Capítulo 1: Me gustas

De: Dream Atélier

Para: Marinette Dupain-Cheng

Asunto: Admisión Curso 2018/2019

Estimada Srta. Dupain-Cheng,

Nos complace comunicarle que su solicitud para ingresar a la academia Dream Atélier ha sido admitida.

Nuestro Plan de Estudios se basa en el conocimiento del mundo de la moda y está integrado en un contexto teórico-práctico, orientando hacia el aprendizaje del oficio de Diseñador/a de Moda en sus múltiples vertientes y matizaciones, intentando fomentar la capacidad creativa y la sensibilidad artística de nuestros alumnos, gracias a nuestro competente profesorado, para que proyecten todo su potencial en sus diseños.

En nuestra ilustre academia ofrecemos una amplia gama de asignaturas como Diseño, Anatomía, Dibujo Artístico y Pintura, Ilustración de Moda y Teoría del Color, Patronaje, Corte y Confección, Historia de la Indumentaria, Figurinismo, Técnicas Textiles, Panel de Tendencias, Estilismo, Diseño gráfico, entre otras; a lo largo de 3 cursos completos.

También se ofrecerán asignaturas extracurriculares para ahondar aún más en el basto mundo de la moda, tales como Caracterización y Maquillaje, Diseño de Complementos y Accesorios, Joyería y Bisutería, etc.

Asimismo, se realizarán diversas actividades como:

- Visitas a ferias, exposiciones y muestras, exhibiciones, desfiles y museos.

- Participación extra en eventos de moda.

- Proyecto final en cada curso, en exposición ante la pasarela.

El inicio del curso académico empezará el 10 de septiembre de 2018 sobre las 10:00 horas, con la presentación del profesorado y equipo docente así como la Inauguración del curso escolar en la Sala de Actos de la academia, donde se contará con la especial presencia del fundador de Dream Atélier: Gabriel Agreste.

Rogamos contestación a este e-mail en el plazo máximo de 3 días desde hoy para llevar a cabo su completa admisión.

Reciba un cordial saludo.

Atte: Sarah Jones.

Directora de Dream Atélier.


Un simple correo electrónico enviado hoy, a las 8 de la mañana, llegó desde la cosmopolita Nueva York hasta una bonita y femenina habitación de color rosa que se encontraba en la ciudad de París, en Francia. Una muchacha miraba la pantalla de su ordenador con la mirada fija en ésta, agarrando fuertemente el ratón y con el rostro visiblemente sorprendido.

Sus ojos azules miraban con avidez y asombro el texto una y otra vez, repasando las frases más importantes de éste mientras murmuraba por lo bajo cosas ininteligibles. Sentía cómo su cuerpo temblaba de la emoción, así que llevó ambas manos a su cara enrojecida y no sabía si debía chillar de la euforia que la embargaba, a riesgo de despertar a sus padres que dormían en la habitación de abajo.

— No me lo puedo creer, no me lo puedo creer, no me lo puedo creer —repetía una y otra vez mientras se mordía el labio inferior, aumentando cada vez más el volumen de su voz.

Después de esto miró, temerosa, a ambos lados de su asiento, como si alguien le fuese a dar un susto apareciendo de la nada y le gritaría "¡Sorpresa!". Pero no, no era una broma: Marinette había sido admitida en la academia que tanto había soñado, la academia que fundó y anunció por televisión, hacía 8 meses atrás, el prestigioso diseñador francés Gabriel Agreste, uno de sus mayores ídolos en el ámbito de la moda.

Era un sueño hecho realidad, pues muy pocos privilegiados tenían el honor de ingresar —por primera vez— en dicha academia, sería la primera en estrenar las instalaciones del centro, aprender de los mejores profesores, hacer valer su buena imaginación y creatividad ante los demás… y por fin convertirse en una Diseñadora de Moda, como Gabriel.

Poder bautizar su marca distintiva en el mundo de la moda y vender sus productos en tiendas oficiales, que sus diseños desfilasen en la Fashion Week de París, ser reconocida a nivel internacional, modelos de renombre apareciendo con sus creaciones en vallas publicitarias o en las revistas, enorgulleciéndose porque muchos famosos valorarían y llevarían los trajes confeccionados por ella, crear un sinfín de líneas de productos, o realizando millones de proyectos que pasarían por su mente…

Marinette estaba que no cabía en sí de gozo, muy ilusionada (y algo alterada, a decir verdad), vislumbrando su prometedor futuro…

Por lo que se ve, la joven sí hacía ruido desde su habitación ya que se abrió la trampilla de su dormitorio, revelando por el hueco de ésta la cara de dos personas de mediana edad: Sabine Cheng y Tom Dupain, sus amados padres.

— ¡Buenos días, Marinette! —entró Tom, con una voz cantarina y alegre, en la habitación de su hija llevando en sus manos una bandeja de galletas con pepitas de chocolate y un vaso de leche—. ¿Ya hay noticias de la academia?

Tom, nada más ver la cara de su hija, sabía que su respuesta iba a ser afirmativa. Marinette abrazó rápidamente a su madre mientras gritaba "¡Sí!" varias veces, confirmándoles que había sido aceptada en tan ansiada academia.

Ellos sabían perfectamente que su hija había puesto todo su empeño y su esfuerzo para que le dieran acceso a este particular centro de enseñanza, ya que Dream Atélier era un lugar bastante prohibitivo (territorial y económicamente hablando) y exigente: se requerían de muy buenas notas para entrar, saber un perfecto inglés, enseñar algunas creaciones por correo electrónico e, incluso, demostrar —por medio de una pequeña entrevista mediante videollamada— con diferentes motivos y argumentos por qué debería ingresar en la academia.

Marinette no dejó de hacer diseños como una posesa en ese último año, no dejó de hacer fotografías de los conjuntos y complementos desde millones de ángulos y lugares, no dejó de vender algunas de sus creaciones para poder ahorrar dinero para ir a Nueva York o invertir en los materiales a utilizar en sus siguientes diseños, realizaba encargos de accesorios y ropa para sus compañeros de clase o gente a la que conocía… y nunca dejaba de coser y bocetar, incluso si se quedaba despierta hasta altas horas de la madrugada. Todo para conseguir un objetivo, un sueño, el que anhelaba toda su vida.

Y gracias a una beca que solicitó y que le iban a proporcionar por estar admitida (ya que habría que pagar una gran suma de dinero en el primer año), sus puertas estaban más que abiertas y, afortunadamente, no les supondría más esfuerzos económicos a sus padres. La beca le ayudaría a cubrir la gran mayoría de los costes en libros, transporte urbano, algún que otro material necesario y parte del alquiler; así que sólo tendría que costearse los vuelos desde París a Nueva York en muy contadas ocasiones, algunos recibos, la comida y todo lo demás.

Sus padres habían invertido mucho en ella con las clases de inglés, habían comprendido sus horarios imposibles, tolerado sus ausencias, comprado los utensilios necesarios para la costura y confección de todo lo que ella creaba… No se merecía a sus padres, de verdad que eran un absoluto encanto, no podría ponerles ninguna objeción, absolutamente ninguna.

— Estamos muy orgullosos de ti, cielo —comentaba Sabine a la par que acariciaba el cabello azabache de su hija.

— Mi niña será una gran diseñadora, incluso será más popular que Gabriel Agreste —el padre le daba a la joven palmaditas en la espalda con cariño.

— ¡Papá, qué exagerado que eres! —rió Marinette, contenta de que sus padres se alegraran, todos sus nervios iniciales se iban disipando gracias a los comentarios de ánimo de sus padres.

— Yo no exagero, sólo estoy diciendo la verdad. Tienes mucho talento, Marinette, y ya va siendo hora de que el mundo vea lo creativa que eres —le dijo Tom a Marinette, tomándola de la barbilla y mirándola a los ojos con afecto—. No lo digo porque seas mi hija, es que todas las personas que te conocen te lo dicen… Tú vales mucho, y te lo mereces.

— La verdad es que… —Sabine deshizo el abrazo con su hija para ponerse al lado de su marido y tomó la bandeja entre sus manos—. En fin, nos apenará bastante que te marches de casa y lejos de nosotros, pero es tu sueño desde que eras pequeña. Sólo queremos lo mejor para ti, mi vida.

— Y no queremos que te pongas triste por eso, ¿eh? Ni se te ocurra recular y que nos digas de forma arrepentida "Ay, es que quiero quedarme en casa con vosotros" —decía con voz de pito el padre, imitando a Marinette, provocando la risa de su esposa y su hija—. ¡Cumple tu sueño! Podrás hacer turismo y visitarás sitios espectaculares, serás más independiente, conocerás a gente nueva... ¡La ciudad de Nueva York! ¡Estados Unidos! ¿No es fantástico?

Los padres de Marinette empezaron a hablar entre ellos comentando las bondades y ventajas de que su hija fuera a Nueva York, mientras ella los observaba con cariño desde la silla de su escritorio. Sí, había estado sopesando los pros y los contras de esta decisión, y desde luego que no fue tarea fácil… si tenemos en cuenta ciertos detallitos nada desdeñables.

A pesar de que Marinette era una chica de 18 años, alumna aplicada y popular, con una vida normal y que realizaba tareas cotidianas normales… poseía un secreto, del que nadie sabía. A parte de esforzarse mucho en sus estudios y sacar sus diseños adelante… tenía que proteger a la gente de cualquier amenaza que se cernía sobre su ciudad: ella era la famosa heroína parisina Ladybug, una suerte de chica mágica vestida de mariquita donde sus poderes se deben a la creación, curación y reparación.

La verdad es que Marinette no sabía de dónde sacaba el tiempo para luchar contra los akumas que lanzaba Papillon en días y horarios dispares… y dedicarse a las demás cosas de su vida normal, como salir con sus amistades, las clases, estudiar, ayudar a sus padres, sus creaciones, e incluso dormir… ¡apenas tenía tiempo para sí misma! Afortunadamente no estaba sola, ya que tenía a un compañero de aventuras que la había estado acompañando desde que tenía casi 14 años: Chat Noir, un chaval de aproximadamente su misma edad con apariencia gatuna y que sus poderes eran destructivos. Ellos representaban un dúo imparable, inquebrantable y poderoso, eran un equipo de superhéroes donde los villanos no tenían cabida y velaban por la seguridad de los ciudadanos.

Se sentía orgullosa de ser Ladybug, pero conllevaba un gran deber y una enorme responsabilidad, en ella recaía el gran peso de que todo regresase a la normalidad. Era —y es— una tensión constante el no fallar, el no equivocarse ni un ápice, porque de ella dependía que las personas akumatizadas por Papillon dejasen de ser controladas y regresarlas a su forma original, además de reparar todos los destrozos de las batallas. Estaba totalmente prohibido sentir miedo, huir, esconderse o escaquearse, pues era su deber. Tenía que dar la talla, siempre.

— ¿Qué pone en el ordenador? Te han escrito un correo, ¿no? —preguntó Sabine, sacando a Marinette de sus pensamientos pues ambos la vieron muy ensimismada y con la mirada perdida.

— ¡Ah, sí, perdón! —se sobresaltó Marinette, volviendo a mirar la pantalla del ordenador y empezó a leer el e-mail de nuevo antes de traducir al francés lo que ponía en el texto para que se enterasen sus padres—. Dice que habían aceptado mi solicitud de ingreso y que en un plazo de 3 días tengo que contestarles para dar el visto bueno. Luego algo de información sobre las asignaturas y cuándo va a ser el día que empiece la inauguración, con la fecha y la hora. Poco más, la verdad, porque todo estará en el Campus Virtual y la web de Dream Atélier, supongo.

— Entonces será mejor que te dejemos tranquila y contestes ese correo —asintió Tom—. Te dejamos el vaso de leche y las galletas, y no te olvides de vestirte e irte rápido porque tienes instituto.

— ¡Ay, Dios, es verdad! ¡No me había dado cuenta! ¡Y… estoy en pijama! —gritaba Marinette, poniéndose las manos en la cabeza, despeinándose completamente—. ¿Qué hora es? ¡Arg, las ocho y diez, y empiezo a las ocho y media! ¡Oh, no, qué horror! ¡QUÉ HORROOOOOR!

Sabine y Tom miraban divertidos cómo Marinette correteaba por su dormitorio en búsqueda de su ropa, sus zapatos, su mochila y su peine para cepillarse el cabello. Bajaron al salón silenciosamente mientras su hija se ponía desodorante y se cambiaba de ropa interior a la vez que lanzaba improperios porque llegaría tarde. La joven estaba pensando que mejor contestaría al correo electrónico cuando regresase a casa después de las clases, y así tendría todo el tiempo del mundo para reflexionar y escribir las palabras adecuadas para la respuesta al e-mail (que tendría que ser en inglés, lógicamente).

¿Pantalones vaqueros? Sí. ¿Camiseta blanca de tirantes? Sí. ¿Trenza al lado y bien peinada? Sí. ¿Sandalias negras? Sí. ¿Reloj de pulsera? Sí. ¿Mochila con todo lo necesario? Efectivamente. ¿Móvil con la batería cargada al 100%? Correcto. Marinette hacía notas mentales rápidas para que no le faltase nada antes de ir pitando al instituto, mientras una pequeña sombra proveniente del maniquí de su habitación se acercaba a ella con cautela.

— ¿Marinette?

— ¿Eh? ¡Ahhhh!

Marinette cayó al suelo estrepitosamente y, mientras se frotaba el trasero, una criatura un poco más pequeña del tamaño de su mano se reía. Tenía unos grandes ojos azules, era de un color rojo intenso y poseía unas grandes marcas redondas de color negro en su cabeza y su pequeño cuerpecito, que flotaba ante la presencia de la muchacha.

— ¡Tikki, menudo susto me has dado! —se quejó Marinette en voz baja para que no se enterasen sus padres y le dijeran "¿Con quién hablas?", y se levantó del suelo.

— Ups, lo siento, jeje —se disculpó la criatura y soltó una pequeña risita ahogada con sus patitas delanteras—. Sólo quería felicitarte por lo de tu admisión, no quería molestar el momento que tenías con tu familia.

— No pasa nada… Tranquila, Tikki —aseguró la joven, dirigiéndose al tocador y aplicándose colonia de té verde y un poco de bálsamo labial transparente.

