Empecé otra historia, disculpen si olvidé el resto pero eso sucede cuando me gusta tanto una idea como esta.
La ficción trata de seguir lo que dejó la serie antes del epílogo, pero mi visión de final alternativo es un tanto pesimista. Los personajes pierden sus emblemas o esencias, por ejemplo, Izzy pierde su curiosidad, Kari se ve envuelta en la oscuridad de nuevo, Sora ya no siente amor por el resto y Matt odia a cada persona en el mundo, entre otros.
Con el pasar de los capítulos sabremos qué fue lo que realmente le pasó al mundo digital :D
Les advierto que me gustan los conflictos más que el romance, no me caracterizo por eso pero las parejitas que saldrán serán: Sorato, Mishiro(¡obvio!) y Takari.
El fin de los tiempos
Capítulo uno.
—Se confirmó, la gran desfragmentación se ha extendido y se ha completado cerca del noventaiocho porciento. ¿Es este el fin de los tiempos? —el periodista dio paso a un invitado experto en las ciencias cercanas a la ciencia ficción y comenzó una palabrería que hizo que tensara su entrecejo. Sólo conseguían que la paranoia aumentara en la población. Aclaró la garganta anunciando su llegada silenciosa y el anciano cayó en cuenta de su presencia, hizo una mueca y apagó el televisor.
—Se filtró. —expresó el Takenouchi, parecía molesto. Lanzó el control remoto a su escritorio y estrujó sus ojos cansados con sus manos.
—Iba a pasar tarde o temprano. —expresó el pelirrojo y se sentó en una silla.
—¿No tienes idea de quién pudo ser?
—Ninguna. —negó y se encogió de hombros. Su colega Shuu Kido tenía la lengua suelta cuando se trataba de mujeres y cualquier periodista en busca de un ascenso podría haberse aprovechado de aquel detalle. El padre de Sora se asomó en la ventana cerrada y con sus dedos espió a través de la persiana. Soltó un suspiro al ver a la multitud de periodistas.
—Se multiplican con rapidez.
—Y se hará cada vez más complicado venir a trabajar cada día. Hasta que el primero de agosto llegue y sepamos lo que realmente ocurrirá. —el anciano asintió con la cabeza, molesto. Estaba más que molesto.
—¿Dónde está Kido?
—Ayer dijo que estaba afectado con el nuevo acontecimiento. Así que pidió el día libre. —expresó Koushiro. Había pensado más de lo necesario en las líneas que acababa de decir, Takenouchi frunció el ceño, el anteojudo desaparecía cuando más lo necesitaba. La desfragmentación había avanzado más en una semana de lo que normalmente pasaba en cinco meses.
—Siempre desaparece en momentos así. Necesitamos un vocero. —gruñó y por fin se volteó a ver a Koushiro. Este lo miró asustado. —¿Puedes hablar frente a las cámaras de prensa?
—No. —negó de todas las formas posibles. Se paró inmediatamente de la silla y se aproximó a la puerta.
—Eso pensé. —dijo para sí y volvió a la ventana. —Aun si es tu descubrimiento, prefieres que Kido lo anuncie. Así, él tiene mejor suerte con las chicas que tú.
—Estoy casado. —se defendió y miró hacia abajo. Pensó en su esposa, ella debía estar perdiendo la cabeza con los nuevos anuncios de la desfragmentación y se enojaría con él por no habérselo comentado con anterioridad.
—No estás muerto. —intentó nuevamente, el pelirrojo se negó una segunda vez y suspiró. Ese pensamiento sólo funcionaba con él mismo, y así había arruinado su unión con la madre de su hija. Arrugó la nariz, su hija tendría que atravesar un mar de periodistas sedientos de información sólo para almorzar con él. —Koushiro, ¿Sora que ha dicho algo?
—Nada, señor.
—Pero, ¿está bien?
—Eso, señor, creo que debe preguntárselo usted mismo. —expresó, era tan sabio que su edad no concordaba con su cabeza. Takenouchi se avergonzaba a sí mismo teniéndole que pedir consejo a alguien que podía ser su hijo. Maldito Kido, no era su culpa pero debía echársela a alguien. —Localiza a Kido, dile que perderá su trabajo si no lo hace al final de este día.
