Segunda temporada de Luces Lejanas. Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer, pero la historia es mía.

Capítulo 1, La Huida

Estaba oscuro. Me costaba avanzar por las entrañas del bosque, las ramas me golpeaban y arañaban la cara. Me toque la mejilla y noté una sustancia viscosa recorrer mis dedos. Quité mi mano de mi rostro y observé mi mano teñirse de rojo pasión.

-Diablos – murmuré, pateando el piso por pura frustración.

Continué caminando lentamente. Sentía como si alguien me estuviera siguiendo, pero cada vez que volteaba a verificar, no había nada ni nadie. Suspiré, molesta.

Llegué a una luz que había en el camino y la traspasé, pisando así el asfalto de la carretera que llevaba hacia La Push. Estaba desierta.

Comencé a caminar por el borde de la calle, rumbo hacia el norte. Conocía el camino, ya había ido por allí unas veces y sabía que estaba en la ruta correcta.

Me paré en frente a una casa de color bordó, con tejas rojas y una cerca de madera, pintada de blanco.

Entré sigilosamente al patio y miré por una de las ventanas de la vivienda. No, esa no era. Allí estaba tendido en su cama Billy, roncando y durmiendo panza arriba. Parecía que había una orquesta en esa habitación.

Me moví hacia la otra ventana, que estaba un poco más alta y escruté el interior.

Ahí estaba. Jacob se encontraba sentado frente al monitor de la computadora, de espaldas a la ventana. Tecleaba con avidez las teclas y luego miraba con atención la pantalla. Luego de unos minutos, se levantó y salió del cuarto. Volvió segundos después, con un vaso lleno de agua, el cual comenzó a tomar. Se volvió a sentar y continuó tipeando.

Abrí el cristal lentamente, procurando no hacer ruido alguno. Él no podía oírme llegar; si lo hacía, todo habría sido por nada. Penetré en el interior de la habitación. Miré a mí alrededor, al piso, a él mismo. No quería pisar ni tocar nada que pudiera delatar mi intrusión o mi posición.

Llegué hasta él y me agaché, al tiempo que agarraba las patas de la silla y me levantaba. El cayó, como uno ha de suponer. Gritó levemente por la sorpresa, pero luego guardó silencio.

Él estaba boca abajo, así que le puse un pie sobre su espalda, para evitar que se moviera, aunque claramente sabía que no podía siquiera alcanzar su fuerza. Lo pisé levemente, disfrutando el momento.

-Hola. ¿Qué has estado haciendo? – pregunté burlonamente.

No respondió.

-Oh, vamos. ¿Te han comido la lengua los ratones? – susurré.

-No. – respondió.

-Es bueno saberlo.

Con el pie lo pateé para que se diera vuelta. Me miró a los ojos y yo le devolví la mirada, inmutable. Mi rostro no demostraba ningún tipo de emoción bonita, sino que más que nada irradiaba odio. Pareció no importarle, así que sonreí, divertida. Estaba rojo, supuse que de la rabia.

-¿Por qué lo hiciste? – inquirí. No tenía demasiado tiempo, así que le convenía hablar rápido.

-¿Lo qué? – preguntó haciéndose el distraído.

-Traicionarme.

-Tú lo hiciste primero – replicó.

-No, no lo hice.

-Sí. Al dejarme por irte con esos. – remarcó la frase dándole un tono de asco y ladeó la cabeza.

-No. Yo no sabía que ustedes eran. No sabía siquiera qué eran ellos. No sabía que sucedía. Además, tú me diste la posibilidad de no aceptar lo que eras – resoplé. – No sé ni para qué te explico.

-Pero los aceptaste a ellos…

No respondí, al ver que estaba acorralada con mis propias palabras.

-Vale. No me distraigas. Tú nos delataste con los Vulturis, así que tú nos traicionaste.

Rió.

