¡Muy buenas!

Como dije la primera vez que traje este fic, es un SasuHina más para la banda (XD). Además de que no dije mucho al principio, así que es algo raro escribir estas notas de autor bueno, ignórenlas.

Continuando con las ediciones, ésta vez le ha tocado a éste fic. Así que, no entretengo mucho aquí y los dejo hasta el final.

¡Disfrutad!


Disclaimer: Masashi Kishimoto es el dueño de Naruto y sus respectivos personajes —mismos que a mí me encanta pedir prestados para hacer maldades. Además de ser el dueño, Kishimoto también es el responsable de que Sasuke y Hinata no se hayan hablado nunca en el manga… Puto seas, Kishi (?)


Advertencias: Este fic está situado en un Alternative Universe; en donde se tratarán varios temas, como lo son violencia, drama, romance; además de que habrá lenguaje soez y escenas lime/lemon.

Las parejas que se verán aquí serán SasuHina y SasuSaku.


Si no estás de acuerdo con lo que se va a ver aquí, según tengo entendido, hay un botón que dice «Atrás». Púlsalo y nos evitamos malos ratos.


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«Dos Mujeres, Un camino»


Fue estrepitoso el tropiezo que su espalda tuvo cuando se dio de lleno contra la pared detrás de ella de manera un tanto violenta, pero no había tenido más opción que esa; tampoco pudo retroceder más aunque quisiera y lo deseara con todas sus fuerzas. Estaba totalmente pegada al muro y no tenía ninguna intención de separarse un solo milímetro de éste.

Desde que había entrado en esa habitación hacía un par de minutos, con los nervios al máximo, supo que no iba a tener más opción que intentar adherirse a ésta como si estuviese esperando atravesarla o ser parte de ella en cualquier instante. Porque, en cuanto él puso sus oscuros ojos sobre su pequeño cuerpo para observarla de arriba abajo sin disimular el centelleo lúbrico que éstos emanaban, supo que estaría en un fuerte aprieto. Lo supo por cómo su mirada se volvía más oscura cuando su inspección se detuvo largo rato en sus blancas piernas; en cómo tragó grueso, haciendo que su Nuez de Adán subiera y bajara perceptiblemente cuando se puso a escanear su ovalado rostro —al parecer, disfrutando del ligero rubor que cubría sus pómulos. Se podía notar a leguas que él pretendía traspasar sus delgadas murallas emocionales; como si quisiera compenetrar su mente con tan sólo dedicarle una ojeada. Ella supo entonces que ya no habría manera de evadir lo que fuera a suscitarse, por más que lo intentase; que estaba realmente jodida, aún mucho antes de siquiera intentar dar batalla.

—Entonces, ¿no vas a contestar?

El incómodo mutismo que se había cimentado entre ellos, se esfumó con la imponente y parca voz de él, haciendo que ella pegara un respingo que hizo a su corazón palpitar enloquecido. Boqueó como un pez fuera del agua varias veces, intentando decir algo respecto a la cuestión —algo que fuese idóneo para la situación en la que se encontraba. No obstante, le fue imposible emitir el sonido que se quedó ahogado en su garganta cuando esos afilados ojos se conectaron con los suyos. El bochorno de sus mejillas aumentó hasta cubrir sus orejas, haciéndola pensar que, en cualquier momento, empezaría a echar humo por ellas; su delicado cuerpo tembló cuando vio cómo él soltaba un suspiro lleno de resignación y se quitaba las gafas de marco oscuro que siempre se colocaba cuando leía, dejándolas sobre un montón de papeles que, por lo que podía notar, parecían ser un amplio y detallado resumen de la Guerra Fría.

Dio un brinco en su lugar al verle acariciarse el tabique de la nariz con los dedos índice y pulgar de su mano derecha, haciéndola a ella tragar grueso esta vez —probablemente le había cabreado, pero no lo había hecho a posta. Cuando le vio ponerse de pie y rodear el escritorio con absoluta calma, para luego dirigir sus pasos hacia ella, su pequeña mano fue inmediatamente a posarse sobre la manija de la puerta; sentía que si se quedaba más tiempo en ese lugar y él lograba llegar a ella, iba a terminar con un colapso —que él iba a hacerla derrumbarse. Si había temblado sólo con haber conectado con su mirada, no quería ni imaginarse lo que pasaría cuando lo tuviese a tan sólo unos cuantos centímetros de ella.

Tal vez sí había sido muy mala idea haber ido a esa habitación sola, sin la compañía de su mejor amiga.

¿Qué iba a pasar ahora? ¿Qué iba a hacer cuando lo tuviera enfrente, irrumpiendo su espacio personal? ¿Debería contestar a la pregunta que le hizo? Pero, ¿y qué le decía? En esos momentos estaba tan confundida por el revolución de emociones que estaban invadiéndola que, si de algo estaba segura, la idea de hacerse una parte más con las paredes todavía no desaparecía de su mente.

Sin embargo, antes de poder acariciar entre sus más grandes propósitos el absurdo pensamiento y éste se hiciese realidad, sintió cómo la luminiscencia del atardecer que provenía de los amplios ventanales al frente de ella, se opacaba notablemente por un peso que se posicionó delante de su cuerpo; abrió sus ojos como platos y sus mejillas se colorearon con aún más fuerza cuando la imponente figura de él llamó su atención con un sonoro carraspeo.

En tan solo dos zancadas, él se había acercado a ella, apoyando las manos a ambos lados de su cabeza para evitar que mirase a otro lado que no fuera su persona; acercó su rostro al suyo para fortificar su objetivo y notó, con socarrón deleite, cómo la respiración de ella se hizo cada vez más irregular. Una de sus manos abandonó su lugar y empezó a recorrer el contorno de su rostro, rozando con su pulgar una de sus delineadas cejas; sonrió de medio lado cuando ésta se frunció al momento que esos ojos se cerraban con fuerza, por lo que trasladó su inspección hacia la respingada nariz, dando unos toques superficiales en la punta, hasta que la incitó a arrugar también esa parte del cuerpo cuando se la apretó sutilmente, obstruyendo su respiración.

La fémina separó sus belfos para atrapar el aire que él estaba impidiéndole tomar con normalidad, entreabriendo sus quinqués para mirar la sonrisa que enmarcaba sus masculinas, pero a la vez finas facciones. Colocó una de sus manos sobre la de él, pidiéndole en una muda petición que soltara su nariz, lográndolo al instante; no obstante, los dedos que antes la impedían respirar, ahora palpaban con tranquilidad sus labios. Ella suspiró tenuemente cuando el pulgar y el índice cogieron las comisuras de su boca, deslizándolos hacia adelante para hacer que su labio inferior se inclinase levemente hacia abajo y dejara entrever parte de sus blancos dientes; repitió esta acción un par de veces más, hasta que acercó su boca a la de ella y soltó el aliento encima de su labio superior. Ella tiritó ante la sensación que el hálito mentolado de él dejó sobre el labio que, hasta el momento, había sido ignorado; fue extraña y la hizo sentir algo de incomodidad, pero no por ello menos gratificante y con ganas de que lo repitiera una vez más. Empero, eso no pasó.

En el momento que ella asomó su lengua por el hueco de su boca en un movimiento inconsciente, él se alejó de pronto y borró la mueca divertida de su rostro, volviendo a mantener el estoicismo; soltó su labio y envió su mano hacia el mentón de ella, sosteniéndolo con fuerza.

—Contéstame. —Soltó con voz grave, incrementando la presión de su agarre, pero sin llegar a hacerle daño. Ella sólo volvió a suspirar, todavía algo abrumada por el reciente acto.

La otra mano que había permanecido sobre la madera de la puerta, se trasladó hacia el hombro derecho de ella, empezando a descenderla por toda la longitud de éste, palpando con gozo el estremecimiento que causaba en su piel desnuda. Agradeció mentalmente que estuvieran en pleno verano y el vestuario que las mujeres usaran fuera más ligero, dejando los brazos al descubierto —y a su disposición.

