Hola a todos!..Aquí empiezo una nueva historia…un UsUk…mi segundo fan fic de la pareja…mi favorita…..sé que tengo otros proyectos….pero estoy de vacaciones y tengo mucho tiempo…no voy a descuidar ninguno…..lo prometo….sino mi cabeza envuelta en papel de regalo….

Alfred y Arthur son adolescentes, están en la escuela y son rivales. Empiezan odiándose…pero dicen que del odio al amor hay un paso y ya saben….

Disclaimer: Los personajes no son míos, son de Himayura Hidekaz, yo sólo los tomo prestados para mi propia diversión…y la de los que leen esto…

Nota: Algunas malas palabras, usaré los nombres humanos de cada país, universo alterno. La clasificación será T aunque no lo parezca al comienzo. Capaz sea un poco lime, no sé si lemmon. La historia tendrá pocos capítulos…máximo cinco.

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Alfred era el mejor corredor de la escuela. Con solo dieciséis años ya participaba en la división juvenil de atletismo del país. La decoración de su casa consistía en los diplomas, medallas y trofeos que había ganado en diferentes competiciones. Desde muy pequeño se dedicó en cuerpo y alma en convertirse en el mejor. Su vida consistía en entrenar todo el día, todos los días, de lunes a domingo. Antes de ir al colegio, corría. Al terminar las clases, corría. Antes de dormir, corría. A pesar de ser un adolescente, no sabía que eran cosas típicas de la edad como ir a fiestas, tomar licor, fumar, tener novia o simplemente, tener amigos.

Sus compañeros de clase veían a Alfred como un extraterrestre. El chico al que siempre felicitaban en las formaciones de los lunes. El chico cuya foto siempre aparecía en el periódico escolar. El chico cuyo nombre siempre estaba en boca de los maestros. Las pocas veces que alguien trató de invitarlo a un cumpleaños, a hablar en el recreo o a almorzar en grupo, siempre recibió un no por respuesta. Alfred no perdía tiempo, todo rato libre que apareciera en su agenda era aprovechado al máximo; es decir, entrenando. No era para menos, él siempre tenía que ser el mejor, nadie podía ganarle. Las pocas veces que no quedaba en primer lugar en una carrera, entraba en un estado paranoico. Se auto castigaba, se sobre esforzaba tanto que sus padres le pedían que parara. Era capaz de correr hasta altas horas de la noche o levantarse de madrugada para ejercitarse. Hacía dietas extremas y se encerraba en su cuarto a ver millones de veces el video en el cual había quedado grabado su derrota.

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-Alfred, te llamé a mi despacho para invitarte al torneo de atletismo interno.-Gilbert, el profesor encargado del área de educación física había mandado llamar al muchacho.-Sé que capaz para ti sea un juego pero creo que es una buena oportunidad para entrenar. Hay chicos que han alcanzado muy buenas marcas en los últimos meses.

-Ninguna como las mías. Lo vi en el informe del club. Ni los de mayores. En ninguna categoría han logrado superarme.-Alfred era un chico seguro de sí mismo, lo cual a veces rondaba la pedantería.

-Claro, tú eres el mejor corredor del país de tu edad. No por nada ya entraste a juveniles con sólo dieciséis años.

-Es por eso que sea tan estúpido que mientras en la asociación yo corro para juveniles, acá tenga que conformarme con medianos.-Alfred odiaba no poder competir con gente que no estuviera a su nivel, según él.

-Lo sabemos, pero tú sabes muy bien las reglas del colegio. A partir del torneo vamos a formar el equipo para las competiciones inter escolares.

-Espero tener tiempo para eso. Ahora que compito en juegos internacionales debo estar viajando a cada momento. No puedo chocar con las fechas de viajes.

-De todas maneras, deseamos tenerte en el equipo. Gracias a ti la división de atletismo del colegio ha resurgido. Espero tenerte en nuestras filas este año.

-No lo de por hecho, pero de todas maneras participaré. Quiero unas cuantas medallas más para la vitrina del comedor.-rió el muchacho mientras llenaba la solicitud que le había alcanzado el profesor.

