Helo everybody!
Pues aquí ando de nuevo con un nuevo fic, en respuesta al reto musical.
"Este fic participa en el reto Long Fic 1.0 ―Música sin fronteras, del foro Canciones del Antiguo Berk". Cada capi es basado en una canción de uno de los CDs de mis grupos favoritos, OV7 que se llama A tu lado. Las canciones están en mi página de Amai do en Facebook.
También cabe mencionar que este fic es la pre―precuela de mi fic Cómo Escuchar a tu Corazón, el cual de momento está siendo re―editado y le doy respuesta a otro reto también del foro, dándole gusto a mi estimada dreamtares, a quien hace mucho le ofrecí la opción de escribir dicho reto que consistía en escribir un long fic que hablara de Estoico y Valka antes de tener a Hipo.
Agrego muchos personajes OC, que por lo regular salen en mis historias, y también a los padres de algunos de los chicos, que como aún no se mencionan, me tomé la libertad de darles nombre y personalidad.
Moderación… se puede matar dos pájaros de un tiro?, es que son dos retos en uno jejejeje, porfas díganme si no, y pues se elimina el reto―petición.
Espero que lo disfruten
Cursiva: Recuerdos/ Flashbacks
Script: Tiempo "presente".
Cursiva y negrita: Letra de la canción en la cual me inspiré.
Obviamente Cómo Entrenar a tu Dragón ni el disco de A tu lado me pertenecen, tampoco las imágenes con las que hago las portadas, los créditos a sus autores correspondientes, lo único que me pertenece es la historia y claro, los personajes OC.
Aquí hay dos historias paralelas, una en pasado y otra en "presente", la pasada es STALKA y la "presente" es UN INTENTO NO OFICIAL DE HICCSTRID.
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~Sé tú mismo~
Capítulo 1: Plan B
"Todos debemos de tener un plan B
por si la vida nos sorprende otra vez;
aunque hagas planes todo puede pasar,
no hay nada escrito ni destino final".
Plan B. –OV7
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Esto, es Berk. Lleva casi trescientos años de fundada por mis antepasados. Tiene buen prestigio, un admirable estilo de vida y es uno de los lugares turísticos más famosos del archipiélago, claro, esto último por los dragones que desde hace tres años viven con nosotros.
Ser el hijo del jefe no es fácil, para nada. Es más una especie de reto diario.
Todas las esperanzas están puestas sobre mí, al mismo tiempo que las responsabilidades de cuidar a los dragones y su vida diaria aquí en Berk.
Mi equipo de trabajo es asombroso, bien surtido. Tengo a Patán, que ya no es tan fastidioso, los gemelos, que siguen siendo iguales, pero al menos un poco más conscientes de sus actos, el buen Patapez con su gran conocimiento, y… Astrid, la guerrera.
Me encanta estar con mis amigos, exploramos el resto de las islas y también tenemos un cuartel cerca de la aldea, aunque me encanta viajar y explorar, sin mencionar el volar en mi buen amigo Chimuelo, tengo cierta responsabilidades en la aldea, es una de las ideas de mi padre para mantenerme al tanto de lo que sucede, entre ellas está, acompañarlo a una firma de tratados en las islas Escalofrío.
En realidad no deseo ir, pero tampoco deseo pelear con mi padre, hablando de él… está por entrar a la cabaña.
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El galeón había atracado nuevamente en Berk.
Ese viaje había sido bastante productivo al menos para fortalecer los tratados entre las islas.
Pero la paz y una buena relación tenían un precio bastante considerable, y ese precio le tocaba pagarlo al joven Estoico.
―Veo que has vuelto. –comentó Bocón que llegaba corriendo al muelle, viéndolo bajar.
Estoico bajó del barco y se acomodó el casco vikingo.
―Sí… ―dijo inanimadamente y con amargura.
―¿Mal viaje? –preguntó su amigo, ayudándole a cargar una cesta que portaba.
―Ni que lo digas. –masculló el futuro jefe, recordando lo que tendía que hacer para legalizar el acuerdo de paz.
―Huy… ¿acaso no dicen que en la Isla Escalofrío están los mejores bureles del archipiélago? –preguntó Erick, otro de sus amigos, con provocación mientras llegaba.
―No empieces. –pidió el hijo del jefe, fastidiado, llevándose una mano a frente para limpiar su sudor. Sus amigos a veces eran bastante tercos.