Tikki, la kwami de Marinette que le otorgaba el poder de convertirse en Ladybug y la magia para combatir el mal, miraba un tanto preocupada a su portadora, la cual estaba atragantándose con las galletas y la leche de lo rápido que comía. Si bien se alegraba por ella por haber logrado entrar en Dream Atélier, ¿qué situación quedaba con sus responsabilidades como Ladybug? ¿Y si Papillon atacaba París cuando Marinette se encontrase en Nueva York?

Sabía que no podía pararla, no podría destruir su sueño desde que era muy joven y obligarla a que se quedase en la ciudad. ¿Por el hecho de ser una superheroína no podría construir sus metas y deseos, y sólo vivir bajo el yugo de la magia por esta responsabilidad? ¿No podría crecer como persona? Sí, Marinette aceptó ser Ladybug con todas sus consecuencias, pero ella —antes de ser una heroína— ya tenía un futuro por delante cargado de ilusiones y sueños, y también quería llevar una vida normal. No podía prohibirle una cosa como esa, no después de toda la energía y constancia que había puesto en este último año.

— Eh, Tikki, ¿qué te pasa? —preguntó Marinette, que había terminado de darle un último trago al vaso. Cogió un bolso pequeño, colocó la correa en su hombro izquierdo y lo abrió—. Anda, ¿te vienes?

— Sí, sí —aceptó Tikki, adentrándose en el bolso y Marinette cerró el clip de éste.

Marinette se dio un último vistazo en el espejo antes de ponerse la mochila y bajar con rapidez por las escaleras de su habitación. La casa estaba vacía, por lo que sus padres ya estaban trabajando en la pastelería —desde las siete de la mañana— que regentaban en el mismo edificio en el que vivían. Saludó a sus padres desde las ventanas de la pastelería, y éstos le respondieron el saludo con la mano mientras atendían a un cliente que iba a por una barra de pan.

Hacía una temperatura demasiado agradable para ser junio, a las puertas del verano y de terminar el curso. Sin embargo, no podía entretenerse mirando los escaparates o las calles, pues sólo quedaban 5 escasos minutos para que tocara el timbre del instituto.

Hace poco tiempo, el Instituto Françoise Dupont decidió ampliar sus clases, reformar las aulas y su sistema educativo, convirtiéndolo también en liceo, por lo que había aumentado bastante el profesorado y el número de alumnos. Aun así, los compañeros de Marinette con los estuvo en los primeros cursos del instituto seguían con ella y crecieron con ella, conociéndose aún más y averiguando cuáles eran sus puntos fuertes para luego sacar partido a sus habilidades en el futuro.

Alya Césaire, su mejor amiga, quería ser una conocida periodista. Ella llevaba una conocida web llamada "LadyBlog", pues era una fan incondicional de Ladybug y Chat Noir. Intentaba estar donde se encontraba la acción y las batallas entre los akumatizados y nuestros superhéroes, grabando con su móvil todo lo que acontecía. Marinette miraba de vez en cuando el blog, que había crecido en número de seguidores con el paso de los años, con muchísimas secciones en éste como dibujos, historias, fotomontajes, noticias de última hora, un foro donde daban sus opiniones y teorías, un chat y… ¡hasta un club de fans oficial con carnets de socio/a!

Por la parte de Nino Lahiffe —el novio de Alya y otro de sus buenos amigos—, lógicamente deseaba ser un DJ. Sus padres recientemente le compraron por su cumpleaños un sistema de sonido de buena calidad y una mesa de mezclas de último modelo, por lo que se pasaba casi todas las tardes a hacer mezclas y nuevas composiciones. Se notaba muchísimo que la música era su pasión, aunque también le gustaba filmar con su cámara, como si fuera el mismísimo Steven Spielberg.

Chloé Bourgeois era la chica pija y estirada de la clase, hija del alcalde de París. La gran mayoría de los compañeros la odiaban por su horrible y caprichoso carácter, casi nadie podía aguantarla. Todo lo solucionaba con dinero o con "Llamaré a mi padre, que es el alcalde". Digamos que era la enemiga de Marinette, casi siempre se metía con ella y le hacía la vida imposible, dejándola en evidencia muchas veces cuando Marinette no tenía la culpa de nada. Por mucho que le dijesen varias personas que mejorase su comportamiento y tratase de ser amable, ella volvía a las andadas, siempre. Ella decía que no necesitaba ir a la universidad, que su padre ya le proporcionaría un buen empleo gracias a sus contactos.

Sabrina Raincomprix era la mejor amiga de Chloé, aunque era una buena chica y la mayor parte del tiempo estaba callada. Sin embargo, era el perrito faldero de Chloé, le hacía casi todos los proyectos y deberes que mandaban y parecía su esclava, sólo le seguía la corriente para no sentirse sola. Marinette pensaba que Sabrina debería de intentar subir su autoestima y tenerla más alta para decirle cuatro verdades a Chloé, pero… parece ser que las cosas no eran tan fáciles como aparentaban ser. Le gustaría ser agente de policía, como su padre, del que se sentía muy orgullosa.

Nathaniel Kurtzberg era el artista de la clase, así que cuando se graduase iría a estudiar Bellas Artes de cabeza. Sin embargo, lo que él querría ser es un dibujante de cómics y deseaba que la gente disfrutase de sus personajes e historias. Se presentó a varios concursos de dibujo y cómics y algunos de ellos hasta los ganó. Era un chico algo tímido y siempre llevaba con él una libreta en la mano y un lápiz para dibujar, y cuando lo felicitaban por sus dibujos el muchacho enrojecía tanto como su cabello, así que decidieron apodarlo de forma cariñosa como "Tomatito".

A Alix Kubdel le encantaban los desafíos extremos, sobre todo los que implicaban ruedas de por medio. No quería dedicarse a los estudios porque no se veía en la universidad para nada y no tenía muy claro a lo que querría dedicarse en el futuro, pero al menos su familia le dijo que debería de tener hasta la educación pre-universitaria, por si acaso. Ella disfrutaba del patinaje sobre ruedas o con el skateboard. Su estilo era bastante masculino, pero últimamente tenía algunos elementos femeninos en su aspecto, así que los fusionó dándole una apariencia bastante transgresora.

Kim Lê Chiến presumía de ser el más musculoso y alto de la clase y de dársele muy bien algunos deportes, como el atletismo por ejemplo. Se enfrentaba muchas veces a Alix, para ver quién de ellos era más rápido o se atrevía a hacer tal o cual cosa. ¿Su sueño? Ir a los Juegos Olímpicos a representar a Francia en la categoría de atletismo, por lo que se había estado entrenando con preparadores y presentándose en campeonatos para mejorar su crono y sus puntajes. ¡Tenía que ser el más veloz para que su sueño pudiera cumplirse!

Max Kanté tenía uno de los cerebros más privilegiados de la clase. Las matemáticas, la informática y todo lo que tuviera que ver con los números o lo tecnológico era su perdición (en el buen sentido de la palabra). ¿Tenías un problema con tu ordenador, tablet o móvil? Él te lo solucionaba en un santiamén. ¡Incluso creó un robot con inteligencia artificial llamado Markov! Debido a sus amplios conocimientos, cuando hiciera el examen de ingreso a la universidad ya pensaría más concienzudamente sobre la carrera a la que querría dedicarse, aunque ya había barajado más de… ¡20 opciones a elegir!

El grandullón de Iván Bruel, a pesar de su apariencia dura y ruda, era un cacho de pan con las personas que eran amables con él y le importaban. También era otro de los muchachos más altos de su clase junto con Kim por sólo unos dos centímetros de diferencia. Secretamente le gustaba componer poemas e incluso letras de canciones, y se las dedicaba a su novia Mylène muy de vez en cuando, aunque no era muy bueno cantando. No tenía muy claro qué iba a hacer después del liceo, sin embargo, últimamente le atraía lo de ser guardaespaldas o alguna profesión relacionada con la seguridad.

Mylène Haprèle es la pacífica del grupo. Bajita, algo rechoncha, con apariencia hippie, pero muy amable y amante de los chistes. Si necesitas apoyo moral, esta chica siempre estará para ti y podrás contar con ella para lo que sea… ¡excepto para las cosas que den mucho miedo! Colabora por las tardes en una ONG y tiene pensado echar el currículum ahí una vez termine el instituto, ya que le encanta ayudar a los demás y trabajar en un sitio como ese le haría sentir muy útil.

Rose Lavillant era una chica vivaracha que lo veía todo de color de rosa (literalmente). Romántica empedernida, amante del color rosa, con un carácter dulce, muy positiva, un poquito despistada y algo ingenua, se preocupa mucho por los demás. Como le encantan las manualidades y los proyectos estilo "Hazlo Tú Mismo", le gustaría trabajar de profesora o monitora en cosas relacionadas con este campo.

Juleka Couffaine tiene una gran habilidad para maquillar, así que entre sus planes estará estudiar para ser maquilladora profesional. Es la más callada de la clase, muy poco expresiva, bastante introvertida y sólo habla cuando es estrictamente necesario. Debido a esto, muy poca gente nota su presencia. Su personalidad casa muy bien con su apariencia, ya que suele vestir de negro con un estilo gótico. A pesar de estos puntos "negativos", tiene buenas amigas en clase, como Rose, Marinette, Alya y Mylène.

Hablando de sus compañeros… ¡quedaban sólo 2 minutos para que comenzase la primera clase! Afortunadamente ya estaba en las compuertas del instituto y sólo tenía que buscar el aula, cuya puerta estaba entreabierta. Nada más entrar en el aula hubo un bullicio tremendo, tampoco era muy sorprendente ya que era el último día de clase y mañana iba a ser la graduación de todos ellos. Unos formaban parejas y otros grupos, cuchicheando sobre temas diversos, aunque la conversación que más ganaba protagonismo es la de "¿Qué te vas a poner para mañana?".

Después de dejar su mochila en el asiento, se reunió con Alya y Nino, que charlaban muy animadamente y los saludó dándoles los buenos días.

— ¡Hey, Marinette! —se dirigió Nino a Marinette y le pasó un brazo por los hombros—. Casi llegas tarde de nuevo, ¿qué ha pasado esta vez?

— Incluso en el último día de clase llegas con el tiempo al límite —rió Alya mientras se ajustaba sus gafas—. Nunca cambiarás.

— Gracias, ¿eh? Gracias… —suspiró Marinette con desgana mientras Alya y Nino hacían risitas maliciosas—. Bueno, lo que me pasó fue que…

— ¡Buenas, chicos! ¿Qué tal? Perdón por haber llegado tarde, había mucho tráfico y…

¡Oh! ¡Oh, no! ¡OH, NO! ¡Alerta roja, alerta roja! ¿Por qué? ¿Por qué se puso detrás de ella el chico más guapo de la clase? ¡Marinette, actúa normal, actúa normal por el amor de Dios!

— Tío, Adrien, de verdad… —Nino puso una mano en la frente, exasperado—. ¿Ahora resulta que te has puesto de acuerdo con Marinette y en el último día de clase también llegas con la hora pegada al culo? ¡Tíooo, que no es propio de tiiii!

Se unió a ellos tres Adrien Agreste antes de que tocase el timbre del comienzo de las clases. Adrien era el chico más popular de la clase y, para muchas, el más guapo. Sabía un correctísimo inglés, un perfecto chino mandarín, tocaba el piano como los ángeles y hacía un deporte tan elegante y exigente como el esgrima. Además, era el hijo de Gabriel Agreste, por lo que él tenía que modelar para su padre y tomarse sesiones de fotos —como modelo que era— para su línea de productos. Muy caballeroso, atento con los demás, amable, amigo de sus amigos, bueno en los estudios, alto y delgado, con un rostro precioso, un cuerpo perfecto, unos ojos esmeraldas en los que podías perderte en su mirada, su pelo parecía confeccionado por los rayos del Sol… ¿Pero por qué es tan perfecto y tan inalcanzable a la vez? ¿Por qué Marinette, a pesar de los años, seguía bombeándole el corazón con tanta virulencia cada vez que estaba cerca de él?

— Claro que no es propio de mí, Nino —se rascó la cabeza el rubio, cuyo cabello le llegaba por los hombros—. Pero, ¿qué hago? Tenía que ir en el coche y me llevaba Gorilla, y encima salí tarde de la sesión de fotos para el anuncio de un perfume de mi padre y…

— Tranqui, chaval, tranqui, ya lo hemos pillado —Nino le dio palmaditas en la espalda a su mejor amigo, mientras Adrien le tiró ligeramente de la oreja—. Anda, deja ya tus cosas que pronto empezará la clase, aunque poco tenemos que dar ya… Para el último día que es…

Entre risas se colocaron en sus asientos a la espera de la llegada de su tutora, que les dijo "Buenos días" a sus alumnos y colocaba sus pertenencias en el escritorio del profesor. Era joven —no llegaba ni a los 35 años de edad—, alta y delgada, de largo cabello negro y los ojos color chocolate enmarcados en unas gafas oscuras, poseía una tez pálida con un lunar en la mejilla. Se llamaba Colette Flament y se incorporó hace dos años en el profesorado del instituto. Sacó unas hojas de papel (ya impresas) de su bolso y empezó a entregarlas a su alumnado.

— Bueno, hoy es el último día de clase —comenzaba a hablar Colette con una voz grave y calmada—, así que os doy la circular con los detalles del evento de mañana. Vuestra graduación, vuestra puesta de bandas, será mañana a las 19:30 en el Salón de Actos.

— Señora Flament —alzó la mano Sabrina, sentada al lado de Chloé que se miraba las uñas con demasiado interés—. ¿Dónde nos sentaremos nosotros y nuestras familias? Por lo que sé, no somos los únicos de nuestra clase los que nos vamos a graduar…

— Efectivamente, Sabrina —asintió Colette, haciendo un gesto con el dedo índice—. Hay 2 clases más que se graduarán mañana junto con nosotros. Por eso hoy haremos los ensayos y se os indicará en qué lugar estarán vuestros familiares, así que estad tranquilos por ese detalle.

— Hoy no habrá clases, ¿verdad, señora Flament? —preguntó Max, sacando su tablet para ir anotando los detalles que decía la tutora y a la vez haciendo un esquema de lo que ponía en la hoja para tener toda la información destacada en su dispositivo.

