PRÓLOGO

Lo conoció aun cuando era una niña, cuando nada sabía del mundo ni de los seres que lo habitaban. Cuando aun no sabia nada del amor, y peor aun, cuando aun creía en este.

Él le había echo creer en todo esto cuando ambos tenían doce años. Le hizo pensar que todo era posible, que el sol salía tan solo para iluminarlos y que la vida era algo maravilloso. Pero no tardo mucho en demostrarle que los golpes de los que tanto hablan los mayores, no dejan heridas visibles, que se desarrollaban en nuestro interior, y que eran incurables.

Él le había prometido tantas cosas, pero de todas las promesas que rompió, la que más le dolió fue la de "Estaremos juntos para siempre". Casi no había acabado de decirla cuando se fue, dejando todo atrás, y llevándose el corazón y la razón de aquella niña confiada con él.

Si bien Bella sabía que no había sido culpa de Edward, no podía dejar de pensar en que si de verdad la hubiera amado como él afirmaba, podría haber intentado algo para impedirlo. Pero ella fue testigo del poco esfuerzo que él había llevado a cabo para quedarse a su lado. No le interesó lo más mínimo, y por más que se lo negaran, ahí fue cuando descubrió que vivía en un mundo de mentiras, donde los sentimientos no eran más que palabras insustanciales.

Pero ahora él volvía. Se lo había contado su madre, a la que se lo había contado alguna de las vecinas, a la que probablemente se lo hubiera contado alguna otra. Lo sabía, seguramente ella había sido la ultima en enterarse. ¿Qué podía esperar? El no se molestaría en decirle que después de 5 años volvería junto a su familia.

Ella ya no significaba nada para él, y quedaría demostrado hoy, el día en el que el comenzaría los estudios secundarios en Forks.

¿Le hablaría? ¿La reconocería? Esas preguntas no dejaban de repetirse en su mente una y otra vez, esperando que la respuesta que se le aparecía en su mente cambiara: No, él no notaría siquiera su presencia. ¿Y ella? ¿Sería capaz de soportar su indiferencia? Volvía a repetirse la misma respuesta, no.