Mi delirio... tenía demasiada azúcar en la sangre cuando escribí esto, no sé ni que rayos es, pero supongo que tendrá un buen final. Además, me desahogué de ciertas cositas cuando escribí, sin contar que ya estoy en la escuela de nuevo y mi maestra quiere robarnos hasta el alma y arriesgar nuestra vida al 1000 %

Disclaimer: Fairy tail y sus personajes pertenecen a Papá Mashima, lo cual agradezco o ya hubiera hecho un chilaquil con el maga/anime.


Ahora que estoy aquí

La acompañaban por el pasillo crema, se escuchaban las indecisas pisadas de ella y las fuertes pisadas de su acompañante sobre la duela. Pequeña, frágil, llevaba sujetas en los brazos, pegado al pecho, un par de sábanas, un libro y un cepillo de dientes, la cabeza baja y el corazón…

La pelirroja detrás de ella abrió una puerta, girando el pomo dorado muy bien pulido de forma brusca. De entre la penumbra que daba la habitación, se veía a una rubia con la espalda sobre la cama y las piernas sobre la pared dejando que sus cabellos rozaran la percudida alfombra azul que adornaba la habitación. No se percató de la entrada de las dos mujeres pues absorbía de manera impresionante un libro de gruesa portada, cuyo nombre no se distinguía por el paso de los años.

-No deberías leer en la oscuridad Lucy.

La rubia bajo el libro dejando sus párpados cubriendo sus ojos. Rió socarronamente.

-Scarlet… No me importa lo que pienses.

-Como sea, solo lo comenté- La pequeña que venía con ella se sentó en la cama contigua a la de Lucy, dejando sus cosas a un lado. La enfermera pelirroja se cercioró de indicarle dónde estaba su ropa limpia y el baño.- Habitación 14, Lucy Heartphilia y…-Checó una lista de registro que traía en sus manos- ¿Lucy? Ella es tu nueva compañera de cuarto, Levy McGarden.

Lucy giró un poco la cabeza para poder mirarla. Pálida, menuda y débil, tal cual varita de nardo, la vista baja, oculta la cabeza en una mata de pelo azul entre los que apenas resaltaban el carmín de una nariz irritada por el llanto y el oscuro de ojeras de preocupación.

-Llévense bien chicas, no queremos problemas tan pronto.- Scarlet salió de la habitación cerrando la puerta detrás suyo. Lucy aún revisaba visualmente a su nueva compañera de habitación, después de todo, hacía tanto que no tenía una: o morían o se largaban, que en su idioma también significaba morir.

-Con que Mc Garden, ¿No es así? Anda pequeña, quita esa cara que de nada te servirá teniéndola aquí. –Se sentó correctamente en la cama, dejando al descubierto sus brazos con algunos moretones y su delgado, delgado cuerpo que se mantenía con un poco de trabajo.

Levy levantó la cabeza. Seria, apagada.

-No es que quiera ser tu amiga cielito, pero estaremos juntas por un buen tiempo, si acaso mueres tú o yo primero. Pero te advierto que llevo bastante aquí y sigo sin morir.

-¿Eres inmortal acaso?-Cínica, era la palabra que podía definirla en ese momento- Te vanaglorias de no morir aquí… no te preocupes, puede que a este paso-Levantó la cabeza- lo haga antes que tú.

Una sombra pasó por el rostro de la Heartphilia. La gasa con algodón cubierta con una venda blanquísima, violada por un par de gotas carmesí del lado izquierdo.

-¡Oh! Amante de las escarchas brillantes- Resopló y se cruzó de brazos.-Esa Scarlet, siempre me pone del mismo tipo junto a mí. Quiere crearme mala reputación.- Se puso de pie mirando un reloj puesto en el mueble del centro.-Camina niña, no te crees problemas tan pronto, es la hora de la cena y podrías socializar un poco- Hizo comillas en lo último.

Le extendió una mano a la peli azul para llevarla al comedor. Levy la aceptó, extendiendo su brazo. La muñeca derecha, vendada y las venas en las manos bastante amoratadas y pinchadas.

-Pirada, completamente pirada- Dijo Lucy para sí misma.

Salieron al pasillo tomadas de la mano. Una luz brillante alumbraba ahí, puramente artificial porque no tenía ni una sola ventana. Levy lo había notado desde que estuvo en la dirección un momento antes, cuando su madre, con lágrimas en los ojos, la dejó en la clínica de rehabilitación para evitar llamarla Manicomio, por el miedo de que realmente estuviera loca o la vergüenza de que sus amigas se enteraran que tenía una hija amante de…

-¿Escarchas brillantes? – Levy caminaba absorta en ese par de palabras que antes le mencionaron.