Al llevar sus caricias hasta la punta de sus falanges, contempló con clemente calma la tersa piel que cubría cada uno de sus dígitos, sintiendo lo suaves que eran y lo erizados que se ponían ante su tacto. Ella jadeó quedo, sin poder evitarlo, cuando su mano fue apresada por la de él, alzándola hasta que quedó en medio de los rostros de ambos; balbuceó sorprendida al ver cómo los labios de esa persona que estaba brindándole aquellas caricias tan superficiales, pero a la vez tan íntimas, empezaban a pasarse sobre los nudillos, haciéndola estremecerse.

Con toques rápidos, pero ardientes, detuvo sus besos en las cortas uñas, libres del típico barniz que las mujeres solían usar para decorarlas. No estaba en contra del esmalte o el maquillaje, pero la belleza natural de la muchacha frente a él no necesitaba esos artilugios. Viendo lo ensimismada que ella estaba por su contacto, atrapó entre sus dientes su dedo índice, haciéndola respingar por el repentino movimiento; aplicó presión por momentos, mordisqueando con gusto la parte más suave del dígito, provocando que ella buscase soltarse de su agarre. Pero, por más que intentó, le fue imposible escapar de sus fauces.

—Te lo preguntaré una vez más, y quiero que me contestes —demandó él, su voz siendo ligeramente distorsionada por el dedo que todavía mantenía sometido dentro de su boca—: ¿Qué estás haciendo aún aquí? ¿Acaso no ves la hora que es? —Ella no contestó, por lo que siguió hablando, intuyendo la verdadera razón que había llevado a esa mujer a su despacho, a pesar de lo neurasténica que la había puesto esa mañana—. Sí, por supuesto que sabes qué hora es, y también sabes por qué te has atrevido a venir sola.

Sin obtener una oposición a sus afirmaciones, empezó a pasar su húmeda lengua por el dígito con extrema lentitud, logrando que ella se sacudiera por el atrevido toque y se revolviera inquieta bajo el agarre en su barbilla, respirando cada vez con más dificultad; lamió de arriba abajo el falange, empapándolo con fervor con su saliva, escuchando el pequeño grito que ella pronunció cuando cerró sus labios entorno a éste, a la vez que se empeñaba en chuparlo como una de esas Chupa Chups que a veces consumía.

Ella abrió la boca nuevamente, intentando ignorar los mordiscos que su dígito estaba recibiendo, haciéndola suspirar con regodeo, para de inmediato negar frenéticamente con su cabeza, haciendo bailar los finos cabellos de su flequillo. Deseó no sentirse tan abrumada por las acciones de ese hombre con el fin de darle una respuesta a sus interrogantes, y terminar, de una buena vez, con todo ese asunto; pero, simplemente, no encontraba las fuerzas necesarias para ordenar sus ideas y exteriorizarlas sin atragantarse con su propia saliva.

Cuando el dedo estuvo completamente húmedo, lo sacó de su boca en un rápido movimiento y acercó de nuevo su rostro al de ella, expeliendo el aliento que hizo chocar contra sus labios —la goma de mascar que había puesto en su boca hacía unos momentos, borró de manera considerable el rastro del cigarrillo que se había fumado luego de que las clases hubieran terminado hacía ya un par de horas.

Entonces, él sonrió burlón.

—No te atreverás a negarlo, ¿verdad? —Acercó su cuerpo un poco más al de ella, ignorando deliberadamente la sacudida de su pequeña figura —. No, no te atrevas.

Sin embargo, ella contestó por puro impulso—. N-no, ¡no! Es decir, yo no… realmente yo no...

—Eso. Niégalo —La interrumpió, alzando la voz, pero sin llegar a molestarse de verdad—. Atrévete a decir que no mil veces. Dilo, grita que no a los cuatro vientos —Él dijo, sujetando su rostro con ambas manos y mirándola fijamente, avivando en ella otro sutil temblor—; pero, es más que obvio que si tú estás aquí, es porque estás más que dispuesta a recibir esto, tanto como yo quiero hacértelo.

Ella jadeó por la intensidad de sus palabras y el propósito de éstas, aún sin estar muy segura de querer continuar con aquello que él estaba insinuando, por lo que presionó un poco más.

—No hace falta que finjas. Si estás aquí, es obvio que has venido por algo en específico —La vio morderse el labio inferior, haciéndole tragar saliva con dificultad—. No retrases por más tiempo lo inevitable, ¿quieres? Dímelo de una vez. Dime… que harás esto porque tú también quieres, y no porque yo te estoy obligando.

Ella respingó al sentir la exhalación que desprendía la entreabierta boca de él pasearse por su mejilla izquierda; a pesar de que estaba negando una vez más con su cabeza, él todavía la mantenía bien sujeta de la cara—. Yo…

—¡Admítelo, joder! —Volvió a frenar su negación, hablándole en voz un poco más alta y lamiéndose los labios.

Sin poder aguantarse más las ansias de bajar su mirar de manera desvergonzada hacia los voluminosos senos de ella, observó lo grandísimos que éstos eran a pesar de que apenas y se escondían detrás de la blanca camisa que portaba; sin embargo, y por mucho que ella lo intentase ocultar, la ropa le quedaba demasiado ajustada en ese lugar. Y, por si fuera poco, la corbata negra que traía alrededor del cuello, por casualidades de la vida, había ido a parar en medio de éstos, como si estuviera vanagloriando dónde comenzaba uno y dónde terminaba el otro.

Tragó saliva de nuevo, sin atreverse a despegar la vista de ese recinto —aunque no iba a poder hacerlo de todas formas. Él era un hombre de senos. No lo ha negado nunca desde que lo tuvo claro cuando cumplió los catorce abriles, y tampoco tuvo la intención de hacerlo en esos momentos.

Ella siguió su mirada al ver que los ojos de él no estaban enfocados en su semblante, abochornándose al darse cuenta del brillo que éstos habían adquirido por apreciar su pecho de manera fervorosa; aunque, tampoco podía culparle de que eso fuese así. Ella sabía que tenía un buen par de atributos que no se podían pasar por alto, por lo que no se atrevió a impedir la inspección que él le estaba haciendo. Posiblemente, pensó, eso había sido lo que a él más le atrajo de ella cuando comenzaron a relacionarse con más camaradería —o quizás no, todavía no estaba del todo segura. Pero, no iba a ignorar el hecho de que, por más que le hubiese avergonzado el tamaño de éstos en el pasado, verle a él tan ensimismado con ello le hacía sonreír con regocijo y con una vanidad femenina que, hasta que le conoció a él, ignoraba por completo que también la poseía.

Él, por otro lado, saber que tenía a su disposición ese pecho tan desarrollado hizo que su miembro diese un respingo en el incómodo encierro de sus pantalones oscuros.

—Te lo advierto —exclamó, despertando de su fugaz y placentera fantasía, para verla de nuevo a los ojos—, no me detendré por nada del mundo.

Pero, pasaron los minutos y aquella admonición que le había estado reiterando de diversas maneras, y que además había provocado que el nerviosismo en ella alcanzase altos y alarmantes índices, volvió a ser pronunciada sin ninguna dificultad. Alzando una de sus oscuras cejas, él elevó ligeramente la esquina de sus labios al mismo tiempo, ocasionando que la pequeña mujer tuviera en respuesta el acto espontáneo de recular; mas, aquél tosco y atolondrado movimiento sólo provocó que se diera un topetazo en la cabeza con el muro de atrás, haciéndola gimotear un poco adolorida. Ante ésto, él no pudo evitar poner sus ojos en blanco con cierto fastidio. Sin más remedio, llevó una de sus manos al área afectada, cogiendo algunos de sus largos cabellos entre sus largos dedos mientras la acariciaba.

Sin embargo, y aunque a ella parecía gustarle el cándido y tranquilo toque, él ya se estaba inquietando de manera inmoderada por seguir haciendo esas sencillas y fugaces caricias cuando, en realidad, pretendía hacer algo que les diera a ambos un muy buen rato.

La joven tuvo un fuerte sobresalto cuando aquella mano que no estaba haciéndole mimos en la cabeza, descendió rápidamente hasta un costado de su cintura, pasando el pulgar sobre el borde inferior de su camisa; la sintió escalar y descender de manera pausada sobre el área de las costillas, rozando un poco por debajo de su seno derecho, pero sin llegar a tocarlo directamente. Ella le miró suplicante, esperando que las palabras no fuesen necesarias para que él comprendiese su solicitud; no obstante, cuando la mano de él llegó de nuevo a la orilla de su blanca y fina blusa, cogió con el puño un pedazo y lo alzó, con la intención de adentrarse en un rápido y casi brusco movimiento bajo ésta.