-Por supuesto. Sólo hice lo correcto. Él no es bueno para ti, Bella. Entiéndelo. No es humano, te puede lastimar y yo no quiero eso para ti. Un descuido y no hay vuelta atrás, fuiste su comida. No me agrada que andes con él.

-Ah… ¿Eso? Creo que subestimé tu inteligencia, Jacob. Creí que eras más perceptivo con ese tipo de cosas. Pensé que verías la ironía de tu propia frase.

-¿Perdón?

-Eso. Que lo criticas a él… Pero… ¿Cómo estamos por casa? ¿Cuándo fue la última vez que te viste al espejo? Tú tampoco eres normal… No eres humano. Al menos hasta que te vi por última vez. Capaz que has cambiado, no lo sé. Sino, ¿Por qué será que Emily tiene esas cicatrices en el rostro? Recuerdo que tú me explicaste algo de eso… ¿Quién había hecho eso? ¿Qué era esa persona? ¿Eh? ¿Qué era Sam cuando le hizo eso? Un estúpido licántropo descontrolado como tú. Simplemente eso. Ves sus problemas, pero nos ves los tuyos. De vez en cuando pregúntate cómo eres tú.

Me miró con la boca levemente abierta, sorprendido y desconcertado.

Con una sonrisa en mis labios, puse más peso sobre el pie que descansaba sobre su pecho. Gruñó levemente, pero no dijo ni hizo nada.

-¿Qué quieres de mi? – inquirió al fin.

-Que dejes en paz a mi hermana.

Abrió sus ojos de par en par.

-¿Por qué?

-No la mereces. No eres lo suficientemente bueno para ella. Me ha dado esto. – añadí, mientras que sacaba del bolsillo de mi campera un anillo, una carta y una cadenita. – Dice que no la molestes más, que ella simplemente te usó, como tú la usaste a ella. Le fue divertido ver cómo tanto Mike como tú se tragaron la historia. Para mi también lo fue, debo decir. Ella merece algo mejor que tú. En especial luego de… -me mordí la lengua por casi decir algo que no debía decir. – Bueno, luego de nada. No precisas saberlo.

Quité mi pie de arriba de su pecho.

-Adiós, Jacob Black. Manda mis saludos a Billy. Y no trates de acercarte a Ash, porque yo lo sabré, de eso no tengas dudas. Espero no verte nunca más.

Y salí por la ventana.

Corrí por el bosque nuevamente, hasta la línea de separación de territorios entre vampiros y licántropos. Allí estaba Alice, con el Volvo, esperándome.

Subí y cerré la puerta, mientras mi "hermana" arrancaba el auto. No hablamos demasiado, así que aproveché a recordar cosas de cuando Edward estaba a mi lado…

A mi mente vinieron recuerdos de cuando Edward estaba siempre conmigo, de cuando lo "mataron", de cuando Ash puso en práctica nuestro plan y Mike se lo tragó, cuando Jacob se obsesionó con ella, todas las tardes en la casa Cullen, preparando el plan para "rescatar" a Edward, todos los días mintiendo acerca de la desaparición repentina de Edward, sobre que estaba en Europa…

En ese momento la ficha cayó en mi mente…

Edward nunca había ido a Europa, como había dicho, porque él iba a ir en estas fechas… ¿Y si en realidad nunca tuvo que ir? ¿Y si todo fue un engaño? ¿Y si Alice lo había visto?

-¡Alice! – grité en el silencio del auto. Hacía mucho tiempo que no tenía con ella grandes charlas… ¿Sería porque se sentía culpable? ¿Por temor a decirlo?

-¿Qué? – gritó ella también frenando el Volvo de Edward y dejando las ruedas marcadas en el asfalto de la carretera.

-¡Tú! – chillé. - ¡Tú sabías de esto! Tú sabías que esto pasaría… Tú lo viste… - susurré horrorizada. Deseaba estar en equivocada… Pero no.

Alice agachó la cabeza, culpable. Todos los mechones de su pelo fueron en todas direcciones con ese movimiento.