— No, Max —negó con la cabeza Colette y luego se ajustó sus gafas—. Al ser hoy el último día, digamos que será un día entero de tutoría (así que estaréis la mayor parte del tiempo conmigo), aunque lo dedicaremos en su mayoría a los ensayos. Seguramente, el director Damocles nos avise por megafonía para ir al Salón de Actos.

— Entendido —dijo Max sin mirarla mientras escribía concentrado.

— Os recuerdo —saltó de pronto Chloé, levantándose del asiento y dirigiéndose a sus compañeros— que luego el banquete después de la graduación es en el hotel de mi padre. Así que espero que vuestros modales en la mesa sean impecables…

— ¿Qué pasa, Chloé? —se rió de ella Alix, poniéndose repipi para imitar a la susodicha—. ¿Acaso necesitamos un cursillo rápido de etiqueta? ¡Venga ya!

Todos le rieron la gracia a Alix, mientras Chloé se puso de morros y de nuevo se sentó en su pupitre ignorando las risas y alguna que otra carcajada; la profesora pasó por alto esta anécdota y seguía contestando a varias dudas y preguntas de su alumnado, charlando con normalidad e ilusión en un ambiente bastante relajado que parecía el momento del recreo.

Al cabo de una hora más o menos, el director llamó por megafonía a los tres cursos que había en total para ir al Salón de Actos y empezar con los ensayos de la graduación. De hecho, el señor Damocles en pocos minutos estaba allí, situado encima del escenario con un micrófono en mano para explicar cómo se tenía que proceder con la puesta de bandas. El curso de Marinette sería el primero en graduarse y estaría sentada entre Juleka y Mylène (por el orden de apellidos) y en primera fila, aunque realmente el primero en graduarse sería Adrien, seguido de Chloé y Alya.

Pudieron ver de lejos a Lila Rossi, una chica que vino de intercambio desde Italia años atrás, y se ganó la fama de ser una mentirosa compulsiva y una manipuladora para conseguir lo que quería, incluso a cualquier precio y condición. Tuvo varios encuentros desafortunados con Marinette y apenas se hablaban, porque Marinette odiaba a la gente que mentía y que era tan falsa como un billete de 30 euros.

También estaba Kagami Tsurugi, de origen japonés, que coincidía en la clase de Lila y daba esgrima junto con Adrien, así que compartían clase extraescolar. Era una joven algo callada, firme, disciplinada y estricta, muy guapa con esos rasgos asiáticos. Se llevaba bastante bien con Adrien y, de hecho, tenían algunas afinidades relacionadas con sus vidas: padres ausentes, exigencias y rectitud por parte de su familia, el miedo a no fallar y tener que ser los mejores…

El director Damocles indicó que los padres y familiares tendrían asignados sus asientos gracias a un papel que hay en éstos con el nombre del alumno. También dijo que el evento empezaría con unas palabras de él dirigidas al público, seguidamente de un discurso de los tutores de los tres cursos por orden. Más adelante, aparecerían por el escenario los delegados de cada curso, comentando a los demás —en forma de discurso también— los acontecimientos y anécdotas más destacables de su jornada escolar en estos últimos años y, por último, un vídeo confeccionado por los propios alumnos con música, fotografías o grabaciones sobre su experiencia en el instituto y con los compañeros. Luego les irían nombrando por orden alfabético, uno por uno, a que subieran a la tarima, el director les daría el diploma y el tutor les colocaría la banda en el hombro, después los alumnos estarían un rato parados enfrente del público para que les hicieran fotos y, finalmente, volverían a los asientos.

No era complicado, a decir verdad… lo pesado del asunto sería la duración del evento, que sería aproximadamente de unas dos horas y media. Marinette sabía que ella, junto con Alya, tenía que hacer el discurso delante de todo el mundo. Sin embargo, no lo confeccionó sola, sino que les preguntó a todos sus compañeros para que fuera más integrador.

La de tardes que quedaron ella y Alya para terminar el discurso de 4 hojas (escrito por ambas caras) no se las quitaría nadie, pero se lo pasaron muy bien realizándolo entre anécdotas divertidas que iban recordando, tachones y reescrituras en folios, lluvias de ideas anotadas en notas de colores, marcadores neón para resaltar datos y bolígrafos de distintos colores para diferenciar partes, rodeadas de refrescos, botellas de agua y pastelillos varios de la tienda de sus padres mientras hacían algunas pausas para luego continuar.

Chloé se hacía selfies cada dos por tres para admirar su "inigualable" belleza, a veces incluía a Adrien en las fotografías. Él aguantaba como un jabato, con una sonrisa de suficiencia, en cada flash de la cámara del teléfono móvil de la hija del alcalde. Si somos sinceros, Marinette no sentía rabia o celos de Chloé o Kagami… ella había madurado y había entendido ciertas cosas, y tampoco podría ser posesiva y controlar con quién debería estar Adrien y qué tipo de compañías femeninas tenía.

Sí, sentía muchas emociones fuertes por él, había sido su primer amor —y lo sigue siendo— pero ya no actuaba como la chiquilla de catorce años que era por aquél entonces. No se ponía tan nerviosa y podía tener una conversación normal y decente con Adrien, como buenos amigos que eran… Pero el nerviosismo interno permanecía, algún sonrojo se escapaba y, a veces, se sobresaltaba o tartamudeaba si Adrien la pillaba de sorpresa o en algún momento de concentración o despiste.

Ella había quedado en grupo junto con Adrien, Alya y Nino —incluso con otros compañeros de clase, cuando se terciaba hacerlo— yendo al cine a ver películas, a algún pub para bailar y charlar en un ambiente animado, dar una vuelta por algunos parques cercanos de la ciudad o incluso a algunos conciertos del famoso cantante de rock Jagged Stone.

Compartir esos momentos con Adrien, aunque fuera en compañía y no a solas, eran gratos recuerdos para ella porque podía verlo en diferentes prismas y ambientes, aprendiendo cómo era él, cómo era su personalidad y cómo se comportaba (todo fuera del ámbito escolar). Aunque no sabía al 100% cómo era el joven rubio, sabía que podía contar con Adrien para lo que fuera.

¿Confesarle su amor algún día? Estaba totalmente descartado. Sabiendo que ella se iba a ir a Nueva York en breve (prácticamente en dos meses), sería bastante extraño declararle sus sentimientos y luego marcharse para no verle en una buena temporada. Las relaciones a distancia —según ella— no funcionaban al cabo del tiempo. También quedaba este interrogante: si él sentía algo por ella, más allá de la amistad y compañerismo que se tenían… Al menos, él le dijo en más de una ocasión de que se sentía a gusto con ella y que la encontraba graciosa en esos momentos de torpeza tan característicos. Por eso podría respirar aliviada, pero también había otra pregunta más que formular… si él supiese que ella era Ladybug, ¿la aceptaría, la amaría? ¿Sabría lidiar con que su novia es una superheroína que arriesga su vida, día sí y día también? Pero, aun así, lo seguiría amando… y nadie podría quitarle este sentimiento tan incrustado en su corazón. Ni siquiera… Chat Noir.

El día en el instituto transcurrió rápido entre los ensayos, la vuelta al aula para las indicaciones finales de la tutora y las últimas dudas, el recreo, las charlas con los compañeros y poco más. El tiempo voló de una forma tan vertiginosa que ya eran las cinco y media de la tarde, y estaba terminando de redactar el e-mail que iba a enviar a la directora de Dream Atélier. Marinette dio un largo suspiro cuando le dio al botón de "Enviar" una vez que había releído, por lo menos, tres veces el texto por si había alguna equivocación al escribirlo o si le faltaría algún detalle importante. Cerró con languidez la ventana del correo electrónico y vio el fondo de pantalla de su ordenador con una mirada de nostalgia: una foto de ellos cuatro (ella, Alya, Nino y Adrien) vestidos con ropa para salir de marcha, teniendo como fondo la Torre Eiffel iluminada porque anochecía en el lugar.

No sabía por qué, pero… tenía ganas de llorar. Se iba una etapa de su vida y comenzaría otra, en otro lugar, en otro ambiente, en otro país y, sobretodo, sin su gente. Estaría sola, sin nadie que ella conociera y que la acompañase en su nueva aventura. No había dado ningún paso atrás en ningún momento, sabía cuál era su elección desde un inicio, y fue marcharse de su ciudad para estudiar en el extranjero, y así poder aprovechar la oportunidad de formarse en Nueva York en la academia fundada por su mayor ídolo.

Sus amigos más cercanos la habían apoyado —incluido Adrien—, muchos de sus compañeros la animaron a que lo hiciera, su familia también estuvo implicada con ella al 100%, incluso el Maestro Fu. Quien no lo sabía era Chat Noir, porque desconocía cómo se lo tomaría, tenía miedo de su reacción y no quería enfrentarse a ello. Pero no podía evitarlo para toda la eternidad y algún día se lo tendría que decir, lo quiera ella o no…

— ¿Marinette? —se acercó Tikki, observando a su portadora que, al final, empezó a sollozar ligeramente.

— No… no sé… —Marinette se quitó las lágrimas con el dorso de la mano, con la mirada algo perdida—. Si-Simplemente… está… hecho… Y no pu-puedo re-retroceder… No debo…

Tikki se acercó a la cara de la chica, apoyando sus patitas delanteras en las mejillas de Marinette, mirándola con ternura con sus ojos grandes de color azul cielo. La joven derramaba más lágrimas por sus mejillas, poco a poco sintiéndose más desbordada gracias a los sentimientos que fluían.

— Entiendo cómo te sientes —asintió la kwami con una sonrisa comprensiva—. Sé que son muchas cosas las que se te vienen encima y hay muchos pensamientos por tu mente. Pero… es tu sueño.

— El… el Maestro Fu… —balbuceaba la muchacha de pelo oscuro, enrojeciéndose más sus ojos y su nariz por el llanto—. Me… va a… odiar…

— ¡No! —los ojos de la hada de la creación se abrieron como si fueran unos platos llanos de 20 centímetros—. ¡No digas eso!

— Me… me quitará el mi-miraculous… —Marinette tocó los pendientes oscuros que tenía en las orejas con desesperación, pues con ellos tenía la habilidad de transformarse en Ladybug.

— Pero si él te apoya, a pesar de todo…

— No… —negó fuertemente con la cabeza su portadora—. ¡No seré más La-Ladybug! Sé… Sé que se lo… entregará a o-otra…

— Eso… eso no lo sabes, Marinette…

— Y… Chat… —ella ocultó su rostro lloroso con sus manos, haciendo que Tikki se apartase y la observase con más preocupación—. Chat no me pe-perdonará… Le he o-ocultado esto durante mu-muuucho tiempo… Me o-odiará también… ¡Soy un asco de pe-persona!

Gimiendo y llorando, Marinette se fue a al diván de su habitación a lamentarse. Afortunadamente sus padres no estaban en casa, pues estaban en la pastelería trabajando, así que no tenía ningún riesgo a que la escucharan llorar o hablar con el pequeño ser de color rojo que había estado conviviendo con ellos secretamente durante años. A veces ponía su cara en el cojín para amortiguar las palabrotas que salían por su boca, y otras lloraba a pleno pulmón retorciéndose en el asiento.

Tikki estaba acompañándola, acariciando su pelo con delicadeza o dándole besos en la frente con ternura, pues sabía que no podía hacer nada más que estar allí para ella. Quería que lo soltase todo, que se desahogase, era lo necesario en aquél momento. Marinette era un torbellino de emociones ahora mismo, por lo que necesitaba expresar lo que sentía y poder verbalizarlo de alguna manera.

Pasaron los minutos, hasta que por fin pudo calmarse. Se levantó y se observó en el espejo, viendo cómo quedó su cara después de la llorera que se pegó. Sorbió la nariz mientras que en su mano derecha tenía dos pañuelos, uno en el que se secaba sus lágrimas saladas y otro con el que se sonaba los mocos de la nariz.

— Joder… Tengo los ojos colorados… He llorado demasiado —musitó la joven, acercándose el pañuelo a la nariz—. Mis ojos parecen dos pelotas de ping-pong…

— ¿Ya estás más tranquila? ¿Te sientes mejor? —preguntó Tikki, también mirando a Marinette a través del espejo y viendo su reflejo.

— Un poco… supongo —Marinette se dirigió a la papelera para tirar los pañuelos de papel—. Creo que… es momento de avisar a Fu, y decirle que he sido admitida. Y… a ver qué puede él hacer con el tema de los akumas si yo no voy a estar por aquí…

— Mmm… Marinette… —Tikki miró de soslayo a su compañera, moviendo su pequeño cuerpo con incomodidad—. ¿Has… Has pensado en que debería de ser el momento adecuado… para decírselo… a Chat Noir?

Marinette miró el suelo, cabizbaja. Tikki tenía razón, no podía seguir ocultando esta información a su compañero de aventuras durante tanto tiempo. Chat Noir era alguien importante en su vida, aunque no lo pareciera. Tenía mucha confianza con el muchacho, él siempre estaba para protegerla, o para apoyarla en sus planes para acabar con los akumatizados, patrullando por las tardes —o las noches— por si había algún percance o urgencia… Pero la chica intuía que el hecho de que ella se fuera del país no le agradaría al superhéroe gatuno en absoluto. Siempre habían sido un equipo, pero él ya tendría su andadura en solitario cuando Marinette estuviera en Nueva York… Incluso puede que el joven la convenciera de no irse al extranjero para que se quedase con él, en París, y siguiera siendo Ladybug.

— Chat… es mi amigo —murmuraba Marinette, mientras se lavaba la cara en el cuarto de baño (ambas habían abandonado la habitación de la chica) y luego se estaba aplicando un tónico facial para calmar su rostro enrojecido—. Siento que le he traicionado, ocultándole esto. No sé si me apoyará, o si se sentirá dolido, o me rechazará. Puede que incluso me grite… o me convenza de quedarme.

