La lluvia caía estrepitosamente afuera, mientras que un grupo de mujeres se vestían y preparaban en una gran cabaña.

Presionó fuertemente el obi, el cual ahora ceñía su cintura, era ancho de color anaranjado con estampa floral. Se calzó sus zori de paja y se observó en el espejo, la imagen que recibía no estaba mal, no por fuera al menos, vestía un ajustado kimono de seda roja, su rostro pintado su blanco y sus labios de un rojo intenso, pero su alma estaba rota en mil pedazos. Se colocó su collar de perlas, un regalo de su primer y único cliente, el cual era extranjero, no llegaron a consumar nada ya que el se fue pronto, gracias a dios.

Mata yo!...

Una frase tan simple como "hasta la vista" había significado tanto para ella. Lo recordaba muy bien. El tren escupía humo como si este fuera el bocado mas desagradable que había probado en su vida, llenando de este a los rostro que se despedían. Sora examinó las caras que la despedían bajo el tren, ninguna. Suspiró resignada, mientras miles de lágrimas escapaban por sus rasgados ojos marrones.

-Qué te sorprende Sora, era obvio que nadie te despediría, si tu familia te vendió a un viejo que busca muchachas jóvenes para convertirlas en geisha...Pero dónde esta aquel que amas? Dónde se encuentra Leon- Fue lo que pensó en aquel momento, mientras se le paralizaba el corazón.

-Mata yo- oyó desde fuera de su tren, la voz era aún mas fuerte que el silbato que anunciaba la partida.

Sora reconoció inmediatamente aquel timbre, la felicidad embargó su cuerpo, se asomó a la ventana dejando sus cabello rosados moverse junto al viento.

El rostro de Leon asomó a través de las desconocidas caras, el rostros que necesitaba ver, aquel por el que se levantaba a la mañana. Sus facciones indicaban una certera despedida, pero sus labios se encontraban inmóviles, como se encontraban, no sonreía, tampoco sollozaba, no entendía que sentía su amado Leon en ese momento.

-Sora- El grito de la geisha de cabellos azules la despertó de sus pensamientos, odiaba aquel grito estridente, quitándole su timbre de voz y sus repentinos ataques, May era una buena amiga.

-Qué sucede May- preguntó palpándose el rostro con mas maquillaje blanco para cubrir las nuevas lágrimas que habían dejado surcos en su cara, revelando el verdadero color de piel.

-Pues sucede que dentro de poco tendremos la función de danza y tu no estas preparada- Esta reprimenda era una forma de preguntarle si se encontraba bien.

- Lo siento, ya estoy- Contestó terminando de deliñarse los ojos con un negro oscuro, el cual coronaba el rosado que se encontraba en sus párpados.

Sora Naegino volvió finalmente a la realidad y recordó para que estaba allí. Ese día vendría un gran cliente extranjero, aún mas adinerado que el anterior, y ella debía cortejarlo. Era ruso y se llamaba Yuri Killian.

Con un profundo suspiro se terminó de retocar y se colocó en la fila de geishas, ya preparada para la función que vendría.