—Enseguida.
Se levantó sediento y desnudo. Buscó sus lentes en alguna parte de la habitación que no era de su propiedad.
—Dónde estás, mi amor. —habló y se mantuvo callado esperando respuesta. Pasaron incontables segundos y nada sucedió. Bostezó y siguió con su búsqueda para encontrar su visión perdida. Oyó su celular en la lejanía. Quizás entre las sábanas desordenadas. Las arrancó de la cama pero la llamada se perdió y gritó cansado. Había un hacha atascada en su cabeza.
El celular volvió a sonar y lo encontró en la mesita de noche.
—¿Amor?
—No, es Izzy.
—Oh, hola, Izzy. —expresó con decepción. Se rascó la cabeza y vio sus lentes acostados sobre el suelo. —No eres la persona que esperaba, pero es bueno escucharte.
—Debes venir al centro, creo que cometiste otro error.
—Eso no es verdad, salí con una chica dedicada a la cocina o algo así. Tiene su propia cadena de comida oriental. —se defendió orgulloso. —Algo Motomiya.
—¿En serio? —oyó en la voz del pelirrojo algo de duda. Nunca creía en sus palabras, ahora mismo imaginaba al genio con una de sus espesas cejas levantadas. Jamás se equivocaba y eso le molestaba profundamente al hermano de Joe. —Su nombre era Jun, ¿verdad?
—¿Cómo lo sabes?
—Su hermano es el dueño de esa cadena de comida. Ella es periodista.
—Deja de inventar. —expresó risueño. —No te pongas celoso de mi vida amorosa. —Se acercó a sus lentes y encontró una identificación. Agudizó su vista con la ayuda de sus cristales y supo que el pelirrojo, nuevamente, tenía razón. Apretó sus párpados contrariado.
—Debes tener más cuidado, toda la información se filtró.
—Izzy. —dejó de oír las recriminaciones del genio. Empezó a tener nauseas. —Tenías razón, era una maldita periodista. Jun Motomiya, periodista. —leyó la identificación. Debía salir de la casa de su hermano menor cuanto antes. Antes de que Joe llegase de su turno nocturno del hospital y lo regañase al enterarse de todo de la boca de quien fue su amigo de la infancia, Koushiro.
—Señorita, ¿Qué relación tiene con el Centro de Investigación Avanzada?
—Ninguna, déjame pasar. —Sora le contestó a la periodista, estaba molesta y sus ojos estaban irritados. De mala forma pudo llegar a la puerta principal, pegó codazos y puñetazos para poder llegar a su objetivo. La puerta estaba herméticamente sellada y desenguantó su mano para poder prestar sus huellas digitales y que esta se abriese enseguida.
Al cerrarse la puerta tras ella, pudo suspirar tranquila.
Se encaminó por los pasillos oscuros y espaciosos del centro. Ningún alma se encontraba merodeando ya que la bomba informativa había explotado y los laboratorios estaban repletos buscando alguna esperanza para anunciar a la población. Nada pudo aminorar la desfragmentación que llevaba casi diez años ejecutándose. Ya nadie tenía permitido el acceso al mundo digital y así aumentaba la paranoia. Nadie sabía que pasaba, sólo los del centro. Aun así, teniendo ella acceso a la información, no tenía ni un dejo de curiosidad de saber la verdad.
Si el mundo debía morir con el digital, prefería que lo dejasen morir también.
—Sora. —la llamaron desde las oficinas. Vio una de las tantas secretarias de su padre y se adentró siguiendo su voz. —Tu padre está en su oficina, espera sentada, por favor.
—Claro. —y así lo hizo. Estrujó con sus manos el guante que se había sacado. Siempre estaba nerviosa de verlo.
Admiró el lugar y dio con la cabeza pelirroja del portador del conocimiento y se dedicó a oír la conversación que tenía por teléfono. Hablaba de algún error que había cometido su interlocutor y luego mencionó el nombre de la hermana de Davis; arrugó su nariz, cómo le disgustaba ese nombre. Recordó al rubio que fue la obsesión de la periodista en la adolescencia y más rabia le dio. Oyó que la lana de su guante crujía y se dio cuenta del mal que le había echo a sus manos.