— Eso no lo sabemos… Pero tienes que decírselo —contaba Tikki, sentada en un mueble del baño—. Primero habla con el Maestro Fu, a ver qué te puede decir… Y luego ya con Chat…

— Sólo espero que salga todo bien… —se miró al espejo la joven, viendo si su cara tenía algún signo de haber llorado, y suspiró mientras agarraba con fuerza los bordes del lavabo—. Necesito que ambos estemos bien…

— Seguro que sí… Ya verás que todo saldrá bien, Marinette —afirmó la kwami.

Marinette también asintió y volvió a suspirar. Necesitaba tranquilizarse pues notaba que se volvería a poner nerviosa en pocos segundos. Sólo tenía que llenar sus pulmones de aire de forma lenta, para luego expulsar ese aire de forma calmada. Lo hizo durante unos dos minutos más o menos, y vio que su respiración se sosegó al igual que su estado de ánimo. Tomó entre sus manos un lápiz labial de un tono ligeramente rosado para aplicárselo en los labios, y le indicó a Tikki de que salieran del cuarto de baño.

Se sentó en el sofá del salón y sacó su teléfono móvil, marcando el número del Maestro Fu. Con sólo dos toques, él respondió a la llamada de Marinette.

— Hola, querida Marinette —la voz del anciano sonaba muy calmada y amigable—. Si me llamas, es por algo importante, ¿me equivoco?

— Hola, señor Fu —respondió ella y cogió un mechón de pelo entre sus dedos, retorciéndolo con rapidez—. Sí, así es, y me gustaría quedar esta tarde, si es posible. ¿Podrás?

— Por supuesto —asintió el Maestro. Marinette podía escuchar a lo lejos un murmullo que no provenía de la boca de Fu, sino de Wayzz, su kwami—. Esta tarde no tengo a nadie, así que puedes venir cuando quieras.

— Está bien, me acercaré en unos diez minutos —dijo la chica, levantándose del sofá para irse por las escaleras en dirección a su habitación.

— Te estaré esperando, pues. Hasta luego, Marinette —se despidió Fu y colgó, y de manera automática guardó el móvil en el bolsillo de su pantalón.

Ya en su cuarto, se perfumó y retocó su rostro por si quedaba alguna imperfección, y cogió un bolso gris oscuro para introducir las llaves de su casa, su teléfono móvil, el monedero, pañuelos y alguna que otra cosa. Tikki se introdujo en el interior del bolso y volvieron a salir de la habitación de Marinette. Al pasar por el salón, llegó a la cocina y vio que era bueno coger algunas pastas, ya que a Fu le encantaba beber té cada vez que ella y él quedaban en el apartamento de éste. Una vez envueltos los dulces, salió de su casa rumbo al hogar del Maestro Fu.

El cielo parecía tener unos tonos anaranjados y el Sol se iba poniendo poco a poco en el horizonte. Las terrazas de algunas heladerías o bares se empezaban a llenar de gente, disfrutando de sus helados, dulces o bebidas refrescantes. Otras personas se fijaban más en los escaparates de los establecimientos que había en las calles y otras salían de éstos con bolsas de sus últimas compras. Ése era el bullicio del barrio de Marinette, a las puertas del inicio del verano, a estas horas de la tarde.

Después de pasar por varias calles, llegó al edificio donde el señor Fu vivía y trabajaba. Tocó al portero electrónico para que le abriera, subió las escaleras y encontró que la puerta estaba entreabierta. Aun así, ella dio tres ligeros toques a la puerta con su puño por mera cortesía y escuchó un "Adelante, adelante" que le indicaba que entrara en la estancia.

Marinette cerró la puerta tras de ella mientras observaba cómo un simpático anciano, que superaba amplísimamente los 100 años de edad —casi llegando a los 200—, vertía té en unas pequeñas tazas de porcelana china hermosamente decoradas con filigranas azules. Sonaba de fondo una tranquila música oriental a través de un gramófono muy antiguo pero bien conservado. Tikki salió del bolso de su dueña y se reunió con Wayzz, un kwami de color verde brillante que representaba a una tortuga y que estaba con el Maestro Fu.

La joven puso las pastas encima de la mesa y colocó su bolso en un perchero, no sin antes coger su teléfono móvil por si acaso.

— Oh, has traído pastas, ¡fantástico! —rió Fu, sentándose y desenvolviendo la tela en donde se conservaban las pastas—. Nada mejor que un té con pastas para pasar un rato agradable. ¿A qué saben ésta vez?

— Son de canela y jengibre con un ligero toque especiado —se sentó Marinette al lado de él y le dio un sorbo a su té, que tenía la temperatura adecuada para tomarlo—. Y el té…

— Canela y manzana —respondió el señor, también bebiendo de su taza de té—. Parece que la canela gana esta vez.

Ambos rieron por la ocurrencia del sabor en el té y los dulces. Tikki y Wayzz también bebían té, pues tenían en sus pequeñas manos tacitas diminutas donde podían beber tranquilamente. Marinette miró al Maestro Fu con algo de preocupación, pues ésta no era una reunión normal y tendrían que hablar largo y tendido sobre su admisión en la academia y qué se haría a partir de ahora. Fu notó la incomodidad de Marinette gracias a su mirada y la rigidez de su cuerpo, y lo que hizo fue poner una mano en su hombro izquierdo con firmeza y a la vez calidez, para que se sintiera segura y no dudara en decirle lo que le tendría que comentar.

— He sido admitida —soltó de pronto ella, dejando la taza en la mesa con algo de torpeza—. Así que me iré a Nueva York.

— Eso es estupendo —sonrió Fu con una amplia sonrisa—. Me alegro mucho por ti, Marinette.

— Muchas gracias… —Marinette sintió que sus mejillas se tiñeron ligeramente de color rosa—. Sé que me has apoyado en esto, pero sigo preocupada…

— Pues no deberías… —el Maestro negó con la cabeza, todavía manteniendo una sonrisa en la cara e intentando tranquilizar a Marinette con su actitud calmada—. Sé que te preocupa lo que pasará después, pero ya verás que las cosas son más sencillas de lo que parecen. Así que no deberías de angustiarte…

— Es que… pienso que… —balbuceaba Marinette, pareciendo que no encontraba las palabras adecuadas para dar a entender su preocupación, no se sentía tranquila—. Irme a Nueva York puede ser un error muy grave, porque… ¿y si ataca Papillon cuando ya no esté aquí?

— Querida niña —decía Fu con voz suave mientras acariciaba el hombro de Marinette de forma paternal—. Para todo hay solución. Y si lo dices por Papillon y las personas a las que akumatiza, no te preocupes…

— Pe-pero… ¡soy la única que puede purificar a los akumas! —mostró algo de indignación Marinette. ¿No preocuparse por lo que haría Papillon? ¿Cómo iba a ser eso posible?—. ¡La única que puede devolver a su estado normal a la gente, edificios, objetos…!

— Bien es cierto eso, no te lo puedo negar… Ladybug es indispensable para que todo vuelva a la normalidad, porque aporta un equilibrio que sólo ella puede otorgar. Sin embargo, y como te vuelvo a repetir, todo es más sencillo y más fácil de lo que parece. No debes atormentarte por ello —comentó el anciano con el mismo tono de voz que le caracterizaba, levantándose y cogiendo una tablet de una repisa que estaba cerca de la mesa donde tomaban el té—. De hecho, las respuestas a esos interrogantes las tenemos justo aquí.

Marinette dejó su enojo de lado y se acercó a Fu con algo de curiosidad. Se acordó de que en la tablet del Maestro Fu tomaron fotografías del libro dedicado a los miraculous, los héroes, los poderes que podrían obtener los poseedores de estas joyas tan prodigiosas, entre otras curiosidades. Todavía se preguntaba cómo era posible que Gabriel Agreste tuviera aquel libro en su poder, aunque sabía que algunos elementos del libro le eran de inspiración para diseñar diversas joyas de la colección Gabriel.

Fu escudriñaba las páginas fotografiadas, arrastrando su dedo índice por la pantalla con rapidez, hasta que dio con una página en concreto: los kwagatamas. Marinette recordó que Tikki le dio uno de color rojo cuando había sido su cumpleaños hace algunos años, y la manera en que se lo dio y fabricó fue bastante… "especial", por así decirlo. Desde entonces, llevó esa especie de amuleto consigo ya fuera en forma de collar, dentro de algún bolso suyo, o donde fuera. Los kwamis se acercaron a Fu y se posaron en sus hombros para mirar lo que estaba leyendo.

— Mmm, interesante, interesante —decía él, mirando con mucho interés el texto y los dibujos de dicha página—. Sí, la solución está en tu kwagatama. Al menos, es una solución a corto plazo y podría servir… Sí, sí…

— ¿De verdad servirá? —preguntó Marinette, con algo de incredulidad en la mirada.

— Por supuesto —asintió el Maestro Fu, y extendió su mano—. Déjame tu kwagatama, por favor.

La muchacha se dirigió hacia donde estaba su bolso y sacó de éste una pequeña bolsita semitransparente de tela de color rojo, la abrió y mostró un collar con un colgante en forma de coma de un color rojo intenso. Se lo entregó al anciano sin titubear y ambos se volvieron a sentar para seguir tomando el té, que ya empezaba a enfriarse.

El Maestro Fu dejó el dispositivo en la mesa mientras le daba un último trago a la taza y comenzó a explicar la alternativa propuesta por él para cuando Marinette no estuviera en París.

— Esta especie de amuleto, tu kwagatama, representa una de las mitades del Yin y el Yang. Como ya te expliqué en más de una ocasión, esta filosofía de la equivalencia, la dualidad y el equilibrio de todas las cosas y del universo relacionada con los miraculous y su poder, viene dada por el taoísmo.

Marinette lo único que hacía era asentir con la cabeza, intentando retener toda la información posible a la explicación que le estaba dando Fu. Para ella, él era una gran fuente de sabiduría y había aprendido mucho sobre los miraculous o de su papel como heroína gracias a sus consejos. Sin embargo, había muchos misterios por descubrir, los cuales desconocía por completo.

Aunque el Maestro Fu había decodificado el libro entero y sí había desentrañado los secretos de éste, estos conocimientos se los había guardado para sí mismo, a la espera de que Ladybug y Chat Noir hubieran madurado lo suficiente, o alguna situación importante o límite lo requiriese, para desvelar alguna información del libro que les pudiera ayudar. Y el día había llegado.

— Este amuleto de color rojo representa el Yin —seguía explicando él, observando el kwagatama de Marinette—. Realmente se representa con el color negro, pero tú al ser Ladybug ha tomado este color.

La muchacha sorbió lo poco que tenía su taza y vertió el contenido de la tetera en ambas tazas, cuyo líquido humeaba gracias a que la tetera conservaba el calor del té. La verdad es que ella no se había puesto a analizar demasiado el significado de su kwagatama, sólo que Tikki le mencionó que fue fabricado por los cabellos de las antiguas portadoras de las joyas de la creación. Tikki se fue con Marinette, dejando al Maestro Fu con Wayzz y se posó suavemente en la cabeza de ésta.

— El Yin puede significar muchas cosas: lo femenino, lo pasivo, lo intuitivo, lo material, la oscuridad, la noche, la quietud, la suavidad, el frío, la Luna. No obstante, el Yang representa lo contrario al Yin: lo masculino, lo activo, la lógica, lo inmaterial, la luz, el día, el movimiento, la fortaleza, el calor, el Sol.

— Perdón, Fu —le interrumpió Marinette—. ¿Por qué me parece que a mí me corresponde más el Yang que el Yin, según lo que me estás explicando? Porque veo muchas características del Yang reflejadas en mí…

— ¿Y no encuentras algunas particularidades que tiene el Yin con las que puedes sentirte identificada? —le preguntó Fu a la chica, con una mirada risueña y una sonrisa muy amplia—. Marinette, observa el dibujo atentamente.

Fu se levantó de nuevo y se encaminó en dirección al gramófono. Mientras tanto, Marinette vio la forma que tomaban el Yin y el Yang a través de la pantalla: dos mitades, una de color blanco y otra de color negro, como si fueran dos comas o dos gotas de agua. Parecían que querían mezclarse con sus formas sinuosas, como si fuesen juntas una espiral que no tuviese fin. Ambas mitades construían un círculo más grande. Sin embargo, el Yin tenía un pequeño círculo negro, mientras que el Yang tenía un circulito blanco.

El Maestro volvió a la mesa con el cofre donde tenía guardados los restantes miraculous y lo abrió con delicadeza. En el interior había secciones con símbolos de diversos colores: morado, azul, verde, amarillo y naranja; y en esas secciones tendrían que estar los miraculous de la mariposa, del pavo real, de la tortuga, de la abeja y del zorro, respectivamente. Estas secciones, como pétalos de una flor, rodeaban el centro, donde había otras dos secciones: una blanca con la huella de la pata de un gato y otra negra que tenía un círculo rojo con cinco puntos negros. No había observado hasta este momento que la sección blanca pertenecía a Chat Noir y la negra a ella, a Ladybug.

— ¿Empiezas a comprender mejor?

Marinette empezó a comparar el símbolo del cofre con la hoja fotografiada del libro, intentando averiguar qué era lo que quería decirle con ello.

— Si bien a Chat Noir le pertenece el Yang, también tiene una ligera parte de Yin. Contigo ocurre lo mismo: tú eres el Yin, pero tienes elementos del Yang. No todo es cien por ciento puro, ni todo negro, ni todo blanco, sino que hay muchos tonos de grises. Vosotros tenéis parte del uno y del otro, sois contrarios pero también complementarios. El Yin no puede existir sin el Yang, y a la inversa. Todo tiene un equilibrio, una armonía, y eso es lo que representa el Yin y el Yang.

— Eso es lo que simbolizamos nosotros… —decía en voz baja Marinette, empezando a comprender.

— Efectivamente. Chat Noir es la destrucción, mientras que Ladybug es la creación. Pero, curiosamente, el Yang se relaciona con la creación y el Yin es totalmente lo contrario. Puedes pensar que Chat Noir es la noche y tú el día, o que él es más pasivo mientras tú eres la que decides qué hacer en cada momento. Sin embargo, no es del todo así… Por eso, todo tiene su razón de ser, todo tiene su explicación.

— Entonces tengo parte de Yang, aunque sea el Yin… Y él tiene Yin, aunque mayormente sea el Yang —llegó a esta conclusión la joven.