-¿Por qué no me lo dijiste? – inquirí, con lágrimas en los ojos.

-Edward me lo prohibió. – confesó.

Bufé y unas cuantas lágrimas cayeron de mis mejillas como resultado del temblor de mi cara. ¿Cómo me había hecho eso? ¿La Alice que yo conocía? Parecía imposible.

-Edward te lo dijo. – mascullé entre dientes. – Vamos Alice, apúrate. Quiero terminar de una vez con todo esto.

-¿A dónde? – preguntó.

-A mi casa. Tengo que agarrar el bolso y despedirme aún.

Ella suspiró, pisó el acelerador suavemente y el auto salió disparado por la calle.

Al llegar a mi casa, bajé del auto corriendo y saqué las llaves del bolsillo trasero del pantalón. Entré a la casa y comencé a caminar en puntas de pie. Subí las escaleras y me detuve en la puerta de mi cuarto. Lo observé desde allí por un rato. Con lágrimas en los ojos, entré al fin.

Caminé hasta el centro del cuarto y me senté. Contemplé cómo era. Los colores, las cosas. Traté de recordar el origen de la mayoría de ellas. Sopesé la posibilidad de quedarme. Iba a extrañar mucho todo esto, cosas que no sabía si algún día volvería a ver. Tampoco quería averiguarlo, a decir verdad.

Suspiré. Realmente yo ya no era yo. Había cambiado. Me sentía diferente, como si fuera un zombie o como si tuviera el alma muerta. Las cosas ya no significaban lo mismo, si es que tenía un significado. La mayoría de las cosas carecían de uno. Intentaba vivir un sueño, que las cosas fueran como yo quería, pero cada palabra, cada oración parecía una puñalada en el estómago, que me recordaba cuál era la realidad.

Me levanté y fui hasta el escritorio. Tomé dos hojas de la impresora y comencé a escribir:

Queridos mamá, papá y Ash:

Lo lamento, lo siento de verdad. No me cansaré de decirlo. Sé que esto les va a doler tanto o más que a mí, pero de verdad es lo correcto. Tengo un problema que resolver, uno muy grande. Metí a Edward en ese lío y ahora está teniendo muchos inconvenientes. Por favor, no tomen rencor a la familia Cullen, ellos son casi mi segunda familia y los amo mucho. Estaré bien, lo prometo. No se cuando volveré, espero que aunque sea me entiendan. No puedo decirles a dónde voy, estoy segura que correrían detrás de mí a buscarme.

Los amo, y la verdad que lamento hacerles esto. Cuídense y no hagan nada loco.

Bells.

Continué escribiendo:

Querida Ash:

Abajo hay una carta, pero esta vez para todos. Lamento lo que voy a hacer, pero por favor, has algo por mi, no le muestres ésta carta a nadie. Te lo ruego. Tengo que ausentarme por un tiempo, sé que no me dejarían hacerlo si estuvieran despiertos. He ido donde Jacob y le he dado lo que me has dicho que le diera. Le dije todo lo que tú me has dicho a mí. No ha quedado muy contento, pero no creo que siga entrometiéndose. Me debe unos favores y los sabe, como también sabe que puedo darle su merecido si no cumple ésta promesa. Llámame si algo fuera de lo normal ocurre con él. Antes de que te lo preguntes, sí, te dejo todos mis anillos, pulseras, etc., para que te diviertas. Te quiero hermana, es la verdad aunque nos vivamos peleando. Eres mucho Ash, cuídate, por mí, por favor.

Bells.

Tomé cinta y luego de agarrar mi bolso, salí fuera de mi habitación. Caminé hasta el cuarto de mi hermana y lentamente abrí la puerta. Ash yacía profundamente dormida, roncando. Sonreí, fui hasta ella y la tapé, para que no se enfriara. Pegué su carta en la mesa de noche y salí. Llegué al cuarto de mi padre y entré. Los ronquidos ya se habían oído desde el pasillo, así que no me extrañó que dentro de la habitación fuera aún más fuerte.

