Los personajes no me pertenecen.

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Mil años.

A pesar que era el final de su vida, se sentía en paz consigo misma. Todo acabaría en los cándidos brazos del fuego, se reuniría con su familia luego de tantos años…

Solo pensaba, o mejor dicho lamentaba una cosa, y eso era que no podría oír la voz y el hermoso latido de Hermes nunca mas. Pensando en ello, viejas fragancias llegarían a su memoria junto a otros recuerdos apoyados por sus demás sentidos.

El dulce aroma de la flor que Hermes corto esa vez, la primera que le ofreció… recordar su voz mientras se la describía. La textura de los pétalos cuando la deposito en su mano.

Aunque tuviera que esperar mil años, esperaba encontrarse con él una vez más. Aunque eso solo el único dios y el tiempo lo diría. Se iba de este mundo en paz, solo lamentando no escuchar a Hermes una vez más.

Sus oídos escuchan lo que los soldados decían en ella en susurros, la suplica de la joven que aseguraba su inocencia. La única inocente entre todos los que estaban en ese lugar, era esa chica que jura sobre el nombre del único dios que es inocente.

Siente el olor de la madera, la del fuego comiendo la madera de la antorcha. Puede sentirlo todo, incluso la fragancia del mar… El recuerdo de sus labios rosando los de Hermes mientras el sol acaricia el semblante de ambos. Había sido un corto beso, pero estaba dispuesta a esperar mil años para ver a Hermes de nuevo.

Si su vida acaba esa noche, gustosa aceptaría el castigo humano por sus acciones. Quería ver de nuevo a su familia: su padre, su madre y hermana. Los vería pronto y su corazón partiría en paz.

El ruido de los caballos, el aroma de los animales y sus jinetes… pero hay un aroma que alegra su alma. El de él, lo percibe entre todos ellos… No tiene que esperar tanto por verlo de nuevo, el único dios al parecer tiene otros planes para ella.

Rodea la cintura de Hermes mientras huyen a caballo, sumerge su rostro en la tela de su capa y aspira su aroma. Oye su corazón latir, late con la misma intensidad que el suyo… aferra sus brazos.

Ahora que vuelven a estar juntos, no quiere separarse de él.

La ultima vez, lloro por la pena de no saber que seria de su amor. Ahora, sentada a la grupa de su caballo, llora de la felicidad de saber…

Que no tenia que esperar mil años para verle nuevamente. Siente la mano de Hermes, por breves segundos sobre las suyas. Solo fue un tacto leve, pero eso la hizo sonreír por breves segundos.

En medio de la noche, continúa el escape con Hermes a la cabeza de las tropas… Con el único ser humano que ha sido capaz de llegar a su corazón, abrazando su cintura escuchando el bello latido de su corazón.

Para Irene, cada segundo son mil años de felicidad.

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Fin