Saludos lectores, aquí les traigo un nuevo fic en el que he estado trabajando desde hace unos meses, no estoy segura cuantos capítulos tendrá, pero ya llevo terminado cuatro aparte de este.

Como información, les cuento que va a ser un universo alterno, donde la guerra con Millenium termina de una forma completamente diferente, y los personajes tomaran decisiones algo extremas. Además que se desarrolla después de la guerra.

Ahora sepan que los primeros capítulos se verán algo descuadrados en cuanto a personajes, pero créanme las cosas no son lo que parecen, y como adelanto les digo que es un AxI así que tengan paciencia y verán cómo se desarrolla esto. Así que cualquier OOC, es solo de un comienzo.


Recuerdos manchados de carmín. UA

By: Brisa Black


Prologo.-


Un potente estruendo, remeció las paredes de piedra del sótano, sus ocupantes trastabillaron movidos por la explosión – porque sin duda alguna, había sido eso, una explosión – Cada uno busco un sostén para no terminar desparramados en el suelo. Precariamente sostenidos en las murallas o en algunos de los pocos muebles atornillados al piso, se observaron entre ellos asegurándose de que todos estaban bien.

Integra frunció la boca con desaprobación. Eso había estado cerca, peligrosamente cerca para su gusto y tranquilidad– ¿Están todos bien…? – preguntó con un dejo de desconfianza.

Todos asintieron afirmativamente, mientras se destensaban con cuidado y se alejaban de los muros y muebles con alivio. Serás lanzó un suspiro agotado, mientras se estremecía ligeramente, asintiendo vagamente con la cabeza. Unos metros por detrás Pip se masajeaba el cuello con las manos, algo adolorido pero entero. Anderson bufó por lo bajo rezongando, mientras guardaba sus bayonetas en sus fundas totalmente parco. Walter en tanto, arreglaba su monóculo con cuidado, mientras daba la única respuesta hablada del grupo.

-Claro Sir Hellsing, algo aturdidos pero bien. – contestó con su casual y trabajada flema inglesa que jamás le dejaba.

Sir Integra, giró la cabeza buscando a último de sus hombres, no le sorprendió ver que Alucard, era el único que se encontraba totalmente indiferente a lo que acaba de ocurrir. No hacía falta más que mirarlo para saber que el remezón dado a su refugio, no le había afectado en absoluto, su pose era la usual, transmitiendo esa despreocupación e indiferencia recurrente. Ni siquiera se había sostenido, y estaba igual de erguido, como si nada hubiera pasado.

Lo escrutó fijamente, con tal intensidad que lo sacó de su aparente en si misma miento. Chocando su mirada carmín con la de hielo, por unos instantes, en los cuales se tranquilizaron sin palabras.Fueron solo unos segundos, tan cortos que ninguno del los demás ocupantes se percato de la electricidad entre ellos. Cortó la conexión y se enderezó con altivez en un gesto que decía claramente que no le importaba lo que el enemigo fuera a hacer, ya que lo enfrentaría todas las veces que fuera necesario hacerlo. No la asustaban.

Alucard, sonrió de medio lado, y rió entre dientes, divertido y admirado por esa férrea voluntad que demostraba.

-Eso ha estado cerca…- comentó Walter analizando con fijeza los muros, buscando algún punto débil.

-Sí, demasiado para mi gusto. – Anderson taladró con su mirada al vampiro. Que estuvieran momentáneamente del mismo lado no quería decir que se llevaría bien con el engendro de Satanás. El rey de lo no vida, le sonrió burlón.

-Esto debe acabar de una buena vez, se han perdido muchas vidas y la reina sigue en peligro, es necesario sellar a ese ejército de ghoul de una maldita vez. – Integra entrecerró los ojos pensativa por unos instantes, para luego decir. – Anderson, tú tienes las clave para purificar a esas almas corruptas que mueven a los vampiros. - señaló, acertadamente. No era una pregunta, sino una afirmación, concisa y precisa.