La joven mordió su labio inferior para aplacar en su garganta los bochornosos suspiros que querían salir de su interior, tratando de impedir que la placentera sensación que aquellas caricias hacían con su moral se expusiera con aquellos sonidos —especialmente cuando los largos y un tanto fríos dedos se encontraron directamente con la nívea y blanda dermis de su estómago.

—Yo nunca acepto un «no» por respuesta —enunció él, trasladando sus movimientos en un compás circular, muy cerca de su pecho —. Yo siempre obtengo lo que quiero, ¿sabes? Y ahora, en este maldito instante, te quiero, te deseo —Acercó su rostro al cuello de ella, haciéndola estremecerse cuando su helada exhalación colisionó contra la unión de su cuello y su hombro—. Solamente a ti.

Ella gimió sin poder aguantar más, pues, de pronto, él había sacado su húmeda lengua y la había lamido el cuello sin la más mínima vacilación.

No obstante, ella no hizo nada por querer retirarse —y/o apartarle a él.

Sintió cómo él ascendía y descendía sus movimientos en un ritmo constante, pero parsimonioso, sobre donde se encontraba la vena tiroidea superior; hizo que su piel se pusiera erizada, pero anhelante de ese intrínseco y plácido contacto sobre el comienzo de su clavícula. Ella sintió que, pese a estar húmeda, la lengua de él estaba tenuemente áspera; pero, no le incomodó en lo más mínimo estar al tanto de eso —al contrario, ansió que no se detuviera, por nada del mundo.

Bajo los efectos de la celestial caricia bajo el mentón, ella deseó, incluso, que él la mordiera con algo de fuerza en ese lugar; que dejara una huella muy evidente que le advirtiese a los demás, y le recordase hasta a ella misma, que sólo él tenía permitido hacer eso —que sólo él poseía el acceso total a su espacio personal cuando quisiese, y de la manera que él quisiese.

Como ahora mismo, aunque él sólo lamía su cuello como si fuera una chupeta eterna.

Pero, y pese a sentir demasiado excitante y atrayente ese toque, no negó y afirmó en ningún momento las preguntas que él venía haciéndole desde hace un buen rato. Al menos, no hasta que él trasladó la mano de su cabeza hasta su espalda, y descendiera rápidamente por la falda que ella traía puesta, para luego estrujarle uno de sus glúteos con algo de fiereza.

—¡E-espera! —gritó asustada, posando su mano en el antebrazo izquierdo de él, intentando detener su lascivo movimiento—. Po-por favor, a-aquí no... ¡Ah! —Gimoteó, de nuevo, cuando él apretó su trasero con un poco más de rigor, ignorando la pequeña mano que intentaba apartarle.

¿Hmmm? ¿«No», qué? —Sin dejar de acariciarle, le preguntó con un toque de burla. Pero, ella ya no contestó; al menos, no con coherencia, pues sólo se dispuso a seguir suspirando el nombre de él en gemidos.

Eso lo excitó terriblemente.

«Maldición»

Su respiración era estrambótica, la necesidad de apretarle algo más que los glúteos y lamerle más allá del cuello, palpitaba a través de él como un afluente imperecedero de emociones que jamás había sentido antes con tanta intensidad.

«Joder», pensó, distanciando su boca del largo cuello que, ligeramente empapado, seguía demandando sus atenciones; alzó el rostro para mirarla con los ojos entornados, exudando frenético deseo por poseerla de todas las maneras posibles ya mismo. El recapacitar en que sólo precisó acariciarla de esa manera tan superficial, y proponerle un par de preguntas llenas de una entonación que destilaba harta pasión para tenerla jadeando y con el semblante realmente enrojecido, él supo que iba a disfrutar cada puto segundo.

A pesar de que siempre se caracterizó por ser un hombre que mantenía el control con sorprendente destreza cuando de cuestiones eróticas se tratasen, no iba a refutar que una parte irracional de él que mantuvo oculta desde hacía unos doce años le estaba volviendo loco. Quería hacer que esa pequeña mujer frente a él se ruborizara todavía más, anhelaba que se avergonzara como una abadesa para él, deseaba que gimiera como si hubiera corrido una maratón para él, pretendía hacer que se corriera como una cascada para él.

Él, Uchiha Sasuke, quería hacer tantas cosas con ella, Hyūga Hinata.

Quería que la fragancia a flores y lavanda que despedía ella empapara sus pulmones, hasta volverse imposible de olvidar. Quería que su olor natural se fusionase de alguna manera con su colonia masculina, y ambas esencias fuesen una sola. Quería esconder su cara en el cuello de ella y chuparlo con ímpetu hasta dejarle una muy innegable marca que manifestase que él era el único dueño de su cuerpo. Quería descender sus lamidas hasta acabar entre sus blandos y prominentes senos para morder el suculento escote que siempre se asomaba por la casi translúcida camisa. Quería acariciar su terso y plano abdomen hasta llegar al paraíso entre sus piernas, y hacer que un espasmo de satisfacción acometiese todo su ser. Quería que ella se deleitara con sus caricias superficiales y se volviera loca con sus toques más íntimos. Quería verla retorcerse en la gloria del éxtasis cuando forzara el orgasmo de su cuerpo, independientemente de si ella quería o no llegar a tenerlo. Quería arrebatar cada gramo de ella hasta hacerla adicta a él.

No había nada que quisiera más, en esos momentos, que tenerla para sí mismo —Bueno, quizás sólo evitar el hecho de que todo lo que estuviera a punto de hacerle no fuera tan jodidamente inadecuado. Definitivamente quería hacer tantas cosas.

Aunque, independientemente de si era adecuado o no, Sasuke realmente quería hacer tantas cosas con la pequeña mujer frente a él.

Sasuke sabía que el sólo pensar en la idea de llevar a cabo todos sus innobles pensamientos, haría atormentar más a su pene medio despierto; que, aunque todo era parte de un momentáneo y explícito juego que estaba llevando a cabo para avivar en ella una mínima señal de iniciativa propia, no podía ignorar con facilidad las deliciosas punzadas que atacaban su bajo vientre cada vez que sus palabras iban acompañadas de una efímera caricia, y recibía un gimoteo sofocado a cambio.

Por ello, Uchiha decidió que ya era hora de empujar esas intenciones fuera de su cabeza por el momento, y llevarlos a la realidad de una buena vez por todas.

Mirando inmutablemente hacia el rostro de la joven envuelto en delectación, reparó en cómo ella seguía con la mente perpleja por las sutiles caricias que seguía brindándole a sus costillas y a su glúteo. La necesidad de llevar esas manos hacia otro lugar más íntimo fluyó a través de él como una corriente de agua en plena tempestad. Se sentía como un jodido toxicómano y/o dipsómano exigiendo urgentemente de su próxima dosis y/o botella de licor —de hecho, ya hasta sentía sus manos temblorosas por la ineluctable necesidad. Uchiha Sasuke había deseado desde hacía tanto tiempo hacerle un millar de cosas a esa joven y, ahora que ella ido ahí para que la tomara a voluntad propia, nadie, absolutamente nadie, iba a poder detenerle de llevarlas a cabo ya mismo.

Por eso, realmente había sido un verdadero milagro que él todavía estuviese en el edificio a esas horas tan tardías, terminando de rectificar unos documentos que utilizaría para el día siguiente. Y, así como había sido suerte que todavía le faltase revisar unos papeles que su jefa, Senju Tsunade, le había dejado a cargo desde la mañana de ese día, también había sido una especie de coincidencia que Hyūga Hinata hubiese llegado a su despacho de improvisto. Era casi como si el destino hubiera estado de su lado, como si ella hubiese estado esperando el momento idóneo para ir hacia él y estar a la expectativa de que uno de los dos efectuase un movimiento pronto —Es decir, tenía que ser una jodida señal de la diosa de la fortuna que ambos estuviesen completamente solos, sin temor a una interrupción de cualquier tipo. Él ahora podría hacer con ella todo lo que quisiera, y no habría ningún motivo por el cual parar —aunque, tampoco es que tuviese esa intención.

