Disclaimer: Los personajes son propiedad exclusiva de J. K. Rowling.
Nota: Es la primera vez que trabajo con la tercera generación, personalmente no me gustó mucho, pero no sé ¿Qué opinan ustedes?
Él nunca lo imaginó. Ni siquiera lo pensó. Ella era su opuesto. Su enemiga natural, tan sólo por su nombre: Rose Weasley, una mestiza, hija de una impura y un traidor a la sangre. Y él era un Malfoy, debía seguir los ideales inculcados por su padre, sin embargo allí estaba junto a ella y no precisamente odiándose.
Porque aunque recordaba el momento justo en que aquello había comenzado. No entendía el por qué habían terminado en… aquello. Una pelea, por culpa de una pelea es que había tomado el rostro de la pelirroja, y la besó.
Posó sus labios sobre los de ella, succionando levemente, probándolos… acariciándolos. Y fue ella quien le hizo perder el control, ella con su maldita inocencia, con sus ojos cerrados, con sus labios entreabiertos, con sus mejillas de color escarlata y con aquel maldito gemido que lo hizo desfallecer.
Ahora lo recordaba por culpa de aquel gemido la espalda de la chica había chocado contra la pared más cercana, por culpa de ese gesto sus manos exploraban más de lo permitido el cuerpo de la Weasley y ésta no ponía objeción alguna. Estaba rendida ante él, ante sus caricias, porque si, aquella no era la primera vez que tocaba a una chica más de lo estipulado.
Sin embargo había sido la primera vez que sintió que debía entregarlo todo. Todo en aquel simple acto y… lo hizo. No sólo exploró todo el cuerpo de la hija de Ronald Weasley, sino que además amo cada parte de descubría, volvía de su propiedad cada parte que tocaba, de manera que Rose Weasley ya no se pertenecía a sí misma, ni siquiera a sus padres, sino a él, a Scorpius Hyperion Malfoy.
Pero no sólo Rose le había pertenecido a alguien aquel día, sino que Scorpius también comenzaba a tener dueña, la persona que menos imaginó, que nunca pensó que tocaría de esa forma y mucho menos lo haría sentir tan especial, tan único, tan maravilloso. Ahora Scorpius Malfoy le pertenecía a Rose Weasley… quizás para siempre.
Porque él nunca imaginó que probaría la adictiva esencia de Rose, su Rose. A partir de aquel día la vio de otra forma. Ambos se miraron de diferente manera. Ya no había odio en sus miradas, sino algo más profundo, más oscuro: deseo. Se deseaban, ambos lo hacían.
Era gracias a ese día que se encontraba allí… de nuevo. Probando, acariciando y explorando cada recóndito lugar del frágil cuerpo de la Weasley, logrando que esta gimiera ante su tacto, mientras él gruñía escuchándola.
Sabían que el éxtasis los embargaría pronto, sobre todo por lo frenéticos que se habían convertidos los movimientos de ambos, y lo hizo. Una oleada de placer los envolvió a ambos, dejándolos aturdidos por unos cuantos minutos, siendo solo conscientes de que estaban unidos y de que un sentimiento había crecido en las tantas noches que habían estado juntos.
- Te amo
Eran dos simples palabras. Pero significaban todo, y quizás era lo que le daba sentido a aquel acto. Aquel acto al cual se habían vueltos adictos y gracias a él alteraciones extrañas los embargaban, alteraciones que ya habían identificado con una sola y simple palabra: amor.
Se amaban y ni siquiera sabían en qué momento habían cambiado sus sentimientos. Sólo eran conscientes de esa felicidad que sentían al verse, al tocar, al acariciarse y al… amarse.
Porque nada era más importante que aquello: amarse.