-Eso era lo que les iba a informar. – por unos instantes tomó un aire académico y serio, totalmente opuesto a lo que realmente era la mayoría del tiempo, un crio de dos metros. – Como decía…- todos automáticamente prestaron atención, podía ser la única oportunidad para deshacerse de los vampiros artificiales por siempre. – la única forma de erradicarlos de una buena vez ese gen maligno, es mediante un rito de magia druida, se cree que es aún anterior al imperio romano por unos tres siglos…-hizo una pausa, y subió los anteojos, en un gesto inconsciente, de quien lo hace solo para ordenar sus ideas.

En fin, sabemos que ellos no crearon ese rito, sino más bien fueron los encargados de guardarlo como conocimientos, y llegada la expansión del imperio romano fueron traspasado a escritos, en latín vulgar…obviamente un redacción bastante más reciente que el conocimiento en si…- comentó emocionado, se notaba a leguas que el tema, lo apasionaba en sobremanera.

-Anderson, al punto…- fue la seca replica de Sir Hellsing. El tiempo era un bien valioso en esos instantes y no debía debían desperdiciarlo.

Hizo una mueca ofendida, por el corte a su improvisada clase de historia, pero hizo lo que le ordeno. – En fin, el rito consiste básicamente en un sacrificio…-largó de improviso, ahora con fastidio.

El capitán y Walter fruncieron el ceño y se dirigieron miradas de mutuo desagrado. Serás, por su parte, dio un respingo, ante sus palabras. – ¿U-un sacrificio-o…? – repitió asustada. Ya no le estaba gustando nada el rumbo que estaban tomando las cosas.

-Exacto… – estuvo a punto de agregar algo como, bestia del averno, pero se contuvo al percatarse de la mirada de la inglesa infiel y los puñales carmín de su demonio sirviente. Así que se contuvo, no estaba en la mejor posición como para quebrar la frágil tregua que tenía con estos paganos.

-Un sacrificio de que exactamente…- fue la suspicaz pregunta Sir Hellsing. Como a Victoria, tampoco le estaba gustando el tinte de la situación, pero aún así se arriesgo a preguntar, aunque sabía que la respuesta no le agradaría en absoluto.

Anderson se disponía a abrir la boca, cuando una voz baja y profundo se disperso por el lugar adelantándose.

-De un vampiro. – fue la sencilla, pero cortante respuesta. Todos giraron hacía Alucard, que ahora, estaba afirmado indolente en una de las murallas con los brazos cruzados y semblante inexpresivo.

-¿Cómo es que tú…? – cuestionó el regenerador dejando el final de la pregunta en el aire.

Alucard sonrió socarrón. – Antes de que Iscariote existiera yo ya llevaba un par de siglos, mi estimado…además bajo mi condición, siempre me he relacionado con los la magia. En una de mis viajes, llego a mis manos ese pergamino. – fue la contestación desinteresada que dio sin perder el rictus, pero con una seriedad en su voz y mirada que daba escalofríos.

Pip, tosió ligeramente preocupado. – Entonces debemos capturar a un vampiro y sacrificarlo, para que toda esta mierda se acabe de una vez. Haberlo dicho antes…

-No. – dijo tajante, antes de apuñalarlo con la mirada, el francés se encogió ligeramente en su lugar, y volvió a toser incomodó. Ese vampiro era de lo más aterrador, prefería no hacerlo enojar.

- ¿No qué? – cuestionó Integra, hastiada de tanto preámbulo.

- Que no es tan simple como se oye… - Intervino el sacerdote nuevamente. – Si se tratara de solo un sacrifico, a estas alturas esta guerra se hubieras acabado hace mucho.

- ¡Entonces qué demonios está faltando! – exclamó ya cabreada, por todo el parloteo.

- Voluntad. – dijo simplemente el nosferathus, se notaba que pese a la pose y sonrisa, el tema no le agradaba en lo absoluto. Por ende no daba grandes explicaciones acerca de lo que estaba pasando.