Ella, mientras tanto, llevó ambas manos hacia atrás y se aferró como pudo a la pared donde había sido arrinconada como medida defensiva cuando advirtió que él no pudo resistir al hecho de manosearle el trasero con desfachatez, ahora con las dos manos y por debajo de la falda. Inclinó la cabeza hacia un lado, de manera inconsciente, dándole así más espacio al hombre para que las lamidas en su cuello continuasen, hasta que éste estuviese brillante por su saliva; para que la mordiera con más ímpetu que los pequeños mordiscos que apenas podía sentir, y la chupara hasta dejar impregnada la huella purpúrea que sus labios harían con ella.

Que la marcara como suya.

Entonces, Uchiha detuvo todos sus movimientos, dejando a la pequeña Hinata sumamente enajenada y algo frustrada por la falta del ardiente toque masculino.

—¡Mierda! No... puedo más.

Sasuke enunció entre dientes al sentir otro pinchazo provenir de la parte inferior de su pene, poniéndose cada vez más sensible al rozamiento que ella, inconscientemente, había estado haciendo contra su cuerpo; el cómo estaba restregándose al mismo compás que sus dedos hurgaban con algo de prisa por dentro de la diminuta braga, en una caricia meramente superficial. Jadeó y se separó un poco de ella, llevando ahora ambas manos al frente de la camisa de ella, agarrando sus pechos sin ningún decoro ni delicadeza, provocando que Hinata emitiese un chillido de sorpresa por el repentino acto; no obstante, no hizo nada para impedir que él empezara a palpar sus senos con la curiosidad característica de un niño de cinco años.

—Maldita sea —exclamó él, sin apartar sus ojos de los enormes montes e intensificando la velocidad de sus movimientos. Sintió por encima de la ropa lo blandos que éstos eran y cómo una de sus manos no podía abarcar en su totalidad el trozo de carne, jadeando casi inaudiblemente; aunque más bien el sonido quedó opacado por los gemidos de dolor y placer que la joven soltaba cuando le apretaba de vez en cuando—. Necesito verte ya. –dijo él sin pena alguna, arrancándole la camiseta de botones de un tirón, haciendo que los mismos volasen por todos lados y golpearan el suelo de manera escandalosa.

El sonido, para Sasuke, fue como una melodía sicalíptica para sus oídos —considerando lo que planeaba hacer ahora. Se quedó con la mirada embelesada en el borde de encaje del sostén blanco que ella traía puesto, preguntándose cuándo había dejado de lado los infantiles corpiños con diseños de animales y flores, para dar la bienvenida a los que tenían entredós y englobaban la redondez del seno con exquisitez.

Sin perder más tiempo, Sasuke desabrochó el sostén por medio del cierre que éste tenía al frente y le retiró sin mucho cuidado los tirantes, sin preocuparse mucho de que lo terminase rompiendo.

«Oh, Dios», Hinata pensó, teniendo ambos brazos a un lado de su cuerpo, y apretando las manos en sólidos puños. Cerró los ojos con fuerza para intentar resistirse a todo el placer que recorría su cuerpo con la imponente presencia del Uchiha que escudriñaba con suma atención los abultados senos de los que nunca se sintió orgullosa... Hasta ese momento. La joven Hyūga sabía que Uchiha Sasuke siempre veía su busto con un extraño brillo reflejándose en sus oscuros ojos que, con el tiempo, se hizo cada vez más evidente.

Estaba más que claro que Sasuke parecía tener una especie de fetiche con sus senos; pero, si debía ser sincera, no sabía muy bien a qué se debía eso.

Hinata estaba al tanto que, en muchas partes del mundo, los senos grandes eran apreciados como símbolos de seducción, como un incentivo realmente erótico para la mayoría de los hombres; que el tamaño de éstos podría ser un detonante importante para la excitación y un medio más para lograr un éxtasis prometedor. De hecho, hacía tiempo había leído sin querer en unas cuantas revistas que las mujeres que deseaban ser objeto de admiración entre la comunidad masculina raramente tenían un volumen por debajo de la Copa C, por lo que era bastante frecuente que las citaciones para tener una intervención quirúrgica de aumento de senos aumentaran de número notablemente. Para las chicas que sentían que sus pechos no eran lo suficientemente grandes como para cumplir con ese parámetro estético, no podían quedarse de brazos cruzados y hacían todo lo posible por no quedarse así el resto de sus vidas.

Había personas que llevaban más allá su obsesión, pagando grandes cantidades de dinero para ampliar su busto a tamaños sorprendentes—y hasta biológicamente imposibles—, sólo para llegar a llamar la atención de un hombre.

La joven de largos cabellos quería creer que la veneración de Sasuke por los senos grandes era común y todavía no llegaba a niveles inconcebibles. Esta fijación que él poseía, no parecía manifestarla con nadie más que no fuera ella; ni siquiera con las chicas que también poseían bonitos pechos, aunque no fueran tan prominentes como los suyos. No obstante, no todo radicaba en el tamaño siempre, pues, una vez escuchó por ahí un rumor que testificaba que también existía la posibilidad de que Uchiha Sasuke prefería los senos pequeños.

Claro que, ella misma podría asegurar sin temor a equivocarse que Sasuke no era de esos.

Hinata a menudo había tratado de darle una explicación a la obsesión del mayor, llegando a la conclusión de que él parecía preferir sus pechos por el hecho de que eran cien por ciento congénitos —sin embargo, realmente no quería darle un pretexto a la afición que él había desarrollado por una parte de su cuerpo que, de una manera u otra, siempre saltaba a la vista con notable obviedad.

Por otro lado, la joven también pensaba que no todo el asunto del fetichismo se enfocaba nada más al tamaño, pues algunas personas preferían ver sólo los botones rosas que los coronaban, y que éstos estuvieran constantemente abultados y gruesos; aunque, también estaban los raros casos de hombres que preferían que los senos estuviesen caídos, en lugar de que fueran firmes y apuntando con orgullo hacia arriba.

Otros, al mismo tiempo, estaban jodidamente encaprichados con el tema de la «lactancia erótica».

Sea cual fuere el caso en específico, Hyūga Hinata comprendía que los hombres se embelesaban sólo con ver pasar a una mujer de voluminosos senos; otros sabían reservarse muy bien sus fantasías —como era el caso de Sasuke. Pero, la gran mayoría ni siquiera se molestaba en apartar la mirada, importándoles un demonio qué tan evidente pudiese ser. Y, pese a que no tendría por qué avergonzarse, ya que ésta era una conducta perfectamente normal que los hombres adoptaban, la tentación podía llegar a ser espantosamente vehemente gracias a la ilusión de que éstos fueran realmente voluptuosos, no importando mucho si fuesen naturales o artificiales —con tal de que simplemente fueran grandes.

«¿Sabes, Hinata?». Le dijo él, tiempo atrás, mientras acariciaba su espalda y repartía besos en el lóbulo de su oreja izquierda. «Me gusta ver cómo tus pechos rebotan ante cada paso que das».

Su bochorno fue en aumento al recordar lo que él le declaró hacía no mucho tiempo, cuando los comentarios se volvieron cada vez más osados y frecuentes. Era por eso que Hinata siempre trataba de evitar ponerse a corretear por los pasillos de aquel edificio por temor a que se movieran más de la cuenta, y le diese a Sasuke la oportunidad de avergonzarla fácilmente.

Cualquiera que fuese el caso, y por contradictorio que sonara, a ella le deleitaba saber que a él le gustaran.

Sasuke observó cómo los enormes pechos de Hinata ahora estaban totalmente expuestos al aire libre, con sus rígidos y sonrosados pezones apuntando hacia lo alto de manera jactanciosa; se le hacía agua la boca de sólo imaginar la textura que tendrían. Desde que se había encargado de desabrocharle la camisa con frenesí, y le hubo quitado el corpiño con impaciencia, fue suficiente motivo para que él se sintiese atraído por la idea de descender su cabeza y demandar con su boca uno de sus senos.

Empero, no lo hizo —aunque le costó muchísimo contenerse.

