Kuso, el gato de la noche.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son creación de Rumiko Takahashi. FF creado sin fines de lucro.
(Universo AU)
|Narrador|
—No estoy muy seguro de esto… ¿Es peligroso? —preguntaba el niño mientras subía el último pie a la barda y, una vez arriba de la construcción, pudo observar mejor el paisaje.
No le agradó en más mínimo.
—Claro que no, Sesshomaru —reponía con emoción la menor.
Kagome, por otro lado, estaba muy entusiasmada; irradiaba adrenalina y un poco de felicidad al pensar de nueva cuenta que sería su primera vez explorando aquella extraña y tenebrosa casa.
—… —No muy convencido, el pequeño demonio bajó ágilmente hasta posarse al lado de su amiga. "¿Por qué no puede ser una humana normal?", se preguntó.
La casa los miraba con curiosidad, por así decirlo.
Era palpable un ambiente tan pesado como la mascota dragón del joven albino y tan frío como el carácter del mismo, que lograba al instante erizar la tersa piel de ambos al colar unas fuertes corrientes de aire frío entre sus ropas. Sesshomaru apresuró el paso—. Debemos entrar rápido, de lo contrario sólo conseguiremos un resfriado.
—Claro. —Tomando la mano del mayor, la niña subió la primera escalera hacia la puerta.
Sus intenciones eran obvias, querían entrar e indagar un poco; desmentir o confirmar todas las historias sobre ese escalofriante lugar.
Y mientras Kagome mantenía su valentía sobre todo, la de Sesshomaru disminuía con cada paso.
Bajo sus pies, la madera crujía. El espacio que los rodeaba era oscuro y sumamente denso, tanto, que el mínimo ruido audible les provocaba pesadillas a pesar de estar despiertos. Fue entonces que el demonio lo comprendió: no había sido una buena idea el ir ahí.
—Kagome… —le llamó él. La presión que ejercía sobre la mano ajena se hacía de poco a poco más fuerte a medida que el tiempo transcurría, ante esto, la azabache detuvo su andar.
—¿Tienes miedo? —preguntó.
Orgulloso, Sesshomaru infló el pecho y endureció su mirada antes de responder—. Por supuesto que no.
—Entonces camina y deja de temblar.
La puerta estaba ahí, atrancada con algunas barras de madera y pergaminos sagrados—. Parece que no podremos entrar, es una lástima —dijo aquel.
Pero ella no podía rendirse, tenía que haber otra forma.
Buscando alguna segunda entrada y recordando unos cuantos relatos que contaban los mayores, pudo encontrar un agujero lo suficientemente grande como para que ambos pasaran sin mayor problema.
El de ojos dorados bufó con molestia al concientizarse de que el mundo estaba en su contra esa noche.
Dentro de la casa las cosas no eran muy diferentes: oscuridad, humedad, ruidos extraños y grandes sombras que jugaban malas bromas a la imaginación de los infantes. Sin embargo, parecía que todo estaba intacto. Los muebles, pinturas, leña, algunos juguetes abandonados y sucios descansaban sobre sus lugares llenos de polvo—. Esto es verdaderamente genial.
—No, no lo es. Es muy aterrador, Kagome. Vamos a casa, por favor —imploraba Sesshomaru.
—¿Qué dices? No ha pasado nada raro… Deja de ser tan miedoso. —Quiso replicar el aludido, defender su valentía y agallas; lo hubiera hecho de no ser por aquella sombra que emergía del suelo tras su amiga. Le siguió con la mirada mientras su piel ya pálida pasaba a un blanco puro. Ella le miró confundida—. ¿Qué? —inquirió.
—… —Su boca se abría y cerraba en una secuencia continua, mas no había sonido.
Kagome siguió sus ojos, y cuando por fin vio aquello que tan aterrado tenía al chico, quiso gritar.
Sesshomaru cayó desmallado.
—¡Maldito, no te mueras aún! —decía ella mientras movía con desespero las ropas del cuerpo inerte. Sin muchas opciones, buscó rápidamente algún objeto con el cual pudiera defenderse.