―¡Ay!, vaya genio el que te trajiste. –ironizó Alvin, dándole un golpecito en la espalda.
―Anda, Estoico, dinos qué pasó. –preguntó Erick, impaciente, moviéndole un hombro.
El pelirrojo se detuvo en cuanto escuchó que su padre le llamaba.
―Hijo. –le habló. –Daremos el anuncio en el Gran Salón. –comentó Hamish mientras caminaba solemne por el muelle.
Estoico asintió obediente.
―¿Qué anuncio? –preguntaron los tres amigos.
Estoico resopló abatido.
―Sobre mi compromiso.
Los demás abrieron la boca.
―Te vas a casar… vaya, no serás el único. –comentó Erick sin salir de su asombro.
―¿Qué quieres decir Hofferson? –preguntó Estoico, girando a verlo.
Erick jugó con su hacha.
―Que…
―Que mi padre también me comprometió. –dijo Alvin, orgulloso. –Ya sabes, un acuerdo entre dos familias.
Estoico se sorprendió.
―¿Y quién es la pobrecita? –preguntó el heredero, viendo a su amigo sonreír con cinismo.
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Valka seguía allí, en medio del bosque, alimentando a algunas ardillas con pan que quedó de la cena anterior.
―Sabía que te encontraría aquí. –comentó su amiga Gylda recargada en un tronco, quien no tenía mucho rato de haber llegado.
La joven Valka se sobresaltó un poco, pues creía que estaba sola.
―¿Sucede algo?
―No, es sólo que nadie deja de hablar de tu compromiso con Alvin. –recordó, caminando hacia ella.
Valka se enojó. –Tenías que venir con esa novedad. –reclamó, poniéndose de pie, dejando el pan para que los animalitos comieran.
―No se habla de otra cosa en la isla. –comentó encogiendo los hombros, trenzando su cabello. –Bueno, ahora también se habla sobre la llegada del jefe y su hijo.
―¿Ya regresaron? –preguntó, no muy interesada en realidad.
―Sí, hace unas horas… de hecho para eso te venía a buscar, darán un aviso importante en el Gran Salón. –comentó Gylda, dando un brinquito.
―¿Y requieren mi presencia? –preguntó extrañada. –Sabes que le caigo mal a más de la mitad de la isla.
―Sí, pero a mí no me caes mal, y en serio quiero que estés conmigo.
―Gylda… ―Valka la miró incrédula.
―Porfi, porfi, porfi. –repitió como niña dando saltitos.
La castaña suspiró. No le apetecía que le anduvieran preguntando todo el tiempo sobre su compromiso. No quería nada de eso.
―No Gylda, será mejor que vayas tú, además, siempre que vamos termino viendo a puro borracho.
―¡Sólo fue una vez! –reprochó por el recuerdo. –Pero anda, en serio… tu prometido va a estar allí. –insinuó dándole golpecitos con el codo.
Cuando Valka escuchó eso, tomo una rotunda decisión.
―Con mayor razón no iré. –dicho lo anterior, se echó a correr rumbo al interior del bosque.
La rubia la miró rendida.
―No va más rápido, sólo porque no puede volar. –negó, pero orgullosa de la firmeza que mostraba ella. –En fin… hay una reunión en el gran salón y no me la pienso perder.
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Estoico dejó a Rompecráneos en el establo junto a Chimuelo con una buena dotación de pescado, pero al entrar vio a su hijo echado sobre la mesa.
―¿Sucedió algo malo? –preguntó el jefe, pues no le gustaba que se recargaran en el lugar donde consumían alimentos.
Hipo se sobresaltó.
―No, nada… todo bien. –comentó apurado en chico.
Estoico no le dio más importancia, recientemente había sido su cumpleaños 18, así que ya podía tener más responsabilidad en la aldea y andaba algo ofuscado por eso.
―Recuerda que mañana salimos de viaje a las Islas Escalofrío. –recodó el inmenso hombre, tomando asiento en la mesa para cenar.
―Lo sé, lo sé, por favor no lo repitas. –pidió derrotado, haciendo ademanes de cansancio con las manos.
Estoico no hizo nada más que ignorarlos.
―Nos iremos antes del amanecer. Estén listos. –demandó con autoridad, dándole un mordisco a la pieza de pollo.
