Disclaimer: Los personajes de Mentes Criminales pertenecen a su creador y a la productora de la serie.

FRACASOS

Si alguien le hubiera dicho que acabaría así, le habría dicho, liso y llanamente, que estaba loco. No habría necesitado ninguno de los términos que, hasta hacía bien poco, le eran tan naturales como respirar. Pero el tiempo le habría dado la razón al otro y no a él.

En su larga carrera, como en la vida, había tenido triunfos y fracasos, más de los primeros que de los segundos. Los triunfos le habían dado paz, alegría, satisfacción por el trabajo bien hecho y, muchas veces —la mayoría—, un nuevo miembro en su extensa y dispersa familia. Los fracasos, por el contrario, sólo le habían traído dolor y tristeza por la pérdida de más vidas humanas que habría podido evitar. Sus tres últimos fracasos —Bale, El rey pescador y Frank— le habían marcado mucho más que todos los anteriores juntos. Y quizás, entre los tres, le habían conducido hasta donde estaba ahora.

Bale había minado la confianza con su trabajo y consigo mismo. La argucia que había utilizado Bale para engañarle y provocar la muerte de seis agentes le había llegado tan hondo que había dejado la unidad durante seis meses, que habrían sido muchos más sino lo hubieran reclamado para que regresara. Menuda ironía: un mes de retiro por cada agente muerto. Por suerte, poco después de su regreso, pudo quitarse la espina y vengarse, por decirlo de un modo poco ortodoxo, de Bale, no dejándose engañar una segunda vez. Le dio cierta satisfacción ese triunfo, pero siempre quedaría la muerte irremediable de esos seis agentes en su memoria.

El rey pescador, o el señor Gadner —como se llamaba en realidad—, había penetrado en su vida más que nadie, incluidos los miembros de la unidad, y había roto en mil pedazos su más profunda intimidad al enviarle la cabeza decapitada de un hombre a su refugio más recóndito: la cabaña del bosque, el único lugar donde no había permitido que la maldad de su trabajo llegase. El autodenominado Rey pescador le había arrebatado ese rincón inocente y puro. ¿Y todo por qué motivo? Por creer que era el guardián del Santo Grial, que no era más que su propia hija, Rebeca. El equipo consiguió salvarla y eso podría considerarse un triunfo, pero el ataque a Elle en su casa que casi le cuesta la vida, y sin contar que quizá su decisión de alertar a los medios lo había podido provocar, y, sobretodo, la intromisión en su intimidad más recóndita lo empañaban tanto que se convertía en fracaso.

Frank, simplemente, había arruinado su alma y su existencia, sesgando, mutilando y destrozando a su amiga, la bienamada Sarah. Daba igual que Frank hubiera muerto, lanzándose a las vías del tren y arrastrando con él a Jane, la dulce e ingenua Jane, y su incomprensible y malsano amor. Daba igual que hubiese tratado de convencerse que podía seguir adelante, como había hecho con Bale y El rey pescador. Daba igual que por una decisión errónea suya —dejar que una chica desequilibrada mentalmente se encontrara con un asesino en serie—, Hotch fuera suspendido y quizás perdiera su trabajo...

Ya todo daba igual. Todo le daba exactamente igual.

Había perdido el rumbo de su vida, el sentido de su existencia, la razón de ser quien era. Lo había perdido todo, absolutamente todo. Incluso a sí mismo. Él era su último fracaso.

Eso era lo que era ahora.