Los personajes de Ranma y ½ no me pertenecen. Esta historia la escribo sin fines de lucro.

Esta historia va dedicada a todas las pequeñas _ y grandes, porqué no _ mentecillas hentai. Recuerden que las apariencias pueden llegar a engañar al lector, afilen muy bien la lectura e intenten disfrutar la historia de una escritora novata que solo busca que ustedes puedan pasar un buen rato en esta página, o al menos lo intenta.


Las cosas que no se tocan

by Jorgi san

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A las seis de la madrugada los relámpagos sobre un encapotado cielo emboscaban todo lo que cubrían con su intenso manto, dejando en completa penumbra a todas las superficies pasibles de ser tomadas.

Un – Dos – Tres – Cuatro; un gran estruendo sacudió la tierra a cuatro kilómetros de distancia, y aún así logró colarse por la abertura de la habitación para iluminar la escena. El cuerpo de un diminuto artista marcial yacía boca arriba, con una de sus manos se tomaba del pecho tras dar por finalizada la degustación.

Habían transcurrido siete horas de pasión desquiciada que le hicieron saber a aquel sujeto que la noche en vigilia era desmesuradamente larga. No había podido dormir un segundo en toda la noche y cuando el sol se puso sobre el horizonte se sintió demasiado cansado para saber que amanecía.

Aquella necia y persistente fémina no había reparado en la posibilidad de ser asaltada por la espalda con la guardia baja en plena actividad culinaria: una pena; de haberlo hecho él podría haber mantenido su palabra.

Pero no, gracias a las tentaciones que los demás insistían en poner frente a su persona, aquel anciano inocente no podía más que rescatar a aquellas estimulantes visiones, solo con él estarían a salvo de la maldad de este sucio mundo. Así fue como dictaminó que aquella deliciosa tentación debía de entregarse solo a él.

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Toda la cena había transcurrido en paz, en la cocina una muchacha se encontraba dando por finalizado el aseo de su local. Las persianas ya habían sido retiradas para que los clientes evidenciaran el cese de actividades. Sobre una de sus mesas descansaban las llaves del negocio, retorcidas formas de hierro cuya antigüedad y coloridas anatomías no se asemejaban en nada con la moderna decoración.

Oculto entre las sombras, fuera de los límites de la propiedad y con la férrea decisión de encarar a su victima cuando el último de sus clientes pagara la cuenta y saliera por aquella puerta, se encontraba un hombre que bien podría competir con la antigüedad de las llaves si se sumaba la edad de todas y cada una de ellas.

Tras esperar pacientemente a que se retirara, el único testigo que quedaba dentro del lugar de los hechos introdujo su pequeño ser por una de las aberturas del lugar y se acercó lentamente al cuarto trasero. Finalmente estaban solos, o eso suponía. Al rememorar halló dentro de sus vagos recuerdos la figura de un pato, aquella imagen hizo que su cuerpo se carcomiera de furia, ¡un obstáculo más para empezar su juego!, y él que suponía que las cosas podrían llegar a ser más sencillas. ¡Demonios! tendría que esperar a que aquel sujeto llegara de repartir las entregas para atacarlo por sorpresa.

Afuera, la bicicleta de un torpe y enamorado sujeto frenó repentinamente cuando localizó a una gran mancha roja que representaba parte de la marquesina del Nekohanten. Con esa referencia y con muchas otras el chino lograba guiarse por la desconocida ciudad. Lo que no le resultaba sumamente difícil era delimitar con que persona podría llegar a toparse, ciertamente todas las mujeres y hombres que conocía se asemejaban en estatura con su género, lo que traía consecuencias sobre su cuerpo cuando llegaba a confundir a su futura mujer con la prometida de otros. Pero aquello no desalentaba al joven a seguir en busca de aquel afectuoso abrazo que necesitaba ser entregado y correspondido por igual.

Al descender de su vehículo y revisar que en sus bolsillos se encontrara la billetera con su contenido en ella procedió a sacarse las gafas de los ojos. Todo un día con el peso de estos sobre su rostro podía llegar a ser una molestia, tras esta acción introdujo sus lentes en el otro bolsillo de su vestimenta donde también se encontraría en compañía de un bello anillo de compromiso que pensaba ser usado algún día.

Completamente miope estiró sus brazos hacía aquel destello en la lejanía que prometía ser la última de sus acciones en ese agitado día, necesitaba urgentemente cerrar aquellos índigos ojos y apoyar su larga melena sobre la almohada: demasiado trabajo estaba afectando la salud del joven. Más, en ese momento solo deseaba verificar que en su hogar todo estuviera en orden. Lo segundo que haría sería velar por el sueño de su compañera de vida, para finalmente descender sigilosamente hacia la planta baja para desenrollar su cama y dormir al pie de las escaleras.