Hipo, como todo adolescente resopló.
―¿Por qué tengo que ir? –preguntó cansado.
Estoico bajó la mirada al mismo tiempo que bajaba su tarro con la bebida. Se puso algo serio, se limpió con la mano las gotas de hidromiel que habían humedecido su bigote y habló. ―Le debemos un favor a esas islas.
―¿Qué favor? Siempre vas allá, solo. No entiendo por qué debo acompañarte, si nunca me querías llevar. –reclamó, dando los últimos detalles a su dibujo de un nuevo traje.
―Porque ya tienes 18 años. –confesó con reserva.
―¿Y eso qué?
Estoico dio un golpe en la mesa.
―Irás conmigo, sólo como protocolo. Eres el heredero y algún día serás el jefe, por lo que debes saber qué se hace en una ceremonia de ese tipo.
―Ese no es mi plan.
―¿Plan? –lo miró extrañado.
―Yo tengo otra idea, todos debemos de tener un plan b. –dijo encogiéndose de hombros, haciendo un divertido movimiento con sus brazos.
―¿Be?
―Sí, de la letra berkana, antes de la a…
―Sé el orden de nuestras letras. –interrumpió sin entender, pero asombrado en el interior.
―Ay papá, por favor. Los chicos irán a explorar otra isla, y la verdad es que quiero ir a estudiar a los nuevos dragones.
―¿Ése es tu plan?
Hipo asintió esperanzado.
―No, hijo… es tu responsabilidad. –dijo sin ceder.
―Papá. –reclamó.
―No es momento de que hagas planes diferentes. Cuando seas jefe entenderás. –espetó fuerte y claro, desilusionando al joven.
Hipo no quiso decir nada más.
―Iré a dormir, pero antes alimentaré a Chimuelo. –dijo derrotado.
―Ya tenía pescado.
―Da igual, le daré una vuelta. –dijo cerrando la puerta de golpe, clara señal de enojo.
Estoico se llevó un pedazo de hielo a la cabeza, y se rio un poco, recordando cierta experiencia con su amada esposa. Suspiró nostálgico dirigiendo su mirada a un dragón tallado en madera, un Nadder Mortífero.
―Plan B. Ese crío es igual a ti, mi Valka. –susurró, apretando en su mano, una exquisita alhaja de oro sin dejar de mirar la figura, añorando los días en que él su amada eran felices.
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Corría.
Corría fuerte y veloz.
Ágilmente a través de todos los árboles.
Estaba asustado.
Sabía que ese viaje a la isla Escalofrío no era sólo en plan de visita… su padre había propuesto una alianza entre ambos reinos, a través de su matrimonio con la hija menor del jefe.
Cuando sintió que el aire le faltaba, se detuvo y jadeó un poco.
"¡Estoico!"
―Maldición. –masculló por lo bajo, pues entendió que Alvin se avecinaba.
Resopló en cuando escuchó a su amigo dirigirse hacia él. Con habilidad esquivó algunas ramas y saltó por pedruscos que se interponían ante él.
―Llevo persiguiéndote desde que te vi pasar por el claro. –comentó agitado.
―Lo siento… estaba haciendo ejercicio…
Dijo calladamente mientras observaba las ramas de un pino que se movía raramente. Era obvio que él era un jefe en crecimiento, por lo que sus sentidos estaban alerta, pero en definitiva unas ramas que se movían arrítmicamente le causaban curiosidad.
―Gylda dijo que vio a Valka en el bosque, ¿la has visto? –preguntó dudoso, volteando a todas partes, pero lo único que vio fue un montón de madera.
El pelirrojo negó. –Sólo voy de paso, no la he visto, sabes que sólo he hablado con ella en pocas ocasiones. –comentó con simpleza.
Alvin se recargó en el tronco que movía sus ramas.
―La he buscado, daremos el anuncio oficial de nuestro compromiso. –comentó con orgullo.
―¿En serio estás emocionado por casarte? –preguntó extrañado, pues conocía a su amigo.
Alvin sonrió por ver al heredero con esa duda.
―Aun eres inocente, viejo amigo. –le dio unas palmaditas en tu espalda. –Después de contaré mis intenciones. –dio media vuelta y se fue. –Tu ceremonia dará inició dentro de pocas horas, tu padre no tarda en buscarte, y si llegas a ver a Valka dile que también la estoy buscando.
