Bueno, este es un regalo para… ¡Lauz9!

La verdad me tentó mucho tus ideas, así que decidí escribir ambas.

Esta es solo como la introducción ya que no podía escribir más (culpa de mi computadora)

¡Espero y lo disfrutes!

Esta historia pertenece al "Intercambio Navideño" del foro "Hasta el final de la pradera"

Los personajes pertenecen a Suzanne Collins.

Nada me pertenece.

•••

En un pueblecillo vivían los famosos Quien. Se les reconocía por su alegría en fechas navideñas, siempre dispuestos a ayudar y también por sus narices un poco singulares. Pero, había entre todos los Quien alguien que odiaba todas las luces destellantes, nieve y regalos.

Sí, era el famoso Peeta Grinch. O como le gustaba que lo llamaran El Princh.

Y así como el odiaba la Navidad con todo su ser, así los Quien lo odiaban a él.

A excepción de una personita. La pequeña Primrose Lu. Con toda la ingenuidad de una niña se preguntaba el porqué del Princh y su odio hacia él. Había decidido preguntar a cuan adulto se le acercara.

Nadie le explico lo que pasaba.

Había diferentes versiones en cada una de las bocas y ninguna coincidía.

"Es un monstro" decía una de sus tías.

"No deberías indagar sobre el" le sugirió una viejecilla que vivía cerca de donde ella "La leyenda cuenta que, si pronuncias su nombre te comerá en la noche".

"Oh, claro que conocí al Princh" decía Katniss "Iba en mi clase cuando éramos niños, pero no teníamos relación alguna. Simples compañeros."

Primrose Lu no había quedado satisfecha con cualquier respuesta que le daban, cuando una gran idea cruzo por su mente.

Invitaría al Princh a festejar Navidad con ellos.

•••

Peeta o mejor conocido como el Princh, vivía en lo más alto de una montaña cubierta por nieve. Después de abandonar a Villa Quien decidió que la mejor manera de que nadie lo molestase en un futuro era yéndose lo más inalcanzable posible, también influía el hecho de que vivir en una montaña de ese tamaño se veía aterrador.

Nadie se atrevería a burlarse de él.

Todos le temerían.

Ha excepción de su gato, Buttercup.

Lo había encontrado ya hace unos años muerto de miedo y frio cerca de su puerta. Bien podría haberlo dejado ahí simplemente, pero no le vendría mal algo de compañía o con quien platicar.

Era la única persona que quería y necesitaba.

Su vida estaba bien.

•••

Primrose Lu estaba tan cansada que apenas y pudo tocar levemente la puerta. Era una montaña demasiado grande para una niña de su edad aun habiendo un pequeño trineo que la llevaba casi a tres cuartos del trayecto.

"¡¿Quién osa interrumpir en la casa del Princh?!" sonó una voz grave por el micrófono. A cualquiera le daría miedo.

Pero a ella no "Soy Primrose Lu, señor Princh" se presentó con entusiasmo.

"¿¡Con que derecho crees que serás bienvenida en este lugar?!"

"Lo siento" dijo ella "No sabía que necesitaba hacer un tipo de cita para verlo"

"Por supuesto que no necesitas" dijo Peeta "Nadie viene a visitarme"

Primrose Lu rio un poco. "¿Qué es tan divertido?" preguntó el Princh.

"Su voz"

"Mi voz no es graciosa"

"Claro que sí"

"Que no, niña" al decir esto la puerta se abrió, mostrando al verdoso Princh.

"Es un gusto verlo en persona, señor Princh" saludó alegre la pequeña rubia.

"¿Vienes a venderme galletas?" preguntó. Acercó su rostro lo suficiente para verla determinadamente. La niña no era verde, lo que lo entristeció. Apenas y sobre pasaba el metro de altura y tenía unas extrañas coletas en cada lado.

"No, vengo a invitarlo a la ceremonia de Navidad en Villa Quien" Peeta pensó que sus mejillas algún día explotarían de tantas sonrisas que daba.

"¿Y qué te hace pensar que yo iría?" puso su cara más aterradora –la que le había funcionado por tantos años para ahuyentar a los curiosos- y así hacer que la niña trenzuda se fuera de su vista.

