Nadie que viera la casita por fuera pensaría que estaba habitada por magos. Era una casita muy parecida a las otras de la urbanización: paredes blancas con un jardincito repleto de flores de todos los colores. Lo único en lo que se diferenciaba de las demás era en que en los juguetes que decoraban el césped y gran parte del gran porche de madera.

-Zachary, recoge ahora mismo todos tus juguetes- gritó una voz femenina, no muy dada a gritar.

-Mamaaa, ya voy, no hace falta que grites- protestó el niño, Zachary, mientras salía de la casita del árbol que su padre le había construido.

La puerta de la casa se abrió y salió Hermione Granger, la madre de Zack. Hermione era una abogada exitosa del mundo mágico y madre abnegada de Zack. Tenía apenas veinticinco años, por lo que mucha gente que la veía con un niño de seis años se sorprendía por tener un hijo tan jovencita, pero ya estaba acostumbrada a los cotilleos.

Hermione era feliz, pero el único problema que tenía era que no disponía casi de tiempo libre, entre el niño, la casa y sus obligaciones en el Ministerio, por lo que apenas tenía tiempo para sus amigos, y menos aún para un novio. Apenas podía recordar la última vez que… en fín. Creía que la última era cuando concibió a Zack…

Con un suspiro meneó la cabeza mientras veía cómo su hijo bajaba la escalerita de madera. Tenía que reconocer que su padre había hecho un buen trabajo construyendo la casa. A pesar de que no tenían una buena relación (nunca la tuvieron), tenía que reconocer que era muy dulce con Zack, muy cariñoso, paciente y nada manirroto con cualquier cosa que necesitara el niño.

-Mamá, creo que he visto una lechuza llevando una carta- le dijo el niño, reclamando su atención.

-¿De veras?- sonrió ella.

-Sí, creo que iba dirección a casa del tío Ron.

-No me digas, seguro que ha sido la invitación para tu cumple, acabo de mandarla- sonrió ella.

El niño rió, feliz de que su madre se hubiera acordado de que le había prometido una fiesta para celebrar su sexto cumpleaños.

-Ya me falta menos para ir a Hogwarts- dijo orgulloso.

-Sí, ya verás que bien te lo vas a pasar allí- dijo Hermione, abrazando a su hijo.

-Papá dice que tengo que quedar en Sly…

-Tú no hagas caso de lo que diga papá en eso- dijo ella, intentando controlar su ira. ¿Encima se atrevía a coaccionar a su hijo?- Quedarás donde tú quieras ir, no dejes que nadie te diga dónde ir.

El niño miró a su madre muy serio.

-Lo sé, mamá.

Hermione suspiró y se pasó la mano por el pelo.

-Vamos dentro, que hace mucho calor aquí fuera para esperar a tu padre.

-Dijo que me llevaría al Callejón Diagón a tomar un helado antes de ir a su casa. ¿Crees que me dejará tomar el helado de piña que me tomé la otra vez, cuando estuve con James y el tío Harry?

-Por supuesto- contestó Hermione mientras cogía a su hijo de la mano y lo introducía al fresco interior, no sin antes mirar alrededor y agitar la varita para que los juguetes de su hijo se recogieran.

Zack estuvo jugando un ratito con su madre hasta que oyó el sonido del timbre.

-¡Ha llegado papá!- gritó emocionado.

Hermione rió y se levantó del suelo, donde había estado sentada, para abrir la puerta al padre de su hijo. En cuanto la puerta se abrió dejo ver a un hombre rubio, muy guapo y de aspecto atlético, con unos ojos grises iguales a los de su hijo, que ahora la miraban de arriba abajo.

-Bonito look, Hermione- dijo.

-Gracias, Draco- dijo Hermione, con una media sonrisa.

-Papaaaa- gritó el niño.

-Hey, pero ¿cómo está el rey de la casa?- rió Draco- Madre mía, cada vez que te veo estás más alto.

-No exageres, anda, que lo viste ayer- dijo ella.

-No le hagas caso, papá- dijo el niño- Hago estiramientos todas las noches, como me dijiste tú- explicó Zack, orgulloso.

-Es que mamá no entiende que para un futuro jugador de quidditch es importante la elasticidad- replicó Draco.

-¿Perdona?- explotó Hermione- Teníamos como meta que llegara a premio anual.

-Bueno- sonrió Draco mientras se ponía al niño sobre los hombros- no pretenderás que sea un ratón de biblioteca, querrás que se divierta ¿no?

-Sí- coincidió Hermione- Pero…

-Además, a Scorpius le encanta el quidditch. Lo practicamos siempre en casa.

Hermione apretó los dientes.

-No debí dejarte que le pusieras ese segundo nombre- masculló.

Draco sonrió ampliamente con esa sonrisa que solo Zack y, a veces, Hermione, podían sacarle.

-No, no debiste.

El niño la miró sonriente, acostumbrado a ese intercambio de pullas entre sus padres.

-Te lo traeré el lunes intacto- prometió Draco.

-Dame un beso, bichito- pidió Hermione, extendiendo los brazos hacia el niño.

Zack le dio un beso enorme a su madre, junto con un abrazo.

-Pásatelo bien ¿vale?- pidió ella.

-Te lo prometo.

Hermione se quedó en la puerta viendo como Draco metía a su hijo en el coche familiar que tanto le había costado convencerle de que se comprara. Desde detrás tenía un culo impresionante.

-Basta, ya- murmuró ella.

Una vez acabó de instalarlo, cerró la puerta, le hizo un gesto con la mano de despedida, y puso el coche en marcha.