Notas, disclaimer, algo que decir:

Los personajes son de Isayama . H

Es una historia de la edad media.

Esta historia la publicaré los sábados. Me parece justo este día.

Levi x Eren, eso creo.

No prometo nada.

Bienvenidos al reino de Alles.

¿De qué color es el amor que sientes?


Primer Pergamino:

De el curioso momento en el que ojos grises se fijan en ojos esmeralda

Aconteció en un momento del tiempo que Grisha Jaeger, el rey de Alles, se casó con Carla, la hermosa reina de Phorel. Juntos procrearon a un varón con el cabello castaño y ojos verdes vivaces llamado Eren, príncipe de Alles.

Grisha, que era un regente porque su padre lo fue, al igual que su abuelo, amaba el estudio y aprender de las cosas; era atento con las súplicas de su pueblo y colaborador con los más pobres. Carla, era una reina amable y servil además de fiel seguidora de los valores de su esposo. Con una salud tan débil, la Reina enfermaba con frecuencia hasta que, en una jugada del destino, falleció. Desde entonces, el Rey se hundió en una total oscuridad, al igual que su reino quien cayó en una terrible ola de corrupción, robos y abusos en casi todos los sentidos.

Años antes, dos príncipes del oriente naufragaron en las costas del pueblo de Valire, dependencia de Alles, pero contra todo pronóstico un hijo varón de familia Ackerman sobrevivió a tal atrocidad. Este chico, bajo de estatura, cabello negro y ojos grises creció de forma tosca y violenta en las calles del reino sin saber su real linaje. Adquirió el nombre de Levi Rivaille junto a una personalidad dura y fría, aunque el fondo deseaba desesperadamente ser amable y bondadoso con los demás.

Debido a las circunstancias resultantes de la muerte de la Reina Carla, era imposible para el joven pelo negro poder confiar en los otros ciudadanos del reino.

Levi vivía con dos hermanos adoptivos a quienes protegió hasta su ascenso como soldado en el reino de Alles.

Ambos mundos formarían parte de uno sólo.

Reino de Alles. Quinto año del nacimiento del Príncipe Jaeger.

-¡Mirad!, ¡Al fin hemos capturado al pequeño truhán que se robaba los frutos de las haciendas!

-¿Eh? Pero si solo es un niño...

-¡Cállate mujer! Ese crío parece más un perro que un niño.

La multitud estaba expectante cuando los soldados transportaban en el carruaje de los detenidos al pequeño malhechor. No era un niño normal porque no lloraba. La crueldad de todo esto radicaba en que era tratado como un perro mientras él era consciente de ello. El niño se sentó a un costado del espacio y se dedicó a mirar el cielo con sus cambios de colores debido a los rayos del sol.

"El día está violeta" pensaba para sí. El chiquillo tenía la certeza de creer que el cielo describía de alguna forma como se sentía en ese instante. Con algo de ligereza, sonrió para sí mismo.

Ésta era la tercera vez que era capturado por la escolta real. El joven soldado rubio que lo había encerrado por fin lo miraba muy detenidamente desde la montura de su caballo. Los ojos azules del jinete eran capaces de verle el alma si el pequeño fuera supersticioso.

Definitivamente, ese animal rubio lo estaba vigilando de forma correcta.

Los ágiles ojos grises del niño ,en ocasiones, se topaban con muchas miradas. Las personas admiraban su captura como una novedad inigualable, como algo insólito en el reino de Alles.

Podría serlo. Tenía cuatro años especializándose en robos a distintas casas y habitantes del pueblo. Escorias sin poder ni derecho a decir nada de él.

-Bájate- ordenó un solado mayor que el sabueso rubio. El cabello negro del chico brilló por un instante ante el resplandor del día. Sus ojos grises no eran amables, al contrario eran los de un fiero luchador de la vida.

Nacido en algún lugar, sin nombre que lo defienda ni padres que lo cuiden. "Levi" era el mayor de tres hermanos adoptivos que vivían con él.

El empeño porque fueran a la escuela lo había llevado a robar al mismísimo castillo del rey Grisha. Cosa que conlleva a hacerse popular en el reino como el ladrón atrevido. El niño no fue reconocido por nadie hasta que el sabueso rubio vino por él.

-¿Qué me traen ahora?- preguntó un escribano, bajito y rechoncho, que no alzaba su vista de unos libros de finanzas o administración de recursos.