— Correcto —afirmó el anciano—. De momento, esto es lo único que te puedo comentar sobre el Yin y el Yang. Los miraculous, sus misterios y las leyendas y poderes en los que se basan, están rodeados de mucho misticismo y mucha magia encubierta que todavía no se han descubierto. Con el paso del tiempo, Chat Noir y tú lo comprenderéis mucho mejor y os daré más consejos sobre ello. Algún día, necesitaréis estos kwagatamas a su máxima potencia, pero cuando llegue el momento.

— Sí, comprendo —asintió la muchacha—. Entonces, ¿cómo resolverá mi kwagatama la situación de mi partida a Nueva York?

— Como bien sabes, Tikki fabricó este amuleto gracias a los cabellos de las antiguas portadoras de la joya de la mariquita —Fu volvió a sostener el colgante y Tikki se acercó a éste—. No obstante, este regalo que te dio hace unos cuantos años está cargado de energía, esa energía que utilizas cuando convocas tu Lucky Charm y luego lanzas el objeto creado con tu frase "Miraculous Ladybug", devolviendo las cosas a su estado original antes de la akumatización.

— ¿Tiene… tiene poderes? —se sorprendió ella, señalando con el dedo índice el collar—. Yo pensaba que era un amuleto que simbolizaba nuestra amistad…

— Obviamente es así, un símbolo de vuestra amistad, cuando hay una ocasión muy importante que celebrar o realmente lo merezcas. También Chat Noir recibió el suyo, pero algo más tarde que tú porque así su kwami lo decidió —contaba él, dejando el collar en el centro de la mesa y cogiendo un dulce de los que trajo Marinette para llevárselo a la boca y degustarlo con placer—. No obstante, estos objetos tienen una carga energética, que se ha ido acumulando a lo largo de los años y que se relacionan con vuestros poderes más importantes. En el caso del tuyo, se podrán purificar las mariposas akumatizadas, sin la necesidad de tu yoyó, aunque no restablezca los daños causados por las batallas o lo que haya provocado el akuma.

Marinette abrió la boca muchísimo y estaba perpleja, con los ojos como platos. No sabía que su kwagatama tendría ese poder purificador, aunque sólo fuera para blanquear de poder negativo una mariposa oscura creada por Papillon. Eso la hizo aliviarse muchísimo y dejar de sentirse tensa, pues sus músculos se relajaron tanto que casi se iba a caer de su asiento. Tikki revoloteó alrededor de Marinette mientras reía, y todos se unieron a su risa. Se incorporó y tomó entre sus dedos una de las pastas que ella trajo y se la comió. Fu siguió hablando entre los ligeros sorbos que daba a su té y los mordiscos a los dulces.

— Esto mismo se lo explicaré a Chat Noir y se quedará con tu kwagatama. Así, él podrá purificar los akumas sin problema.

— Entendido —aceptó de buena gana Marinette—. No tengo ningún inconveniente de entregárselo yo… o quizás tú deberías…

— Lo mejor será que se lo des tú —le contradijo el anciano, viendo que la muchacha se puso nerviosa al pensar que tendría que darle tal objeto a Chat Noir—. Sois compañeros de aventuras desde hace varios años y apreciará el gesto de que, algo tan personal como lo es tu kwagatama, se lo des en mano.

— Está bien —se resignó Marinette, dando un ligero suspiro—. Supongo que no me queda más remedio.

— De momento, quédatelo —Fu cogió de nuevo el collar y alargó el brazo para que Marinette pudiera alcanzar el colgante—. Es indispensable que siga llenándose de tu poder purificador. Cuando quede poco tiempo para quedarte por aquí y tengas que irte pronto a Nueva York, se lo darás a él. Al menos, ya tenemos este asunto resuelto.

El té se acabó a los poco minutos y ya no había ningún dulce que comer, así que Marinette se ofreció a lavar las tazas y la tetera, gesto que Fu agradeció y se quedó sentado, observando a los kwamis cómo hablaban entre ellos y, de vez en cuando, él intervenía con alguna anécdota u opinión. Marinette regresó al poco tiempo y se sentó al lado del Maestro, todavía dándole vueltas a la cabeza a otro asunto que la inquietaba.

— Marinette, querida… ¿qué ocurre ahora? —preguntó Fu, posando una mano en la de Marinette, que estaba algo temblorosa—. Pensaba que estarías más tranquila con la solución que hemos encontrado a la purificación de los akumas…

— Sí, si eso me tranquiliza… —masculló la chica, que tenía un tic nervioso en la pierna derecha y, finalmente, su cuerpo tiritaba en general—. Pero… Ya que Chat Noir hará todo el trabajo y estará solo… ¿No es mejor que… yo deje de ser Ladybug? ¿Y así puede otra chica ocupar mi lugar?

Wayzz y Tikki dejaron de hablar animadamente, pues no se esperaban esa declaración (aunque Tikki sí, pues ése era otro de los miedos que tenía su portadora y que le dijo esta misma tarde en casa) y vieron que la joven empezó a derramar lágrimas silenciosas. Lo único que hizo Fu fue dejar de coger la mano de Marinette y acogerla entre sus brazos. Y ella rompió a llorar de nuevo, sintiéndose avergonzada por haber dicho esas palabras, con mucho miedo en el cuerpo por si tendría que abandonar su miraculous, y no sabía si Fu estaría de acuerdo con que otra chica ocupase su puesto como Ladybug para que Chat Noir no tuviera tanta carga sobre los hombros.

Aunque el cuerpo de Fu era pequeño en tamaño comparándolo con el de ella, se sentía a gusto. Él, con el paso del tiempo, se había convertido en una persona cercana, campechana, sencilla, amable, tierna, pero también llena de sabiduría y con un gran sentido de la justicia. Tenían una relación muy cercana y bonita, de tú a tú (y por eso Marinette dejó hace mucho tiempo de hablarle de usted), que casi parecían abuelo y nieta. Gracias a este señor, Marinette había evolucionado no sólo como Ladybug sino como persona también.

— Lo siento mucho —se disculpó Marinette, sorbiéndose la nariz, pues ya estaba más tranquila y se incorporó del abrazo de Fu—. Soy una completa idiota.

— No tienes que disculparte —le decía Fu mientras le quitaba las lágrimas a Marinette con un pañuelo de tela que tenía en el bolsillo de su camisa hawaiana—. En cuanto a esas dudas, no te preocupes, puedes seguir siendo Ladybug.

— ¿Qué? —dio un respingo la muchacha, muy sorprendida, y empezó a lanzar preguntas rápidamente—. ¿Cómo? Pe-pero… ¿y Chat Noir? ¿Qué será de él? ¿Todo lo hará solo? ¿No sería mejor que entregue mi miraculous? ¿No es mejor que haya otra portadora?

— No, tranquila —dijo con tranquilidad Fu, observando cómo Marinette tocaba sus pendientes—. Debes quedarte con el miraculous, así que ni se te ocurra quitarte esos pendientes, ¿entendido? Lo digo en serio.

— Entonces… ¿llevo a Tikki conmigo a Nueva York? —preguntó la joven, dejando de tocarse los lóbulos de las orejas donde estaban los pendientes.

— Por supuesto —respondió el señor con una de sus amplias y tranquilas sonrisas—. Además, si decides usar tu miraculous en Nueva York… no veo que sea algo malo, puedes ayudar a los ciudadanos neoyorquinos siendo Ladybug, ¿por qué no?

— Mmm… —Marinette no estaba del todo tranquila, y otra duda pasaba por su cabeza.

— ¿Qué ocurre ahora?

— Y si… Papillon… ¿supiera que soy Ladybug? —la expresión de la chica de cabellos oscuros se ensombreció—. ¿Y si me persigue hasta Nueva York, me ataca allí y a todos los que viven en dicha ciudad?

— No creo que Papillon te persiga hasta Nueva York o ya haya descubierto que eres Ladybug, porque de ser así ya te habría atacado directamente como Marinette en más de una ocasión, ¿no crees? —Fu se atusaba la picuda perilla blanca, sopesando la sospecha de Marinette—. Pero, de ser así… más que nunca deberías de tener el miraculous contigo. Hay muchas opciones a escoger con respecto a Papillon y lo que hará en el futuro, si nos ponemos a teorizar… Pero es imprescindible que puedas defenderte tú sola en caso de peligro.

— Está bien —suspiró Marinette y se encogió de hombros.

— Por cierto… ¿has hablado ya con Chat Noir? —soltó el Maestro Fu de pronto, clavando su mirada en la de la muchacha, ya que él sabía que Marinette evitaba a toda costa la mención de su partida a Nueva Yok y contárselo al superhéroe.

— No… —negó suavemente con la cabeza la joven, con el rostro algo apenado por la mención de Chat Noir e intentó mantener una voz estable—. Todavía no… Pero… Creo que hoy debería decirle algo, o casi todo, excepto los detalles más minuciosos.

— Sí, deberías de hablar con Chat Noir… Es lo mejor que puedes hacer. Lo has pospuesto demasiado tiempo —intervino Wayzz, posándose en el hombro de Marinette y Tikki hizo lo mismo pero en el hombro contrario.

— Pero… tengo miedo de que pueda tomárselo mal, o pueda odiarme, o… —empezó a balbucear ella, moviendo mucho las manos por el incipiente nerviosismo.

— Seguro que podrá comprenderlo, una vez se lo expliques todo. Por algo lo eligió el Maestro, ¿no? Ese muchacho logrará entenderte. Además, nosotros ya hablamos con él en más de una ocasión, ¿no es así, Maestro? —dijo Wayzz, mirando al guardián de los miraculous con una sonrisa.

— Sólo es llenarte de valor, Marinette —asintió Tikki—. Puedes hablar con él después de cenar, quedáis en un sitio que veáis conveniente y se lo dices… Saldrá bien, de verdad.

El Maestro Fu, a pesar de que estaba escuchando los discursos moralizantes de ambos kwamis dirigidos a Marinette, tomó su teléfono (bastante sencillo, pero con las funciones más básicas e imprescindibles para aquella época como llamar, mandar mensajes, conexión a internet, memoria para algunas aplicaciones y una cámara) y marcó varios números. Se retiró un momento para poder hablar tranquilamente con la persona que tenía al lado de la otra línea, y al cabo de dos minutos regresó y se sentó.

— Ya he hablado con él —reveló Fu con una sonrisita y Marinette se puso más nerviosa de lo que estaba—. Dice que no tiene problema en quedar contigo, después de las diez de la noche, en el Centre Pompidou. Te esperará allí.

— Ay, madre… —susurró Marinette, que sentía sudores fríos por la frente y un ligero temblor en el cuerpo debido a los nervios.

— ¡Todo saldrá bien! —exclamaron al unísono Tikky y Wayzz, dando palmaditas cariñosas a Marinette en la parte trasera de su cabeza—. ¡Tú puedes!

— Ya verás que sí —asintió el guardián de forma serena—. Su voz estaba tranquila, aunque tenía un deje de extrañeza cuando le he comentado algunas cosillas. Pero seguro que irá bien, conozco a este jovenzuelo y es una persona estupenda con un corazón enorme, a pesar de que siendo Chat Noir haya algunas actitudes que no te "alegren" del todo.

— Ay, madre… —volvió a repetir ella, abrazándose a sí misma.

— Creo que lo mejor que puedes hacer ahora es irte a casa, que pronto será la hora de cenar, y podrás pensar mejor qué decirle cuando llegue la hora —Fu cogió ambas manos de Marinette con afecto, pasando sus pulgares por los nudillos de la chica—. Ya me contarás cómo ha salido.

Marinette sólo acertó a asentir y a obedecer al anciano de rasgos asiáticos. Después de una cariñosa despedida por parte de Fu y su kwami, además de muchos ánimos y buenos deseos de ambos a la muchacha, salió de la estancia donde vivía Fu. Así que, al poco rato, ya se encontraba cenando en casa con sus padres manteniendo conversaciones triviales de la vida cotidiana, de cómo les fue el trabajo a Sabine y Tom, comentando las noticias del telediario vespertino o ilusionándose con la puesta de bandas de su hija que se celebraría mañana.

Eran las diez menos cuarto de la noche cuando Marinette estaba paseando en círculos por su habitación, pensando y analizando las palabras adecuadas para decirle a su compañero una vez se encuentren. Tikki tomaba galletas para tener su energía a punto a la hora de que su portadora le pidiese transformarse. Miró el reloj y luego a su kwami, con una expresión algo extraña en su cara.

— Tikki, será mejor que nos vayamos ya —sentenció la joven, emitiendo un leve suspiro y Tikki únicamente asintió con la cabeza, tragando una última galleta—. ¡Tikki, transfórmame!

Un pequeño haz de luz rosa claro invadió el cuerpo de Marinette, cambiando sus ropas en un traje rojo con puntos negros, que iba imitando el patrón de una mariquita, que le cubría casi todo su cuerpo, yendo desde la punta de los dedos de los pies y manos hasta su cuello. Sus pendientes cambiaron de color al introducirse Tikki en ellos, pasando de un tono oscuro a un rojo brillante con cinco pequeños círculos negros. Su cabello se recogió en dos coletas adornadas con cintas rojas, y su rostro se vistió con una máscara roja de lunares negros, ocultando así su identidad verdadera.

Tomó el yoyó mágico entre los dedos de su mano derecha y, abriendo la ventana de su habitación, dirigió el objeto a un tejado cercano para poder desplazarse hasta allí. Saltaba por los tejados de los edificios, mirando cómo el cielo se iba apagando y éste otorgaba una vista de la ciudad más oscura con unos ligeros destellos emitidos en algunas farolas.

En unos breves momentos, ya estaba en el Centre Pompidou, sentada en una de las estructuras más altas del edificio. Ladybug decidió cerrar los ojos, respirar hondo y escuchar el sonido variopinto de la ciudad, sólo para poder tranquilizarse. Sin embargo, su paz no duró mucho, ya que sintió una presencia demasiado familiar detrás de ella: Chat Noir había llegado.

— Buenas noches, My Lady —dijo el chico, sentándose al lado de ella—. Me ha dicho el Maestro Fu que querías tener una cita conmigo, así que aquí estoy, vestido con mis mejores galas.

