Capitulo 1: Un nuevo comienzo.
El dormitorio era amplio y muy soleado debido al gran ventanal que reinaba en la habitación. Cada detalle de esa estancia estaba decorado con gran esmero y delicadeza y todo era realmente lujoso. Dentro, una muchacha de brillante cabello castaño caramelo empaquetaba cada objeto con lentitud, deteniéndose a observar cada uno con pesar.
El armario estaba abierto de par en par y dentro no cabía nada más. Vestidos elegantes, faldas de última moda y tacones imposiblemente altos. Prendas que demostraban una calidad de vida superior a la media. Ropas que le recordaban lo desdichada que era ahora.
Exhaló un suspiró observando todo y se dejó caer sobre la cama. Cerró con fuerza los ojos unos segundos y aguantó las lágrimas, ya había llorado demasiado los días previos y se había prometido a si misma no volverlo a hacer.
En su mente, repasó su lista imaginaría de cosas que realizar y se detuvo en seleccionar la ropa. Si por ella hubiese sido, hubiese empaquetado todo, pero la voz mental de su tía Minerva apareció en su mente, clara y atronadoramente:
"No puedes llevarte todo, solo lo indispensable"
¿Lo indispensable? ¿Qué era lo indispensable? No se detuvo a pensarlo más, se levantó de la cama y abrió de golpe la amplia maleta que reposaba en el suelo. Se enfrentó a su enorme armario y comenzó a sacar prendas de la última temporada, a doblarlas y a colocarlas en la maleta. Pronto esta quedó completada por faldas, shorts, vaqueros y miles de camisas. Encima de la maleta, colocó amplias fundas con abrigos y vestidos de cóctel, y en lo que parecía un baúl, colocó sus pares de zapatos favoritos.
Trabajó sin descanso, más de lo que había trabajado nunca, y cuando por fin paró, y observó lo vacío que quedaba ahora su cuarto sintió una presión ahogándole justo en el pecho.
- Ya esta hecho - sentenció.
Y así era. En breves minutos subió el taxista que había contratado con los pocos ahorros que le quedaban, al dormitorio y comenzó a bajar el equipaje de la castaña, para depositarlo en el maletero y llevarla a su nuevo hogar. Pero no fue hasta que observó como su casa se perdía en el horizonte mientras el vehiculo avanzaba, que comprendió que todo había cambiado para siempre y que nunca volvería a ser como había sido anteriormente.
Pero… ¿Qué había llevado a Hermione Granger a una situación como esa?
Todo Londres la conocía y era admirada a la par que odiada. Era hija única del magnate de los negocios automovilístico europeos y como tal había sido criada con todos los caprichos que había querido, también había favorecido a ello la falta de una figura materna, debido al fallecimiento de su madre biológica a las pocas horas de nacer Hermione, que su padre había intentado suplantar evitando que su querido ojito derecho careciese de nada.
A sus 22 años, Hermione se había hecho un hueco en la sociedad londinense. Podía presumir de dinero, gracias a la fortuna que había ganado su padre con el paso de los años y a la vez poseía una hermosura casi angelical, que ella sabía muy bien como utilizar.
Pero no todo era tan artificial y frívolo como aparentaba, en su interior, Hermione soñaba con encontrar el amor verdadero, desconocido aun para ella, y con poder confiar en alguien tanto como no lo había hecho nunca con nadie. Pero frente a los demás, debía fingir ser más fuerte, más superficial y más interesada. No podía ser un gusano en medio de un nido de cuervos. Eso lo había aprendido bien desde pequeña.
Su vida día a día era feliz, acudía a clases de ciencias empresariales en la universidad de Cambridge y solía pasar gran parte de las tardes con Romilda Vane, su "mejor" amiga visitando tiendas de moda y tomando té helado en la cafetería más popular de la zona. Le gustaba dar calabazas días a tras día a Cormac McLaggen y adoraba sentarse frente a la chimenea escuchando las anécdotas que tenía su padre para contarle a diario. Pero de pronto empezaron los rumores.
