Esta es mi primera historia aquí, y también mi primer fanfic, así que no sé cómo será el resultado. Es una historia que ya he acabado, basada en la novela de Jane Austen Orgullo y Prejuicio, y más concretamente, en la adaptación The Lizzie Bennet Diaries. Ni estas dos historias ni Pokémon me pertenecen. Sin más dilación...
«Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.»
De pequeña, mi madre me repetía esa frase casi a diario. Nos repetía, en realidad. Bueno, la verdad es que sigue haciéndolo. Mi nombre es Dawn Berlitz, y a mis dieciocho años lo único que sé es que no quiero oírla nunca más. Pero May nunca se libró de ello, y May es la mayor. Leaf y yo simplemente la seguimos de cerca.
Todavía me acuerdo de cuando mi madre las adoptó. No el momento exacto, ni siquiera recuerdo si fue una mañana soleada o si llovía. Pero May seguro que lo hace. Tan solo tenía tres años, pero desde la muerte de mi padre nada parecía igual. Todos mis recuerdos hasta ese día son grises. Y de repente, luz. Risas. Niñas jugando. Nosotras. Puede que May y Leaf no sean mi sangre, pero son mis hermanas. Somos Berlitz, y si algo nos han enseñado (aparte de, por supuesto, la maldita frasecita), es a permanecer unidas.
Mi madre, Johanna Berlitz, es una simple ama de casa de Twinleaf Town. Salvo que no lo es. Su pasión por los concursos pokémon la llevó al estrellato, y pese a que se retiró, siempre vive los concursos con y por nosotras. May y yo siempre quisimos ser coordinadoras pokémon. Creo que ella nos contagió. En cambio, Leaf… Leaf es caso aparte.
Pero, volviendo a mamá, he de admitir que los concursos no son su única pasión: No hay nada que quiera Johanna Berlitz más que ver a sus hijas felizmente casadas. No me lo estoy inventando, de hecho, hasta lo dijo en una entrevista. Aún hoy escucho la risa de Barry, mofándose de ello por teléfono. Creo que nunca recuperaré mi dignidad.
Durante años, años en los que una cree en cuentos de hadas y en príncipes azules, no me molestó en absoluto. Claro, yo era la primera que quería ser princesa en un palacio, y vestirme como Cenicienta en su boda. Pero después de salir a ver mundo y mi gran aventura pokémon, debo decir: no, gracias. Además, ¿la única finalidad de un hombre rico es conseguir esposa? ¿En serio? Porque os aseguro que con mi edad es lo que menos están buscando. Literalmente.
Siguiendo con mi familia, creo que es justo hablar de mis hermanas. May y Leaf, Leaf y May. No podían ser más diferentes. Claro que estoy yo en el medio equilibrando las cosas. Soy la hermana sándwich.
Leaf es preciosa, divertida, alocada y básicamente un desastre. A sus 17 años no hay nada ni nadie capaz de pararla. Su amor por su venusaur solamente es eclipsado por su amor a las fiestas y el alcohol. Pelo largo y castaño, ojos grandes, risa nerviosa y falda corta son las primeras cosas que me vienen a la mente. La veo correr hacia mí. El sombrero blanco parece a punto de volársele.
—¡Dawn! ¡Dawn!- me llama- Oh my god, ¿has oído lo de los nuevos vecinos? O sea, NO PUEDE SER.
Me río y le respondo que no.
—¡TENEMOS NUEVOS VECINOS! ¿Y a que no sabes de lo que se ha enterado mamá?
—Déjame adivinar-le digo, interrumpiéndola-. Están solteros.
—¡Y son rrrrrricossss!-dice, alargando la palabra- ¡Lo tienen todo!
Entorno los ojos. Leaf siempre ha estado bajo el influjo de las palabras de mi madre. Pero, para su desgracia, cambia de novio casi más que de calcetines.
Por eso, la esperanza de mi familia es May. May es prácticamente perfecta. También tiene el pelo castaño, pero corto, y sus ojos son azules. Cuando pienso en May veo bandanas de colores, pasteles recién horneados y mucho rojo. Es su color favorito y lo lleva casi siempre. Hasta su delantal de cocina es rojo.
—¡Hola, chicas!
Hablando de la reina de Roma, por la puerta asoma. Y qué mejor bienvenida que la de tu hermana cocinando galletas. Leaf se apresura a tomar una, pero May se lo impide.
—Acaban de salir del horno. Y además, ¿quién dijo que eran para ti?
—Tu querida hermana pequeña.- dice, mientras intenta coger una- ¡Quema!
—Te lo he dicho-se ríe May-. ¿Os habéis enterado de la gran noticia?
Oh, no. ¿May también?
—El que nuestros nuevos vecinos sean ricos y solteros no es una gran noticia-digo, cruzando los brazos.
—¿Qué? No me refería a eso. ¡Maylene y Reggie se casan!