Ladybug miró de reojo a su compañero mientras soltó una carcajada sincera, y Chat se le unió a su risa. Con los años, ya iba siendo una costumbre o algo habitual los chascarrillos del muchacho, además de esos ademanes de galantería y coqueteo por su parte. Ella, simplemente, lo tomó como un rol o una dinámica que tenían entre ellos, aunque Marinette no coqueteaba claramente con él, así que era siempre Chat Noir el que salía con algo de esa clase. Ya no le molestaba el flirteo que el chico empleaba, simplemente lo toleraba e incluso en algunas ocasiones le parecía gracioso u ocurrente, pudiendo seguirle el juego pero no yendo más allá. Tampoco le parecían mal los juegos de palabras (sobre todo de gatos) y chistes variados, ya fuera en los tiempos de relax patrullando por París o en plena lucha contra un akuma.

— Pues no veo nada diferente en ti —observó Marinette, toqueteando el gran cascabel de Chat Noir con una mano enguantada de color carmesí—. Sigues con el mismo traje desde… ¿cuándo? ¿Cuatro años?

— Mmm… cierto, cierto —asintió el joven hombre con una sonrisa coqueta—. Pero al menos, he cambiado físicamente. Soy más apuesto, y más guapo, y más sexy, y más deseable, y más…

— Caaaalla ya —Ladybug puso su dedo en los labios de Chat, que cerró la boca inmediatamente—. Ya sé que eres un Don Juan experto en agasajar a doncellas en apuros. Pero no te lo tengas muy creído, ¿eh?

— Perdón, pero yo sólo agasajo a una… ¿O "doncella" no es igual a "my lady", más o menos? —las cejas ocultas tras la máscara negra de Chat Noir se movían rápidamente de arriba abajo.

— Oh, ya vino el políglota que sabe inglés, francés y hasta código morse —puso los ojos en blanco Ladybug, palmeándose en la frente con exasperación—. Venga, va, sorpréndeme, ¿sabes más idiomas? ¿O alguna habilidad secreta oculta?

— Pues no te lo diré porque es información confidencial, y perdería toda la gracia, jum —Chat Noir se cruzó de brazos mientras que su rostro adoptó un puchero infantil—. A no ser que… quieras que revelemos nuestras identidades y, por lo tanto, no me importaría.

— Ya estamos otra vez… Qué pesado eres, de verdad —dijo la heroína con tono burlón.

Chat Noir sólo rió y ambos siguieron con el cachondeo de siempre, al que estaban constantemente habituados. Ladybug seguía con una actitud altanera, aunque siguiéndole el juego al muchacho, mientras Chat continuaba con sus chistes malos basados en los anteriores akumas con los que habían luchado en el último mes, riéndose de lo torpes que eran algunos y sopesando a otros que fueron un hueso más duro de roer para poder purificar. Luego la conversación pasó a temas más triviales, pero siempre había una anécdota cómica por parte del superhéroe de estilo gatuno, por lo que pasaron así una hora entre risas y carcajadas.

Ojalá él pudiera comportarse así con las demás personas en su forma civil, aunque de forma menos exagerada, pero tenía una reputación que mantener para no dañar a su padre. ¿Qué culpa tenía él de ser Adrien Agreste, hijo del famoso diseñador de moda Gabriel Agreste? Si Ladybug supiera… Si supieran ambos sus identidades… Pero no iba a ser, incluso habiendo pasado cuatro años desde que fueron elegidos como los portadores de los miraculous de la mariquita y del gato negro para intentar derrotar a Papillon, ese aspecto quedaba descartado, sobre todo por parte de Ladybug aunque hubiesen hablado de este tema varias veces, pero siempre había una negativa por parte de la muchacha y resignación y aceptación por parte del joven.

Adrien observaba los labios de aquella chica que, desde un primer instante, le robó el corazón. No sabía si realmente estaba enamorado de ella, pero que le gustaba era evidente, aunque lo camuflaba todo con su actitud picaresca, y sabía que ella no le tomaba en serio. Pero la palabra "enamorarse" tenía un significado más enorme: es sentir amor por una persona a la cual conoces casi en todas las facetas de su vida. Y eso era imposible, sólo la conocía por las aventuras que tenía con Ladybug: patrullas, ayudar a los ciudadanos y luchar contra los enemigos. ¿Pero en la vida diaria? Nada de nada.

Si ella supiera que él era el conocido modelo Adrien Agreste, ¿ella lo aceptaría? ¿Le gustaría? ¿Se sorprendería de que un modelo podía ser, a la vez, un superhéroe? Él reconocía que no se comportaba igual siendo Adrien que Chat Noir, aparte de cubrir una identidad secreta, también era porque se sentía más libre siendo un héroe, además de útil. No consideraba que ser un modelo fuera de utilidad, ser sólo un cuerpo bonito y una cara preciosa para promocionar ropa, accesorios o colonias para aparecer en spots publicitarios era ridículo. Salvar a la gente de posibles amenazas era más emocionante y esto hacía de él una persona servicial y más útil para la sociedad. Sin embargo, sabía que ser superhéroe no sería una "profesión" para toda la vida, y todavía no tenía pensado qué hacer una vez se gradúe y termine el instituto.

— Ey, ¿qué te pasa? ¿El gato te ha comido la lengua? —le preguntó Ladybug, moviendo una mano a la altura de los ojos de Adrien.

— Oh, perdona, estaba pensando en mis cosas… —contestó él—. Como, por ejemplo, en lo que hemos cambiado…

Cierto, aunque ambos seguían con los mismos trajes desde que eran unos adolescentes de catorce años, físicamente habían cambiado. Ladybug tenía el pelo más largo que antes, que le llegaba hasta donde finalizaban sus costillas, pero estaba recogido en sus típicas coletas con cintas rojas. Sus facciones eran suaves pero un poco más adultas, su mirada azul más profunda, sus pies y manos eran finos y delicados, su cuerpo tenía las curvas propias de una mujer casi desarrollada, algo acentuadas en las caderas y un poco en los pechos, y por descontado había crecido en altura. Aunque Ladybug no tenía un cuerpo de escándalo o demasiado voluptuoso (con mucho pecho y caderas) como preferirían la mayoría de chicos, para Adrien era preciosa y le era suficiente, sólo tenía puesta su mirada en ella.

Adrien no podía quejarse de que la naturaleza fuese bien con él: tenía un cuerpo delgado pero atlético gracias a que hacía algo de ejercicio y a las dietas a las que era sometido para mantener la línea. Su rostro era joven pero más anguloso y maduro, lo que hacía destacar un poco más sus ojos verdes, otorgándole una mirada más interesante. El cabello se lo dejó crecer hasta los hombros, y siendo ahora Chat Noir lo tenía despeinado y revuelto en todas direcciones, dándole un aspecto de rebelde. Sus manos y pies crecieron, pero seguía teniendo unos bonitos dedos de pianista. No nos olvidemos de que creció en estatura también. Y por último, su voz cambió gracias a la pubertad, proporcionándole un tono muy atractivo y sensual cuando le apetecía coquetear con su Lady. La voz de ella también era hermosa y encantadora, estaría las veinticuatro horas del día escuchándola sin pausa.

— Sí, hemos cambiado —asintió ella con la cabeza—. Pero… creo que habrá más cambios próximamente…

El chico de cabellos rubios se sintió extraño ante la última frase de la joven, así que se dispuso a escuchar con más atención. ¿Tendría relación con la llamada del Maestro Fu? Vio cómo el cuerpo de ella se movía con incomodidad, y la expresión de su cara (a pesar de la máscara) no hacía más que confirmárselo. ¿Era algo grave? Para tranquilizarla puso ambos pulgares hacia arriba y una sonrisa de oreja a oreja, pero ella soltó una sonrisa nerviosa.

— En fin —empezó Marinette a contar, evitando todo lo posible la mirada de su compañero para no ponerse más nerviosa de lo que estaba o, peor, ponerse a llorar—. He estado hablando con el Maestro Fu esta tarde, ya que… me tengo que ir… de París…

— ¿Qué? —preguntó Chat Noir con voz chillona, y parecía que los ojos se le iban a salir de las órbitas de la fuerte impresión—. Pe-pero… ¿Có-cómo? ¿Te… te vas?

— Sí —le contestó la joven, sintiéndose pequeña y mal por la reacción de él—. Me iré a Nueva York. Allí estudiaré una profesión que me apasiona y a la que, tal vez, me dedicaré en un futuro. Y… estaré allí, por lo menos, tres años…

Cada vez se hacía más de noche. La oscuridad empezaba a manifestarse en la ciudad parisina mientras las estrellas aparecían tímidas sobre el cielo, una por una, titilando débilmente. Los coches, las furgonetas, los camiones y las motos seguían sus respectivos recorridos adonde ellos deseaban por esas sinuosas carreteras, y algunos de esos vehículos tocaban el claxon. Los semáforos intercambiaban sus colores dependiendo del tráfico, encendiéndose en rojo, amarillo o verde. Las farolas de las calles y avenidas ya estaban encendidas, con luces amarillentas o blancas dependiendo del lugar. Las ventanas de los hogares y algunos edificios también emitían una luz constante, debido a que anochecía. Curiosa la actividad de la noche…

Sólo observaba lo que había bajo sus pies, mientras intentaba asimilar lo que ella le había contado hace escasos momentos… ¿Tres años de ausencia? ¿De verdad dejaría París para irse a Nueva York?

— ¿Cuándo… cuándo decidirás irte? —preguntó Adrien con la voz quebrada, tenía ganas de irse de allí corriendo y gritar, pero no podía.

— Supongo que a mitades o finales de agosto… por el tema de encontrar vivienda, o dónde queda el sitio en el que voy a estudiar, y adaptarme al lugar… —se encogió de hombros Marinette, muy incómoda con esta conversación, sabía que Chat Noir no se lo tomaría bien y así era.

— E-en serio… serán… ¿tres años?

— Sí... —afirmó ella con una sonrisa algo triste y después dio un largo suspiro—. El Maestro Fu ya lo sabía de antes, y me animó a que diera el paso porque él comprendía que tenía que mirar por mi futuro. No me sentía preparada para comentártelo antes, pero… Quería decírtelo porque eres mi compañero. Sé que es difícil, sé que es complicado. Pero… quiero perseguir mi sueño, y tenemos que tomar decisiones en nuestra vida.

No quería mirarla, porque sabría que sus ojos se llenarían de lágrimas y, sin embargo, sus ojos ya estaban humedecidos. No quería creerlo… pero estaba ocurriendo y era real. Su querida Ladybug abandonaría la ciudad que les ha visto crecer y defender de cualquier peligro, para poder formarse profesionalmente. No la culpaba por querer alcanzar su sueño, y si Nueva York le daba esa oportunidad pues era normal que decidiera estudiar en el extranjero. Pero él sabía que no podría lidiar con su ausencia, la iba a echar muchísimo de menos. Para Adrien, la chica que tenía delante era su luz, una luz brillante que le guiaba a través de un agobiante túnel oscuro. Sus días eran más felices, merecían la pena cuando estaba a su lado. Cada vez que compartía tiempo con ella, su humor mejoraba y estaba más contento, disfrutando de la compañía que le brindaba esta impresionante mujer.

Notó que se le encogía el corazón por momentos e instintivamente se llevó una mano al pecho, así que cerró los ojos, inspiró profundamente y espiró el aire de sus pulmones lentamente. No se iba a derrumbar delante de ella, tenía que aparentar entereza y aceptar esta nueva circunstancia y, sobre todo, apoyarla. ¿No eran acaso un equipo? Él estaría con ella para lo bueno y para lo malo, y si eso significaba que tendrían que separarse y tener caminos distintos, al menos quería que lo recordara como el Chat Noir de siempre, juguetón, burlón y galán.

— ¿Cha-Chat? —inquirió Ladybug con un tono triste—. Yo… de verdad que…

— No pasa nada —dijo el joven, que decidió mirarla a los ojos y sin querer derramó una lágrima, pero aun así enmarcó una sonrisa—. Todo está bien. Te apoyo, My Lady. Si Nueva York te da la oportunidad de alcanzar tu sueño, ve a por ello. Yo no te detendré.

Marinette vio con horror la lágrima que salía de uno de los ojos del muchacho, que apenas se percibía por la máscara negra, pero luego se divisó por una de las mejillas. Se sentía horrible, a pesar de haber escuchado que la apoyaba o que él estaba bien, pero la expresión de su mirada indicaba lo contrario, no le tranquilizaba en absoluto eso pues le parecía muy contradictorio. Su cuerpo actuó sin pensar y se abrazó a él con fuerza, llegando a llorar también, y los dos al unísono sollozaban incontrolablemente. Ambos sentían como si se estuviesen despidiendo ahora mismo, que no se verían más, aunque en realidad no fuese así.

— Lo… Lo siento… mucho… —gimoteaba Marinette con voz ahogada, pues su cabeza estaba entre el hueco del cuello y del hombro de él—. Si-siento… no poder estar contigo… Ha… Ha sido… mu-muy difícil pa-para mí… tomar e-esta decisión, Cha-Chat…

— No… No pa-pasa nada —volvió a repetir Chat Noir, abrazando lo más fuerte que podía a Ladybug—. Has… hecho bien en decírmelo… Tra-tranquila… To-todo saldrá bi-bien…

— Te-tenía tanto miedo… a… a que te lo to-tomaras mal… A que me o-odiaras… No me ha-hablaras… —el llanto de la chica de cabello azabache era más notorio y angustiante—. Pe-pero… Yo… ¡Qui-quiero que sigas siendo el de si-siempre! ¡Que na-nada cambie, que cu-cuentes conmigo! Si-siento no ha-habértelo dicho a-antes, soy i-idiota…

Chat Noir se retiró un poco para volverla a mirar, aunque parecía que ella no quería romper ese abrazo, pero al final Ladybug cedió, revelando unos ojos enrojecidos por las lágrimas. Incluso llorando, su Lady era encantadora. Intentó quitarle las lágrimas con los pulgares sin que las garras que tenía por uñas (aunque estuviesen cubiertas por su guante) pudieran lastimar su piel. Afortunadamente, al tener los ojos cambiados gracias a la transformación (pues su esclerótica era de un verde claro, y su iris de un verde tóxico, por no hablar de una pupila rasgada como un gato) no se podía ver que los tuviera enrojecidos, aunque las lágrimas delataban el llanto.