- ¿Voluntad?...- frunció el ceño, contrariada. – ¡Voluntad de que! Podrían explicarse por todos los diablos y dar una condenada respuesta completa, sin palabras al aire.

El vampiro, no se dio por aludido, ni siquiera se inmuto. Anderson carraspeo y comenzó a hablar. – Como bien dijo, el nosferathus, el sacrificio necesita voluntad. – Integra bufó molesta, y se apresuro en agregar. – Pero no la voluntad del que va a realizar el rito, sino la voluntad del que será sacrificado…debe querer hacerlo.

Un tenso silencio cayó en el lugar, todos quedaron estacados en sus lugares. Ya entendía cual era la razón de la molestia del vampiro. Integra, se sintió más frustrada de lo que se había sentido en días, era prácticamente imposible que ese sacrifico voluntarios se llevara a cabo, ningún lo haría. Su naturaleza era egoísta, aún más que los humanos.

-Demonios. – siseó entre dientes. Estaban en un punto muerto, como rayos los harían para lograr su objetivo.

-Es imposible.- comentó Walter con un dejo de amargura. – Ningún vampiro lo hará.

-Me temo que va a ser complicado, pero tendremos que intentarlo. – concluyó ligeramente agotado el padre Anderson.

Serás se comenzó a cuestionar lo que tendría que hacer, muchas vidas se salvarían si el rito se llevaba a cabo. Ya no habría muerte, ni ghoul y por sobre todo lo demás ya no habría guerra ni sangre, ni gritos. Ni más dolor. No lo negaría sentía miedo, pero cada vez la idea de presentarse como voluntaria se le hacía más atractiva.

Era lo menos que podía hacer, por ella y por los demás. Resuelta se dispuso a dar el paso, a comunicarles que si había un vampiro dispuesto a entregarse por la causa. Pero antes de que las palabras salieran por su boca, la voz profunda de su maestro la detuvo.

-"No lo hagas Victoria…" – ella le miró al otro lado de la habitación en la misma postura, y con los ojos lejanos en algún punto de la muralla.

-"Pero maestro, alguien debe hacerlo, esto tiene que parar.

-"Eres demasiado joven, aún".

-"Pero maestro, sino lo hago, esto no acabara…yo…".

-"Lo hare yo". – en ese instante fijo su mirada en ella dándole fuerza a sus palabras.

-"Pero maestro…usted…"

-"Haz lo que te digo Victoria, tengo mis propias razones".

Asintió quedamente compungida, mientras el grupo seguía discutiendo entre ellos la forma de realizar el rito y más difícil aún encontrar a la victima dispuesta.

-Joder, es imposible. – soltó Pip desesperado.

Alucard enderezándose en su lugar e interrumpió con voz inexpresiva. – Yo lo haré.

Cada uno de los presentes, por segunda vez dentro de la misma hora le miró como si le hubiese salido otra cabeza. Sin poder creer lo que sus oídos captaban. Debía de ser una broma, no es así.

- ¿Cómo has dicho? – Alexander no podía entender que rayos estaba pasando.

-Así como lo oyes mensajero. – sonrió socarrón, mostrándole los dientes.

Sir Hellsing, no dijo nada, solo le miró fijamente mientras su mente procesaba todo el mensaje una y otra vez. Es que el rey de la no vida, el primer nosferathus, el conde se estaba entregando. El estomago se le contrajo, mientras un sabor amargo inundaba su boca.

No podía creerlo, no quería creerlo.

Sabía que con esto podrían terminar con toda la carnicería de una buena vez y para siempre, pero algo dentro se negó a ser razonable. No quería que el maldito vampiro la hiciera de cordero. No ahora, no después de todo lo que habían vivido… ¡como rayos!...

Él no la miraba, y respondía a las preguntas de todos con diversión. Como si fuera una nueva forma de tomarles el pelo con ese asqueroso y retorcido sentido del humor.

