Disclaimer: Los personajes son propiedad de Sthepanie Meyer.
Secuestro´
¿Qué se siente al ver y saber que tus esperanzas son pocas? ¿Qué se siente al saber que la muerte está próxima? ¿Qué se siente saber que morirás, aceptarlo y estar seguro de ello? ¿Qué se siente cuando desconoces siquiera si vas a morir o a vivir? A todas estas interrogantes no tengo la respuesta, quizás tú puedas resolvérmela; pero lo dudo, porque… ¿Has estado tú al borde de la muerte y desconocer sin embargo si morirás o vivirás?
Isabella Swan no podía creerlo… ¿Cómo? ¿Cómo era posible que todo hubiese ocurrido tan rápido? Primero estaba allí, en su maldita casa, bueno no exactamente en la suya, en la de Charlie; pero de igual forma aquella casa le pertenecía, de igual forma ese tema no importaba en aquellos instante, sino el hecho de que estuviera en aquél lugar húmedo, oscuro y… tenebroso.
Secuestrada, sí, perfectamente eso era lo que estaba.
Había sido secuestrada, sin embargo… ¿Por quién? No, no había reconocido a su captor, ni siquiera había podido mirarle la cara, la habían atacado por detrás, tapando sus labios y luego sintió el frio aire chocar con su rostro, corrían, o bueno su captor lo hacía, a una velocidad impresionante, lo que le hizo pensar, serían, serían… ¿Vampiros?
Era lo más razonable, agregando que su casa había quedado tan lejos de su vista, con la misma rapidez en qué había sido secuestrada.
Y pensó en Charlie… ¿Estaría bien? ¿Lo habrían secuestrado a él también? ¿Tendrían aquellos vampiros que ver con Victoria? ¿La matarían? ¿Edward sabría que la habían secuestrado? ¿La estarían buscando? Tenía muchas interrogantes y absolutamente nadie que las respondiera… ¡Joder! ¿Dónde coño estaba?
La idea de pedir ayudar había cruzado por su mente; pero cuando lo pensó detenidamente se dio cuenta de que no tendría caso, mucho menos si aquél lugar era habitado por vampiros.
Suspiró con frustración.
¿Cuándo? ¿Cuándo sería el maldito momento en qué los vampiros no fueran un riesgo en su vida? Y sí, aquella voz en su mente respondió aquella interrogan "justo en el momento en que te conviertas en uno de ellos", sin embargo aquello no podía ser, no mientras Edward siguiese negándose a convertirla.
Bufó al recordar aquello. Había intentado todas las formas, todas las maneras de convencer al vampiro y él simplemente se negaba, tenía la misma facilidad para buscar excusas, cómo ella para provocarlo… ¡Joder! Era un maldito círculo vicioso qué muy seguramente no acabaría.
Volvió a mirar a su alrededor y se encontró con aquellas impenetrables, húmedas, sucias y desagradables paredes que la mantenían cautiva.
Sus pasos retrocedieron hasta el punto en que su espalda choco con la durabilidad de una de aquellas paredes, y llevándose las manos a la cabeza, tratando de ordenar sus pensamientos se dejo caer, encogiéndose en ese lugar como si de un gato, perro o cualquier animal asustado, miedoso.
Porque sí, debía admitirlo, el miedo afloraba en cada milímetro de su cuerpo, no podía evitarlo, aunque no fuera la primera vez que estuviese rodeada del peligro, debía admitir que de todas, aquella era la qué más miedo había producido en ella.
Primordialmente por el desconocimiento, al menos al enfrentarse a James-mejor dicho al caer en la trampa del mismo- sabía a quién o a qué se enfrentaba, sabía las consecuencias y sin embargo reunió el coraje suficiente para encararlo, estaba dispuesta a morir por su madre; pero sin embargo en aquél puto momento ni siquiera sabría por qué, por quién, o a manos de quién moriría.
Su cuerpo no tenía fuerza a alguna, y los pequeños temblores que comenzaba a sentir, indicaban que se desmayaría, maldito su débil y frágil cuerpo de humana, era en aquellos malditos momento cuando más añoraba ser un vampiro.
Y justo antes de desvanecerse de sus temblorosos labios salió una palabra, una palabra que era mucho más que importante para ella:
- Edward…-gimió antes de desvanecerse por completo.
Desesperado, así se encontraba, por todos lados, la había buscado por todos los malditos lados de Forks, incluso había cruzado la maldita línea, había sido capaz de buscar a Jacob Black, por tan sólo ubicar el paradero de Isabella.
Y no, el maldito pulgoso, no tenía idea del paradero de la chica… ¡Joder! ¿Dónde? ¿Dónde carajo se encontraba Bella? Intentó, intentó rastrearla; pero no, no había ningún maldito olor, ni señal de ella… ¿Cómo era posible? Era como si hubiese desaparecido así, sin más, cómo si se hubiese desvanecido.