Sus manos sostenían los brazos de Ladybug en esos momentos, pero con fuerza, como queriendo darle seguridad. Ya no más sollozos, ni lamentaciones. Él quería ser el bastón en el que ella pudiera apoyarse. Le daba exactamente igual que haya esperado tanto tiempo en decirle que se iba en dos meses a Estados Unidos. Le daba exactamente igual que ella pensase que podría odiarla, no dirigirle la palabra, rechazarla y todas esas cosas negativas. Porque al final, él entendía que fue un paso muy duro de dar, que quizás ella se sentiría culpable de no defender París y de dejarle solo. Pero él entendía, era comprensivo y tolerante, sabía que había decisiones difíciles en la vida que había que tomar y que llevarían a unas determinadas consecuencias.

No sólo era Chat Noir, era Adrien Agreste también, una persona humana totalmente normal como tú y como yo. Y Ladybug era su amiga, su compañera, una chica a quien le confiaría su vida y a sus seres más queridos para que pudiera protegerlos. Pero, sobre todo, la quería con todo su corazón. Recordó en ese instante el afecto que le tenía, que sus labios pronunciaron las siguientes palabras…

— Me gustas…

A Marinette se le encogió el corazón y sus expresivos ojos azules se abrieron de par en par al escuchar aquellas palabras. ¿Había oído bien? ¿No estaba teniendo alucinaciones? Chat estaba… ¿declarándose? Todavía las lágrimas seguían rodando por las mejillas de ambos, pero para el caso de Ladybug, con esta confesión, dejaron de brotar más lágrimas debido a la impresión.

— Me gustas mucho —añadió Chat con voz ronca y con las mejillas teñidas de color rojo.

El chico de rubios cabellos vio la reacción de Ladybug, que estaba altamente sorprendida, con los ojos como platos a pesar de la rojez de estos y la boca totalmente abierta. ¿Cuál era su verdadera expresión detrás de la máscara? ¿Enfado, decepción, tristeza, angustia, alegría, amor correspondido quizás? No obstante, segundos más tarde Adrien se dio cuenta de que había sido un completo error decir esas palabras. ¿Por qué tendría que haberle confesado que le gustaba? ¡Pero si ella se iba a ir en dos meses! ¿Estaba loco o qué? ¡No llegaría a funcionar!

Tragó con dificultad y apretó los labios, dejando de sujetar los brazos de Ladybug y de mirarla, dirigiendo su mirada de nuevo a la ciudad. ¡Qué estúpido había sido! ¿Ahora qué pensará ella de todo esto? ¿De él? Debería de remediar esto ahora, o si no… se iría todo por la borda.

— Bu-bueno… En realidad… Me gustabas… —masculló el muchacho, rascándose la nuca con nerviosismo—. Me gustabas antes… Ya es… distinto.

Chat Noir suspiró y decidió quitarse las últimas lágrimas de sus ojos y mejillas con el dorso de la mano derecha, mientras que con la izquierda se aferraba a la barandilla en la que estaba sentado. Se aclaró la garganta para no sentirse más nervioso, pero notaba cómo sus mejillas ardían. De alguna manera, sentía que le debía una explicación a Ladybug después de haber soltado por su boca la frase "Me Gustas" así sin más. Y también… necesitaba explicar sus sentimientos, ya no había vuelta atrás, porque lo hecho, hecho estaba. Miró de soslayo a la superheroína, que se llevó ambas manos al rostro, no pudiendo saber qué le ocurría, así que nuevamente miró la carretera y los coches que se desplazaban por ésta.

— Mira… Siento que te debo una explicación —comentaba él con un poco de inseguridad, lanzando un largo suspiro—. No… no quiero que me juzgues. Tampoco quiero que todo esto se vaya al garete. Sólo… quiero que me escuches.

Marinette decidió quitarse las manos del rostro, así como sus lágrimas, y mirarle. Observó que estaba nervioso e incómodo, tenía un tic en el pie y sus manos en forma de garras apretaban la baranda con fuerza. Ella se abrazó a sí misma, intentando sentirse a gusto pero en vano. No sabía describir los sentimientos que estaba experimentando en ese mismo instante: vergüenza, culpa, sorpresa, ternura, tristeza… Parecía que Chat Noir estaba hablando en serio, no en broma o incluso para tomarle el pelo, como hacía en algunas ocasiones.

Sin embargo, estaría dispuesta a escucharle y no juzgarle (por ahora), porque parecía que él quería expresarse con total sinceridad y quería soltar todo lo que tenía acumulado desde hacía mucho tiempo. Si realmente él estaría enamorado de ella, tendría que pensar una manera lógica y menos traumática de decirle que tendrían que seguir siendo amigos, compañeros, pero no algo más. Reflexionando y llegando a ligeras conclusiones, sólo asintió con la cabeza.

— Está bien —dijo Ladybug con fingida firmeza—. Te escucho.

El gesto de Chat Noir fue de agradecimiento y le dedicó una tímida sonrisa a la chica. Él hizo un ligero esquema mental y, con otro largo suspiro después de unos pocos minutos, empezó su discurso.

— Bueno... Este gato tonto estaba enamorado de ti desde el primer momento en que te vi. Me pareciste increíble, aunque tú misma no te lo creas. Dudaste y tuviste inseguridades, pero era normal siendo el primer día y no estábamos del todo seguros de lo que había que hacer. Pero aun así, vi tu determinación y tus ganas de querer luchar y acabar con la amenaza de Papillon y Cœur de Pierre… Y esa actitud que demostraste y esa forma de actuar contra el peligro… me encandilaron. Desde ese entonces, no hubo ni un solo día que no pensase en ti. Veía y observaba con amor y admiración todas las facetas que tenías: desinteresada, amable, valiente, prodigiosa, considerada, con un gran sentido del deber, determinada, fuerte, segura de sí misma, líder, con carácter, responsable, buena, luchadora… Tenías tantas características positivas, parecías perfecta. Por no decir que también eras (y todavía lo eres) preciosa, todo hay que decirlo…

La joven de cabellos azabache escuchaba sorprendida las palabras de su compañero, intentando asimilar toda la información que iba recibiendo, pero seguía presente y atenta. Parecía que Chat Noir se sintió con más confianza para poder expresarse, una vez habiendo ya hablado, así que continuó con su explicación.

— De forma indirecta, en todo este tiempo, he intentado decirte que me gustabas, que me gustaría tenerte a mi lado, que eras la chica con la que siempre había soñado estar en una relación de pareja. Incluso iba a reunir el valor y decirte que te amaba cuando fue el día de San Valentín, pero Dislocoeur me hechizó. Deshiciste el encantamiento con un beso para que volviera a la normalidad. Ojalá pudiese recordar el contacto de tus labios con los míos…

El corazón de Marinette dio un vuelco, recordando aquél instante y se llevó las manos al pecho, mientras que Chat Noir hizo una pausa y apretó los labios con algo de frustración, sólo supo de aquél beso cuando la reportera Nadja Chamack enseñó la fotografía de aquél momento en el programa donde él y Ladybug fueron invitados. Si por él fuera, mandaría todo al carajo y, con un gran arrebato, le plantaría un beso en los labios a ella, sin importar las consecuencias de después. Sin embargo, esa no era su verdadera naturaleza y, ante todo, era un caballero y no obligaría a Ladybug a realizar algo que no quisiera hacer en verdad para que no se sintiera violentada.

—Pero… las cosas no pueden ser como uno quiere. Pasaban las semanas, los meses, los años… Y por muchas indirectas, chistes con doble sentido o halagos sinceros que te hiciera… nada resultaba, no veía indicios de que quisieses algo más conmigo, o hacías sutiles rechazos para que no saliera lastimado. Aun así, estabas conmigo, como compañera de aventuras. Recalcabas siempre nuestro deber para con los parisinos y nuestras responsabilidades como superhéroes. Tampoco querías que supiéramos nuestras identidades. Así que, en estos últimos meses llegué a plantearme muchas cosas… entre ellas, mi amor por ti.

Empezó a soplar una suave brisa que mecía los cabellos de ambos. Ladybug cerró los ojos con fuerza, sintiendo el viento, aunque su corazón estaba en un puño, pues se sentía culpable por esos rechazos que le daba al héroe gatuno. A veces por ser pesado, otras porque no era el momento adecuado, en unas ocasiones porque se sentía incómoda, pero las veces más frecuentes surgían porque su enamoramiento por Adrien era más fuerte. Nunca había visto a Chat Noir desde un plano amoroso, como su novio o pareja, sólo como amigo, como compañero de aventuras, como una persona de confianza. Creía que él solamente se metía con ella, que se cachondeaba, que sólo la halagaba y la piropeaba para sentir más ego y seguridad, o porque era un Don Juan que le gustaba galantear a toda chica que se encontrara.

— Mis sentimientos por ti eran verdaderos. Pero es duro no ser correspondido. Quizás, si hubiese actuado de otra forma, podrías haberte fijado en mí y haberme mirado con otros ojos. Si te soy sincero, mi actitud juguetona, de tomarme las cosas despreocupadamente, realizar juegos de palabras y esas cosas… no las realizo siendo civil. De hecho, si pudieras compararme cómo soy sin ser superhéroe y siendo Chat Noir, no me reconocerías, porque parecemos casi polos opuestos. Pero es una actitud que he adquirido por… ciertas razones, que puede que algún día te lo comente si así lo deseas.

Marinette se sentía cada vez peor, no había escuchado a Chat tan afectado y serio, explicándole el amor que había tenido por ella a lo largo de los años. Recordaba cómo Adrien sólo la veía a ella como una compañera más de clase y una buena amiga, pero ella era culpable de no dar un paso más para confesarle sus sentimientos por su miedo a no ser correspondida. Sin embargo, ahí estaba Chat Noir, desvelando uno de sus secretos mejor guardados: su enamoramiento por Ladybug. Eso le daba un punto de valentía del que Marinette carecía en su vida diaria, pero que tenía que demostrar siendo una heroína. Sin embargo, ella ya había decidido que no le iba a confesar su amor a Adrien, no a dos meses escasos de irse a Nueva York.

— No… no me importaría que me lo comentases algún día —dijo Ladybug, tomando entre los dedos un mechón suelto y se lo colocó detrás de la oreja.

— De acuerdo —sonrió Chat Noir débilmente—. En fin, mejor sigo, ¿no? Resumiendo, que entre unas cosas y otras, sabía perfectamente que no me ganaría tu amor, o que incluso ya tendrías pareja sin yo saberlo o te interesaría otro chico, a saber. Además, ¿cómo se mantendría una relación de pareja cuando no conoces a esa persona al cien por cien? No sabes su nombre, en dónde vive, cuáles son sus aficiones… No puedes besarla en público, tomarla de la mano, llamarla por teléfono o contactar con ella por las redes sociales, presentarla a tus amigos o familia… Me sentiría… muy vacío, y no sería una relación de pareja completa y satisfactoria en todos los aspectos. Tú querías dejar las cosas profesionalmente, sólo como héroes y compañeros, y no podíamos revelar nuestras identidades porque podría suponer una situación de peligro para nosotros y las personas que más queremos.

— En eso… te doy la razón —admitió Ladybug, con una mirada triste—. Una persona no puede llevar una relación de pareja con la otra si sólo la conoces de contadas ocasiones, y no sabes casi todos los aspectos de su vida. No conoces el "yo" completo, sólo la cara de una moneda.

— Efectivamente —asintió él con la cabeza—. Así que… con todo el dolor de mi corazón, tuve que aprender a desenamorarme de ti. Verte sólo como una buena amiga, una compañera, la heroína Ladybug. Fue un proceso muy duro y difícil, pues tenía que lidiar contigo y tu compañía muchos días, si no era luchando contra el mal pues era patrullando por las calles de París. Pero, aun así, no dejé de actuar como siempre y tú tampoco, porque era la dinámica a la que estábamos acostumbrados. Cambiar mi comportamiento de forma radical creo que hubiera sido peor.

La verdad es que sí tenía razón, si Marinette hubiese visto un comportamiento no habitual en Chat Noir pues claramente se hubiera preocupado, e incluso le hubiese interrogado sobre su actitud o qué le pasaba. Pero los chistes seguían, los juegos de palabras, los piropos y el encanto desenfadado que destilaba el muchacho siguieron presentes todos estos años, a veces incrementándose por esa confianza que se tenían el uno al otro y porque ambos se seguían la corriente. Nada era forzado, todo fluía de una manera cómoda en esa dinámica, en esos roles que ya se habían establecido y con los que se habían identificado. No obstante, saber que tu compañero te estaba confesando sus más profundos sentimientos era algo que tocaba al corazón, de una forma positiva o negativa, pero en cierta manera agradecía que pudiese explicárselo y ser auténtico con ella.

— En fin, como ves, sigo siendo el mismo tipo bobalicón de siempre. No he cambiado ni un ápice. Ya no me siento mal por todo esto, he sabido transformar ese amor que tenía por ti por una amistad sincera —Chat Noir la miró a los ojos y la tomó de las manos con fuerza, mientras que Ladybug dio un ligero respingo por el toque—. Quiero que sigas confiando en mí, para lo que sea. Quiero seguir estando a tu lado como compañero tuyo que soy. No quiero que dudes ni un instante de mí, que cuentes conmigo, que te apoyes en mí si hace falta. Porque no sólo soy Chat Noir, soy también tu amigo. Y valoro tu amistad por sobre todas las cosas.

— Chat… yo… Siento mucho que… —balbuceó Marinette, algo abrumada.

— No te disculpes, ni lo sientas —negó con la cabeza el joven—. Sé que estoy en la "friendzone", y lo he aceptado y lo he asumido. Pero ya es agua pasada. Sólo insisto en que, a pesar de haberte confesado mis sentimientos por ti, y que ya no te veo como el amor de mi vida, quiero que sepas que siempre estaré contigo apoyándote en lo que sea, porque eres mi amiga, te admiro muchísimo y eres una excelente compañera. No le puedo pedir más a la vida, me alegro de estar contigo y de haber compartido tantos momentos de toda clase juntos.

