Disclaimer: Esta historia fue escrita sin fines de lucro. Todo lo que reconozcan pertenece a J.K.Rowling.


Más fuerte que la oscuridad

Por London-R.

Introducción

El mundo mágico había sido testigo de muchos cambios en los últimos años. Vida, muerte, luz, oscuridad, esperanza, traición.

Traición.

Si había que nombrar un ser vil, despiadado y sobre todo traidor, ése era Harry Potter.

Sin duda, el hecho de que el famoso 'Elegido' para derrotar a Lord Voldemort terminara jugando para la misma oscuridad, había sido el cambio más drástico, el golpe más duro y la desilusión más grande que la comunidad mágica hubiera sufrido. Podían llorar cientos de pérdidas y desgracias, nombrar miles de hechos conmovedores... pero nada, nada que se compare a la traición del propio Niño que Vivió.

Había sido en su último año en Hogwarts donde la realidad lo había golpeado en la cara. Desde el comienzo del año, una ira inconciente había comenzado a crecer en su interior, algo que nunca antes había experimentado, y amenazaba con salir de la peor manera. Su mundo se había derrumbado al darse cuenta de que todos lo habían utilizado, desde el mismísimo día en que nació, como un objeto; un arma, la única esperanza del mundo mágico de acabar con Lord Voldemort. Sentía que a nadie le importaba nada más que mandarlo a la batalla, a cumplir con el deber moral que le habían impuesto tan injustamente desde que se encontraba en el vientre materno, algo que él no había elegido, algo de lo que estaba hastiado... algo que -según todo el mundo- debía cumplir, aunque le costara la vida. Entendió perfectamente que a lo largo de todos sus años en Hogwarts, ninguno de sus enfrentamientos con Voldemort habían sido causados por el destino mismo. Todos y cada uno de ellos habían sido estratégicamente planeados por el -ahora fallecido- profesor Dumbledore y los suyos.

Estos pensamientos rondaron por su mente durante mucho tiempo, y aunque trataba de apaciguarlos, cada vez tenía menos éxito. Y fue un día a mitad de su séptimo año, cuando pasó. La directora McGonagall le informó que se acercaba el día de la batalla final, donde él debía ir a pelear junto con los miembros de la Orden del Fénix e intentar por fin terminar con la dictadura del horror de Voldemort. Fue en ese momento cuando finalmente no pudo controlar la ira que secretamente lo invadía, no pudo callar más. Todo el amor que había sentido alguna vez por el difunto director, por Lupin, por el Sr. y la Sra Weasley, por sus amigos... todo, se convirtió en un inmenso odio. En deseos de venganza por haber sido utilizado a favor de ellos durante tantos años, por darse cuenta que nunca lo amaron por él mismo sino por la empresa que debía llevar a cabo, por tantas cosas que tenía en su interior y quería gritar con todas sus fuerzas hacía tiempo ya... se sentía tan enojado, dolido y frustrado, deseaba acabar con todo y con todos a su paso... fue entonces cuando, sin siquiera contarle a sus dos mejores amigos, partió de allí para enfrentar a su Némesis, pero no de la forma en que todos hubieran esperado.

Sí. Definitivamente, esa fue la mejor venganza que hubiera podido ocurrírsele jamás. Hacer completamente lo opuesto a lo que se esperaba de él, algo que nadie, nunca hubiera podido imaginar: Unirse al Señor Oscuro. Este no dejó pasar la oportunidad de tener en sus filas al Niño que Vivió, y por fundadas razones. Contrariamente a lo que la mayoría pensaba, Voldemort adoptó a Harry como un aprendiz. Hubiera podido matarlo y conseguir lo que tanto tiempo había anhelado, por supuesto. Pero esa noche, cuando Harry llego a la fortaleza escoltado por Mortifagos de los cuales no había siquiera intentado huir; se dio cuenta del odio, la cólera, todo con lo que Harry cargaba... y decidió usarlo a su favor. Después de todo, si lo mataba, la comunidad mágica hubiera lamentado la traición por un corto período de tiempo, para luego olvidarlo. En cambio, si lo sumaba a sus filas, si lo convertía en un asesino a sangre fría al igual que él... sería un golpe mucho más grande, un golpe maestro. Y eso fue lo que hizo. Y la reacción fue la que tanto Voldemort como Harry esperaban.

La gente desesperó y pensó que la época oscura nunca acabaría. Hogwarts tuvo que cerrar sus puertas por tiempo indeterminado, y para conseguir sus diplomas los alumnos debían estudiar con magos tutores y rendir sus MHB, EXTASIS y exámenes integradores de forma libre en el Ministerio mismo, algo que muy pocos podían concretar.