Cuando la vieja momia fue llamada urgentemente desde China por sus colegas, Cologne no pudo hacer otra cosa que aceptar la cita. A la semana de aquella convocatoria, después de hacer los chequeos pertinentes y hallar que el asunto por el que era solicitada tenía suficientes fundamentos, la matriarca de la aldea partió a su hogar con solo una maleta en su mano y una advertencia que sonaba más a una suplica que a una velada amenaza: "Por tu bien espero que cuides de mí bisnieta" ¿Como explicar aquella sensación? El pecho se le llenó de orgullo al escuchar de viva voz el inusual pedido de aquella persona que era lo más cercano a una madre que tenía la gatita. Lamentablemente su presunción no duró mucho, pues a continuación escuchó las palabras que desmoronarían todos sus ánimos: "Confío en ti para avisarle a mí futuro yerno si algo le pasa a ella. Adiós, Mousse" Lo que a continuación escuchó fue al mono disecado partir de ese lugar mientras soltaba esas desagradables carcajadas que tan nervioso lo ponían.

El deseoso hombre que acechaba impacientemente desde las sombras aguradando por la oportunidad de perpetuar su crimen. Supo ver la oportunidad y provechó el cansancio de su adversario y lo corto de vista que se encontraba y le propinó un fuerte golpe en la cabeza que lo dejó fuera de combate.

Para el confiado pato las luces del alumbrado público se empezaron a hacer cada vez más lejanas hasta apagarse por completo, de esa manera logró alcanzar a aquel instante en el que su cuerpo ya no sentía más dolor y finalmente quedó desfallecido.

Al observar aquella escena su agresor empezó a sudar y a sentirse agotado ¿Acaso este era el precio que debía pagar por sus pecados? Tuvo un momento de vacilación; que no duró más que una fracción de segundo.

Sacudió a su víctima para evidenciar si la paliza había sido eficaz: lo fue. Recogió al desmayado joven de sus prendas y dirigió su cuerpo hasta el jardín del terreno, a solo un metro de contenedor de basura de aquel negocio donde los gatos revisaban su contenido con tanto deleite y placer que pasaron por alto el hecho de que tenían nueva compañía.

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Inmediatamente él ingresó por la puerta trasera y vio a su próximo mártir, se encontraba guardando en la nevera los ingredientes que todavía quedaban desparramados por la mesada. Tras cerrar aquel artefacto no pudo evitar pensar que algo faltaba dentro de esa escena, pensó en cada uno de los artilugios del local y cuando pasara lista mental de todos ellos detectó a aquel faltante en su empresa.

_ Mousse; pato tonto _ Ya era demasiado tarde. Gracias al reciente reconocimiento del Cat Café, el repartidor se encontraba más ocupado que de costumbre en sus labores. Ya no poseía del suficiente tiempo para acosar a su amiga, apenas si le dedicaba una tierna sonrisa antes de irse a descansar después de una larga y agotadora jornada laboral, aquellas difíciles y extenuantes semanas harían que la china admitiera para si que lo extrañaba en demasía; a él, a sus adorables torpezas, pero por sobre todo a sus palabras de afecto, aquellas que la hacían sentir bien cada vez que vacilaba en sus decisiones. De cualquier manera su amigo poseía las llaves de la puerta trasera y cuanto llegara encontraría una nota escrita de su puño y letra que tranquilizaría al joven en caso de que se preguntara sobre su paradero.

En aquel instante no supo que pasó ni cuanto tiempo duró, solo alcanzó a escuchar gritar esas cinco palabras pronunciadas en un tono de voz tan extrañamente familiar que heló toda su sangre: "¡Técnica del punto de presión!"

_ ¡Aiya! _ Fue la única palabra que llegó a salir de su boca: de saber que solo podría gritar aquello habría pedido socorro.

Finalmente estaba solo. Contempló su botín y apartó a aquellas manos que intentaron obstaculizar que el anciano llegara a disfrutar sin culpa de aquel delito, al menos con esta acción se vería obligado a comprender sobre su accionar; quizás de este modo aquel hombre pudiera salvar algo de cordura: nada más lejano a la realidad.

Con una delicada parsimonia apartó la tela de encajes que los cubrían y quedó embelesado por aquellos tiernos bocados, no esperaba menos de aquella mujer.

De no ser por esas exquisitas redondeces no estaría metido en aquella contrariedad, pero es que rendirse a la tentación resultaba tan sabroso para su paladar, no dejarse vencer por aquel apetitoso pecado repercutía de manera dolorosa en todo su cuerpo, y no podía permitir ese tipo de acciones a su magullado y añejo cuerpo.

_ Si tan solo no hubieran rechazado mi pedido tantas veces, hoy no tendría que recurrir a estas bajezas.