-¿Por qué? – fue la fría y seca objeción. El movimiento se paró a su alrededor, y un silencio lúgubre volvió a envolver el lugar, de pronto ya no importaba la presencia de sus subalternos.

Alucard hizo un gesto de cabeza, y Walter sacó a todos los espectadores del lugar, lo más silenciosamente posible. Cuando la puerta hubo estado cerrada nuevamente, se volvió hacía ella.

-Porque así debe ser. – dijo simple. – alguien tiene que hacerlo.

-No es tú estilo Alucard. – comentó inexpresiva. – Te recuerdo que no eres el héroe trágico, y bondadoso. Tú papel a representar desde hace ocho siglos ha sido el del villano y lo has disfrutado, cada momento.- lo taladró con el par de puñales de hielo que eran sus ojos.

-Que no puedo buscar la redención, amo. – dijo irónico.

-No ahora. – se cruzó de brazos, con el mismo malestar que la embargo desde que escucho la decisión. – Responde.

Con el rictus ido y una expresión sería en el rostro, se cruzó de brazos, con incomodidad. – Es necesario, si no soy yo… ¿Quién?

Desvió la mirada contrariada. – Da igual, quien sea. – contestó tozuda. Se negaba, no quería que ocurriera. Que se fuera y la dejara sola, nuevamente. Por primera vez quiso ser egoísta y anteponer lo que quería por sobre lo que debía hacer. ¡Qué cuernos le ocurría! Porque de pronto sentía que algo se estaba desgarrando. No era su naturaleza, no era así.

Alucard, la observó fijamente unos instantes y un brillo de comprensión iluminó sus ojos. Una mueca amarga, volvió a apoderarse de sus facciones. – Integra…- llamó con voz pausada.

No le miró.

Cauteloso dio unos cuantos pasos hasta quedar en frente, la tomó de la barbilla y la obligó a mirarlo. Sus ojos azules relampaguearon y sin ser necesario leer su mente supo que era lo que pensaba y más aún lo que estaba sintiendo en ese minuto.

-Condesa, tú sabes que no hay más opciones. – acarició suavemente su mejilla, con la punta de los dedos.

-Te ordeno que no lo hagas, sirviente.

Él hizo un gesto de impaciencia. Se estaba comportando caprichosamente, extraño. No le quedaba otra que explicar cuál era los motivos o al menos algunos de ellos. – Has pensado en que pasara conmigo una vez que tú no estés…- soltó suavemente en un ronroneo bajo.

No emitió palabra, solo lo miró con incredulidad.

-Integra, dada las circunstancias actuales, mis planes originales respecto a ti ya no se podrán realizar…- ella parpadeo reiteradamente. –… tú ya no eres virgen, mi condesa, y yo soy el culpable de eso. – nuevamente la acaricio con una suavidad que rayaba en la devoción. – Por ende, entenderás que ya no puedo transformarte sin destruirte, así que tendré que ver cómo los años te apartan un poco más de mí, hasta que la muerte te lleve…

Ahora, acercó su nariz a su cabello, aspirando su aroma a azahar que la impregnaba, continuo en su oído, como el amante que era. – No lo soportare, no podre vivir cuando eso ocurra. Toda la cordura mortal que poseo desaparecerá y volveré a enloquecer de dolor y lujuria por la sangre y la guerra.

Casi con cansancio, enterró su cabeza en su pecho de mármol. No quería ser razonable, solo por una vez no quería que la lógica mandara en su vida. Él paso sus brazos entorno a ella, y la apretó contra sí.

-No quiero volver a eso…- dijo suavemente. – No quiero perder la cordura, y mucho menos quiero deambular otros ochocientos años en soledad…- hizo una pausa, antes de agregar. –…sin ti. Si no lo hago ahora, no tendré otra oportunidad y estaré condenado. Además, ¿quieres que destruya la humanidad que tanto te has esmerado en proteger?