Contario a eso, Uchiha llevó una de sus manos hacia el pecho derecho de ella, para luego apretar con un poco de fuerza lo que apenas podía abarcar de él, causándole un ligero espasmo por el repentino toque. Complacido por la reacción, empezó a apretujar de vez en cuando el suave monte, paseando su pulgar por sobre el rosado pezón que, con satisfacción, se percató cómo éste se volvía cada vez más duro debido a su toque.

Entonces, fue recompensado con un pequeño suspiro, a la vez de un acto reflejo en el que ella trataba de escapar de la deliciosa fricción.

Pero, pese a sentirse horrendamente avivado por los sonidos que ella estaba haciendo ante el contacto de sus falanges, Sasuke no creía poder aguantarse ni un segundo más no poder posar su boca sobre uno de esos pechos; casi podía percibir cómo éstos le exigían con picardía que se acercase, motivándolo a llevar a cabo sus intemperantes planes. Casi se sentía como si aquella hipótesis que hablaba sobre las feromonas que los pezones supuestamente despedían, estuviera afectándole en serio.

Hacía un buen tiempo, el mayor había visto en un programa del National Geographic que las hembras de los conejos producían una feromona en torno a los pezones que le indicaban a la cría dónde poder encontrarlos, ya que éstos eran cortos de vista al nacer. Además, y por muy extraordinario que sonara, al parecer, los bebés humanos demostraban poseer el mismo comportamiento —incluso cuando el bebé humano también estaba ciego. Pues, se había insinuado que éste efecto también podría ser emitido por las mujeres, pero siendo más considerada como una feromona de apaciguamiento.

Pero, ¿acaso podría ser ésa la fascinación que Sasuke tenía para con los senos de Hyūga Hinata? ¿Era acaso posible que ese asunto de las feromonas era sólo un tonto intento de pretexto para recuperar el momento de armonía y tranquilidad que hacía mucho había perdido? ¿Quizás era un adepto degenerado a la consolación que los senos le exponían? ¿Podría ser que fuese un adicto a los senos sólo por tener la fuerte necesidad de estar cerca de ellos y tocarlos? ¿O es que sólo los grandes senos de Hinata eran una excusa más para acercarse a ella de esa manera tan íntima?

No tenía ni idea —y, tal vez, tampoco le importaba indagar mucho en ello. Pero, si de una cosa estaba muy seguro Uchiha Sasuke, era que necesitaba sacar el resto de las prendas que cubrían el cuerpo de la joven, y exhibir cada pulgada de su piel para su morboso deleite, ¡ya!

—Joder —exclamó, llevando su boca hacia el pezón que mantenía cautivo entre sus dedos, lamiéndolo con suma lentitud—. ¿Puedes sentirlo, Hinata? Cómo tu pezón está realmente duro, gracias a mí —Ella jadeó levemente ante sus palabras, sintiendo cómo las lamidas ahora se volvían fugaces besos y suaves mordiscos—. Parece que te gusta mucho que esté en mi boca, ¿o me equivoco?

Hinata negó rápidamente con su cabeza.

—¡No! No digas eso... por favor.

Él subió la oscura mirada, sin dejar de sorber su botón, como si fuera un bebé muy hambriento—. ¿Hmmm? ¿Por qué no?

—Po-porque… —Se mordió el labio inferior, acallando esos sonidos que salían cada vez con más desenvoltura—. Po-porque es... es ve-vergonzoso...

Sasuke negó un tanto divertido por su respuesta y llevó su otra mano hacia el final de la espalda de ella, palpando su trasero con cierta maldad—. No, Hinata —dijo, cogiendo el dobladillo de la falda y levantándoselo hasta tener ese trozo de piel expuesto, siendo protegido nada más por la ropa interior—. Ésto no es nada comparado con lo que voy a hacerte.

Le hizo a un lado las bragas y acarició de manera fugaz la hendidura de su femineidad, repasando con parsimonia los labios vaginales; entonces se dio cuenta, con un entusiasmo que no pudo ocultar, que estaban ligeramente húmedos y resbaladizos. Sin esperar más, introdujo un dedo en ese lugar que le había recibido tantas veces, y a lo que, inconscientemente, ella respondió con un contoneo de caderas que hizo que el dedo fuera más profundo. Uchiha siguió penetrándola de manera serena e intensa, mientras con la otra mano le cogía la pierna derecha, para de inmediato hacer que le rodeara la cintura, acercándole cada vez más. Escuchó con deleite cómo ella gemía ante todo eso que él la hacía sentir con un solo dedo, sintiéndose con el control necesario para doblegar sus defensas y lograr que ella necesitara más de ese contacto intrínseco.

Cuando él agregó otro dedo a la caricia, Hinata gritó al sentir cómo su clítoris empezaba a ser corrompido por el pulgar de él.

—Oh, Dios… ¡Ah!

Sasuke gruñó al escucharla y colocó una mano sobre su nuca, atrayéndola hacia abajo para que mirase lo que todavía estaba haciéndole a su pecho—. Si gritas de nuevo, será mejor que sea mi nombre el que salga de tus labios, ¿quedó claro? —exclamó, aumentando el ritmo del dedo que tenía dentro de su centro femenino.

En este punto, Hinata estaba absolutamente segura de que su raciocinio ahora estaría más que a la deriva por culpa de la mano firme de él alrededor de su nuca, y el suave toque dándole ese descomunal placer. Cerró los ojos con fuerza, ocultando el matiz perlado de sus grandes ojos; después de unos pocos segundos, un gemido había escapado de sus labios, tan tierno, que sintió la boca del mayor tensarse sobre su pecho.

—Joder, haz eso de nuevo. —Uchiha exclamó, totalmente abrumado ante los sonidos que la joven hacía. Nada le había sonado alguna vez tan jodidamente bien como los gimoteos que Hyūga Hinata soltaba cuando estaba tan excitada como él. Había sido sólo un pequeño gemido, pero, cada vez que los hacía, Sasuke se daba cuenta de que todo lo que estaba haciendo con ella valía la pena cada puto minuto.

—No, po-por favor, yo sólo… no… —Ella susurró, demasiado aturdida como para caer en cuenta de si lo había dicho porque quería más, o estaba pidiendo que la dejara y concluyera con ese contacto de una vez.

Pero, al moreno eso no le importaba, pues no se detendría ni aunque ella le rogase que lo hiciera. La quería demasiado en esos momentos, y estaba dispuesto a hacerla suya, así estuviese indecisa o no. Él, Uchiha Sasuke, siempre conseguía lo que perseguía, y ella no sería nunca la excepción a esa regla.

Apretó su clítoris más fuerte, mientras veía cómo el cuerpo de ella se sacudía y sus ojos se abrían de par en par.

Córrete, Hinata —Le ordenó, con la voz llena de urgencia y deseo—. Quiero que estalles por mi toque, que te vengas mientras te acaricio así.

—N-no digas esas co-cosas… —La aludida respingó y negó con la cabeza, articulando en voz baja y de manera entrecortada.

—¿Sientes esto? ¿Sientes cómo tu coño palpita desesperado porque ya desea explotar? —Continuó hablando, ignorándola. Movió el dedo pulgar un poco más rápido—. No, no te atrevas a negarlo. Ya te lo dije: no puedes engañarme.

Definitivamente, no había manera de que Sasuke fuera a dejar que ella escapara de sus mórbidos deseos; tampoco iba a permitir que Hinata abandonara su oficina, sin antes hacer que tuviera un orgasmo duro y violento para él. Precisaba recordarle que él era el único dueño de su cuerpo, porque él haría todo lo que ella deseara, pero que no se atrevía a decir en voz alta por timidez. Porque él la conocía demasiado como para saber que ella había ido hasta su despacho en cuanto se había dado cuenta de que le había anhelado tanto como él había estado aguardando a que ella apareciera por esa puerta.

Porque Uchiha conocía cada reacción de su figura como para aseverar que ella estaba deseando que sus besos y manoseos tomaran otro rumbo, que fueran aún más atrevidos; porque él estaba bien al corriente de que, detrás de las palabras de oposición que ella profería ante cada proposición subida de tono, en realidad, quería escuchar algo muchísimo más explícito —además de que esperaba que lo llevase a cabo de inmediato.

Porque Sasuke conocía demasiado bien a Hyūga Hinata como para saber que ya quería llegar a la gloria del éxtasis.