-El ladrón de Grisha.- mencionó el rubio ojos verdes empujando un poco a Levi. El menor lo miró con un odio fatal y observó al escribano, cuya vista se había encontrado con la suya. Al analizarlo con detenimiento, Levi observó como tenía un gesto asqueado por el aspecto del mendigo.

Es que eso era. Un mendigo.

-Nombre-preguntó el escribano volviendo al libro

Hubo un silencio breve en la sala, hasta que el rubio caballero golpeó uno de los costados del pelinegro. Ante la queja, escupió prácticamente su nombre:

"Levi"

-No tienes datos, ni nombre que te represente. No eres comerciante, ni noble, ni élite. No eres nadie.

-No me diga- respondió ácidamente el pelinegro, recibiendo un nuevo golpe del rubio.

-Erwin. Cállale la boca al prisionero.

- Si te apresuras y me das la cita con el Rey Grisha, mi prisionero no hablara tanto.- dijo Erwin sorprendiendo al pelinegro, que lo observó en silencio. El rubio tenía unas agallas bastante definidas contra cualquier cosa

-Sólo porque eres el escolta real crees que puedes hablarme de esa forma tan irrespetuoso.

-Dame la cita, escribano.

El noble temple en el rostro de Erwin Smith se endureció ante la pérdida de tiempo. Solo entonces Levi se fijó que el rubio soldado portaba una capa azul cielo con bordes dorados. La armadura del hombre era plateada con unos bellos acabados del tallado. Aunque tenía el rostro endurecido, las facciones del soldado parecían ser siempre suaves y amables.

-El rey Grisha lo atenderá después de la cena.

Erwin alzó un ceja en señal de incertidumbre.

-Es aún de mañana, escribano. ¿No hay un espacio con el Rey hasta la hora de la cena?

-No. Llévalo al calabozo y vigilalo, Smith. Ahora sácalo de mi vista.

El gesto con que fue retirado del recinto jamás fue olvidado por Levi por el resto de su vida. Aquel gesto odioso, lleno de prejuicios y enemistades. Lleno de asco por un vida que no era suya y por infortunios que poseía al ser el mayor de tres niños de la calle. Rivaille quiso escupir pero ante la mirada de reproche del perro rubio, se abstuvo.

La celda era como cualquier otra: encerrada, molesta y llena de humedad. Apenas un respiro de la luz del cielo y que, particularmente, a Levi le hería en los ojos. Por esa razón, el chico estaba de cuchillas de frente a la reja en señal de advertencia. Erwin sonrió de buena gana cuando le trajo el almuerzo.

-Come.

-No puedo comer si mis hermanos no han comido- dijo Levi seco, apretujándose contra la pared.

-Necesito que comas. El rey no querrá verte hambriento ni debilitado.

-¿Qué sentido tiene presentarme ante un rey que abandona a su gente?

En silencio, Smith reflexionó un poco, y con cautela se sentó lentamente en la pequeña camilla habilitada para los presos.

-Nuestro rey no abandona a la gente. Al contrario, creo que esta demasiado cerca de ella.

Ese argumento hizo girar la mirada de Levi de unos rasguños en la pared al rubio centurión.

-¿Demasiado cerca?

-Si. El rey es bastante noble, amable y servil. Ese es su gran valor y su gran defecto. Podrás entenderlo si comes y esperas tu audiencia en la noche.

Erwin se levantó de la cama y con paso elegante quiso retirarse del espacio. Justo cuando un movimiento de Levi lo detuvo.

-Quiero ver a mis hermanos. Ellos tampoco han comido hoy.

-Veré que puedo hacer por ellos. Por ahora, come.

Levi nunca supo porqué. Pero aquella conversación breve calaría un importante momento al conocer al rey de todo el lugar. Luego de horas de reflexión, comió como si nunca antes lo hubiera hecho.

Estaba atardeciendo cuando el tiempo se convirtió en una densa nube. Y cuando el pequeño ladrón fue trasladado al salón real de conferencias sociales donde el rey procuraba atender al pueblo, había empezado a llover.

Un hilo de agua descendía por el cuello de Erwin. Entumecido, cambió la postura en la silla de montar y detalló el cielo, reprimiendo una maldición. No quedaba ya alguna hora de luz.