-Ah, eso. Así lo llamaba la anterior a ti. Está, no, estuvo poco conmigo, realmente era alguien simplona y sin chiste, lánguida- Examinó completamente de nuevo a su compañera- nada que ver conmigo. Al menos a ti te gusta leer… ¿Neruda? Algo así noté hace un rato.

-Un regalo-Una lágrima se deslizó con gracia por su rostro- No me gusta al mil la poesía, pero me acomodo a lo que sea.

-Te entiendo, que he leído a Ana Frank más de veinte veces, ya no siento absolutamente nada cuando muere.

Se sonrieron débilmente al entrar a una amplia habitación con un largo comedor y un reloj en la pared. Una chica albina con vestido celeste andaba por ahí poniendo la mesa con suma dedicación. Otra puerta se abrió en el extremo contrario donde entró una chica de cabello chocolate a la cintura, seguida de tres más, una peli azul abrazando un extraño muñeco, otra albina de cabello corto y vestido rosa que combinaba con el cabello de la tercera chica, cabiz baja pero con aura de maldad pura. Lucy hizo por saludarlas, aunque no todas se mostraron efusivas, solo la de cabellos largos que se sentó junta a las dos.

-¡Vaya ángel de la muerte, te dieron nueva víctima!-Rió un poco.

-Vamos Cana, no asustes tan pronto a la chica, ya es propensa a esas cosas.

Cana tomó con cuidado las manos de Levy, girándolas para revisarlas a detalle. La peli azul le quiso sonreír y fue cuando la chica curiosa miró su cuello. La soltó de inmediato y se apartó con brusquedad.

-¡Niña! Esos son extremos de verdad- Se tallaba el brazo izquierdo a forma de consuelo.

-¿Es que nunca habían visto algo así?-Señaló a su cuello y se dirigió a Lucy

-Pues… nadie vivía después de algo así… ¿Cómo lo hiciste tú?

-Lo hice frente a mi madre.- Sorpresa, miedo, respeto.

-Chicas, siéntense ya que la cena está lista- La mujer albina de largos cabellos les indicaba a las seis jóvenes lo que debían hacer. Una vez en sus lugares, pasaron frente a ellas una serie de platos mientras Lucy ponía al tanto a Levy sobre las residentes.

-Yo soy Cana- dijo la mujer sentada junto a ellas- Y estoy aquí por gusto de mi padre, deshacerse de mí para largarse de la ciudad.

Lucy soltó una ruidosa carcajada.

-No le creas nada pequeña, la Alberona está acá por pasarse con su amiguito- Hizo señas con la mano simulando una botella- Le ha hecho daño y ya no lo recuerda.

La aludida frunció el ceño, molesta con el comentario.

-Mira Levy, la de allá, Lissana-Señalando a la peli blanca- Es mitómana, insiste que viene de otro mundo y cosas así de ridículas; la de junto, esa del cabello rosa… Se llama Virgo, es un poquito, como decirlo… ¿sádica?-Miró a Cana quién le dio su aprobación- le da por castigar a la gente de vez en cuando. La última, la chica del muñeco… ella es Juvia, la loca celosa con una orden de restricción sobre un joven escultor, un tal Fullbuster…

-¿Gray Fullbuster? –La pregunta de Levy se vio opacada por un par de platos que se posaron frente a ellas. El de Levy sólo verduras y el de Lucy, repleto de puré y carne.

-Lucy, tienes veinte minutos- La rubia miró con fastidio a la enfermera, Erza Scarlet, quien señalaba con insistencia el reloj de la pared. Levy miró sorprendida sobre el plato de su compañera. Cana se inclinó para poder verle la cara y con algo de gracia le dijo.

-La chica de los moretones en los brazos, heredera de una prominente fortuna, modelo de hija ante la sociedad, Lucy Heartphilia, anoréxica. Pero creo que eso no va contigo pequeña.

-Soy vegetariana- se defendió con fuerza. Lucy tenía arcadas por la rapidez a la que comía. La ignoró por completo, miró sus cubiertos, tomó el tenedor para comer las verduras en su plato y la cuchara la escondió entre sus ropas.

-Lo importante aquí es que tengas las relaciones necesarias para no volverte loca en serio- Cana hablaba con Levy que atendía a las palabras de su nueva compañera- Lucy y yo somos las que llevan más tiempo aquí. Pero a veces, la protección de estas paredes te hace bien, te crea un miedo a mirar la luz del sol. La verdadera luz del sol.

-¿Cuánto llevan aquí?

-18 meses- Lucy levantaba la mano, presente- Cana, llevará como 11 meses.

-Larguísimos 11 meses. Aunque no me puedo quejar, al principio fue difícil, pero ya me he acostumbrado.

Llegaron al final de un pasillo, con una mesa puesta justo en el cruce de ambos, con una bandeja de jeringas y pastillas.

-Las dejo chicas. Mi habitación queda acá- señalaba derecho, casi a topar con la pared.