Sintiendo la presión que el de cabellos azabache aplicó sobre su hinchado y muy sensitivo clítoris, Hinata elevó más su pelvis, buscando que la firme caricia aumentase el ritmo de su fricción y el dedo de él fuese todavía más profundo, con el fin de que tocase el punto más sensible de sus entrañas. Sonrió sin poder evitarlo cuando las succiones en su botón rosa se hicieron cada vez más violentas, al punto de hacerla sentir un sutil ardor alrededor de la areola; llevó sus manos hacia la cabeza del Uchiha y le apretó más contra sí, enredando sus dedos en las azabaches hebras de él, jalándoselas cada vez que la mordiscaba.

Hinata sabía que todo eso que estaba sucediendo era incorrecto en tantos sentidos, que estaba totalmente mal que ella no lo frenase ahora que todavía tenía tiempo, y que debía salir pronto de esa habitación donde la temperatura ascendió al punto de volverse insoportable… pero, no hizo nada de eso. Tampoco tuvo la intención de detener las embestidas que estaba recibiendo en su vagina, y que tanto la estaban haciendo perder los estribos. No iba a parar absolutamente nada de eso por el simple hecho de que la joven no se había sentido así de deseada desde hacía mucho tiempo, cuando estuvo alejada de Sasuke durante casi cuatro meses.

—Parece que realmente quieres correrte fuerte, ¿eh? —dijo él, haciéndola menearse con un poco más de frenesí. Asintió tenuemente con la cabeza, aunque sabía que él no estaba viéndola por estar bien entretenido en chupar sus pezones.

Se dejó llevar.

Permitió que Sasuke siguiera fregando su clítoris y agregase otro dedo dentro de su coño; cedió a que él acariciara sin ninguna reserva la pierna que le había alzado, ascendiendo y descendiendo paulatinamente por toda la extensión hasta llegar a su redondo trasero, dándole un rápido apretujón para luego volver a repetir la caricia; consintió que continuara sorbiendo su erguido pezón como si fuera un elixir para, después de pasarle la lengua y morderlo con algo de rudeza, luego pasarse al otro seno y hacerle lo mismo.

Le concedió el permiso sin poner ninguna objeción convincente, porque Hyūga Hinata estaba locamente enamorada de Uchiha Sasuke.

—No importa cuánto quieras negarlo —Restregó su clítoris y ella se sintió un tanto impotente porque sabía que eso era lo que su cuerpo quería. Jaló con más fuerza sus cabellos, clamando en balbuceos que se detuviera, pero, ella estaba muy consciente de que su cuerpo estaba suplicando por más—. Puedo advertir cómo quieres tener tu orgasmo con sólo hablarte de esta manera, Hyūga.

Él aceleró los movimientos de sus dedos y sus caderas se movieron poco a poco con el ritmo de sus embestidas, sintiéndose súbitamente más agitada: Sasuke no la llamaba por su apellido cuando estaban solos, pero que lo hacía cuando le empezaba a hablar con más obscenidad; cuando la tenía a su merced para dedicarle lascivas palabras, sin la preocupación de que alguien los escuchase.

Y, tal como él dijo, ella estuvo a punto de correrse.

Sin embargo, Uchiha detuvo todo movimiento de sus dedos y le soltó la pierna, haciendo que ella testabilara por reparar en que estaba notablemente sofocada; sus piernas estaban débiles y acalambradas, por lo que rápidamente atinó a soltar la cabeza del azabache, para de inmediato apoyarse en la pared que tenía detrás.

Sasuke, por otro lado, soltó su seno con exagerada paciencia, y se enderezó, alejándose un poco de ella y contemplándola con una sonrisa llena de incuestionable socarronería cuando le dirigió una mirada desconcertada, pero a la vez llena de descontento por haberla privado del poderoso y exquisito clímax. No obstante, no le dio tiempo a ella de que abriese la boca cuando efectuó su próximo movimiento, el que estaba pensando hacer desde que empezó a masturbarla.

Hinata abrió los ojos como platos notablemente sorprendida, al ver cómo él llevaba una de sus manos al cierre de su pantalón. Sin explicarle nada, pues tampoco hacía falta, Uchiha le indicó que lo hiciera ella misma. La Hyūga negó rápidamente con su cabeza, avergonzada —con su típica cobardía.

—No puedo aguantar más, Hinata. —expuso él, apartando su mirada de ella y enfocándola en la mano que, deseaba, ojalá liberara pronto su pene del abrumador encierro que sólo le dejaba más adolorido.

—Yo…

Quiso negarse de nuevo, vaya que lo intentó… Pero, adivinando sus intenciones, él se inclinó sobre ella y apoyó su frente sobre la suya, al mismo tiempo que se quitaba el cinturón de cuero y se desabrochaba el botón de su pantalón, bajándose luego la cremallera de un tirón. Sin ninguna vergüenza, se despojó de sus pantalones junto con el apretado bóxer, exponiendo así el miembro erguido que se elevaba orgulloso hacia arriba, denotando la obvia revolución de conmociones que corroía dentro de él. Empezó a acariciarse a sí mismo con su diestra, mientras que con la otra apretaba la pequeña mano de la joven y la llevaba directamente hasta su pene, impulsándola a rodearlo con sus dedos. Afortunadamente no tuvo que fulminarla con la mirada en caso de que volviese a llevarle la contraria, pues ella acató de inmediato y lo envolvió con su mano, haciéndole rechinar los dientes cuando lo apretó con un poco de fuerza.

Hinata se dio cuenta y arqueó las cejas, afligida—. ¡Lo siento! Uhm… ¿e-estás bien?

Él sólo soltó un resoplido entre dientes, obligándola a olvidarse de eso y comenzara a mover su mano sobre toda su longitud de una buena vez. Juraba que si ella no hacía nada pronto, iba a explotar de cólera —y de otras cosas.

Soltando el aire que inconscientemente había retenido al sentir cómo la penetrante mirada de Sasuke le parecía advertir que no le iría muy bien si no empezaba a hacer algo de inmediato, la joven de largos cabellos movió su mano de arriba a abaj con una parsimonia abrumadora que hizo al hombre gruñir disconforme. Ella comprendía que sus movimientos eran incompetentes, pero todavía no podía terminar de acostumbrarse a tener esa parte del cuerpo de un hombre entre sus dedos.

—Más rápido —exigió él, ayudándola un poco al posar su mano encima de la de ella, aumentando el ritmo de la fricción. Gimió cuando ella empezó a bombear con un poco más de brusquedad, sin darse cuenta de que, en vez de que le demandara por que fuera más delicada, en realidad lo estaba poniendo más delirante por ese toque—. Sí, así… ¡Joder! No te de-detengas.

En el momento que le escuchó tartamudear, Hinata sonrió ligeramente y, ruborizada hasta la coronilla, aumentó un poco más el ritmo de sus movimientos, al mismo tiempo que apretaba el tronco y acariciaba con su pulgar la cabeza purpúrea que lo coronaba. Sasuke la soltó y la dejó continuar sola, apoyando ambas manos sobre la pared; se mordió los labios para no jadear en voz alta cuando ella se detenía cada dos por tres a repasar las venas que enmarcaban su miembro, y luego retomaba su bombeo. Pudo percatarse de que, pese a ser muy timorata y todavía algo inexperta en esas situaciones, Hinata sabía cómo estremecerlo con un simple roce; y, ahora que estaba de lo más concentrada en hacer que él disfrutara, así como él la hizo gozar a ella, cayó en cuenta de que no iba a aguantar mucho más.

No obstante, no era así como quería acabar.

—Es suficiente. —La detuvo, obligándola a soltar su agarre, lo que le ocasionó una dolorosa punzada en el bajo vientre. Ella le miró, con los ojos brillantes y expectantes, lo que hizo que él alzara una ceja; empero, al recordar lo que seguramente vendría, no dijo nada al respecto.

—Lo… ¿lo hice bien?