La niña, bajita con el cabello castaño amarrado en dos coletas, yacía dormida en su espalda siendo protegida con su capa de explorador. Mientras que el niño, aún luchaba con otro soldado dejando un grito sordo en la penumbra.

Por suerte para todos ya estaban cerca de llegar al castillo.

-El último punto del día es el asunto del ladrón.- escuchó Levi decir a un anunciante antes de ser conducido a la inmensa sala del rey. Entre distintas banderas, con vitrales de colores oscilantes entre verde y magenta se erguía una figura gentil, con el cabello castaño largo suelto a los hombros. Pero lo que más le impresionó al ojos grises es la fina corona color carmesí que sostenía la digna figura.

-¿Éste es mi ladrón?- preguntó el rey Grisha, divertido con el niño.

-Así es, su alteza. Comentó el soldado vigía.

-¿Dónde está Erwin?

-Fue en búsqueda de unos niños. Tiene permiso parcial para ello bajo su responsabilidad.

Levi estaba petrificado. Pensó con una fiereza única que con trece años de vida era la primera vez que alguien hacía algo por ellos.

-¿Pueden dejarme solo con el chico?

La petición no era nueva, pero sí extraña. Bajo orden Real, le dejaron solo con el pelinegro.

-¿Por qué robas?- preguntó el Rey bajando de su trono sentándose en las escaleras , prácticamente burlando su condición real como regente del país.

-Soy el mayor de tres hermanos. No tenemos la misma sangre, pero si el mismo corazón. Tengo el empeño que vayan a la escuela, pero debo pagar con monedas de oro. Isabel tiene ocho y Farlan nueve. Aparte, debo darles de comer.

-¿Tu edad?

-Trece, señor.

El rey se enterneció con el motivo del chico. ¿Cómo los niños solos eran tan atrevidos contra el mundo para sobrevivir?

Hubo un silencio prolongado. Tanto que Levi se asustó que el Rey estuviera decidido a matarlo. Pero el regente de Alles no era despreciable ni abusivo como él temía.

-Tengo un hijo, de cinco años, es bastante malcriado y le hace falta un protector. No deseo ponerle un escolta mayor, porque no tendría amigos. Te pregunto, pequeño, ¿Te gustaría pertenecer como miembro de escolta real? Es un honor gigante

-¿Y por qué me ofrece servidumbre?

La pregunta hizo sonreír al Rey. Respirando hondo y observando con sus amables ojos al chico, contestó al duda:

-No te ofrezco servidumbre, te ofrezco lealtad.

En el siguiente silencio tuvo Levi la sensación de que su mundo se tambaleaba y oyó una nueva llamada procedente de más allá del plano astral. En el fondo de su corazón habría preferido estar habitando las salvajes calles con entera libertad. ¿Debía asumir una carga de lealtad con una criatura extraña a él? Miró al rey como si de una deidad fuera. Aquello significaba salir de las calles. Miró a Grisha, que asintió con la cabeza. Logró esbozar una sonrisa.

-¿Mis hermanos y yo seremos protegidos reales?

-Si son buenos en las labores de soldado. Te lo prometo.

-¿Cuál es misión?

-Cuidar de mi hijo con todo lo que tienes. Yo protegeré la tuya y la de tus hermanos con igual fervor.

Levi dudó un poco más. Las calles le habían dado la lección más importante de todas. No confíes en incluso en ti mismo.

-Señor- dijo el anunciante del otro lado de la puerta- Erwin llegó con dos niños.

El anochecer era menos frío de lo que cabía prever un rato antes y, detrás de la puerta, existía un bullicio. Isabel dejó escapar un gemido y se apretujó bien con la capa. Farlan por su parte se frotaba disimuladamente el brazo, ignorando si padecía una enfermedad del cuerpo o un malestar del alma.

El Rey sonrió con los vívidos rostros de los dos niños. Erwin, como siempre, frio, serio y actualmente mojado por el chaparrón se presentaba frente al señor.

Debía recordar que con dieciséis años, el rubio soldado era escolta real del rey en persona, capitán de la región del centro y un buen amigo de apoyo.

Isabel corrió hacia su hermano y miró con severidad al regente. Antes que dijera algo, Levi la observó recriminando su comportamiento.

-Isabel.

-Disculpe, su alteza.- dijo al chica finalmente acercándose a Grisha para ofrecer su ayuda para levantarse.