-Tú eres el único que aguanta mis entrenamientos despiadados.-rió el sujeto.-¿A quién más torturaré si no estás? Kesesesesese.

Salió del despacho y vio que había comenzado el recreo. Recogió su almuerzo en su salón y fue directo a la pista atlética. En pocos minutos engulló el pedazo de pollo sancochado y la ensalada que había traído desde casa. No podía imaginarse comiendo la comida grasosa que servía en la cafetería. Papas fritas, hamburguesas, pizza; todo acompañado de gaseosa azucarada. La última vez que comió algo de eso fue en el cumpleaños de un primo hace varios meses por. Fue obligado por su madre para que no pasara por descortés.

Tomó un sorbo de su botella con agua y se echó en el suelo. El receso era un tiempo perfecto para reponer las energías que gastaba en la escuela. En ellos solía tomar una siesta. De otra forma, se sentiría cansado en su entrenamiento de más tarde. Nadie lo veía allí pues utilizaban el espacio sólo en hora de clases. Sin embargo, como nunca entró alguien. Se escondió detrás de los banquillos del público. Eran tres personas. A una la reconoció, era el subdirector de secundaria, Antonio, un tipo al que todos los alumnos querían porque se comportaba como un adolescente, para nada estricto y siempre sonriendo. La otra era una mujer algo mayor, no era una profesora, más bien parecía la madre de algún alumno. El tercero era un muchacho de su edad, un chico rubio vestido formalmente con camisa y corbata. Alfred no recordaba haberlo visto en la escuela. Capaz era un estudiante nuevo, aunque el año escolar ya haya empezado hace un par de meses.

-Esta es la pista atlética, como ya deben haberse dado cuenta.-les dijo el subdirector a los otros dos.-Es una de las mejores en el país, cuenta con las medidas olímpicas y tiene además las extensiones necesarias para la práctica de salto alto, salto largo, lanzamiento de bala, disco y jabalina.

-Esto es lo que me interesa.- exclamó el muchacho con un típico acento inglés.

-Discúlpelo, Arthur solía practicar atletismo allá en Inglaterra. No es por ser presuntuosa, pero era uno de los mejores corredores de su categoría. Tenía el mejor récord para su edad.-agregó la mujer con el mismo acento.

-Sí leí algo al respecto en su solicitud. Tus marcas son muy buenas, muchacho. Has llegado antes de que comience la temporada de competiciones. Puedes entrar al club de atletismo si lo deseas.-lo invitó el hombre mientras mostraba una sonrisa.

-Eso haré.-respondió el tal Arthur a secas.-No sólo entraré al club de la escuela, mis marcas superaban al promedio de los mi categoría allá en mi país. Voy a ingresar a la asociación de atletismo nacional, quiero competir internacionalmente.

-Debes ir paso a paso, querido. Sería bueno que busques otros pasatiempos aquí.

-Mi vida es correr, mamá. No hay otra cosa que quiera hacer.

-Me recuerdas mucho a un alumno que tenemos por aquí. Tenemos el orgullo de contar con uno de los mejores corredores del país entre los alumnos de nuestra escuela.-relató el subdirector pavoneándose.

De repente, sonó el timbre que marcaba el final del recreo. Alfred debía regresar a su aula. Trató de escabullirse entre las bancas hasta la puerta.

-Hablando del rey de Roma. ¡Alfred! Ven, aquí un momento.-el sujeto logró verlo en su afán de escapar.

-Lo siento, profesor. Debo ir a clases, el timbre ya sonó y no me dejaran pasar si no me apuro.-dijo el chico tratando de mostrar una aparente preocupación por las normas. Cosa que en verdad le resbalaba pero que debía cumplir si quería permanecer en el club.

-No te preocupes, yo te haré pasar al aula. Acércate que quiero presentarte a alguien muy especial.

A Alfred no le quedó de otra y fue hasta donde estaban esas personas. Un par de ojos verdes mirándolo penetrantemente. Era el muchacho nuevo.