Un año después del suceso, el ejército de Voldemort ya había crecido y se había expandido, al igual que su fuerza. Pese a esto, la Orden del Fénix también creció, sumando como integrantes a muchos de los ahora ex alumnos de Hogwarts, entre los cuales había varios de los viejos integrantes del ED, incluidos Ron y Hermione. Sin embargo, todo era más difícil sin Dumbledore para dirigirlos, por lo que de todos modos, estaban en desventaja.

Otro factor debilitante eran los sentimientos de algunos miembros de la Orden hacia Harry. Hermione no lograba superar la etapa de la negación. El tiempo pasaba, y ella seguía sin poder asimilar lo ocurrido. Su magia se había debilitado a causa de su depresión, lo que había hecho que nunca pudiera cumplir su ambición de llegar a Auror. Sentía que sólo podía refugiarse en Ron. Por otra parte, él era quizá la persona que más traicionada se había sentido con la decisión de Harry. Decía odiarlo, aunque sus sentimientos no eran otra cosa que profundo dolor y decepción. Otro defraudado era Remus Lupin, quien trataba de mantener la compostura y permanecer lo más animado posible para contener a todos los demás, aunque en el fondo se sintiera terriblemente triste y shockeado, al igual que Arthur y Molly Weasley.

Y por último, Ginny.

Ginny.

Harry se había entregado a Voldemort sin decirle palabra, al igual que a sus amigos. Pero ella no era su amiga, sino su novia. Su niña, su amor.

Se había resignado a su cambio, a que él la hubiese dejado, a que la hubiese traicionado al igual que lo había hecho con todos. Ella también formaba parte de la Orden, y no debía mostrar ningún tipo de flaqueza. Era conciente de que se encontraban en distintos bandos. Harry había cambiado y ella lo había asumido. No podía dejarse llevar por sus sentimientos... si lo encontraba, debía hacer lo que cualquier otro miembro de la Orden: Entregarlo, vivo o muerto.

Por supuesto, ésta era sólo la imagen que Ginny mostraba frente a todos. Pero la verdad era otra, de la cual sólo tenía conocimiento Luna Lovegood; un hecho que convivía con ella día a día en su subconsciente, que renacía en medio de su pecho por las noches, en el cálido refugio de su cama bajo sus sábanas. Lloraba lágrimas amargas y silenciosas y se acurrucaba en un abrazo a sí misma, mientras sentía cómo se le partía el corazón, siempre con la misma intensidad que el día en que Harry los traicionó. Clavaba con fuerza sus uñas en sus brazos y trataba de no gritar, de no desesperarse... de no odiarse tanto por seguir amándolo como el primer día y más, preguntándose por qué él había dejado de amarla, por qué los había dejado, por qué la había dejado...

De todas formas, Ginny no estaba sola. Draco Malfoy, cinco meses luego de que Snape huyera con él a finales de sexto curso, había escapado inexplicablemente de los Mortífagos y vuelto totalmente arrepentido. Al no haber asesinado él mismo a Dumbledore y haber ayudado a Voldemort sólo por estar bajo amenaza de muerte él y su familia, fue absuelto de inmediato con la única condición de aportar para la causa de la Orden del Fénix. No era parte de ésta, pero solía cumplir algunos favores que se le pedían de vez en cuando. A cambio, la Orden le proporcionaba seguridad. Algunos creían que el hecho de que Draco no hubiera sido condenado había tenido que ver con el pase de Harry hacia el bando de Voldemort. Nada más alejado de la realidad, ya que aunque Harry maldijo por lo bajo cuando esto pasó, su amor por Dumbledore ya había menguado notoriamente, para poco después dar paso al odio.

Así fue que, luego de que el gran traidor se uniera a Voldemort, Draco y Ginny comenzaron a hacerse más cercanos. Hermione y Ron creían que Ginny lo hacía albergando esperanzas de que Harry se enterase, y en un infantil ataque de celos, volviese arrepentido; en todos los sentidos en los que una persona pudiera arrepentirse de algo. Pero esto no era así. Ginny realmente había empezado a apreciar a Draco, a entender el por qué de sus acciones y, básicamente, a entenderlo a él como persona. Había encontrado a alguien más que la escuchara, que no fuera Luna, aunque a él no le contara todo. Y sabía que él se daba cuenta de eso.

En lo que a Draco respectaba, decir que sentía aprecio por Ginny, era quedarse muy corto. Y aunque Ginny lo quería, no lo hacía de la forma en que él deseaba que lo quiera.