Lo acomodé mejor en la cama, porque estaba apunto de caerse y le di un beso en la frente. Cerré la puerta con cuidado para no despertarlo y bajé las escaleras. Pegué la otra carta en la puerta de entrada y me volteé a contemplar el comedor vacío. Salí de la casa conteniendo las lágrimas y me subía al auto de Alice corriendo, ya que no quería mirar atrás. Me dolía mucho lo que había hecho, pero sabía que era lo mejor.

Cuando llegamos al aeropuerto de Port Angeles, comenzamos a buscar al resto de la familia Cullen. Los econtramos cerca de la puerta de embarque, simulando ser normales. Jasper jugaba con su Iphone, Emmett estaba leyendo un libro, Rosalie se pintaba las uñas y Esme y Carlisle estaban charlando,

Llegamos al frente de ellos y todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo para mirarme. Carlisle y Esme se pararon y estuvieron a mi lado en cuestión de segundos.

-Hola –susurré. Sabía muy bien que me escuchaban claramente.

-Hola, Bella – dijo Esme acercándose - ¿Cómo estás?

-Bien – traté de sonreír, pero hasta una pared se daba cuenta de que era falsa.

-Bella, ¿estás segura de lo que haces? – inquirió Carlisle.

-Sí, Carlisle. Sé lo que implica. Pero igual lo haré porque le amo. Si no lo hiciera, no podría vivir sin él. Prefiero morir, pero saber que él está vivo. Sólo así descansaré en paz.

-Pero, Bella, ¿Qué haremos sin ti? ¿Qué hará él sin ti? – preguntó Rose levantándose de la silla. – Tú nos diste alegría e hiciste que nos divirtiéramos una vez más. No puedo dejarte hacer esto. Te queremos demasiado…

-Lo sé, Rose, pero no puedo vivir sin él. Se que es egoísta de mi parte… pero tengo que hacerlo. Se lo debo. Él siempre me dio todo, pero yo nunca pude darle nada…

-¿Cómo que no, Bells? – saltó Jasper. – No era necesario leer su mente para saber que te amaba con todo su ser y que daría lo que fuera por ti. Cada vez que me fijaba en lo que él sentía era amor. Él no querría que arriesgaras tu vida por él. Él te ama, Bella. Eres todo para él.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. No quería pasar por esto.

-Ya no importa. Voy a ir allá a lograr que lo vuelvan a la normalidad. Los quiero, chicos.

Caminé hasta cada uno de ellos y los abracé. ¡Cómo iba a extrañarlos!

Me separé lentamente y tomé bolso. Había tomado una muda de ropa sencilla, porque no sabía cuánto tiempo iba a estar allí. Podría salir de compras después.

Lo parlantes dieron la última llamada a mi vuelo. Tenía que apurarme. Comencé a acercarme a la puerta de embarque.

-Adiós chicos. Son lo mejor que me ha pasado. Prometo que les devolveré a Edward.

Y entré.

Ya en el avión, me ubiqué en mi asiento, de primera clase, contra la ventana. Era increíble los que mis hermanos hacían por mí. Nunca terminaría de pagarles.

Miré por la ventanilla y pude verlos, parados en la pista de despegue, observándome. Sonrieron cuando se vieron descubiertos por mi mirada. Les devolví la sonrisa, justo al tiempo que también los guardias del aeropuerto advertían su presencia y corrían para atraparlos. Los Cullens se encogieron de hombros, como queriendo decir: "¿Qué quieren que hagamos?" mientras echaban a correr.

El avión despegó y yo cerré los ojos, durmiéndome casi en seguida.

Cuando el avión tocó tierra, instantáneamente desperté. Era de día y casi la una de la tarde. Al salir del aeropuerto, cerré los ojos y aspiré el olor de Italia. Abrí los ojos y me interné en las calles repletas de gente.