mío. Yo ya era un hombre adulto, tenía un trabajo, una casa propia y una hermosa novia; supuse que ya era hora de dejar de escuchar a esa imprudente voz en mi cabeza; tiempo de olvidarle. Para mi desgracia, esta no se dejaría olvidar tan fácil.
Sentí como algo se movía entre mis sabanas. Pensé que era mi novia, que había tenido otra pesadilla. Así que, sin abrir los ojos y más dormido que despierto, la tomé de la cintura y arrastré contra mi pecho. Su olor era diferente que el de costumbre, generalmente ella olía a perfume, esa noche tenía un extraño olor a dulces caseros, que me dio hambre entre sueños.
Seguía moviéndose mucho. Inconscientemente, atraje su cabeza contra mi pecho, su cabello también era más corto y más suave de lo que yo recordaba.
-Sora, me asfixias-dijo con una voz forzosa, ¡pero un minuto! Esa no era la voz de Kairi, ¡era la de un niño! Y además ¡Kairi no se había quedado a dormir!
Me levante de golpe, muy agitado y asustado. A mi lado, había un hombre, estaba cubierto con la manta hasta la nariz así que no pude verlo bien. Encendí la lámpara, era frustrante, ni siquiera un hombre… ¡un niño! Se sentó sobre la cama y su torso desnudo quedó descubierto. Estupefacto miré cuidadosamente a ese chico, de la cintura para arriba ¡NADA! Aparentemente de la cintura para abajo tampoco, ya que estaba viendo su muslo desnudo. Si alguien hubiera entrado en la habitación en ese momento, hubiera llamado a la policía por abuso de menores, pero yo seguía sin reaccionar.
-¿Sora? ¿Estás bien?
-¿Quién eres y que haces aquí?-dije susurrando a velocidad de trabalenguas, un poco difícil de entender.
-Eh?-dijo poniendo la mano detrás de la oreja en formando una especie de satélite, como solo hacen los niños.
-¡¿Quién eres y que haces en mi cama?!-grite furioso con mi mejor cara de ogro pero a él ni un pelo se le movió, y lo peor ¡ME SONRIÒ!