-¿Ya ha decidido que hacer con ellos, su alteza?- preguntó Erwin observando a los tres chicos, que se reunían como por inercia uno cerca del otro.

-Levi debe decidir.- dijo el Rey sonriendo.

-Si. Dijo el chico tajante, acariciando el cabello de Farlan de forma familiar.

Grisha sonrió ante el gesto. Ese era el caballero indicado para Eren.

Mientras que Levi pensaba que finalmente sus hermanos comerían por fin en algún techo fijo.

Fue el amanecer más esperado de su vida. No se había planteado siquiera irse a la cama en toda la noche. Uno al lado de otro, Farlan, Isabel y Levi habían esperado al alba, dormitando a ratos, sumidas en el silencio y las ansias.

Finalmente aparecieron en el cielo las primeras vetas de luz gris. Sentado en una silla, Levi reflexionó con los brazos entumidos.

-Señor Levi. El rey solicita veros en el amanecer- dijo un soldado del otro lado de la habitación de invitados. El chico se vistió con agilidad y fue escoltado hacia la habitación.

-¿Qué debo hacer?- preguntó Levi al soldado. No obtuvo contesta hasta que llegaron al despacho real, nuevamente.

-Solo escuchar y prestar atención.

Cuando las puertas se abrieron, el rey estaba absorto en un lectura sobre territorios y áreas limítrofes. Alzó la vista un poco y le indicó al chico que se sentara frente a él.

-Toma. Sé que te llamas Levi, pero sin apellido no podemos darte un nombre real.

-En las calles siempre me han dicho Levi Rivaille

-¿Rivaille?

El pelinegro encogió sus hombros.

-¿Bien. Has de firmar mi decreto para ti y tus hermanos. ¿Todos son Rivaille?

-Isabel Magnolia y Farlan Church. Ellos si fueron presentados por sus padres, pero por alguna razón vivían en la calle.

El rey escribió los nombres a pulso y esperó por la firma del menor.

-Vamos, Rivaille.

Al alzarse del escritorio, la vestimenta color azul cielo grisáceo de su majestad cayó a sus tobillos. Levi se sorprendió ante tanto lujo y seda tan cerca de él. Admitía que el color le sentaba bien a la tez del regente y confería vida a sus inexpresivos ojos.

Levi Rivaille firmó entonces su sentencia de por vida.

Cuando los rayos del sol atravesaron la habitación del príncipe de Alles, tanto el rey como el escolta observaban la cama de un pequeño.

El niño de cinco años dormía plácidamente, Grisha sonreía ante el milagro de su hijo respirando y Rivaille ignoraba todo aquella esfera de ternura que de pronto se tejió en el aire. Acercándose con suavidad, el rey acarició al frente de su adorado hijo

-Eren. Alguien ha venido.

Rivaille entonces fue cautivo de la mirada esmeralda que poseía el chico. Era, con toda la expresión de la palabra, viva. Su corazón se agitó ante el profundo deseo de admirar aquellos ojos para siempre. Con una sumisión impropia del pelo negro, hizo una pequeña reverencia inclinando su cabeza.

Tanto Grisha como Eren quedaron asombrados

-¿Quién es, papá?- preguntó Eren abrazando a su padre.

-Se llama Levi. Será tu guarda.

Eren bajó de la cama llegando por la cintura de menor y lo observó desde abajo. No dejó de observarlo con atención por un largo rato.

Rivaille se hartó, odiaba de todo corazón que lo vieran de aquel modo tan íntimo.

-Ya basta, quítate- dijo Rivaille de un modo asesino y grosero con el príncipe. El niño se aterró con el aire de terror que emanaba el mayor y corrió a su padre.

-Levi. Debes respetar al príncipe- dijo Grisha acariciando el cabello de su hijo.

-Me ofreció Lealtad, no servidumbre.- respondió Levi observando al rey.

El rey sonrió, afirmando lo que ya tenía en mente sobre el nuevo escolta real. Era un muchacho duro y con agallas que no sería fácilmente comprable con el poder. Era perfecto para enseñar y cuidar a su hijo a ser un rey de bien sin obedecer a su condición real.

-Eren, Levi cuidará de ti. Rivaille, cuida de Eren- dijo el rey mirando a su hijo. El pequeño asintió y sonrió en dirección al ojos grises. El otro, sólo cruzó sus brazos y asintió con fastidio.