— ¡Bienvenidos sean!—saludó con alegría la mujer.
Era una gran celebración. Más si era para ella. La única hija que ha tenido la pareja Higurashi hasta la fecha. Una familia adinerada, debía como tal, hacer una gran fiesta para su niña.
¡Y este era su cumpleaños 7!
Así que, como no celebrar en grande.
Los niños de muchas otras familias se adentraban a la casa, mientras ambos dueños de tal mansión saludaban a los invitados desde la entrada.
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La pequeña azabache, mientras, estaba siendo arreglada por sus niñeras. Estas, con mucha paciencia, arreglaban a la única heredera de la familia, peinando su hermoso cabello, y mostrando variedad de vestidos para elegir.
Kagome, mirándose al espejo, decidió que le gustaba un hermoso vestido de tonos plata, con bordes negros muy elegante. Las niñeras, como buenas amigas de la muchacha pequeña, comenzaron a vestirle con alegría, viendo como la niña tomaba un cambió radical, a lo que siempre vestía, claro está. No hacía falta maquillaje, según las mayores, pues sus pestañas eran grandes, sus ojos chocolates, sus mejillas coloradas, y sus labios rosados.
Su cabello, para no seguir en más decoraciones, lo ataron en una coleta alta, con las mechas crespas sueltas, y su flequillo, recayendo como siempre, sobre toda su frente.
— Está lista, señorita.—cantaron a la ves, las tres acompañantes de la dama.
— Muchas gracias..—agradeció la pequeña, mirándose nuevamente al espejo.— ¡Me voy a la fiesta, InuYasha y Sesshomaru me están esperando!—exclamó, saliendo de la habitación rápidamente.
Tuve que saludar a muchas personas en el transcurso, la cortesía y amabilidad no faltaba en ella, y era su costumbre.
Después de un par de minutos, divisó a los hermanos peli-plata, corriendo hacía ellos directamente, aunque para su mala fortuna, también Kikyo se encontraba por allí encima del más pequeño de los Taisho. Era odiosa. Pobre de su amigo el tener que estar con ella.
Sango y Rin le siguieron desde atrás, mientras Sesshomaru por delante, comprendiendo las intenciones de ambas amigas de la azabache, sonrió divertido. Las dos, se lanzaron sobre Kagome, sorprendiéndola, cayendo el trío al suelo. Se rieron muy felices. La cumpleañera, más por estar en compañía de aquel par, a las cuales quería y apreciaba como hermanas.
— ¡Eh, chicas!—reclamó la sonriente pequeña, saludando a sus amigas.
— ¡Kagome!—gritaron a la vez, abrazándola nuevamente.
Después de un rato, y la chica ya liberada de los brazos de sus amigas. Se paró, caminando hacía el pequeño Sesshomaru, quién la esperaba pacientemente. Ella sonrió en el trayecto, hasta llegar cerca de él.
— Hola.—saludó muy alegre, sonriendo.
— Hola.—correspondió. Abrazando sorpresivamente a la pequeña.— Feliz cumpleaños.
— ¡Muchas gracias!—agradeció, no queriendo separarse del niño, sin embargo, lo hizo.
Separándose levemente, miró celosamente a todo los alrededores, el chico, supó a quién quería encontrar, o mejor dicho, revisaba si es que no había venido.
— Kagura no está aquí. Según mis padres, salió de viaje.—pronunció con tranquilidad.
— Aunque a tu hermano no le dio suerte.—comentó riendo la azabache, indicando hacia donde InuYasha corría desesperado con una Kikyo pegada tras él.
Sesshomaru rió en conjunto con la muchacha, ambos divertidos por tal escena.
Los padres a lo lejos se hacían diferentes preguntas con respecto al futuro de ambos chicos, sabían que aquellos dos eran muy unidos, pero aun, Kagome acababa de cumplir 7, mientras Sesshomaru tenía 9 años, recién.
— Mejor grabemos todo.—los demás asintieron.
— ¡Hora del pastel!—la voz del padre de Kagome resonó en todo el lugar, casi todos se lanzaron contra él para comer pastel, mientras el pobre hombre, intentaba esquivar todo.