—Sora, hija. —llamó su padre y ella se levantó enseguida. Sonreía, pero aun así no podía mirarlo a los ojos. —Estamos ocupados con la noticia que se filtró, lo siento. Y a nuestro vocero se le ocurrió desaparecer justo hoy.
—Si necesitas que vuelva otro día, puedo hacerlo.
—No, este día lo teníamos fijado desde hace meses.
—Padre, te he esperado toda mi vida, puedo esperarte otro día. —expresó la chica, se puso el guante y esperó la respuesta de su progenitor. Vio que Izzy salió de la oficina de secretaria en la que estaba haciendo la llamada y que este se aproximaba a ella. —Hola, Izzy.
—Hola. —sonrió él, parecía molesto pero logró mantenerse calmo en su presencia. —Shuu viene enseguida.
—Gracias, Koushiro. —expresó el padre y éste le sonrió a Sora, posó una mano en el hombro de la portadora del amor y desapareció por una puerta. El enojo estaba por toda la ciudad, afectando hasta al más paciente de todos. —Sora, podemos tomar un café mientras llega Kido. De todos modos, los periodistas no nos dejarán llegar muy lejos. ¿Pedimos comida?
—Por favor. —trató de sonar amistosa, pero esa palabra no la definía en el último tiempo.
—Según la teoría pesimista, la desfragmentación llegará a este mundo y desapareceremos de un instante a otro. —habló el hombre en el televisor, estaba dedicado a las ciencias falsas, como diría Izzy. Pero tanta convicción en su discurso hizo que se abrazara fuertemente al cojín. ¿Y si la teoría pesimista tenía más lógica que la teoría optimista? La segunda hablaba de un reordenamiento total luego de la finalización de la desfragmentación, y que todos los desaparecidos en el primer día suceso, aparecerían como si el tiempo sólo se hubiese detenido, por ello, le gustaba más esta teoría, pero el mundo parecía obsesionado con la pesimista.
—A todos les gusta pensar que es el fin del mundo. —se dijo a sí misma y apagó el televisor. Sintió un zumbido dentro de la cabeza al encontrarse en una habitación que le hacía creer que el silencio absoluto sí existía y un sentimiento de vacío la invadió. Tomó nuevamente el control remoto y encendió el maldito aparato de nuevo. Odiaba ese zumbido, Kari había explicado que algo así había sucedido al empezar la desfragmentación y odiaba imaginarse lo que había vivido el norteamericano antes de desaparecer. —Ya no está.
Intentó convencerse, pero no resultó.
—Si existiese una mínima posibilidad de sobrevivir, ¿qué deberíamos hacer?
—Buscar un lugar seguro y esperar el fin. —aseguró con una sonrisa el científico falso y Mimi arrugó el entrecejo. Paranoia, pesimismo. Todos estaban pensando en lo mismo.
Sonó el teléfono de la casa y Mimi pegó un grito.
—¿Aló?
—Mimi, ¿ha habido disturbios cerca?
—No, Izzy, todo sigue igual que siempre. —expresó obviando al zumbido que la volvía loca. —¿Es cierto lo que dicen, que la desfragmentación avanzó más de lo que lo había hecho en cinco meses?
—Sí. —tardó en contestar, pero cuando lo hizo, a Mimi le dio un vuelco en el corazón. Pensó en creerle más al tipo que estaban entrevistando.
—¿Tengo que comprar comida e implementos para salir de la ciudad?
—No pasará nada, te lo juro.
—Está bien. —oyó que el pelirrojo se despedía y ella colgó el teléfono. La histeria colectiva la esta alcanzando. El teléfono volvió a sonar. —¿Izzy?
—No, habla Takeru.
—Oh, hola, ¿cómo estás? —indagó la mujer, el rubio no sonaba del todo bien detrás de la línea, aunque en esos tiempos, perder la cordura era fácil. Ya nada la impresionaba.