— Chat…

— Por eso, siempre me tendrás, eso no lo dudes ni un segundo. Ya sabes más o menos cómo soy, ¿no? —Adrien se estaba acercando muchísimo a Ladybug, pero se dio cuenta y puso distancia entre ellos, dejando de coger las manos de la muchacha—. Ah, tendría que haberme disculpado yo, si te he hecho sentir incómoda en alguna ocasión, no era mi intención. Sólo… necesitaba soltarlo, porque… no aguantaba más. Y ya que te vas pronto pues quería que lo supieras, aunque… puede que haya sonado algo cruel para ti. Espero que esto no cambie nada, ¿verdad?

— Mmm… —Ladybug se llevó una mano en la barbilla, pensativa—. No creo que cambie nada. Sin embargo, creo que… no sé, agradezco que hayas… ¿sido sincero conmigo? Es la primera vez que te veo tan serio, y abrirte tanto a mí… Es cierto que todo lo hemos llevado de una manera profesional, aunque desenfadada, nunca hemos hablado de nuestros temas personales o íntimos.

— ¿Entonces… no te molesta que te dijera que estuve enamorado de ti? —preguntó él, impresionado.

— En absoluto, no me ha molestado —respondió ella, dibujando una sonrisa—. Desconozco cómo eres en tu forma civil, pero eres un buen chico con el antifaz puesto o no, y tienes grandes cualidades también. Ojalá encuentres el amor pronto y te quieran como te mereces, Chat Noir.

Adrien, enfundado en su traje negro, hizo un gesto tierno e infantil: extendió ambos brazos a los lados y mostró las palmas de las manos abiertas, aunque luego los dedos de éstas tocaban las palmas de forma intermitente. Prácticamente, lo que quería Chat Noir era un abrazo. Hacía pucheritos graciosos con la boca, incluso sutiles maullidos lastimeros, queriendo dar pena de una forma divertida. Ladybug rió por la actitud de su compañero y correspondió el abrazo con énfasis, ambos moviéndose ligeramente a los lados. A todo esto, él no dejaba de ronronear, sintiéndose a gusto por la cercanía que tenía con ella en esos instantes.

— Gracias, gracias, gracias, gracias —decía Chat Noir con voz pueril, disfrutando del abrazo.

— Gato tonto —reía Ladybug por el comportamiento del joven—. De verdad, no me ha sentado mal lo que me has contado. ¿Algo impactada por lo que has dicho? Por su puesto. Pero ya verás que… hay muchos peces en el mar.

— A ver, tú eres un pez demasiado precioso, para qué engañarnos —la mejilla de Chat Noir se restregaba en la frente de Ladybug de un lado a otro.

— Oh, me siento halagada… —suspiró ella, poniendo los ojos en blanco.

— Pero… —Chat Noir deshizo el abrazo aunque puso una cara graciosa—. ¿Tú has encontrado a un lindo pez?

— Digamos que sí lo encontré, pero… ese pez… es inaccesible para mí —contestó Marinette, cruzándose de brazos a modo de defensa, ya que no se sentía muy cómoda hablando de sus sentimientos por Adrien (aunque fuera muy superficialmente) delante de su compañero después de su confesión.

— Vamos, que estás enamorada de ese pez, pero dicho pez no sabe que existes —averiguó él, frunciendo el ceño.

— Efectivamente —asintió Ladybug, encogiéndose de hombros—. Sólo soy una "buena amiga" para él. Nunca me ha mirado con otros ojos.

— Pues deberías de decirle que le gustas. No pierdes nada por intentarlo.

— Ya me gustaría hacerlo, pero… Pienso que las relaciones a distancia no funcionan. Si le digo lo que siento… tengo el riesgo de que me rechace. Y prácticamente en dos meses me iré a Nueva York… No lo veo justo —negó con la cabeza Ladybug y, aunque su rostro se entristeció, volvió a replicar—. ¡Oye! ¿Por qué estamos hablando de peces?

— Empezaste tú —la señaló con un dedo ridículamente acusador.

— Jajajaja, vale, vale —admitió ella, desbloqueando la tapa de su yoyó que mostraba una pantalla con la hora—. Ya es tarde, creo que deberíamos irnos a nuestras casas, gatito.

— A ver, a ver… —se acercó a la pantalla, colocando su mentón en el hombro de Ladybug y vio que eran las doce y media de la noche—. ¡Santa Madre del Cataclismo Supremo! ¡Debemos largarnos ya!

— Sí, tenemos que marcharnos ahora mismo —decía ella, mientras se levantaba y colocó el yoyó entre sus dedos, estirando la cuerda de éste—. Mañana para mí será un día importante.

— ¿Por qué? —preguntó Chat Noir, activando su bastón estando ya de pie.

— ¡Me gradúo! —contestó la muchacha con alegría, estirando el brazo y el yoyó se enganchó en el tejado de una casa—. En fin, quiero acostarme ya para descansar y estar despejada mañana. Que tengas una buena noche, Chat Noir.

— Está bien —inclinó él la cabeza, a modo de reverencia, e hizo una floritura con una mano mientras que en la otra tenía el bastón—. Que tengas dulces sueños, My Lady.

— Hasta luegoooo —se despidió de él Ladybug, lanzándose desde el techo y empezando a colgarse de los tejados de varios edificios, perdiéndose en la noche parisina.

Chat Noir dio un largo y pesado suspiro, mirando el cielo estrellado lleno de constelaciones. No sabía si debía irse a su casa, o quedarse a reflexionar sobre lo que había ocurrido esta noche. Restregó una mano enguantada por toda su cara mientras su rostro se crispaba de frustración. Se sentía demasiado mal, quería chillar, sacar todo lo que llevaba dentro. Mordía su labio inferior hasta un punto en el que se llegaba a hacer daño.

Dio un gruñido de rabia y saltó de la estructura del edificio, encaramándose con varios barrotes que lo circuncidaban, para luego apoyarse sobre su bastón y dar un brinco altísimo con él. Saltaba de un edificio a otro por los tejados de éstos con agilidad, casi corriendo, y en ocasiones giraba su bastón como una hélice por encima de su cabeza para planear y mantenerse en el aire.

En poco tiempo llegó al que podría considerarse su hogar: la mansión Agreste. Se acercó a la gran ventana que lo introduciría a su habitación y aterrizó en el suelo con un único pie, delante del futbolín.

—Plagg, destransformación… —musitó él con voz queda.

Una luz verde intensa con ligeros toques negros inundó el cuarto de Adrien Agreste, revelando la verdadera apariencia del muchacho cuando no era un superhéroe. Una pequeña criatura, que medía aproximadamente como la palma de su mano, empezó a levitar a su alrededor. Tenía la apariencia de un pequeño gatito, con unos grandes ojos rasgados de color verde, además de cuerpo pequeño y una cabeza grande, puntiagudas orejas… pero lo más destacable de él era su apetito voraz, sobre todo, adoraba el queso camembert.

Sin embargo, aunque Plagg era un kwami bastante perezoso, holgazán y vago, con una actitud bastante despreocupada e incluso caprichosa, estaba con un humor de perros, y no era para menos.

— ¿Se puede saber qué demonios has hecho? —se enfadó Plagg con Adrien, poniéndose a la altura de su cara y abriendo sus intensos ojos verdes—. ¿Eres un cabeza hueca o qué?

— Hice lo que tendría que haber hecho hace mucho tiempo… —el joven apartó la mirada, ocultando sus ojos bajo su melena rubia.

— ¿Pero eres cazurro? —Plagg parecía desesperado—. ¿Cómo se te ocurre decirle eso a Ladybug?

— ¡Porque así lo sentía, Plagg! —dijo Adrien, poniendo una mano en el pecho y estrujando la camiseta azul de su pijama.

— En serio, chico, no te entiendo —se cruzó de brazos el kwami, suspirando—. No sé por qué has confesado tus sentimientos… Sabiendo que ella se irá a Nueva York dentro de poco tiempo… Y lo más curioso, ¡es que le has mentido!

— ¡No tenía otra opción! —Adrien se llevó las manos a la cabeza, aguantándose las ganas de llorar.

— Sigues enamorado de ella, Adrien. Sigues sintiendo cosas por ella, pues no la ves sólo como una amiga y como tu compañera. Tus sentimientos son más profundos de lo que tú te crees, lo noto cada vez que te transformas y la ves, cómo se te acelera el corazón… y sigues sufriendo como un imbécil.

— ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! —repetía el muchacho, cerrando los ojos con fuerza.

— Entonces, ¿por qué le has mentido como un bellaco?

— ¡PORQUE ELLA SE MERECE A ALGUIEN MEJOR QUE YO! —gritó Adrien, dejando que las lágrimas salieran—. ¡ELLA SE IRÁ, PLAGG! ¡YO NO PUEDO RETENERLA! Ella… ella… No me quiere como su pareja, ¿me entiendes? No siente ningún tipo de afecto por mí…

Adrien se dirigió rápidamente hacia su cama, desplomándose. Boca abajo, agarró un cojín y arrancó a llorar, sintiendo cómo su corazón se destrozaba en su interior. Ya no vería a Ladybug después de su partida, no le iluminaría la vida con su existencia, no compartiría chistes, aventuras, camelos, conversaciones… No vería esos preciosos ojos azules como el zafiro, no acariciaría ese pelo negro como la noche, no escucharía su dulce, femenina y firme voz, oír su risa, admirar su valentía, contemplar su cuerpo de finas líneas curvas.

Plagg dejó su enfado a un lado y se acercó al joven, que lloraba desconsolado, intentando sacar lo que tenía dentro con gritos, berrinches, palabras malsonantes y aporreando el cojín con todas sus fuerzas. Adrien decía cosas como que debería de olvidarse de Ladybug, que no podía retenerla contra su voluntad si quería estudiar en el extranjero, que ella era libre de estar con quien quisiera, que debería de perseguir sus sueños pues no era sólo una heroína, que le deseaba su felicidad, entre otras cosas más. Todos eran buenos deseos para aquella chica de la que estaba profundamente enamorado, pero aun así se sentía hecho trizas.

Desconocía cómo iba a afrontar su vida de ahora en adelante, y esperaba que los próximos encuentros con Ladybug —hasta el día de su marcha— fueran los más buenos, pacíficos y normales posibles. En realidad, Adrien había sido un cobarde, tendría que haberle dicho la verdad y decirle que todavía estaba enamorado de ella. No debería haber retrocedido y mentirle, diciéndole que ya no sentía nada de afecto por ella. Pero… ya no se podía hacer nada. Había quedado como el compañero al cual le había dado calabazas, que había entendido su papel como amigo de la relación y ya está. ¿Algún día llegaría a olvidarse de ella? ¿Dejaría de sentir amor por Ladybug? Porque la esperanza… ya la perdió, y sabía que no iba a ser correspondido de la misma manera. Ella ya tenía puesta su mirada en alguien más, y ese alguien no era él (por mucho que lo anhelase).

— Cualquier chico sería afortunado de tenerte, My Lady… —dijo en un susurro Adrien, las lágrimas no dejaban de brotar por sus mejillas—. Ojalá seas feliz en Nueva York… y encuentres un chico a quien contarle tus días de alegría, compartir tus penas, te acompañe en tus pasiones…

— Adrien… yo… —balbuceó Plagg, bastante preocupado.

— Lo siento mucho, Plagg… Necesitaba soltarlo, no podía más… —el muchacho se sonó la nariz—. Aquí o allí con ella, creía que iba a explotar si no lo decía…

— Te entiendo… en cierta manera —Plagg se apoyó en el hombro de Adrien—. Aunque ya sabes que Ladybug odia a…

— Los mentirosos, lo sé —terminó la frase por él—. Pero no quería que ella tuviera cargo de conciencia o algo similar. Quería que se quedase tranquila en ese aspecto, aunque no le dijera la verdad del todo.

— Llegará un momento en el que… realmente veas a Ladybug como sólo una heroína y amiga, y no como tu amor platónico, no lo sé. Pero creo que deberías olvidarte de ella como ese "alguien más" y ver si otras chicas pueden llenar ese vacío que dejará Ladybug en tu corazón. Creo que es lo más sano para ti, chico —le recomendó Plagg, acariciándole la cabeza.

Adrien cerró los ojos, sintiéndose muy cansado y exhausto. Su cama no estaba deshecha, pero poco le importaba, ya sólo quería dormir. Su kwami le insistió en que deshiciera la cama para que pudiera dormir en condiciones, así que entre ellos dos quitaron unos cuantos cojines y el edredón y el muchacho se acostó, reposando su cabeza en la almohada. En esta ocasión, Plagg decidió dormir junto con Adrien para vigilar su sueño y para hacerle saber que estaba con él, y su portador se lo agradeció enormemente. A los pocos minutos, la respiración del chico se tranquilizó, dejó de llorar y de hipar por la angustia, y su mente voló al mundo de los sueños.


Nota de la autora: ¡HOLA, HOLAAAAA!

Después de siglos, lustros y milenios, vengo con una nueva historia, y será de Miraculous Ladybug, serie de la que estoy enganchadísima.

Estoy muy emocionada de emprender esta nueva aventura, en la que nuestros protas son mayores de edad y tienen que enfrentarse a nuevos desafíos.

Este fic es +18, por los temas que se tratarán en él próximamente, de violencia, muerte, palabras malsonantes, entre otros (sí, habrá temas sexuales, pero eso será mucho más tarde). Si eres menor o no te gusta el tipo de contenido, eres libre de abandonar el fic :)

Estaré muy activa por Twitter, ya que allí pondré pinceladas y adelantos del fic, así como dibujos que hago de los protagonistas (cómo se ven en la actualidad, nuevos trajes, poderes, etc) y también en mi cuenta de DeviantArt, donde pondré algunas imágenes e incluso fichas de personaje.

Os agradecería enormemente que dejarais comentarios, pues me animarían a seguir con la historia y ver que le interesa a la gente. Me he esforzado para escribir con mejor calidad, después de tanto tiempo que ha pasado desde el último fic que escribí.

En fin, espero que os haga gustado este capítulo y esperéis el siguiente con ganas... Debido al volumen de escritura, probablemente se actualice el fic cada mes (aunque no prometo nada).

¡Muchos besitos!