Una tímida voz interrumpió mi ajetreo en la cocina, me senté sobre la duela y esperé a que mi visitante nocturno lo hiciera, el tic tac del reloj acompañaba el silencio que nos rodeaba.
Sus oscuros ojos estaban clavados sobre sus manos temblorosas y comenzó a hablar entre palabras cortadas, murmullos y tartamudeos. Acaricie su largo cabello para infundirle confianza y lo conseguí.
Aspiro hondo y escupió atropelladamente su pregunta.
— ¿Cómo fue tu primer amor? —no estaba preparada con la respuesta adecuada, suspire y con la mirada escudriñe sus facciones deduciendo que había llegado el momento, sí, se había enamorado.
Sonreí de manera picara y llamé su atención, clavó su mirada en mis labios para no perderse ningún detalle.
Al comenzar a recordar no pude evitar sonreír.
Era un día hermoso, las flores de sakura caían al ser acariciadas sutilmente por el soplo del viento y yo estaba muy emocionada pues era mi último año escolar.
La señorita Hinako hacia la presentación formal de un nuevo alumno, al terminar su presentación el individuo ocupó el lugar vacio justo detrás del mío. La verdad es que no había prestado la más mínima atención a las palabras de la maestra.
Las clases transcurrieron de manera normal, a la hora del almuerzo me dirigí con mis amigas al frondoso árbol de sakura que había sido hasta entonces testigo de mis pasos por ese instituto.
Él tenía una presencia imperceptible, pues no me di cuenta el momento en que se sentó junto a mí, con cara de fastidio lo vi de reojo y parecía muy feliz, ante esta situación decidí abandonar el lugar, pero una mano me lo impidió.
— ¡Hola! — parecía muy contento pues no dejaba de sonreír, pero al encararlo no pudo evitar sonrojarse.
— Hola — conteste con desgano volviendo la mirada hacia mi bento.
Después de ese día su presencia era más frecuente en mi jornada escolar, al principio me molestaba, pero poco a poco comenzamos a llevarnos muy bien, tan bien que casi no pasaba tiempo con mis amigas, únicamente era él mi compañía y mi alegría.
El catorce de febrero de ese año, llegó más temprano que de costumbre y lo encontré recargado en el marco de la puerta del salón, entre sus manos tenía una hermosa rosa roja.
—To…to…toma, es para ti— dijo, entregándome la flor, solo sonreí y eso pareció ponerlo muy nervioso, pues se sonrojó de manera espectacular. Ese día fue muy especial pues antes de salir de clases me pidió que fuera su novia y pues encantada acepte. Él era el chico más detallista y tierno que pude haber conocido en toda mi vida.
—Akane, No tienes remedio, otra vez contando esa historia, se la cuentas a quien sea en cuanto tienes una oportunidad—su voz sonaba divertida
—No, no me canso ni me cansaré, ¿sabes qué?, que el primer amor no se olvida—dije guiñándole un ojo.
Se acercó aun más a mí y me abrazó
—Pues entonces déjame decirte que, no habrá un hombre que te amé más que ese niño, así es, el amor de niños que vivimos es la prueba más sincera de que el amor verdadero trasciende el pasó de los años.
La verdad es que Ranma tenía razón teníamos doce años cuando nos conocimos, nos enamoramos y doce años después seguimos juntos viendo como nuestra hija comienza a experimentar las sensaciones de su primer amor.
