Gravity

Aquella noche estar en casa había sido más horrible que nunca. No hubo nadie ni nada que le hiciera compañía y aquello le hacía sentirse bastante nostálgica. Por ello, cuando escucho un sonido proveniente de la ventana no dudo en asomarse. Primero algo tímida desplazó las cortinas, lo encontró de pie bajo la luz de un farol. Le hizo señales que no comprendió totalmente, pero que le bastaron para entender que quería que saliera. No lo dudo ni un instante, sacó su abrigo del clóset y bajo corriendo las escaleras. Abrió la puerta y ya le esperaba recargado en un muro.

Vamos a caminar –Dijo y sin esperar respuesta emprendió el primer paso, seguro de que le seguiría sin más, y así fue.

Las farolas presumían un joya naranjiza agonizando en su interior mientras los copos de nieve rozaban su piel como si tuvieran miedo de lastimarla. Su aliento estaba congelado en un matiz pálido se extraviaba en un sitio desconocido oculto en el viento helado. Ligeros temblores sacudían su cuerpo en una caótica travesura, obligándola a frotar sus manos esbeltas, reteniendo así la tibieza un poco más.

Syaoran fingía ignorarla como si estuviera en un mundo distinto al suyo, pero con un sonrojo sutil decorando sus mejillas mientras continuaba con su gesto orgulloso. Solo el rastro de sus huellas sobre la nieve aseguraba que su presencia prevalecía, luchando en su caminar contra la brisa que le golpeaba el rostro.

El mundo parecía hundirse en un lecho silencioso cobijado por un delgado manto de nieve, escarcha y los rayos platinos de una luna sonriente. Repentinamente al dar la vuelta en una esquina el frenó, en respuesta ella le miró con curiosidad y preocupación.

La gravedad desaparecía otorgándoles delgadas plumas de cisne. Las nubes giraban por todos lados con el aroma dulzón de un algodón de azúcar y el viento susurraba a su oído bellas notas de una canción de cuna que desenredaba cada hebra de sus cabelleras.

Bajo el amparo de un as moribundo dirigió el índice hacia sus labios y luego fue sustituido por su boca, otorgando una caricia delicada. Aquella sensación era extremadamente cálida y adictiva, algo así como una taza de chocolate para combatir el frío. No quiso romper el momento, pero poco después quien había comenzado todo fue quien le puso fin.

Tonta, más te vale callar bien todo esto… es, es… ¡es un secreto! –Gritó avergonzado, evitando a toda costa el contacto visual.

Sakura comprendió de inmediato, incluso su sonrisa se hizo aun más grande; descendió su palma hasta aquel pecho varonil para luego descansar su cabeza sobre él. Los latidos eran acelerados y marcaban el ritmo de un tambor salvaje, pero ni ello evito que un par de brazos la rodearan, acercándola más hacia sí.

Entonces la alarma del ruidoso reloj sonó. Abrió los parpados con la sonrisa aun marcada en sus labios. Nueve en punto y los rayos del sol ya peleaban contra las cortinas y las ramas se estrellaban contra el cristal llamándola incesantes. Un oso de felpa fue directo al suelo, su sonido apenas audible y frio borró la sonrisa para traer lágrimas a aquellos ojos nítidos.

No había sido un sueño, pero tampoco había sido perfecto. Hong Kong estaba muy lejos, parecía incluso más que aquellos días en los que podía mirar atrás y encontrarlo estrechando su mano.


Ya tenía dos años queriendo publicar esto y nada más no, hasta que hoy me armé de valor y el resto es historia. Espero les agrade aunque sea un tanto triste, va dedicado con mucho cariño para Tiky. ¡Gracias por leer!