Sesshomaru más lentamente, llegó hasta la mesa, cogiendo su lugar al lado de la cumpleañera, la cual sonrió alegremente al ver al mayor allí. El peli-plata, se sonrojó levemente por el hermoso rostro que apreció por unos instantes.
— ¿Lo estás disfrutando, Sessho?—preguntó curiosa la niña, con voz inocente.
— ¿Eh? ¿Yo?.. ¡S-sí!—atinó a responder, ruborizado.
— ¡Me alegro mucho!
— S-sí.. yo también.
La comida continuó transcurriendo, el pesado de InuYasha, le untó la cara en la torta a Kagome, cosa que hizo enfurecer al mayor de los Taisho, que de no ser por que la chica se rió, él hubiese golpeado a su hermano.
Kikyo mientras tanto, seguía agarrando de brazos al peli-plata menor, mirando celosamente al que pasase su mirada por ellos. Un pequeño Miroku, entre tanto, paseaba su vista de aquí a allá sobre su comida, realmente, sin intención de comer, aburrido.
— ¿Te sucede algo?—preguntó inocente Sango.
Al escuchar la angelical voz a su lado, el peli-negro se volteó así la hablante, apreciando su cuerpo de pies a cabeza. ¡Pero que niña más bella! pensó, mientras se fundía en aquellos ojos.
— ¿A.. mi? N-no.. na-nada.—tartamudeó nervioso, mientras la Taijiya se acercaba un poco.
— Estás mintiendo.—afirmó ella, frunciendo el ceño.
¿Qué? ¿Co-como lo supó? Se interrogó el pequeño, mientras ella, con su cara decidida, continuaba acercándose al muchacho. El azabache, por instinto retrocedió, sintiendo que por una vez, en sus nueve años de vida, alguien podía ver a través de sus mentiras.
— Dime la verdad.—sentenció la castaña, cogiendo la mano del chico para zarandearlo.
Miroku algo mareado, terminó por suspirar.
— Estoy aburrido, no hay nada de malo en eso.—contestó, ladeando su rostro, con altanería.
— Aja, sí. Mentiroso.—comentó, volviendo a su asiento, enojada.
— ¿Ah? ¿Qu-qué? ¡Oye, no te enojes!—comenzó a decir el pequeño, intentando convencer a Sango a su lado.
— Hum.
— ¡Espera! N-no te enojes.
Y así Miroku se pasó entretenido, intentando que aquella bella chica volviese hablarle, lo cual consiguió, mucho después.
— ¡Suéltame!—exclamaba una y otra vez el menor de los peli-plata.
— No quiero.—respondió la otra azabache.
— ¡No soy tuyo, déjame en paz!—reclamó el niño.
— Kikyo, suelta a InuYasha.—ordenó la Madre de la mujer.
— ¡Pero..! Yo no quiero.
— Obedece, y suéltalo. Si el no quiere, no puedes obligarlo.—reafirmó la mujer.
— Esta bien.—se rindió la pequeña, yéndose tras su madre.
InuYasha, más libre y cómodo, se dirigió a hablar con Rin, ya que esta, tampoco tenía compañía.
— Etto.. Hola, Rin.—saludó, un tanto nervioso.
— Hola Inuyasha.—correspondió la pequeña, riendo breve y disimuladamente por el nerviosismo del peli-plata.
— Emmm. ¿Me puedo sentar?
— Claro, toma asiento.—respondió, cediéndole el asiento al chico.
— Gracias... Oye Rin..
— ¿Que pasa, Inuyasha?—interrogó tranquila la azabache.
— Emmh.. eh.. Yo.. quería.. eh.. invitarte a jugar a mi casa.—dijo al fin. Rin sonrió.
— Claro. ¿Cuando?—ánimo la chica.
— ¿Me acompañas, Kagome?—preguntó un pequeño Sesshomaru, algo nervioso.
— ¡Si! Vamos Sesshomaru.—afirmó ella, alegre.
— Sígueme.—sentenció él.
— Nahomi, síguelos. Sin que se den cuenta, y grábalo.—ordenó él, con tono dulce.
— Si cariño.—afirmó la esposa, mientras que avanzaba grabando de todo un poco, siguiendo al par de pequeños.
