Disclaimer: One Piece es de Oda, por ende no escribo con fines de lucro.
EL UNO PARA EL OTRO
En el fondo, sabían que eran el uno para el otro, de una manera extraña, perteneciéndose sin pertenecerse.
Pues se podía ver claramente la tensión que surgía entre los dos cuando estaban juntos, cuando se encontraban por casualidad y algo parecido a una conversación se hacía presente.
Eran el uno para el otro, sin duda alguna, sin embargo, no podían estar juntos.
Él, porque era un alma libre, sin ataduras... A él le gustaba volar solo, aunque de vez en cuando alguien lograba bajarlo del cielo y hacerle pisar el infierno, le invitaba a probar vestigios de amor antes de emprender un nuevo vuelo.
Y ella... A pesar de que la soledad la había acompañado durante mucho tiempo, a pesar de que antes de él solamente se dedicaba a "jugar" con los hombres como una manera de supervivencia en un mundo cruel, se había enamorado por primera vez...
Robin y Zoro sabían que debían estar juntos, sin embargo, las situaciones nunca serían favorables por sus demonios internos, por sus pasados... Pero allí seguían, besándose en las bodegas, en la cocina, en el puesto de vigía, en el cuarto de las chicas.
Se devoraban cada vez que podían, y se podía decir, que solamente así podían llegar a un equilibrio. Saber que había tanta pasión dentro de ellos y al mismo tiempo no ser nada más que el viento que corría impulsando el barco.
Y allí estaban nuevamente forcejeando, arrancándose mil y un sensaciones que solamente podían surgir entre los dos, pues entre el ir y venir de las cosas habían pasado cuatro años desde aquel entonces, cuatro años de ser y no ser, de estar y no estar. Y a pesar de los dos años de distancia, las ganas seguían intactas.
Así era su relación, y así sería mientras el viaje durase, siempre escondidos porque no eran una pareja formal, y al mismo tiempo, entregando todo en un beso, en una caricia Y cuando hacían el amor, o en este caso, sexo, se podía sentir que se completaban y el círculo se cerraba.
Quizás ese era su karma, quizás habían renacido en esos cuerpos para volver a encontrarse una y otra vez. Desde la primera vez sus almas se habían reconocido, Robin lo sabía bien, quiso sonreírle para romper barreras, y claro que lo había logrado, lo había nockeado.
Estaban solos en el barco, se habían quedado solos mientras todos bajaban en la isla para comprar las cosas que necesitaban, y ellos, una vez más aprovecharon para acercarse, para enredarse en ese festín de sensaciones y ser, al menos por ínfimos instantes, lo que nunca podrían ser.
FIN