Solo se aferró a él con fuerza, y desesperación no pudiendo expresar con palabras lo que en realidad quería decir, con ese simple contacto quería que todo lo que sentía en ese momento él pudiera recibirlo.

Pasaron unos minutos, en los cuales solo estuvieron abrazados, en medio de una intimidad que exclusiva, en la que nadie podría interferir.

-Se merecen algo mejor…- comentó con ligereza y una escueta sonrisa sincera. – Se los debo…

Y sin mediar nada más, tomó sus mejillas y la besó con ardor. No era un roce suave, ni tranquilo, era fuego. Una lucha, por un mismo fin. No era casto, ni trémulo, ni delicado. Ninguno de los dos lo era, más bien era brusco, duro, apasionado. Querían devorarse, consumirse, con ese algo que les quemaba el pecho y las entrañas. Ella subió las manos y se aferró a su cuello acercándolo más a sí misma, mientras él con un brazo entorno a su cintura la elevó varios centímetros del suelo haciendo lo mismo.

Luego de unos minutos se separaron, inmediatamente Integra escondió su cabeza en el hueco de su cuello y siguió aferrada a él, como a su tabla salvavidas. No sabía que haría sin su presencia, su ironía y cinismo nato.

Dolería su ausencia.

Ya dolía de hecho.

Era consciente de que no abría promesas tontas, ni trozos de poemas, ni cursilerías varias. Ambos estaban totalmente alejados de aquello. Y era la cruda realidad lo que los golpeaba nuevamente.

-Extrañare tus impertinencias, y ese cinismo tuyo. – le dio un ligero beso en el cuello.

Rió entre dientes, con malicia. – Eso solamente extrañaras, pero que decepción. – hizo un mohín infantil. – Esperaba que extrañaras esas jornadas en las que no dormías por mantenerte entretenida en actividades noctur…

Fue cortado, por una palmada en el hombro. – A callar, vampiro.

Volvió a reír con ese aire divertido y burlón, para inmediatamente y con cuidado la bajó, dejándola en el suelo. Nuevamente se miraron fijamente. – Es hora. – cortó él con seriedad.

Ella, asintió con decisión, y se dirigieron a la puerta…

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Sobresaltada se incorporo en la cama, asustada y con un dolor punzante en las sienes. Respiró entrecortadamente, mientras unas gotas de sudor descendían por su rostro. Apretó los ojos, unos instantes buscando serenarse, y aferrándose a ese punto central, que la mantenía firme. Se levantó con cuidado de la cama y se dirigió a la ventana, cuidadosa entreabrió las cortinas blancas y escrutó la luna instalada en el cielo. Estaba alta, llena y de un color ligeramente carmín, suspiro, intranquila.

Estas eran sus noches favoritas.

Suspiró desalentada, y afirmó la frente en el vidrio, con pesadez. Jamás olvidaría ese día, ni como termino esa guerra. Y peor aún jamás le olvidaría a él. Había momentos en los que deseaba borrar esos recuerdos, pero simplemente no la dejaban, porque una parte muy profunda – y masoquista – se aferraba a ellos como si fueran aire.

Mordió sus labios y movió la cabeza con la firme intención de dejar de torturarse con recuerdos. Aferrarse a ellos no lo traerían de vuelta, ni desandarían el camino que había tomado su vida. Porque pese a su ausencia, su vida era hermosa y tranquila, aún cuando le faltaba un pedazo que ya no volvería a ser ocupado…


Denle una oportunidad, es solo el prologo, no se arrepentiran, confien en mi, además tengo un par de cartas bajo la manga, que puede que les sorprenda. Pues, que más lo de siempre, dejen review y critiquen, ya saben, quiero mejorar, y necesito de sus opiniones, que no les cuesta nada n.n y ayudan un montón.

Pues eso, saludos, para todos y nos vemos en proximo capitulo.

Brisa Black.-