-Señora, jovencito, permítanme presentarles al chico del que les hablaba. Alfred Frederic Jones es el mejor corredor que tenemos en la escuela y el atleta que más medallas ha traído a nuestras vitrinas. No solo compite con nosotros sino que es miembro de la división juvenil de la asociación nacional de atletismo a pesar de sólo tener dieciséis años de edad.

-Mucho gusto.-la madre del chico le extendió la mano.-Es bueno escuchar que haya más chicos como Arthur que prefieren el deporte en vez de perder tiempo en tonterías.

-Buenos días, señora.- Alfred respondió el saludo de la mujer.-

-Buenos días.-Arthur también le dio la mano sin dejar de mirarlo como escrutándolo.-Hola.-exclamó Alfred apenas cuando saludó al muchacho.

-Bueno, ya que les he ensañado todas las áreas deportivas, podemos seguir con el auditorio.-el subdirector se adelantó con la mujer al lado, dejando a Alfred y a Arthur atrás.

-No creas que tus marcas son las mejores. Capaz corrías entre tortugas allá en Inglaterra. Yo soy el mejor corredor de aquí, no pienso dejarte mi puesto.-Alfred sentía que debía dejar eso en claro.

-Eso lo veremos. No llores cuando comas mi polvo, yankee.-le respondió el inglés en un gruñido.

-Terminarás besando mis huellas, señorito.

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Eran las cinco de la mañana. El despertador de Alfred sonó cuando él ya estaba cambiándose. Sólo lo ponía para asegurarse de no quedarse dormido, cosa que nunca sucedía. Se puso una camiseta, unos pantalones cortos y una sudadera con capucha. Aunque era primavera, en las mañanas corría un viento helado. Cogió sus zapatillas y salió de su casa. Comenzó con paso lento pero firme. Comenzó a correr a lo largo del malecón. Vivía cerca a la playa y la arena solía ser su lugar de entrenamiento. Además, podía hacer flexiones con las barras que había instalado el municipio allí. Su única compañía era el mar y el sonido de sus olas. Cerró los ojos un instante para agudizar sus oídos. Sentía como el agua venía y se retiraba. Pero un ruido lo distrajo. Pisadas. Volvió a abrir los ojos. A lo lejos vio una figura masculina corriendo. También usaba una sudadera y tenía la capucha puesta. Mientras el sujeto se acercaba, Alfred pudo darse cuenta de quién era. Sobresalía el cabello rubio de su frente y sus ojos verdes. Comenzó a correr nuevamente pero con paso ligero. Esperó a que el inglés estuviera a su costado.

-Todo el entrenamiento que haga el señorito será en vano. Nunca podrá a ser el mejor.-Arthur se paró en seco y volteó a ver al que había dicho eso.

-¿Ya has venido a comerme el polvo? Hubiera preferido esperar hasta una carrera, pero si tu deseas ver mi espalda, no te lo voy a negar.-contestó el inglés con una sonrisa burlona.

-Yo no suelo verle la espalda nadie, idiota. Vas a terminar enamorándote de la mía de tanto verla de ahora en adelante.

-¿Quieres probar?

-Te demostraré quién soy. Una carrera hasta el farol del fondo.

Ambos muchachos se pusieron en posición de partida. Uno al lado del otro, comenzaron a hacer la cuenta regresiva. A sus marcas, listos, ya. Salieron disparados. Alfred solía dejar a la mayoría de competidores muy por detrás de él, pero sólo le llevaba un paso a Arthur. De pronto, este le sacó ventaja. Alfred se desconcentró alarmado. El inglés estaba muy por delante de él. Volvió en sí y aceleró, logrando alcanzarlo. Al final, llegaron al farol empatados.

-Realmente eres bueno.-exclamó Arthur agitado.-Pero no mejor que yo.

-Lo mismo digo.-replicó el otro. Al parecer, Alfred había conseguido tener un rival a su talla.

Una alarma sonó y otra a los pocos segundos. Ambos miraron sus relojes. Eran las siete. Debían volver a casa para asearse e ir al colegio. Se fueron cada uno por un lado sin despedirse. Ninguno dejó de pensar en el otro.