Importándole muy poco que una de sus manos estuviera húmeda por el líquido pre-seminal que el pene de Sasuke había soltado, las alzó y juntó los dedos índices, bajando la mirada de inmediato al balbucear su duda. Uchiha hizo todo lo posible por no mofarse de ella, pero se le hacía cada vez más difícil. Pese a que siempre se veía envuelto en ese escenario cuando, prácticamente, presionaba a Hinata a que le masturbase con la mano, todavía le seguía dando gracia que ella le hiciera esa pregunta —Aún si no lo hacía eyacular, ella siempre le cuestionaba lo mismo.

Y él, como siempre, respondía con algo totalmente fuera de lugar.

—No sabes las ganas que tengo de poner mi pene dentro de tu boca.

Y, antes de que ella pudiera reaccionar y respondiera algo, de repente, sus labios habían chocado con los de ella y, por fin, estaba besándola con el frenesí que ya no podía retener más. Movió sus labios con bestial deseo, sacando al instante la lengua que, inquieta, ingresó en la boca contraria para enredarse y juguetear con la de ella; lamió su labio inferior y lo mordió, para luego volver a acariciar el interior de su boca.

Después de unos minutos de intercambiar saliva y retozar con sus lenguas, Uchiha rompió el contacto y, con notable desesperación, colocó ambas manos por debajo de sus nalgas para alzarla en el aire, haciendo que ella le rodease con sus piernas como acto reflejo; ambos profirieron un fuerte gemido que no pudieron contener cuando sintieron sus partes íntimas rozarse de manera casi directa. Cegado por el descomunal placer, Sasuke simuló unas embestidas contra ella y volvió a besarla con avidez, con pasión.

Con algo más que él todavía no se atrevía a decir en voz alta.

Hinata correspondió al beso en todo momento, llevando sus brazos hacia el cuello de él para enredar sus dedos en la cabellera oscura de nuevo y acercarle más hacia sí; delineó con su lengua el labio inferior de Sasuke, provocándole a que le besara con más furia, a que aumentara el ritmo de los superficiales embates que hacía con su cadera. Empero, ella ya no pudo seguirle el ritmo al sentir cómo él le quitaba de un tirón la falda y las bragas que traía puestas, y las arrojaba con furor hacia algún rincón del lugar, importándole muy poco dónde fueron a parar; luego, sin detenerse a pensarlo un segundo más, introdujo su pene dentro de ella, fuerte y profundo, haciéndola gritar y aferrarse a él como si fuera su tabla de salvación.

Hinata echó su cabeza hacia atrás, topándose de lleno con la pared, suspirando y vociferando de vez en cuando el nombre del mayor cuando salía sin cuidado de ella, y luego entraba, de nuevo, con brusquedad. Movió sus caderas con impaciencia, al igual que él, consumida por la neblina del placer que le hacía sentir cuando la punta de su miembro golpeaba en lo más recóndito de ella.

Él, por otra parte, tampoco pudo evitar gemir alto —una cosa que sólo se podía permitir cuando estaba con ella. Se movió con más presteza, apretándole el trasero con ambas manos para acercarla todavía más. Para sentirla más. Para no alejarse de ella.

Para no dejarla ir.

Ella estaba tan apretada, y también tan empapada, que su pene se deslizó dentro con suma facilidad. Empujó bruscamente un par de veces al apreciar cómo su centro femenino le agarraba con la misma fiereza que él estaba poniendo en sus movimientos. Fue entonces así que él se dio cuenta de cómo ella lo deseaba, y que tampoco quería dejarlo ir.

—¡Oh, Dios! —Hinata gimió muy cerca de su oído, causándole un agradable escalofrío que se dirigió precipitadamente a su miembro.

Fue muy notorio que la timorata muchacha que había ingresado a la habitación hacía un par de minutos, ya no estaba presente —o al menos no demasiado, pues, un alífero vistazo le notificó del fuerte sonrojo en su cara. Ella aún estaba abochornada de que su cuerpo estaba pidiéndole al suyo para que empujara más profundo dentro de su coño.

La joven que se había opuesto una y otra vez las atenciones que le dio a sus pechos, se había ido en cuanto él introdujo dos dedos en su interior y la incitó a suplicar por más.

¡Mierda! —Uchiha inspiró hondamente por la nariz, tratando de llevar la mayor cantidad posible de aire a sus pulmones. Su pene ya estaba palpitando dentro de ella con notable frecuencia, por lo que, intuyó, no pasaría mucho tiempo antes de que llegara al auge de su placer y concluyese con toda esa ansia—. Maldita sea… ¡Hinata! —Citar su nombre en medio de jadeos le encantaba, pues el efecto que causaba en ella era fatídico para su sensitivo miembro—. No aguanto más. Tengo que

Ambos estaban muy al borde de la culminante satisfacción. Ya podían sentir rondando cerca el orgasmo que, estaban muy seguros, arribaría con increíble potencia.

Fue así que, incapaz de poder contener por más tiempo la revolución de reacciones de su cuerpo, dio cuatro precipitadas zancadas para llevársela, todavía en brazos, hacia al escritorio. Estiró una mano hacia éste y, soportando todo su peso a través del afiance que tenía sobre su trasero, apartó de un manotazo todo lo que había encima, tirándolo al suelo sin una pizca de delicadeza; muy diferente a cuando la colocó a ella sobre el mueble, de espaldas y todavía unida a él, en donde puso hasta el más mínimo gramo de sutileza que creía no poseer. La esencia a Jazmín que ella emanaba llenó con gozo sus pulmones, haciéndole agua la boca; por eso, no le sorprendió cuando ésta se abrió y empezó a exteriorizar sus pensamientos.

—No sa-sabes la mierda de tortura que he pasado to-todo el día sólo por observarte a lo lejos —dijo entrecortadamente. Agarrando sus piernas, las separó lo suficiente para acomodarse sobre ella y empujó su polla profundamente en su interior—. He estado… esperando todo el puto día la oportunidad de, por fin, besarte, de acariciarte… y hacerte mía.

¡Ah! Yo… —Ella mordió su labio inferior y entrecerró los ojos cuando él, en consonancia de sus fogosas palabras, arremetió en lo más profundo de su femineidad. La joven no iba a decirlo en voz alta, pero su revelación concordaba mucho con la suya: ella también había percibido un incontrolable anhelo al resonar en su mente cómo esa mañana él la miraba con tanta intensidad, que se preocupó por un instante que las personas a su alrededor se hubiesen dado cuenta de ello.

Afortunadamente no había ocurrido nada de eso, pero las siguientes veces que sus miradas colisionaron, Hinata evadió las ganas de verlo por más de tres segundos, para así no levantar sospechas. Sería muy peligroso, tanto para ella como para él, que alguien se enterase de lo que sucedía entre ellos.

—Tú tampoco lo niegues —Y como si hubiese adivinado sus pensamientos, Sasuke exclamó, inclinándose a chupar una buena porción de su cuello, para luego pasar su lengua y desaparecer las gotas de sudor que resbalaban por éste—, porque… seguro que también has estado rogando en tu interior que este momento llegase, ¿verdad? —Ella estuvo a punto de decir algo, pero, previendo que sería otra negativa, volvió a hablar—. No, ya no hace falta que contestes… todavía estás demasiado asustada como para admitirlo, ¿no es así?

La conocía demasiado bien. Supo que no había manera de escapar de él y su impúdico apetito por ella.

Sasuke liberó su cuello y, sin previo aviso, acometió sobre los senos de ella que rebotaban ante las ligeras estocadas que él le daba; cerró su boca alrededor de uno de sus pezones y empezó a succionar. Hinata encorvó la espalda al sentir cómo el compás de los embistes disminuían, al estar él más enfocado en sus pechos —de nuevo.

Los gemidos de ella, implorándole que se moviera más fuerte, lo dejaron estático por unos segundos. Cuando esa mujer se desinhibía y se expresaba de esa manera, él sufría de una excitación tal que hacía todo su interior incendiarse; a cada súplica de ella, sus lamidas se volvieron más hambrientas, haciendo a la vez las embestidas más frenéticas. Pero, ni así pudo tener suficiente de su dulce sabor en su boca, ni de sus caderas chocando con las de ella.

Necesitaba más.

Uchiha soltó su seno y miró hacia arriba por encima del cabello que le caía sobre los ojos, notando los perlados quinqués de ella anegados en lágrimas de placer. Alzó una de las comisuras de su boca y dijo—: Así que… lo quieres duro, ¿eh?

