Disclamer: Los personajes son de Stephanie Meyer, la historia es de mi autoridad.
Humanos.
Emmett miró, con sangre corriendo por su delicado rostro, el auto en la carretera. ¡Era un estúpido! Pero lamentablemente era consiente de eso.
¿Cómo había sido capaz de conducir sabiendo que el alcohol estaba en su organismo? Se acercó al auto lentamente. No podía correr, era consiente también de que por su pierna también corría sangre.
Soltó un gemido al observar la persona dentro del auto, era una rubia muy hermosa. Tan hermosa que, a pesar de que su cabello estaba cubierto completamente por sangre, su belleza aun se reflejaba. Emmett le desabrocho el cinturón mientras, con delicadeza, la sacaba del auto. Ella trato de ofrecerle una sonrisa a pesar de que sus ojos azules no querían estar abiertos.
-Lo siento – susurro Emmett, tomándola en brazos como si fuese una muñeca rota, aunque para el así era.
-¿Cuál es tu nombre? – dijo aquella hermosa mujer, ignorando lo que el había dicho segundos atrás.
-Emmett.
-Soy Rosalie.
Emmett la miro, sus ojos azules no podían permanecer abiertos aun ante el gran esfuerzo que ella hacia para que eso no pasara, quería ver aquel rostro que, aunque cubierto de sangre, era el mas hermoso que había visto en toda su vida.
-No mueras, Rosalie. – pronuncio un muy desesperado Emmett tratando de encontrar un teléfono en sus bolsillos, cosa que era imposible porque allí no se encontraba su teléfono.
-No te preocupes, te estaré esperando.
Emmett sintió sus lagrimas juntarse con la sangre de sus mejillas. Allí estaba, llorando por una persona a la que solo le conocía el nombre. Porque ni siquiera el apellido conocía. No sabia ni su edad, ni de donde venia. No sabía nada de ella. Solo su nombre. Y era tan precioso como su rostro.
Estaba llorando por esa persona que el sentía – y sabia – era el amor de su vida.
-Tu siempre serás mía – hizo una pausa – por favor, no mueras.
-Lo siento.
La rubia le ofreció su ultima sonrisa, es que ella había pensando lea daría cuando estuviese en un gran campo junto a el – porque si, sabia que aquel desconocido era el amor de su vida –, viendo a sus nietos correr y reír.
Emmett derramo las últimas lágrimas hacia ella. Sabia, muy en el fondo, que ella no mentía al decir que lo estaría esperando. Allá a donde fuese a parar su alma.