Los dos pequeños, avanzaron hasta el gran balcón del segundo piso, Nahomi, un poco atrás grababa sigilosamente todo sus pasos. Sesshomaru un poco más atrás, pensaba en si decirle o no. Kagome, era su amiga desde siempre, o bueno, desde que sabe caminar y puede recordar, y aun eran muy pequeños.. pero, en verdad la quería. Y mucho. Se ponía muy nervioso cuando estaba con ella, y disfrutaba en grande los momentos a su lado. Estarían en privado, así que,.. No hay nada que temer.
¿Que es lo que Sesshomaru quiere decirme? En su mundo, Kagome igual se interrogaba. Hoy es mi cumpleaños. Así que, no va a molestar o jugarme una broma ¿O sí? Continuó subiendo los escalones con pereza, más distraída pensando en que le daría o diría el peli-plata, pero en fin, Sesshomaru siempre estaba lleno de sorpresas.
Una vez llegado ya a su destino, desde ahí, admirando la belleza del cielo nocturno, se pararon el uno frente al otro. Sesshomaru, lentamente, comenzó a sacar una cajita de su espalda, esta poder mostrar una hermosa caja roja. Kagome se mantenía sorprendido, y el mayor acabo por revelar su contenido: Una hermosa cadena de plata, con un dije de estrellas de seis puntas, y en sus trazos, pequeños incrustados de cristal. Realmente, algo muy hermoso.
— Emmmh... Y-yo.. no se si te guste,.. pe-pero como a ti te gus-gustan estas co-cosas, t-te lo traje.—habló, sosteniendo aun la caja.
Nahomi desde la puerta graba la adorable escena con un Zoom, para que se centrará únicamente en el par. ¡Uy! Luego se lo contaría a su esposo.
Kagome, eufórica, se lanzó a los brazos, aun pequeños del peli-plata, abrazándolo y cogiendo la caja al mismo tiempo.
— ¡Que bonito detalle, Sessho!—exclamó, apretándole el cuello.
Sesshomaru no se quejó por el apretón y correspondió el contacto feliz, y un tanto ruborizado.
— Permite-me colocártelo.—pidió el pequeño.
La azabache, se dio la vuelta, levantándose el cabello, para permitirle colocar a Sesshomaru el collar. El, con algo de torpeza e inexperiencia le colocó como pudo la joya, sonriendo bobamente.
— Ta-también.. qu-quería decir-decirte .. qu-qué..—comenzó a decir, tartamudeando, con la mirada al suelo.
— ¿Si?—preguntó ella, mirando alternadamente a Sesshomaru y al collar.
— Kagome, y-yo... ¡Yo te quiero mucho!—confesó totalmente ruborizado.
Kagome levantó su rostro para mirarlo. Con sorpresa y cariño. Apreció, como el albino, mantenía su rostro bajo y los puños cerrados, aunque, aun así podía apreciar los ceños de su rostro, eso debido a ser de más baja estatura. Sonrió ampliamente, tomando esos puños con sus manos, llamando la atención del mayor.
— Yo también te quiero.—confesó sonriente.
Sesshomaru la miró atentamente, como buscando saber si era verdad lo que le decía o no. Pero aquella niña azabache no era capaz de mentir, y si decía algo, iba muy enserio. Sus ojos chocolate lo mostraban, esta vez, no era una excepción. La pequeña, risueña, se levantó de puntitas para poder alcanzarle, y besó la mejilla del peli-plata, sorprendiéndolo.
— ¿Qu-qué?—se preguntó, confundido.
Kagome sonrió, disipando la duda del rostro de su compañero, y esta vez, Sesshomaru la abrazo con fuerza, a pegándola así mismo.
Nahomi, se reía. Teniendo todo eso grabado en primera fila. Corrió rápidamente al lado de su esposo.
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Después de la fiesta, Nahomi, su esposo, y ambos Señores Taisho, contemplaron como, Sesshomaru y Kagome estaban más cerca de lo normal. Andaban juntos, salían, etc. Eran casi inseparables, y también notaron la cercanía de Inuyasha con Rin. Que decir,. Aun eran pequeños.
Espero hayan disfrutado del capítulo y bueno ;3, gracias por leer ;D.