Se despidieron y justo al tomar el rumbo de su pasillo, Lucy se sacó los mocasines blancos que llevaba para poder sentir el suelo bajo sus pies. Entraron luego en la habitación y ambas se botaron directo sobre sus respectivas camas. Había sido un día agotador.

-Lee-chan- Lucy la llamó de ese modo extraño- Vi tus heridas… aunque eso no me resuelve la duda ¿Por qué frente a tu madre? ¿Qué te hizo como para herirte de tal forma?

Silencio. Luego un suspiro largo, un quejido y nada.

-Supongo que pasaré un buen tiempo aquí, así que podría contarte qué pasó con ella… ¿Quieres que empiece ahora?

-Me encantaría. Estoy demasiado satisfecha de la cena como para dormir ya.

Levy tomó su libro y leyó el lomo. Suspiró de nuevo, lo abrazó junto a su pecho y trabajó en recordar lo ocurrido últimamente…

Era verano y como siempre, mi madre me inscribió en algún curso del colegio para evitar dejarme sola en la casa mientras ella trabajaba. Mi padre representa una figura casi inexistente en mi vida, como una marca que dejamos varias deudas atrás. Ella, mi madre, trabajaba en una empresa de bienes raíces, por lo que luego de un tiempo nos pudimos ubicar en una zona de casitas duplicadas, con cercas de madera blancas a los lados y jardines con aspersores que trabajan todos al mismo tiempo. También, podía asistir a un buen colegio, donde estudiaba con ánimos de conseguir una beca para la universidad. Soy una buena estudiante, sin amigas para evitar las cabezas huecas de las chicas que utilizan maquillaje de más, de imagen tan cara que podrían alimentar a una nación entera con lo que gastan mensualmente en arreglarse el cabello. Así era mi vida, hasta ese verano…

Junto a nosotros, vivían los Dragneel, una familia bastante escandalosa, pero simpáticos todos, cuyo hijo, un año mayo que yo, estudiaba en el extranjero por gusto de su padre. Desde entonces, paró un poco su algarabía diaria y se dedicaron a sólo trabajar y tomar limonada en el patio trasero los domingos. Por ello, que los conozco, me sorprendió un día domingo precisamente, en que salía a poner alpiste a mis aves, ver a un joven con ellos. No soy metiche ni nada que se le parezca, pero esa familia tiene tanto aprecio de mi parte que no dude ni un minuto en saludarlo y sonreír desde mi patio al suyo. El Señor Dragneel levantó la mano en señal de saludo y aquel joven de larga cabellera negra y espalda ancha giró apenas para verme. Me paralicé en el momento que sus ojos examinaron mi cuerpo en top y shorts de mezclilla. Rojos, como la sangre que sale en borbotones de un corazón herido. Corrí asustada, me adentré en mi cocina y cerré la puerta con fuerza. Toqué mi pecho y sentí mi respiración a punto de volverse nula. Mi mente se quedo en blanco. Subí a mi habitación y me puse una camiseta sobre el top.

Esa tarde, llegó a mi casa mi tía Eleanor para platicar con mamá. Desde dos años antes, me permitían sentarme con ellas a escuchar su plática mientras tomábamos té de canela o limón con galletas que hacía en mis ratos libres. Era aburrido, tedioso, me hastiaba y solo veía sus bocas moverse mientras yo divagaba, sonreía y asentía de vez en cuando. Serví las galletas en una bandeja blanca y puse el servicio del té. Mi tía, me saludó con efusividad y se sentó junto a mi madre. Seguí mi rutina de mirar sus bocas mover sin sentido alguno, pensando en mis aves y las ganas que tenía de tomar una coca-cola helada en lugar del té con el calor sofocante del verano. Y como un viento refrescante, llegó a mis oídos la gran noticia.

-Sí, Igneel Dragneel trajo a su sobrino, hijo de un hermano de él, según me he enterado por problemas familiares.- decía mi madre- La Señora Dragneel me confió que no es su favorito, que es una mala influencia…

No importa lo que sea…

-Me parece estuvo en prisión por un delito del que no se le pudo culpar, al parecer de asesinato, encontraron el…

Solo quiero sentirlo cerca de mí…

-…Cuerpo ensangrentado en bolsas, víctima de violencia, pero él se declaró inocente y por eso lo dejaron en libertad y ahora está aquí…

Justo al lado mío…

Mi tía dijo que estaba completamente colorada y sudorosa. Me erguí en el sillón, puse dos galletas en mi boca y mastiqué mientras bebía a toda prisa el té.

-Lo siento, es que no puedo creer esas cosas que mamá y tú dicen. ¿Quién se imaginaría que tendríamos un vecino así?

¿Quién se lo iba a imaginar?...

Como siempre, espero que les haya gustado. De igual modo, como siempre, son agradecidos sus reviews.

Un beso. ¡Abur!