Al fin recordé poner el spoiler: Ya saben todo lo que no me pertenece por mucho que me gustaría…
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( Parte 1) Bolka
Otra dolorosa tarde. Otro doloroso moretón purpureo en su pálida piel recalentándose al sol que invadía la habitación de un color coral doloroso para sus profundos ojos, y hacía doler su delicadísima piel. Dolor. Bolka. Era todo lo que conocía dentro de esas paredes, de apariencia acogedora.
La gente no lo notaba. No advertían la diferencia entre lo tibio y lo que hierve. Entre lo dulce y lo venenoso. Entre los pétalos y las espinas.
¿Cómo podía quejarse? Él, un huérfano que había salido del peor rincón escondido de la ciudad, acogido en una casa tan hermosa y alegre, al punto de que su rostro desolado resultaba chocante entre tanta alegría… Si alguien llegaba a advertirlo.
Su situación… Bien, para SU situación se había inventado la palabra "soledad".
Se volteó sobre el edredón turquesa, dejando de observar la pared lastimeramente chillona para tocar el suelo de clara madera con sus pequeños pies y dirigirse al baúl en el que escondía las pocas cosas que poseía.
Sacó la mitad de ellas: una fotografía que parecía mucho más antigua que los tres años que tenía por estar húmeda y salpicada de diferentes sustancias. En ella se veía a una sonriente mujer con cabellos platinados que caían prolijamente a un lado de su inmaculado rostro, donde se apreciaba una enorme y perfecta sonrisa. Sus delgados brazos sostenían con firmeza a un niño…
¿Él y su madre?
Ni pensarlo.
En primer lugar, ellos jamás habían tenido una cámara fotográfica, ni él había asistido jamás a un parque como el que describía el segundo plano del cartón que estaba sosteniendo.
Siempre había estado en su casa. Para ser precisos, en el cuarto de las escobas y la ropa tendida. Solo había una pequeña ventana, por eso se mantenía ahí. Esta estaba muy alta como para que la luz solar lo provocara bolka. Allí él y su madre eran felices.
Cuando iba por la derruida casa, miles de ventanas, puertas desvencijadas y separadas de sus marcos, hoyos e incluso grietas hacían que su piel ardiera.
– Bolka
–¡Basta! – Gritaba ella, casi desesperada. – ¿No puedes dejar de repetir esa endemoniada palabra? ¿Es que tu padre me seguirá persiguiendo aún a través de tu léxico? Ai de mí. ¿Por qué…? ¿¡Por qué! Los ángeles se han confabulado en mi contra.
– Bolka…
Llanto. Una dolorosa mueca se formó en su rostro, desfigurado, mientras ríos surcaban las vacías mejillas y arrastraban consigo el sedimento que eran los restos de maquillaje en ellas. Near solo la observaba, queriendo solucionar lo que ocurría. Si tan solo hubiera sabido qué era…
Vio como ella se dirigía hacia la destartalada cocina y hurgaba en una alacena invadida por la humedad hacía años, alternando algunas miradas por sobre su hombro. Cada vez le costaba más observar, porque ella cambiaba su posición, empero divisaba claramente las blancas piezas que ella hacía pasar por sus labios y luego bajar por su garganta, para seguirlas una expresión de desagrado que nunca se borraría de su memoria. Él sabía que esos círculos de un cm. De diámetro la torturaban. Si tan solo pudiera evitarle el sufrimiento.
– Bolka…
Una mirada llena de lágrimas de parte de ella le hizo sentir la necesidad de retirarse al cuartucho a pensar. No sabía cómo, pero esos elipses blanquecinos debían estar torturando sus oídos, al punto de que las palabras que dolieran al llegar las ondas a sus receptores auditivos.
Intentó esconderlas, pero no funcionó: Cuando ella las encontró faltantes, se aterró. Buscó por todos lados, hasta que se le ocurrió ver en el bolsillo interno de su pijama. En efecto, ahí estaban. Lo vio con horror. Le hizo abrir la garganta y mantuvo la sucia cabeza de cabellos negros pegada a su pecho mucho tiempo. El contacto había sido inesperadamente agradable. Luego de unos minutos, suspiró como quitándose una pesada carga de encima y lo estrechó entre sus brazos, temblando. ¿Tenía miedo? La pregunta no pudo evitar cruzar la mente de Near. Sintió en su cabeza una tibieza que enseguida se volvió frío, al tomar el salobre líquido de las lágrimas temperatura ambiente. Luego de un cuarto de hora, lo soltó y se echó al piso. Al momento quedó profundamente dormida… Él pasó sus tiernos dedos de infante de 4 años delicadamente por los enredados pelos gruesos de su progenitora y murmuró…
– Bolka…
Entonces volvió a su lugar.
Tenía que encontrar otra manera…
La señal llegó entonces.
Un joven petirrojo entró de repente por la ventana. Afortunadamente, él estaba en el otro extremo del pequeñísimo espacio, por lo que la lluvia de vidrios no le afectó, pero un gran trozo cayó plano frente a él, sin romperse. Tras este, el pajarillo, del cual la sangre brotaba a borbotones manchó visiblemente la ropa del niño.
Su madre había escuchado el ruido, y, espantada, recurrió antes que a nada, a llamar al 911.
Luego de un minuto o dos, apresurados pasos se oyeron y Near la contempló entrando bruscamente a la "habitación". Un suspiro de alivio se mezcló con un sollozo al escapar de ella, mientras comprobaba que el niño no había sido herido. Sin embargo, las lágrimas cayeron de sus ojos y… Otra vez, esas píldoras.
Pero esta vez, su niño sabía qué hacer. Cómo librarla de aquel sufrimiento. Ella estaba arrodillada muy cerca de él.
– Mamá: ¿Dónde está tu corazón? – Consultó.
– Cerca de aquí – Respondió indicándole con su mano, sin saber lo que le seguía a aquel comentario.
Su niño sabía qué hacer.
El frío vidrio, ya manchado de sangre petirroja y polvo acumulado, besó, acarició y penetró la carne, hasta el mismo centro de la convaleciente mujer. Las arcadas la controlaron por un corto período de tiempo, el que tardó en desangrarse.
– ¿Allí? – Preguntó el niño tras sellar el destino.
– Cer…ca. – Contestó ella, antes de convulsionarse por última vez, lanzando otro chorro de sangre sobre su hijo.
– Lo… Lo siento. Fallé.
Esa fue la primera y única vez que Nate Rivers lloraría. Mientras se hundía en un mar de fluído escarlata y bolka.
En cuestión de minutos, oficiales ingresaban violentamente a su "casa". Lo encontraron más rojo que una rosa, llorando, marchitado en un rincón. Lo hacieron por los brazos, y lo llevaron…