Y lo encontró.
No muy lejos de ambos, pudo divisar un pequeño palo de madera. Estiró su brazo y cuando sintió un caliente aliento quemar su cuello, golpeó fuertemente la cabeza de la bestia. Al instante escuchó un fuerte chillido, la enorme sombra sollozaba y se hacía más pequeña ante la atenta mirada de la niña. "¿Estaré alucinando?", se preguntó. Una vez aquello fuera lo suficientemente chico como para no representar una potencial amenaza contra la pareja de amigos, trató de cargar a su compañero—. Vamos, cubito de hielo. ¡Arriba! —Pero era demasiado peso para ella.
El maullido que resonó en la desalojada estancia fue suficiente para que Kagome soltara sin cuidado el cuerpo de Sesshomaru, logrando que este golpeara su cabeza con el frío suelo una vez más—. Tú… Tú hiciste ese sonido, ¿no es así? —hablaba ella con temblorosa curiosidad. La sombra ladeó lo que parecía ser su rostro y caminó con cautela hacia la ahora gigante. Kagome se puso en cuclillas y le miró con detenimiento. Se veía como una especie de gato negro; sólo que sus ojos no poseían una esclerótica blanca, sino negra, al igual que sus dientes y pelaje. Muy alejado de espeluznante, le pareció sumamente tierno—… Eres muy lindo —alagó con una sonrisa.
El ronroneo que emitió el ser lo tomó en forma de agradecimiento."¿Por esto se desmayó ese demonio? Dice ser de los más fuertes y le teme a un gato, ja"—. Lamento haberte golpeado… ¿Te duele? —El minino asintió energéticamente, sacándole un suspiro lleno de arrepentimiento a su agresora—. Me has dado un buen susto después de todo, ¡te lo mereces! —Ella quería sonar enojada, pero fuera de eso parecía un puchero. Miró a su amigo aún dormido y luego al… bueno, en realidad no sabía lo que era—. ¿Cómo te llamas? —le preguntó mientras acariciaba donde el palo le había golpeado. El pequeño animal caminó rápidamente hasta un estante no muy lejos de ambos. Kagome miró a Sesshomaru y luego el pequeño mueble, supuso entonces que no habría otro peligro ahí más que su imaginación. La repisa sostenía una pintura, y gracias a los agujeros en el techo, que dejaban pasar la poca luz de la noche, pudo leer lo que en este había escrito. Se distinguía el dibujo de un gran felino (como el que ahora la acompañaba) y unas letras gastadas por el paso del tiempo—. Ku…Kuso, ¿te llamas Kuso? —preguntó.
El asentimiento por parte del pequeño no se hizo esperar.
Los demás cuadros daban a entender que él vivía en esa gran casa y parecía ser la mascota de la familia o algo parecido.
—Son unos cuadros muy bonitos… —comentó mientras quitaba un poco de polvo de estos. Kuso chilló—. ¿Dónde están? —Incluso él desconocía la respuesta de esa pregunta, simplemente un día salieron y no regresaron. Al gato le hubiera gustado explicar las cosas, mas era un animal después de todo—. ¿No crees que ya ha pasado mucho tiempo? —Kuso bajó las orejas. En realidad, quería salir de ahí, ¿pero a dónde iría? Estaba solo.
Deprimido, buscó su esquina y se recostó.