Al principio, Hermione pensó que era todo palabrería barata de la prensa local suscitados por las envidias que provocaba el poder del señor Granger, pero la cosa no se calmó con el tiempo, cada vez fue a más y pronto la palabra "Fraude multimillonario" inundó las portadas de los periódicos. Ni por esas Hermione creyó en la culpabilidad de su padre, sin embargo, cuando ese fatídico jueves 27 de Mayo, el mismo Robert Granger le confesó a su hija que estaba siendo investigado en profundidad, Hermione supo por su mirada que él sabía que no tenía escapatoria posible de esa situación. Ni siquiera se sintió capacitada para preguntarle si era inocente por mucho que su alma deseaba oír esa respuesta, y mucho menos pudo siquiera pensar en preguntarle el porque de todo.
Y así fueron pasando los días y las semanas a través de lo que fue uno de los veranos más calurosos en Londres, hasta que finalmente todo terminó como toda Inglaterra esperaba. El fraude había sido comprobado y Robert Granger después de un juicio de varias sesiones fue condenado a prisión durante 5 años sin derecho a libertad condicional. Su fortuna fue cedida al Estado, y Hermione, como única hija del acusado, perdió todas sus posesiones y le pusieron fecha para desalojar la que había sido su vivienda familiar.
Fue su tía Minerva, hermana de su padre, la que le pidió que se mudara con ella a Detroit, ciudad donde tenía un pequeño apartamento en el que había vivido durante años con su marido, hasta que este le abandonó. Y Hermione, sin otro lugar al que acudir tuvo que aceptar, a pesar de que la idea de cruzar medio mundo para empezar de cero no se le hacía para nada atractiva.
Y en ese punto se encontraba en ese mismo momento, mientras esperaba sentada en la terminal del aeropuerto, a que fuese la hora de embarcar en el vuelo que la llevaría a través del océano Atlántico hasta su nuevo hogar.
Su relación con Minerva nunca había sido demasiado buena. Su padre y ella habían perdido el contacto hacía demasiado tiempo y ninguno de los dos se había preocupado por recuperarlo, sin embargo cuando las noticias del posible encarcelamiento de Robert fueron más sonadas fue Minerva la que llamó, preocupada sobre todo por Hermione, de la que era madrina.
En cierta parte, Hermione agradecía lo que su tía hacia por ella, pero por otra parte no podía dejar de sentirse incomoda, ¿Cómo sería verse después de tanto tiempo? ¿Cómo sería la convivencia? ¿Cómo sería esa zona de Detroit? Todo eran preguntas en su cabeza, y estas no dejaron de formularse en su mente durante las largas horas de viaje No podo evitarlo acabó quedándose dormida.
Cuando los reflejos de sol entraron por la ventanilla despertó. Le dolía el cuello de la postura que había mantenido mientras dormía así que se frotó con intensidad e intentó estirar su musculatura.
- ¿Se encuentra bien, señorita? - preguntó la azafata con una sonrisa agradable en la cara
- Oh si… ¿falta mucho para el aterrizaje? - preguntó esperando obtener un no por respuesta
- No, estamos a unos treinta minutos del aeropuerto. ¿quiere que le traiga algo?
Hermione negó débilmente y clavó su mirada en la ventanilla observando el cielo anaranjado del amanecer.
Cuando por fin depositó los pies sobre tierra firme se sintió aliviada. Odiaba las alturas y por ello mismo viajar en avión, pero sin duda era más rápido que el barco, opción que también había sopesado.
Esperó paciente con un carrito frente a la rampa del equipaje, y cuando por fin aparecieron sus maletas se dio cuenta de que había traído demasiadas cosas y se culpo por no haber hecho caso al consejo de su tía. Pero ya no tenía vuelta atrás, depositó como pudo las cosas en el carrito y empujó con fuerza, para moverlo.