La de cabellos largos no respondió al caer en cuenta de que había manifestado sus deseos, no obstante, él empujó de nuevo contra ella, haciéndola asentir frenéticamente, ofuscada por las sacudidas en su parte más íntima.

—Eso pensé —Mirándola morderse el labio inferior con fuerza, dictaminó—. Y, ¿sabes? Yo estoy más que dichoso de complacerte.

De una sola cosa estaba seguro Uchiha Sasuke: él haría realidad esa proposición, a como diese lugar.

Y, aunque a él le gustaba tener sexo rudo y obsceno de vez en cuando, no negaba que cuando lo hacía con Hinata, estaba más a favor de un trato suave y dulce; un trato que a él se le hacía un tanto ñoño, pero no por eso menos satisfactorio.

No obstante, era innegable el hecho de que siempre quería hacerla rogar por el sexo duro.

—Dime, Hyūga, ¿qué harías si te digo que quiero meter mi dedo aquí? —exclamó divertido, llevando una de sus manos hacia su redondo trasero para pasar su dedo índice de manera vivaracha y fugaz sobre la línea que separaba sus globos, jugueteando con ese agujero tan íntimo.

Hinata de inmediato se tensó y respondió—. ¡No! ¡A-ahí no! Yo… ¡Ah! ¡Vo-voy a mo-morderte!

Su respuesta lo enardeció enormemente.

—No me digas. —La besó en los labios y dio ligeros toques en ese lugar que, inconscientemente, se encogía en respuesta.

No es que no le gustara el sexo anal, pues Sasuke ya lo había practicado con ella varias veces y lo había disfrutado enormemente; pero el escozor que sentía después era tan insoportable que no había podido sentarse bien por dos días sin que se quejara del dolor. Y ahora no podía darse el lujo de demostrar su incomodidad. No cuando las cosas estaban tan tensas últimamente.

—¡Joder! —dijo él, rompiendo el beso de pronto al apreciar el sabor metálico de la sangre en su boca. Se llevó la mano que hace poco palpaba su ano y tocó su labio inferior con el pulgar, recogiendo una gota del vital líquido rojo.

¿En serio ella se había atrevido a morderle?

—No puedo creer que en serio me hayas mordido. —rugió, lamiéndose la herida con su lengua. La objeción que ella le dio con sus acciones, sólo pareció haberlo excitado un poco más.

—Te-te dije que te mordería. —dijo, recordándole que ella también cumplía con sus promesas.

—Ya veo —dijo Sasuke muy serio, causándole un estremecimiento de la cabeza a los pies—. Es mi turno entonces.

Soltando el aire que tenía retenido de manera sonora, a través de la nariz, Uchiha desplazó ambas manos de nuevo hacia su trasero mientras uno de sus dedos se dirigió a su delicado y pequeño orificio.

Oh Dios.

Ambos soltaron un gemido al unísono, por lo que rápidamente chocó sus labios nuevamente con los de ella, sintiendo cómo le apretaba cada vez más fuerte. Estaba cerca y lo sabía, pero ella seguía aguantando por él. Empujó con frenesí dentro y fuera de su interior, llevando una de sus manos hacia su clítoris; lo masajeó con tanta fuerza, que sintió que su coño palpitaba cada vez más. Necesitó con increíble ímpetu que ella se corriera en esos mismos instantes, antes de que él lo hiciera.

¡Joder, Hinata! —Jadeó contra sus labios, soltando sus pesadas exhalaciones que se combinaban con las de la joven—. Estás tan… ¡jodidamente apretada!

¡Ah! ¡Sasuke-kun!

En el momento que ella por fin gimió su nombre con tanta necesidad, echó la cabeza hacia atrás y cerró sus quinqués con fuerza mientras penetraba cada vez con más profundidad en su vagina. El agarre que ella le hacía en su pene era tan enérgico, que el que estuviera absolutamente perdido en el piélago del placer no le fue tan chocante como temió. Estaba tan excitado de follarla, que si alguna vez le diesen la oportunidad de estar con miles de mujeres todas las noches, o de tenerla a ella por una sola vez, el resultado no quedaba en duda.

Ella.

Estaba tan empeñado de tenerla para sí mismo, que sabía que no podría excitarse así de fuerte por ninguna otra fémina. Esa misma mañana pudo comprobarlo cuando sus manos picaron en todo momento por querer acercarse a ella y acariciarle las mejillas que adquirían un tierno color escarlata cada vez que sus miradas chocaban.

Córrete —Sasuke exclamó, apoyando ambas manos a los lados de la cabeza de la joven, moviendo sus caderas con violencia—. Quiero que te corras conmigo, Hinata —La susodicha dejó escapar un sollozo gozoso al oír sus palabras—. Demuéstrame cuánto amas ser follada por , preciosa.

Sasuke dejó caer su frente sobre la de ella, sintiendo cómo su ceño se fruncía cada vez más. Estaban a punto de sentir esa placentera liberación: él, a punto de ser fuertemente apretado por el interior de Hinata; y ella, a punto de sentir todo ese caliente y espeso líquido derramándose en lo más profundo de su útero. Era una deleitante agitación de propulsiones nerviosas recorriendo sus sudorosos cuerpos, embruteciéndolos con todo ese remolino de éxtasis.

Sin embargo, la gloriosa faena fue interrumpida abruptamente cuando la puerta de la habitación donde se encontraban, se abrió de pronto.

¡Sasuke-kun!

Ambos amantes suspendieron sus movimientos al escuchar el estrepito ruido de la puerta chocar con la pared con suma violencia. Sasuke viró el rostro y observó sobre su hombro hacia la entrada de la estancia, con los ojos abiertos de par en par al advertir de quién se trataba.

Al sentir cómo el mayor se tensaba, y no precisamente por haber culminado su satisfacción, Hinata se alzó gracias al agarre que aún mantenía sobre la espalda de él; no obstante, Uchiha impidió que se asomase para ver qué estaba sucediendo —Aunque, tampoco hizo demasiada falta. La temblorosa voz de esa persona hizo acto de presencia nuevamente y la Hyūga se sintió palidecer al reconocerla fácilmente.

—Mierda…

El de cabellos azabaches chasqueó la lengua cuando la persona entró al cuarto a pasos lentos, haciendo resonar el tacón de sus Gucci. Notó como la escuálida y espantada figura le revelaba a una mujer de unos veintiséis años contemplándole con sus aceitunados quinqués ahogados de gruesas lágrimas que, posteriormente, le recorrieron el rostro; la vio tapándose la boca con una de sus manos, mientras la otra se aferraba con fuerza al picaporte de la puerta.

—¿Co-cómo pudiste, Sasuke-kun?

Él no contestó. No tenía sentido, después de todo, tratar de negar lo que ella misma estaba viendo con sus propios ojos —No obstante, tampoco iba a refutarlo de todas maneras. En esos segundos en los que todo transcurrió de manera tan lenta, el aire comenzó a ponerse denso y ellos no podían moverse ni un milímetro; pese a que la situación estaba de lo más complicada, sus partes íntimas aún estaban sensibles y resentidas por el orgasmo suspendido.

Pero, tanto Hinata como Sasuke sabían que ésta vez ya no podrían mentir, ésta vez no habría escapatoria. Ésta vez tenían que aclarar todo.

A ella en especial, a Uchiha Sakura: la esposa del hombre que estaba penetrando a otra mujer que no era ella; el primer amor de Uchiha Sasuke, y la madre de sus dos hijos.

«Mierda, mierda, mierda, ¡y más mierda!». Sasuke maldijo su mala suerte.

Maldijo los lunes que Sakura acostumbraba ir a verle al término de sus clases, y se maldijo él mismo por no acordarse de ese importantísimo detalle.

Pero, más importante aún…

¡Maldijo el no haberse podido correr!


¡Otra edición más al bolsillo!

Edición: completada. Pese a que era el prólogo nada más, y a diferencia del otro, he incluido otras cosillas que hicieron el capítulo mucho más extenso que la primera versión. He de decir que he quedado satisfecha, ¡por fin!

Bueno… ¿Qué tal? ¿Gustó o no gustó? Ya saben que me encanta leer lo que tengan que decir, so... ¿un review?

¡Hasta la próxima!