Prologo
Realmente estaba molesto, mas con su padre.
El gran General Perro y poderoso donde nadie es rival para él. Tanto que las tierras de Oeste eran prosperas y seguras.
Siempre el guerra dejando solo el castillo principal donde dejaba a su familia.
Su madre, la gran Inukimi es elegante, hermosa, perfecta para muchos, pero muy fría.
El vago recuerdo de su sonrisa fue de cachorro, antes de comenzar el entrenamiento para heredar las tierras. Desde entonces ninguna sonrisa cálida salió de ella. Solo esperaba la perfección de su hijo. Mientras padre solo esperaba ver a su heredero vivo cuando volvía de la guerra y se iba lejos.
La casa, si se podía llamar asi, era fría aun en verano, tan solitaria que ni el dragón de dos cabezas que el General Perro consiguió era suficiente.
Ah-Un esperaba en casa mientras daba un largo paseo por las fronteras del Oeste.
Mientras caminaba escuchaba el sonido de la naturaleza. El viento mecer las hojas de los árboles, el leve sonido de los animales nocturnos saludando a la noche. Sus pasos sonar sutiles sobre el césped que se extendía y esquivaba los árboles.
Todo era tranquilo pero aun no lo calmaba.
Hasta que el viento trajo una melodía.
Música sonaba del otro lado de los árboles.
Ningún youki se sentía, no había peligro y su curiosidad sobre donde venía la melodía lo gano.
Lento y sin ruido siguió la melodía, era música, muchos instrumentos desconocidos pero tan parejos.
Detrás de los arboles otro destello blanco llego y vio un claro pequeño y en medio de ello una persona estaba presente moviéndose, danzando.
Su vestuario extraño en plata vaporoso que se movía con ella, una mujer delgada pero hermosa, sus brazos delicados parecían acariciar el aire mientras la luz de luna hacia brillar su cabello negro cual cuervo y su corona de plata con diamantes de zafiro y lágrimas de esmeralda. Tenía plumas blancas lo cual pensó que era un youkai ave, pero no desprendía peligro.
El aroma alrededor era triste hasta que se volvía pacifico, como si al bailar se olvidase de todo el dolor que sufrió esa persona. Sus ropas bailaban con la brisa del viento y por un momento parecían alas transparentes en plata.
En ningún momento sus ojos dorados dejaron de ver aquella figura que seguía danzando pero nunca logrando ver su rostro, siempre oculto por sus manos adornadas de dos anillos, cabellos negros y esa fina tela que parecía alas, pero en ningún momento ver su rostro.
¿Qué seria ese extraño ser? La curiosidad lo tomaba, daba un aura de tranquilidad, algo que él quería tener, tendría a ese ser que bailaba solo para él.
Sus pies pisaron una rama y esta sonó lo suficiente para detener a la bailarina quien se congelo.
Lento parecía tomar algo del suelo y sin mirar atrás corrió hacia los arboles del claro.
El temor de perder esa tranquilidad lo impulsaron a seguir a ese extraño ser. Su aroma a avellanas y lluvia de primavera era fresco, con un toque de miedo.
El rastro siguió y termino cerca de otro claro, nadie estaba, ya no se sentía. Ese extraño ser desapareció. Esa mujer destellante se esfumo pero su aroma seguía. Cerca un destello de luna llamo la atención y en el suelo verde estaba un anillo que era de esa mujer, el gemelo de su otra mano.
Un recuerdo, una evidencia de esa mujer y supo que volvería.
Dentro su bestia ya exigía su presencia, su compañera perdida y la buscaría, no importa los años que debía esperar.
En ese momento, Sesshomaru, el heredero del Oeste, esperaría el regreso de esa mujer, de aquel ángel, de su compañera.