Cuando terminó de hablar, se retiró del lugar.
―Vaya amigos que me cargo. –comentó con desagrado.
Estoico fijó su vista en los árboles.
―Puedes bajar de allí. No hay nadie. –dijo frustrado, pero al notar que ya no había movimiento se recargó en el árbol y golpeó con su mano el tronco de éste y creó una vibración que llegó hasta la copa del soto.
Valka, quien se encontraba arriba se dirigió al tronco donde estaba más firme, pero al notar un movimiento brusco, se desestabilizó y sin tener nada fijo de dónde agarrarse, cayó de ese árbol.
―¡Ah! –gritó asustada, pero unos musculosos brazos le hicieron sentirse protegida, salvándola de un golpe bien fuerte.
―Sabía que estabas allí. –le dijo mientras la depositaba, en medida de la fragilidad que él podía darle.
―Y si sabías que estaba allí, ¿por qué no le dijiste a Alvin? –preguntó retadoramente.
Estoico, en su gran inmensidad se irguió.
―Si quieres le hablo. –comentó con arrogancia.
―Me harías un favor. –continuó con orgullo, pero temerosa también.
Estoico tomó eso como un reto, respiró profundo y aclaró su garganta.
―¡Alv…!
No continuó con el llamado porque la fémina le tapó la boca.
―Está bien, tú ganas. –se rindió, haciendo que Estoico sonriera por su breve victoria.
El hombre se hizo hacia atrás, admirando a la muchacha.
―¿Por qué te escondías de Alvin? –preguntó suspicaz.
Valka miró hacia sus botas.
―Él es mi amigo… lo quiero, es decir, hemos crecido juntos, pero… no en plan para… casarnos. –comentó, sin siquiera saber por qué le contaba eso al hijo del jefe, cuando aún no lo había dicho a su amiga. –Ése no en mi plan.
―Sí, sé lo que sientes. –coincidió el hombre, sentándose en un montón de madera, pero al hacerlo, tronó, cayendo de sentón en el piso, haciendo reír a Valka. –Lo siento, debí decirte que estaba juntando madera.
Estoico se enderezó y se sobó el trasero, se acomodó el casco y le reclamó un poco.
―¿Para qué juntas madera? Los carpinteros de la pueden vender. –preguntó sin comprender.
Valka se humedeció los labios.
―Es… para…
No tuvo que decir más porque Estoico encontró varias herramientas y uno que otro plano de un galeón. Ató algunas coincidencias y no tardó en hallar respuesta.
―¿Piensas huir? ―preguntó el jefe, levantando un papel que estaba regado.
Valka se sintió nerviosa por ser atrapada.
―Am… este…yo…
―¿Por qué quieres escapar? –preguntó molesto. ―¿Piensas dejar a mi amigo antes de que se casen?
Valka ya no tuvo más remedio que decir la verdad.
―Casarme no está en mis planes. –confesó, arrancándole de sus manos ese plano.
―Huir no es una opción. –trató de hacerla reflexionar.
―Pues ese es mi Plan B. –comentó orgullosa, reacomodando la madera que quedó esparcida.
Estoico se mostró curioso por el nombre por el que le llamó a esa idea.
―¿Be?
La fémina rodó sus ojos.
―Plan B, ya sabes, no tener nada, ir desde cero y volver a empezar.
Estoico no entendió nada en absoluto.
Valka se llevó un mechón de cabello detrás de su oreja. –Es el plan b, de la letra Berkana, es la segunda en nuestro…
―Ya entendí. –comprendió el jefe, riendo por la idea. –Eres ocurrente.
Valka sonrió nerviosa.
―Prefiero ser ocurrente y atrevida a casarme y estar atada a un hombre que sólo piensa en la guerra y en matar dragones. –dijo decidida, cruzándose de brazos con mirada desafiante.
Estoico no pudo evitar sus pensamientos acerca que esa mujer no era nada parecida con el resto de las féminas en la isla, pues la mayoría pensaba que con casarse y tener hijos se daba por bien servida; pero también consideró que era parte de su responsabilidad continuar con los acuerdos a los que sus padres seguramente habían llegado.
―No imagino a nadie casándose así por obligación, aunque sí hay muchos. –soltó sin comprender.