A medida que el tiempo pasaba y gracias a la tutoría de Voldemort, Harry se hacía cada vez más poderoso y más fiel a éste. Había aprendido Artes Oscuras y las manejaba como si siempre lo hubiese hecho. Había aprendido a matar y a torturar cruelmente, y con el tiempo hasta comenzó a disfrutarlo. Voldemort se sentía cada vez más complacido, y llegó a confiar plenamente en él como para nombrarlo su hijo frente a todos los Mortífagos, anunciando que sería Harry quien seguiría el legado de terror empezado por él mismo. Voldemort no planeaba morir, por supuesto. De hecho, era de público conocimiento que anhelaba la inmortalidad. Pero aun así, le complacía saber que contaba con alguien que seguiría sus pasos y cuando llegara el día en que se encontraran en la cúspide del poder, podría continuar el trabajo sucio mientras él gozara por fin del poder absoluto y los placeres de la vida.

Todo lo que Harry había amado alguna vez era lo que ahora le generaba el odio que lo impulsaba a seguir adelante con su venganza. Se había convertido en alguien vil, con ambiciones de poder, perverso, terriblemente cruel, sin una pizca de inocencia... y por sobre todo, temido. Físicamente, decir que era todo lo que cualquier chica hubiera deseado, era decir poco. Pero su interior se había ennegrecido tanto como el mismo Señor Oscuro.

Harry Potter era temido y respetado. Responsable de la mutilación y la muerte de mucha gente importante. Gozaba de la simpatía del mismísimo Voldemort... pero había algo que hacía su perfecta vida, imperfecta. Tenía una sola debilidad.

Ginny.

La había dejado, sin más explicaciones. El lo sabía muy bien. La recordaba todos los días de su vida, muy en contra de su voluntad. Cuando esto pasaba, Harry se violentaba y usualmente tenía que cometer alguna atrocidad que la sacara de su mente. Torturar. Matar. O simplemente acostarse con alguien. La verdad es que podía tener a quien quisiera.

Ese era el problema. El la amaba. Todavía la amaba. Y al igual que ella, se odiaba por eso.

Estar con otra persona, solamente le hacía recordarla más, recordar todo lo que sólo ella podía darle, y todo lo que nunca más iba a poder tener. Recordar que, por más poder y respeto que tuviera; sería imperfecto e infeliz de por vida. Recordar sus tiernos ojos, su larga y hermosa cabellera y su piel de seda; los cuales nunca más iba a poder contemplar de la misma forma que antes... pero aun así, lo hacía. Se acostaba con quien le venía en ganas. Era su forma de flagelarse, su desquite. Su lado sadomasoquista. Debía tener a otras mujeres, dominarlas a su gusto. Tenerlas sólo cuando él quisiera. Sentirse miserable y poderoso al mismo tiempo. Lastimar y, en secreto, lastimarse a sí mismo.

Harry y Ginny no había vuelto a verse desde que él se había ido. De hecho, Harry no formaba parte de muchas de las batallas entre Mortífagos y miembros de la Orden del Fénix, ya que generalmente las batallas no eran otra cosa que una pantalla para ocultar algo mucho más grande. Y a lo grande es a lo que Harry se dedicaba.

Por otra parte, la Orden no aprobaba que Ginny peleara cuerpo a cuerpo. Desconocían -todos, excepto Luna- que sus sentimientos hacia Harry no habían hecho otra cosa que crecer, pero temían de lo que éste pudiera hacerle. Ginny, sin embargo, peleaba todas las batallas que podía bajo el rostro de Anette LeBonne, una vieja amiga de Luna que contribuía sólo en los enfrentamientos. De hecho, esta persona existía, era hija de una pareja de franceses amigos de la familia Lovegood. Y Anette, gentilmente dejaba que Ginny usara poción multijugos para ir a las batallas con su apariencia. La historia de por qué Anette sólo aparecía en esos casos era rara pero convincente, y al menos hasta el momento, nadie había sospechado que ella y Ginny, en ocasiones, fueran la misma persona.

Aun así, la ex pareja nunca había vuelto a verse frente a frente desde el séptimo año de Harry. Pero el amor perduraba, muy a su pesar. Y el tiempo pasaba de esa manera. Y Ginny sobrevivía, día a día, en su agonía enmascarada bajo un rostro inmutable. Y Harry se volvía más fuerte y sanguinario, y cometía más atrocidades. Y ninguno imaginó que volverían a tenerse frente a frente, ni de todo lo que seguiría a eso, cuatro años después.

Fin de la introducción.


Hola! Este es el primer largefic que publico, pero no el primero que escribo.

Esta sólo fue la introducción, para que entiendan bien cómo empezó todo. Si bien es post HBP, tengan en cuenta que eliminé los Horcruxes, en esta historia no existirán.

En el próximo y primer capítulo ya aparecerán los personajes, espérenlo dentro de poco!

Que lo disfruten!

London-R.

PD, los reviews hacen que me sienta felíz e inspirada ;)