9:26 pm

El timbre de la puerta sonó.

Spencer se levantó del cómodo sofá donde se encontraba viendo un rerun de alguna película romántica en TV y le echó una mirada al reloj que estaba en la pared. 9:26 pm.

No esperaba a nadie a ésta hora; no había pedido ninguna pizza ni comida a domicilio, ni tampoco había recibido un mensaje de las chicas avisando que llegarían.

-Es probablemente AD.- Pensó. –Y así fue como Spencer Hastings murió. Sola, hambrienta y triste mientras veía por millonésima vez "The Notebook" a las 9:26pm. –Rio para si misma. –Definitivamente suena como un plan.-

Antes de abrir la puerta, se dio un último chequeo en el espejo del pasillo. Si así era como moriría, al menos quería asegurarse de morir con una apariencia decente. Al abrir la puerta, se encontró a la persona que menos hubiera imaginado en la vida.

-Caleb.- No tenía palabras. - ¿Qué haces aquí?-

No habían hablado desde su ruptura, y honestamente Spencer no se sentía lista para un poco de drama de viernes por la noche. AD parecía estar tomando unas pequeñas vacaciones y lo único que Spencer deseaba era un poco de relajación. Si es que eso existía en Rosewood.

Estaba atónita, las palabras no salían de su boca. –Acaso… ¿Acaso olvidaste algo?- El asintió sin decir palabra alguna. –Vamos, entra.-

Se encontraban parados en medio del pasillo de una manera muy incómoda, éste era muy pequeño y los obligada a estar más cerca de lo que ella deseaba. Aunque debía aceptar que lo extrañaba profundamente.

-Bueno…Sabes dónde se encuentra todo aquí.- Él sonrió incómodamente. –Te dejaré buscar lo que sea que necesites en paz y volveré a mi película…Cuando te vayas, asegúrate de cerrar la puerta.-

Spencer dio media vuelta y se dirigió hacía el pasillo. –Spence… Espera.-

Cerró fuerte los ojos e inhaló profundamente antes de darse media vuelta.

Caleb se encontrado aún en medio del pasillo, sin siquiera haberse movido un segundo. Se le veía bien, con el mismo cabello perfecto de siempre y ese look de chico malo que había ido perfeccionando al paso de los años.

Dio una sonrisa fingida. -¿Sí?- Incluso una hormiga pudo haber notado el dolor en su voz.

-Spencer… Yo…- Las palabras simplemente no salían de él.

Caleb pudo notar como las lágrimas se formaban en sus ojos. Había cometido un error, un gran grave error.

Hanna no era su presente ni su futuro, Hanna era su pasado.

Un pasado que se sentía como regresar al inicio del camino, era reconfortante al principio y se sentía bien, pero no se sentía como lo correcto.
Había sido su primer amor, y estaba agradecido por todo lo que había vivido con ella, pero todo eso había quedado en el pasado, en un pasado que dejó atrás hace mucho tiempo, y que no se dio cuenta que había superado hasta ahora.

La amaba, pero ya no estaba enamorado de ella.

-Spencer, te amo.- Ahí estaba, lo había dicho por fin.

-No, Caleb.- Spencer no esperaba esto.

Al ver a Caleb frente a su puerta, lo primero que pensó al recuperar sus sentidos fue una confesión que le rompería el corazón. Algo referente a que Caleb y Hanna habían arreglado sus diferencias y ahora se encontraban juntos; por ejemplo.

-Tú no me amas…- Prosiguió, mientras se apoyaba en el marco de la pared. –Simplemente estás confundido, Hanna y tu arreglarán sus diferencias y por fin..-

-Spencer- Caleb la interrumpió. –Sé lo que digo, besar a Hanna fue un error, oh Dios, un gran error del cual me arrepiento todos y cada uno de los días que han pasado desde que lo hice. Spencer, no puedo vivir sin ti…-

No podía creer lo que estaba pasando. Caleb hacía a Hanna feliz, la completaba en todos los sentidos. No podía herir a Hanna por un capricho suyo, como lo habían sido todos los hombres que habían pasado por su vida. Hanna era una de sus mejores amigas, por el amor de Dios.