"Nadie debería estar solo en Navidad, señor Princh" y ahí estaba… otra sonrisa.

Tan angelical.

Tan delicada.

Peeta sintió ganas de vomitar ante tanta ternura.

"Yo no celebro la Navidad, Kaylee" intento con otra pose aterradora… que tampoco la hizo corres asustada, incluso parecía aburrida.

Definitivamente deberían prohibirles las películas a los niños. ¡Hoy en día ya no les asustaba nada!

"Mi nombre es Primrose Lu" metió su mano en uno de sus bolsillos "Aquí está la invitación, por si cambia de parecer"

Era una pequeña tarjeta roja, enfrente decía "Feliz Quien Navidad".

Cada vez más ridículas esas criaturas, pensó Peeta.

Cuando quiso devolver la invitación la rubia ya se había ido de su vista. Cerró la puerta con fuerza, arrugó el papel entre sus manos y tirándolo por ahí.

No, definitivamente no iría

"¿Crees eso, Buttercup?" preguntó al gato que yacía en un sillón. "Yo" se señaló a sí mismo "en una fiesta con ellos" rio amargamente.

Buttercup, quien parecía que comprendía de verdad lo que pasaba, maulló.

"Lo sé, lo sé" se sentó junto a él. "Pertenecí a esa Villa algunos años de mi vida" movía su mano con desinterés, como si fuese un niño reprendido por sus padres "fui un Quien… pero ya no más, ¿entiendes?"

Peeta pensó una vez más las circunstancias por las cuales había desaparecido de ese lugar.

•••

Nadie se explicaba cómo, pero una canasta llegó hasta la puerta de los Hawthorne. Ellos ansiaban tener un bebé desde que se casaron, hace ya 5 años que esperaban deseosos que un paquete color marrón llegara a su puerta con un pequeño.

Y así lo hizo.

Solo que no esperaron que alguien como él… fuera quien estaba destinado a ser su hijo. Al principio Haymitch lo tomó mal, pero no había nada que hacer.

No se podía solo devolver y ya.

No.

Ese era SU hijo.

Después de varios días pudo acostumbrarse a la idea de tener un hijo algo "especial", como solía llamar su esposa.

Pero eso no quería decir que él lo aceptaba.

El pequeño Peeta, como habían decidido llamarle, estaba cubierto de pan en lugar de la piel medio rosada que distinguía a los Quien.

Un día Peeta cayó "accidentalmente" sobre una olla de agua. Lo que no sabían era que esa olla tenía colorante verde para adornar postres.

Desde ese día Peeta era verde, lo que ocasionaba muchas burlas entre los niños de su edad. Excepto de una.

Katniss Quienverdeen.

Era la niña más linda de su clase, o al menos eso pensaba él, cabello castaño y hermosos ojos grises.

Ambos tenían 6 años cuando se acercaba la Navidad y Peeta quería prepararle algo especial. Horneó varias horas hasta que el resultado fue satisfactorio. Moldeó y embetunó hasta cansarse.

Era el mejor regalo que le darían y sería de él.

El día comenzó tranquilo y normal como cualquier otro. Pasaron varias horas hasta que la maestra les anunció que era hora de intercambiar regalos.

Peeta fue el primero en levantar la mano. Caminó hasta el pizarrón para mostrar su regalo.

Era una escultura de Katniss en miniatura, hecha de pastel. Todos quedaron asombrados, incluso la maestra.

Peeta pensó que ese sería el día en el que todos lo dejarían tranquilo y serían sus amigos.

"Awww" soltó Johanna "El pequeño monstruo está enamorado". Todos los niños soltaron carcajadas.

Excepto Katniss, pero él no lo notó.

Algo dentro de él se quebró ese día. Destruyó todo a su paso que tuviera que ver con la Navidad. Subió hasta lo más alto de la montaña y jamás volvió a bajar.

Desde ese día no había querido saber nada de nadie.

Se encerró en su mundo y esperaba que todo siguiera igual.

No los necesitaba.

No necesitaba a nadie.