—Necesito que vayas a la escuela, llegarás más pronto que yo.
Sintió que el vacío la absorbía, miró hacia atrás y vio que una cortina se movía por el viento que entraba por la ventana abierta. Sacudió su cabeza y limpió sus lágrimas. Ataques de pánico, todos los tenían en esos días pero algo en ella era diferente. Sabía que dentro de su subconsciente se encerraba alguna respuesta de lo que sucedía pero cada vez que algo activaba su memoria, el ataque de pánico aparecía. Esta vez apareció mientras explicaba la importancia del medio ambiente y su conservación a niños del prescolar. Su visión se nubló hasta el punto en que todo foco de luz en la habitación desapareció y se encontró envuelta en las sombras.
—La profesora Yagami se encuentra dentro. —oyó a una de sus colegas detrás del pasillo, se encontraba susurrando. Intentó adivinar quién fue el enviado para rescatarla. —Señorita, ¿puedo preguntarle algo? —la profesora dio una pausa en la que la portadora de la luz supuso que esperaba una afirmación. —Ella parece normal, ¿porqué los ataques?
—Ella sólo está triste. —expresó una mujer. Mimi, pensó Kari. Ella vive cerca, quizás a cinco o diez minutos de la escuela en auto, por lo que no tardó en llegar; hace poco Kari había recobrado la cordura. Se abrió la puerta y mostró a la castaña, venía sonriente. —Kari, ven conmigo, cariño. Hice un rico almuerzo para nosotras dos.
—Mimi, qué gusto verte. —expresó la más joven. Se levantó del pupitre en el que estaba sentada y se abrazó a sí misma para sentirse segura. La mujer la guió hasta su auto en el estacionamiento y le ayudó a abrocharse el cinturón de seguridad. La joven profesora no gustaba de ese trato, pero permaneció inmóvil para no incomodar a su amiga. Tenía ataques de pánico a veces, no estaba enferma. —¿Takeru no vendrá?
—No podrá, está atascado en la ciudad, al igual que Izzy. Todos se volvieron locos. —Mimi calló repentinamente, no le gustaba decir algo relacionado con la locura en la presencia de Kari, pero ella no le importó y miró a través de la ventana mientras se cruzaba de brazos. Todavía podía escuchar sus gritos incoherentes en frente de los niños.
—No debería volver a enseñar.
—No digas tonterías, hace unos años te condecoraron por el trabajo que hiciste. Tienes un don con los niños.
—Grité y los asusté.
—Todos pasamos por malos momentos. —expresó la señora y estacionó con dificultad el auto en su casa. Rápidamente se bajó del auto y la ayudó a bajarse, Kari aceptó su ayuda en silencio.
Al abrir la puerta de la casa, Kari notó que Mimi había dejado el televisor y una olla encendida. Se extraño ante la excentricidad que la mujer había ganado con los años. Corrió hasta la olla que burbujeaba hasta desbordarse y apagó el quemador luego de sacarse la cuchara de madera de la boca. Sonrió y se dirigió hasta el aparato que sólo mostraba teorías devastadoras del futuro cercano.
—Seguramente no quieres escuchar toda esta basura. —comentó apagándolo y saltó a la radio a poner un poco de música ambientando la casa. Kari levantó ambas cejas. —No me gusta el silencio.
—Tienes que aprender a vivir con él.
—Háblame de ti, ¿qué has hecho últimamente? Takeru debe llevarte a los mejores lugares de la ciudad.
—Nos quedamos en casa. —expresó sentándose en el mullido sillón. —No me gustan las multitudes.
—Entiendo. —dijo Mimi, la más pequeña del grupo infantil del que perteneció le pareció una completa extraña sentada en su sillón. Le invadió la nostalgia. —¿Cuándo dejamos de hablar como antes?
—Desde la desfragmentación.
Matt no era un tipo amistoso. Era huraño y salía de la casa cuando era completamente necesario. Ese día tuvo que salir. Llevaba una chaqueta de cuero y se había acomodado el cuello de esta para que le cubriera hasta las orejas. Hacía frío, podía ver su aliento congelarse frente a sus ojos; hizo una mueca, no había notado en qué momento habían cambiado de estación, ni siquiera si estaban en la estación del año correcta.