-No Caleb, no sabes lo que dices, tu simplemente…- Las lágrimas corrían por sus mejillas libremente.

-No Spence…-

Se acercó lentamente a ella y por fin la abrazó. Ella simplemente estaba ahí, llorando sobre su camisa, empapándola con sus lagrimas y pensamientos difusos. Y simplemente la abrazó más fuerte, sin que nada en el mundo importara más que ellos dos. Se encontraba de nuevo envuelto en ese aroma dulce de vainilla que tanto amaba.

Después de algunos minutos que parecieron horas, Spencer recobró sus sentidos y devolvió el abrazo, aferrándose a esos brazos que tanto había extrañado y anhelado.

Dio un ligero beso sobre su cabeza. Ahora todo se sentía correcto.

Aun con Spencer en sus brazos, Caleb susurró a ella.

-Spence… Hay que fugarnos.-

Spencer no reaccionó al principio; no sabía si las palabras que estaba escuchando eran reales o mero producto de su imaginación. Simplemente abrazó a Caleb más fuerte; sentía que si lo dejaba ir, despertaría sola otra vez.

-Estás loco-

Típica respuesta de la siempre racional Spencer Hastings. –No lo estoy. Sé lo que digo-

-Sé que te amo, Spence.-


No sabía si lo que hacía era lo correcto. Pero estar con Caleb se sentía como si lo fuera.

La noche anterior Caleb se había presentado frente a su puerta, y cambió el rumbo de su mundo, y en este momento se encontraba sentada en la sala de espera del aeropuerto de Pennsylvania , con su mano entrelazada con la de Caleb, esperando su futuro.

Caleb le había puesto al tanto de su situación con Hanna, la cual era todo menos tranquila.

Spencer suspiró y sacó el teléfono celular de su bolso; algún día tendría que hacerlo, de todas maneras.

"Lo siento mucho, Hanna. En verdad lo siento.

-Spencer"

Hanna era su mejor amiga, pero por un momento en la vida, Spencer pensó en si misma antes que en otra persona. Si ser feliz significaba ser egoísta, entonces sería malditamente egoísta.

No informó a las otras chicas acerca de su apresurado viaje, a su regreso se encontraría más preparada para afrontar con todo el mar de problemas con el que se encontraría.

Sus padres, Hanna, Aria, Emily, Melissa, Toby, sus compañeros de trabajo, todo Rosewood, AD, Toby y Hanna.

-Primera llamada para los pasajeros con destino a Madrid, España…-

-¿Estás lista?- Caleb apretó su mano con cariño. –Si no estás completamente segura, podemos salir de aquí y olvidarnos completamente de esto y…-

-Estoy totalmente segura.-

El mundo podría irse al carajo en este momento, y nada le importaría más que estar con Caleb.


Nunca pensó que Caleb Rivers sería el amor de su vida.

Pasó la mayor parte de ella pensando que nunca superaría a Toby, pero jamás había sentido algo tan real como lo eran sus sentimientos hacia Caleb, se sentía como una satisfacción tan irreal.

Nunca pensó que llegaría el día en que no tendría un plan.

Siempre imaginó que el día de su boda sería un evento tan magnífico y grande que sería recordado en todo Rosewood. Sería una novia con un vestido elegantísimo y una recepción encantadora, rodeada de sus amigos y sus seres queridos, un día que desde niña había planeado.

Pero ahora se encontraba frente al espejo de la pensión en la cual se hospedaban tranquilamente en el centro de Madrid, la ciudad en donde todo había comenzado.

Vestía un vestido blanco y simple, pero lo suficiente para hacerla sentir especial. No podía pedir más.

Suspiró y echó un vistazo a su reloj, 9:26 am.

Por fin se encontraba tranquila (aunque fuera por unos momentos) sin nadie que la juzgara, alguien que le espiara o alguien que le dijera que hacer.

Simplemente era feliz.

-¿Está lista, futura señora Rivers?- Caleb entró a la habitación y le extendió su mano.

Spencer sonrió y tomó la mano de Caleb.

-Vamos, nuestro futuro nos espera.-