—Lo lamento, en mi casa no podría tenerte —dijo Kagome—, pero… Creo que Sesshomaru sí podría —Los sombríos ojos del felino brillaron con emoción. Si bien aquel era un completo desconocido, ¿qué sería peor? Obviamente no quería pasar otro segundo más en ese lugar. Caminaron juntos hacia el joven, notando que algunos insectos paseaban sobre él como si se tratara de otro objeto más olvidado (cosa que asqueó un poco a la niña). Estaba segura de que cuando despertara estaría muy enojado con ella—. Mmmm, no creo que aquí haya agua para mojarlo— miró al gato y este negó—. Entonces, ¿qué hacemos? —Sin ninguna idea en la cabeza, ambos tomaron asiento alrededor de él. Estaban en blanco. "Tal vez… si lo arrastro sobre una sábana hasta aquel agujero, cubro las orillas y lo pongo sobre una tabla para que resbale", pensó se subió sobre el pecho del chico, el cual se movía de arriba a abajo en un vaivén lento, pero insistente; señalando que su respiración era normal. Lamió su rostro, se restregó por su cara intentando hacerle cosquillas e incluso mordió su cabello. Nada. Sesshomaru tenía el sueño muy pesado—. ¡Lo tengo! —gritó la pequeña. Se levantó, se puso sobre él y respiró profundamente. El minino le miraba desconcertado. Ella subió su pequeña mano al aire, la echó hacia atrás y con mucha fuerza abofeteó la pálida mejilla de su compañero. El cuerpo del mayor se levantó por inercia, haciendo que la chica cayera de espaldas.
—¡¿Qué te pasa?! —berreó ya consiente de la situación.
—¡Despertaste! —La de ojos azules estaba feliz. Sus brazos rodearon el cuello del crío mientras el felino maullaba con alegría—. No podíamos despertarte.
—¿Podíamos? —miró al gato—. ¿Quién es este?
—Se llama Kuso, fue el que te asustó.
—Yo no me asusté, desde hace tiempo me dolía la cabeza.
Fémina y felino rodaron los ojos, logrando que el demonio gruñera del coraje—. Kuso, él es Sesshomaru.
Con una pequeña reverencia el cuadrúpedo mostró respeto. Podía sentir el aura proveniente de su presencia, sin duda alguna era alguien importante—. ¿Un gato? —inquirió sin comprender y el aludido lo abofeteó con su pata—. ¡¿Por qué hizo eso?!
—Tal vez no le gusta que le llamen así —dijo Kagome sin mayor interés—. En fin, te queríamos pedir un favor.
Sesshomaru conocía esa sonrisa, la mayor parte del tiempo los favores que pedía Kagome acababan siendo imposibles o difíciles de llevar acabo.
—… ¿Qué favor? —quiso saber.
—Kuso no tiene con quién quedarse y tu casa es enorme… —Con sus manos representó el tamaño a escala del hogar de su amigo—. Entonces, ¿se podría quedar contigo? —Seriamente negó, se puso de pie y salió por el agujero—. ¡Oye! —le llamó la morena—. ¿Por qué no lo dejas?
—No me gustan los gatos. —Nuevamente Kuso estampó su pata contra el rostro del joven—. ¡Y menos si me golpean!
—Vamos, Sesshomaru. Es muy lindo… Míralo —Los ojos de ambos se agrandaron exageradamente. Fuera de algo tierno, se miraba bizarro—. No dará problemas, yo cuidaré de él.
—… No —Ahora, ambos abofetearon al peliplata—. ¡De acuerdo! pero tengo mis condiciones.
—¿Cuáles son? —Victoriosa, Kagome preguntó alegre.
Cualquier cosa valdría la pena.
—Que el gato se comporte. —Deduciendo la pata acercarse con velocidad, desvió el ataque sin mayor problema con su mano—. No me van a golpear de nuevo. —Kuso bufó—. Y tú… —Le señaló.
—¿Yo qué?
—No volveremos a "explorar" casas abandonadas.
"Maldito…"—. De acuerdo, puedo vivir con eso.
—Dejando claro esto será mejor volver.
—Sí. Kuso, ¿podrías ayudarnos?
El de pelaje oscuro asintió y, encorvando su espalda, aumentó de tamaño hasta casi triplicar el de ambos jóvenes. Sus patas pisaron firmemente el suelo, su hocico tiró un poco de baba que cayó sobre la cara del joven (este mantenía su mirada estupefacta) y su cola empujó a la chica, dándole a entender que ahora él podría llevarlos.
—Genial —repitió Kagome.
Sesshomaru cayó de nuevo.
¡Hola de nuevo! Vuelvo rápidamente con otro one-shot. Espero les haya gustado, porque a mí en lo personal me agradó el resultado.
Les mando un saludo y un abrazo enorme. ¡Hasta pronto!