Nieve. Ciudad. Dos de las cosas que más odiaba en su larga lista de odio. La primera por el frío que traía y la segunda por las personas en ella. Entre más se adentraba al centro de la ciudad las personas se volvían estúpidas. Las pantallas gigantes de la moderna ciudad sólo mostraban a la desfragmentación y los ciudadanos se detenían a observar los últimos sucesos. Noventa y tanto porciento de avance, estupideces, desde el uno porciento se sabía en qué terminaría, no había nada nuevo. Y, ciertamente, había mejores cosas en las cuales podías perder el tiempo.
Entró en el pequeño negocio y lo primero que divisó fue una cabeza rubia como la de él en la sección de dulces. Instantáneamente sacó un gorro del bolsillo y se cubrió su cabello para caminar en dirección opuesta. Sonrió para sí mismo, tenía mucho frío afuera pero aun así esperó hasta encontrarse con su hermano para ponerse el maldito gorro. Inconciencia, paranoia y estupidez, todo venía junto y no discriminaba entre las personas. Esos tiempos eran memorables.
Pasó la mirada por los distintos brebajes para quitar la tos pero ninguno le convencía, todos eran para niños y bebés. Arrugó la nariz, estaba molesto, deprimido y el mundo se encargaba en potenciar sus malos pensamientos. Apretó un puño, luego el otro.
—Matt. —lo llamó su hermano, lo había encontrado. Tardó en mirarlo.
—Tk, cuanto tiempo.
—No te vi cuando entraste. —comentó el menor, mirando la puerta. Tenía un gran chocolate en la mano derecha y sus llaves del auto en la otra. Parecía como si hubiese estado listo para irse, Matt pensó en la mala suerte que tenía ese día, no debió salir.
—He estado aquí más tiempo de lo necesario. —soltó una sonrisa y el menor lo imitó. —¿Es para Kari?
—Sí, últimamente no ha estado muy bien. —confesó, sus cejas estaban contrariadas y Matt notó lo abrumado que se encontraba. —Ella volvió a tener ataques de pánico.
—Es normal, la desfragmentación está por todas partes. Donde quiera que veas. —indicó el rubio mayor, y llevó sus ojos al pequeño televisor que tenía el cuidador de la tienda. Esos aparatos estaban donde quiera que fuera. Recordó que Izzy le había comentado una vez que le molestaba que la ciudad estuviese empapelada con las noticias de la desfragmentación, junto con malos augurios para la humanidad. Ahora, Matt podría haberle respondido ante esa banal queja, odiaba los televisores.
—Shuu está hablando. —dijo Tk.
—No me importa. —respondió el mayor, sacó un jarabe al azar y se lo echó al bolsillo. Pasó por las neveras y sacó unas latas de cerveza.
—Matt, debes hablar con Sora.
—¿Para qué? —ladró, o eso le pareció. El encargado de la tienda lo quedó mirando y se sintió incómodo. Tk se quedó callado y le dio luz verde para caminar hasta la caja.
—Sí, es verdad, la desfragmentación avanzó más de lo que lo hizo en cinco meses. —respondió el vocero, hermano de Joe, a través de las noticias en desarrollo, parecía cansado y demacrado. Estaba junto al papá de Sora, lo cual hizo que se le arrugara la nariz y le extendió un par de billetes arrugados al encargado.
—Mimi me ha dicho que Sora…
—¿Está triste? Al menos tiene algo porque estarlo. No es la estúpida desfragmentación, es algo real. —miró a su hermano menor. —Estoy cansado de ser el único que está cuerdo.
Matt no era un tipo amistoso. Era huraño y apenas salía de la casa. Ese día se vio forzado a salir porque la señora Takenouchi había empeorado su condición.
¿Kari está loca? Puede ser, ¿Qué le pasó a Sora y a Matt? Sólo lo sabremos en el próximo capítulo, ¿Mimi espera a Michael? y si es así, ¿Porqué está con Izzy? y por sobre todo, ¿ShuuxJun?