El momento tan anhelado llegó para aquel lujurioso e indomable anciano. Introdujo muy lentamente sus labios en las protuberancias que allí se alzaban quebrantando su lisa anatomía y se dio el gusto de mordisquearlos, mientras su diestra mano oprimía con avidez su base, convencido de que al dejar de palpar aquello pudiera desaparecer cual espejismo. Toda esta acción hizo que en su boca pudiera sentir un nuevo sabor en compañía de sus secreciones bucales.

_ ¡Ah! _ comenzó a jadear cuando sintió descender por su garganta el jugo residual de aquella carne _ ¡No! _ residuos de culpa invadieron su cuerpo. Se había prometido a si mismo no caer en la tentación, se lo había jurado a su familia y a aquella pobre e ingenua fémina, que tras aquellas vacías palabras de afecto por parte del anciano hoy yacía tranquila sin ser conciente de los actos presentes.

Pero el placer crecía a medida que sus manos y sus dientes avanzaban, las desafortunadas suplicas de su conciente y lo erróneo se diluyeron junto con su escasa cordura y la abstinencia contenida en él se desató.

Oportunidades como estas de perpetuar tan sabroso crimen no se sucedían a menudo: lamería, frotaría y empujaría su deleite hasta que éste tomara la misma temperatura que su vientre y sus labios le pidieran detenerse. Cuando creyó que no podía existir más placer se percató que bajo aquella telilla que no había sido retirada por completo se escondía otro placentero error.

¡Pero no podía seguir disfrutando de aquello sin considerarse más culpable de lo que ya se sentía! Su cuerpo le decía que desistiera de sus actos, era su cerebro quien le pedía más, todavía más de lo que estaba capacitado para recibir. Si le hubieran preguntado el porqué frenaba a su cuerpo y desoía a sus pensamientos no habría podido emitir una sola palabra; quizás después de todo sí existiera salvación en aquel roído cuerpo ¿Sería posible que lo estuviera logrando? Consideró que debía de ser difícil para él y para cualquier otra persona contener aquel apetito y más si se les imponía.

¡Odió a toda su familia por ello! y más tarde repudió a todo el pueblo cuando éste se enteró de su nueva situación, hasta se tomaron la molestia de instalar alarmas en todos los locales de comida rápida; solo aquella desactualizada y prejuiciosa mujer pensó que con sus manos bastaba para detenerlo: ¿Y donde es que se encontraba ahora?

Si mal no recordaba, Nabiki Tendo fue la primera en empezar aquel absurdo rumor. Aquella fatídica noche pudo ver implicados a todos los integrantes de la familia en una feroz revuelta solo por un error de cálculos de Kasumi. La mayor de los Tendo sirvió en la mesa cinco albóndigas de pulpo para los seis comensales ahí presentes, quienes pudieron entender de inmediato la situación y dejaron al anciano y una lenta artista marcial frente al único bocado. Los ojos de los dos posibles perdedores de la contienda se encontraron, y por un momento el viejo logró ver resignación en la mirada de la joven.

Cuando se dispuso a tomar lo que le pertenecía la avariciosa niña tomó el plato en el que reposaba la solitaria albóndiga y la dejó frente a su hermana.

_ "Akane, tú lo necesitas más que él, además le estarías haciendo un favor al maestro. Debemos ayudarlo hermanita, porqué al parecer solo correr a las féminas no surte efecto. Si dejamos que continúe comiendo como lo hace puede terminar más gordo de lo que ya está"

_ ¡Gordo! _ Pronunció el viejo al recordar las osadas palabras de aquella joven mientras retiraba las migas de carne de los panes al vapor que le había arrebatado a la descuidada joven de la cesta que cubría con sus manos, comida que ella pensaba reservar para su inquilino.

Fue una de las peores broncas dentro de la familia; platos volaron y una docena de palillos terminaron incrustados en el tatami mientras un panda se cubría de las agresiones con un pedazo de cartel que rezaba la leyenda: "No es mal consejo. Debería cuidarse más a su edad, maestro". En fin, riñas callejeras muy propias de aquella familia."¡Ponerlo a dieta, jah! Pueblo miserable". El era el gran maestro Happosai, no existía persona ni obstáculo que fuera capaz de detener sus deseos, aunque, tal vez, y solo tal vez, un dulce postre de banana cubierto de chocolate y crema pudieran paralizar toda posible acción. Pero definitivamente lo que no existía era un ser humano que lo frenara:

_ ¡Oh, sweetie!

Fin.


Bueno, acá les dejo la historia que surjió de un reto propuesto dentro del foro "Ranma 1 2" _ se escribe así, sin la barra que espacia a la cifra _ en español. Entre todos los integrantes pudimos repartirnos personajes secundarios, que no están del todo explotados dentro de esta sección de animé para poder ofrecer nuevas opciones a los lectores.

Pd: perdonen por los posibles errores ortográficos, todavía me encuentro aprendiendo de esta agradable y absorbente faena.

¡Bananabesos pandilla! Jorgi : )