Caminó con lentitud, buscando la salida del aeropuerto. A cada segundo el carrito pesaba más y sus brazos empezaron a flaquear y de pronto le vio y supo lo que iba a pasar. Apenas fueron cinco segundos escasos, pero lo vivió a cámara lenta y aun así fue incapaz de actuar. Un muchacho de alborotado pelo pelirrojo, que tendría más o menos su edad, salió corriendo de una de las puertas que rezaba "Solo personal autorizado" y lo hizo sin mirar, chocándose contra el carrito de Hermione, que calló al suelo provocando un gran ruido. El muchacho logró mantener el equilibrio y no caer pero los ojos de Hermione se abrieron horrorizados al escuchar y observar como su baúl se había abierto y sus posesiones estaban desperdigadas por el suelo.
- Oh vaya - murmuró el muchacho abochornado - lo siento
- ¿Qué lo sientes? ¿Qué lo sientes? - respondió la muchacha visiblemente enfadada - ¿para que quieres los ojos si no lo usas para mirar?
El pelirrojo se pasó la mano por el pelo, despeinándoselo aun más y sonrió engreídamente mientras aguantaba una risita, sabiendo que realmente se merecía esa bronca.
- De verdad que lo siento, iba con prisa y…
- No me interesa nada de lo que usted tenga que contarme - le cortó bruscamente Hermione
Acto seguido se arrodilló y comenzó a recoger sus pertenencias con apuro. El muchacho la imitó y comenzó a recoger también.
- No tiene que ayudarme - musitó ella mirándole desde el suelo
- Es lo mínimo, ¿no? - aclaró el pelirrojo encogiéndose de hombros.
Hermione asintió y continuó recogiendo. Ese acontecimiento le había turbado y puesto de muy mal humor.
Cuando todas las cosas estuvieron de nuevo sobre el carito, el muchacho pelirrojo sonrió ante el cejo fruncido de Hermione.
- ¿quieres que te lleve el equipaje a algún lado? - preguntó previendo cual iba a ser la respuesta, por lo que añadió - parece demasiado pesado para alguien como tú
- No quiero que toque nada mío - sentenció ella
- Bueno, soy empleado de este aeropuerto, es parte de mi deber… - dijo con solemne sin dejar de sonreír.
La castaña puso los ojos en blanco y sin decir nada más, empujó su carrito y caminó todo lo deprisa que pudo hacía el cartel que señala el lugar de la salida, sin embargo, no pudo evitarlo, se paró en seco y se giró, comprobando que el muchacho pelirrojo seguía de pie en el mismo lugar donde ella le había dejado, con una sonrisa en la boca.
- Es usted realmente un fastidio - aclaró lo bastante alto como para que él la escuchase.
No recibió respuesta en forma de palabras, tan solo percibió que la sonrisa de ese joven se hacía más amplia.
Atravesó la salida del aeropuerto y alzando el brazo paró a uno de los taxis que circulaban por las carreteras adyacentes. El amable taxista depositó todas sus cosas en el maletero con delicadeza y una vez dentro del vehiculo intentó mantener una conversación fluida con la joven, a la que recomendó ciertos lugares para visitar. Sin embargo, la charla terminó pronto, tras que el taxi llegase al destino de la joven.
Hermione pagó en efectivo al conductor y después, se acercó al portero del bloque de edificio que había frente a ella. Presionó el botón del 3ºC y esperó. Rápidamente tras contestar, la tía Minerva bajó a ayudar a su sobrina con las maletas, no sin antes estrecharla con fuerza.
- Bienvenida, pequeña. Me alegra tanto que estés aquí.
Y entre sus brazos, Hermione se sintió demasiado pequeña e indefensa. Pero no se lo diría a nadie. Se adaptaría a esa nueva oportunidad que el destino le había dado y comenzaría a construir desde cero, por mucho que le costase.