Y sí, pese a que su rostro demostraba una serenidad imperturbable, en su interior sentía miedo, pánico, temía por cualquier cosa que pudiese sucederle a la chica, sobre todo cuando el peligro se cernía sobre Forks, porque sí, sabía sobre las crecientes desapariciones, sobre las muertes trágicas y sin ningún culpable, y lo supo aún más cuando leyó la visión de Alice: neófitos.
Eso era lo que había visto, una gran y voluminosa manada de neófitos, alguien los estaba convirtiendo y tenían un sospechoso, mejor dicho una sospechosa: Victoria, sería justo aquella tarde cuando le propondría a Isabella usar los boletos, aquellos que habían sido un regalo de cumpleaños, para visitar a su madre, sí, era la mejor de alejarla de Forks y de Victoria; pero aquello complicaba las cosas, sí, las complicaba en grandes cantidades.
Tenía que encontrarla, encontrarla mucho antes de que Victoria lo hiciera o… ¿Sería Victoria la culpable de que Isabella hubiese desaparecido? No, definitivamente, tenía que encontrar a Isabella, antes de que su vida corriera peligro.
- Bella, Bella… ¡Maldición Bella! ¿Dónde demonios estás?-se cuestionó el vampiro.
Y volvió al bosque, tendría que encontrarla, encontrarla en cualquier lugar que estuviese y sí tenía que recorrer el mundo entero, pues lo haría, no importaba nada, mientras Isabella volviera a su lado.
El castaño profirió un suspiro cansino justo antes de adentrarse a los aposentos de sus tíos, o mejor dicho al lugar en donde se encontraban los tronos de estos, el joven Alec tenía buenas, muy buenas noticias para sus tíos, en especial para Aro, quién había sido el de la idea.
Justo antes de que algunos de sus pies se estrellara contra el suelo, lo hizo una de sus rodillas, y su cuerpo se inclinó levemente en una clara señal de reverencia, por el rabillo del ojo pudo ver que su hermana realizaba al igual que él una reverencia, sin embargo un tanto menos exagerada, y realmente lo comprendía, porque Jane no sólo era una servidora de sus tíos, sino que además era una de sus favoritas.
Adoraba a su hermana, la amaba de una manera sin igual y era comprensible, sobre todo por aquél lazo que los unía, ese lazo de hermanos, mucho más estrecho que cualquiera, porque eran gemelos, y compartían todo, así cómo Jane sabía todos sus secretos, él sabía todos los de ella, o al menos la mayoría, y aunque en cierta forma el fuese más poderoso que su hermana poco importaba, porque la explosiva y desbordante personalidad de su hermana lograba dominarlo en un instante y además el jamás dañaría a Jane, su Jane.
- Nuestros pequeños sobrinos…-la voz de Aro lo sacó de sus pensamientos y le obligo mirar al frente.
Una leve inclinación de cabeza justo antes de hablar.
- Tío Aro os tengo buenas noticias…-una sonrisa torcida surcó de sus labios.
El hombre de cabellera negra se levantó de su asiento y su vista se posó fijamente en la de su sobrino.
El joven Alec supo entonces que debía seguir con su relato.
- Logramos capturarla, verdaderamente fue más fácil de lo que imaginamos…-comentó sosteniéndole la mirada a su tío.-, estaba en completa soledad y justo ahora se encuentra en las celdas.-acotó el castaño, mientras posaba su vista en Jane.
La rubia sonreía con maliciosa, quizás pensando lo que podría divertirse con aquella humana.
- Oh mi pequeña Jane, lamento desilusionarte…-Aro también observó la sonrisa de su sobrina y sí, supo perfectamente los pensamientos de la chica, sin necesidad de leerle la mente.-, pero debemos mantener viva a la humana, al menos hasta que él descubra quienes han sido los culpables de su desaparición, y es allí cuando le convenceré que se una a nosotros…-acotó con solemnidad el vampiro.
La expresión de Jane era quizás un tanto indescifrable, el hecho de que su tío le quitase la oportunidad de divertirse no le había gustado en lo más mínimo, sin embargo debía aceptarlo, pues era mucho lo que le debía y en el fondo de su ser respetaba a aquél vampiro.
Volvió a su trono, mientras su sonrisa se ensanchaba, sí, al fin conseguiría el fabuloso talento de Edward Cullen, verdaderamente su idea era brillante, y quizás sólo quizás podría adelantar la conversión de aquella humana con tan curioso poder.
- Pueden retirarse queridos…
Los gemelos desaparecieron por la puerta principal y Aro sonrió meditativo.
Se volteó a ver a su hermano Caius y la respuesta a su incognita se halló justo en aquél singular personaje, sabía que muy seguramente reclamaría; pero ya vería la manera de convencerlo, quizás le aseguraría una buena cantidad de sangre, sí, eso haría.
Lo convencería de algún modo; pero lo haría, después de todo él era el mayor líder.
- Por cierto Caius, tú te encargarás de cuidar a la humana.-acotó con simpleza y solemnidad.