Estoico sintió una extraña mezcla de empatía e incomprensión. Por un lado admiraba los pensamientos de esa chica que a la gran mayoría le caía mal en Berk, pero por otro, le molestaba que le diera ese punto de vista.
―A veces hay responsabilidades. –intentó persuadir el futuro jefe.
―A veces hay gente cobarde que no lucha por sus convicciones. –comentó con altanería.
―También se requiere valor para aceptar el destino. –argumentó el varón.
―Tal vez, pero no hay nada escrito, ni destino final. –finalizó alzando una ceja.
Estoico se quedó sin argumentos.
Se agachó para recoger una herramienta y se la entregó a la chica.
―Toma. Escapa, huye… realiza tu plan b. –otorgó, retándola. –Por mi parte, yo seguiré cumpliendo con las responsabilidades que me fueron destinadas.
Valka se ofendió por la actitud del hijo de jefe, si de por sí no le agradaba tanto.
―Esa es tú decisión, no tu obligación.
Ahora el ofendido fue Estoico.
―De mi compromiso depende la estabilidad de la isla. –espetó con furia moviendo los brazos.
―Puedes cambiarlo si quieres.
―Eso es parte de ser un jefe… realizar sacrificios y mantener una buena relación con el resto de las islas.
―¿Una buena relación para qué? No dejamos de pelear entre nosotros y con los dragones.
―Eso es parte de la vida vikinga.
―Casarte no resolverá nada, y como quiera vas a hacerlo, sólo para mantener una "paz" inexistente… para cumplir tus responsabilidades de futuro jefe, ¿es en serio?
Estoico meditó rápida pero profundamente la pregunta retórica de la hija del viejo agrio.
La miró con decisión.
―Sí.
Valka se relajó, se perdió en el verde de ese increíble y noble hombre. Él estaba dispuesto a sacrificarse por amor, por amor a su isla.
Siempre lo había visto como un engreído matadragones con su sequito de Bocón, Patón, Erick y Alvin. Pero, ese varón era mucho más que un heredero.
―Vaya, creo que… tienes algo que no hay mucho por aquí. –insinuó, bajando la vista.
―¿A qué te refieres?
Valka sonrió con una coquetería que creía esconder.
―El corazón de un jefe. –dijo con pena, tallando un pedazo de madera a medio hacer, para evitar verlo a los ojos, pero haberlo hecho, habría visto el primer y, puede ser que, único sonrojo del jefe.
Estoico carraspeo. –Gracias.
Ni siquiera ellos entendieron cómo pasaron de gritos a un momento lleno de halagos.
Se miraron un poco sonrojados y curiosos por ese momento que habían compartido, hasta que escucharon algunos pasos rápidos avecinándose a ellos, irrumpiendo esa atmosfera.
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Hipo despertó con un golpe de su padre.
―¡Ay! –se quejó. –Creo que me rompiste una costilla.
Estoico se le quedó mirando.
―Es hora de irnos. Te dije que no quería que se nos hiciera tarde.
Hipo se talló los ojos.
―Ahora bajo. –comentó.
Estoico asintió y bajó, pero a media escalera, regresó.
―Sé que no quieres ir, pero… es hora de que… te conozcan en esa isla… los jefes.
Hipo se llevó las manos a la cara, desesperado.
―Papá… ya hablamos de esto. –recordó cansado.
El jefe se sentó en la cama.
―No todo hijo… hay una historia detrás de cada tratado en este archipiélago, pero si no quieres conocerla, no te obligaré. –aceptó.
Tal vez por curiosidad, o por esa vena dramática y vikinga de jefe que poseía, aunque se encargaba de reprimirla; Hipo se interesó.
―Será un largo viaje, si en la historia hay dragones, quizá sea bueno que la conozca, ya sabes para no andar con la mente en blanco cuando lleguemos.
Estoico sonrió de felicidad por saber que su hijo empezaba a relacionarse con la historia vikinga, y más allá de eso, de la historia que él provenía.
―Entones andando, es un largo camino aunque vayamos en dragones.
Hipo sonrió entusiasmado por volar, sin saber que ese viaje se tornaría mucho más largo que de costumbre.
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Notas de la autora:
Espero que les haya gustado, aprovecho para celebrar un año de Cómo Entrenar a tu Dragón 2
¡Gracias por leer!
Dios los bendiga
**Amai do**
Escribe con el corazón
Publicado: 20 de junio de 2015