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-Buenos días, señor subdirector.-todos los alumnos del aula se pararon a saludar al ver al hombre entrar al salón.

-Nada de señor, pueden decirme Antonio.-agregó el subdirector. Justo en eso pasó el supervisor por fuera del salón, un tío con pinta de general del ejército y con una disciplina férrea. Antonio se puso nervioso.-Buenos días chicos, pueden sentarse. He venido a presentarles a un alumno nuevo. Es un chico que ha venido desde Inglaterra.-el sujeto miró a la puerta e invitó a pasar al muchacho que estaba afuera.-Él es Arthur Kirkland y desde hoy será su compañero de clases. Espero que le den una buena bienvenida.

-Bonjour, mon ami Arthur.-exclamó Francis, el profesor de francés, asignatura que les tocaba ese día a primera hora.

-Yo no soy su amigo.-espetó el muchacho de mala gana.

-Qué chico tan serio nos has traído, Antonio.

-Será que tú te pasas de confianzudo con los alumnos.-le respondió el subdirector entre risas.

-Sólo es amabilidad.-musitó Francis con una expresión melodramática.-Estoy acostumbrado al amour francés, será por eso.

-Bien, ahora Arthur, siéntate en la silla vacía del fondo. Al costado de Alfred, ya lo conoces creo que será mejor.

-¿No hay otro sitio?.-dijo el inglés mirando por toda el aula. El único lugar vacío era al lado de Alfred al fondo del salón.

-¿No quieres sentarte junto a él? Es un buen chico, pueden ser amigos.-exclamó Antonio.

-Alfredo, tú no tienes amigos, da. Nunca los tendrás.-el chico que se sentaba al frente de Alfred se volteó. Era un muchacho altísimo que nunca le dejaba ver la pizarra y al que todos le tenían miedo.

-Tú tampoco, Iván.-le contestó Alfred irritado.-Gordo de mierda.-dijo en un susurro.

-No molestes a Iván, grandísimo imbécil.-le gruñó en la cara Natalia, la chica que el sujeto tenía al lado, su acosadora.

Arthur se sentó en el lugar de mala gana. No le dirigió la palabra a Alfred en todo el día. Lo mismo Alfred a él. Actuaban como si nadie estuviera a su costado. Cuando tocó el timbre del receso, Arthur salió sin decir nada. Un par de chicas quisieron acercársele pero se quedaron con las ganas al verlo salir como una bala del aula. Alfred sacó su almuerzo y se dirigió a la pista atlética. Gran fue su sorpresa cuando vio al inglés comiendo en su sitio.

-Este es mi lugar.-le dijo Alfred claramente.

-No veo tu nombre por ningún lado, Alfred Frederic Jones.-rio el inglés.

-¿Te estás burlando de mí, la reputa?-molesto cogió al inglés del cuello de su camiseta y lo puso contra la pared.

-¿Acaso ese no es tu nombre?.-exclamó Arthur con una mueca burlona.

-¿De qué te estás riendo imbécil?.-le gritó Alfred.

-De tu horrible cara.

Alfred levantó el brazo para encajarle un golpe al otro. Se detuvo a pocos centímetros de su cara.

-¿Qué pasa? ¿Tienes miedo?

-No puedo golpearte, si me meto en problemas me prohibirían competir en torneos. Te salvaste, porque ganas no me faltan de partirte el alma. Desde que apareciste lo único que has sabido hacer es pavonearte como si fueras la gran cosa, pero te voy a dejar en claro que no dejaré que me quites mi lugar. Ya te lo he dicho.-Alfred dejó a Arthur y cogió su paquete. Se fue caminando hasta el fondo de la pista atlética.

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Espero que les haya gustado… …..me gustaría saberlo así que espero sus reviews –realmente los espero…aunque sea una palabra…..además de que así me hacen saber lo que les gusta y lo que no…Siemp[re serán bienvenidos!..Gracias por leer…!

Se acepta de todo: críticas, consejos, opiniones, maleteadas, dinero (de preferencia en dólare$), confesiones de amor (o de odio)..lo que sea menos insultos y amenazas de bomba o parecidos….

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