Call Center
Tengo un trabajo con horario nocturno, me dedico a atender llamadas y correos donde me consultan la dirección de algún lugar. No es un empleo muy bien remunerado que digamos ni algo sublime que te llene de satisfacción personal, pero hago lo mejor posible. Cumplo lo que se requiere a cabalidad. Sin embargo, desde hace seis meses al ser las 12:00 am, entra a mi línea una llamada, la cual entre mis compañeras y yo nombramos: "La misteriosa voz". Por razones obvias sé que es un hombre con tono de voz que arrastra las palabras. Es simplemente aburrida.
Todo empezó el 31 de octubre. "Halloween", para ser exactos. Como es habitual, llegué a mi trabajo, caminando cerca de seiscientos metros desde la estación del bus hasta el edificio donde se encuentra la empresa. Entré saludando a cuanta persona me encontrase por recepción y alrededores. Caminé hacia un pequeño aparato donde debo insertar mi dedo índice para que reconozca mi huella digital y registre mi hora de entrada. Luego tomé el ascensor rumbo al quinto piso, este se abrió saludé a mis compañeros, caminé a mi cubículo, coloqué mi bolsa, la chamarra y el bolso de la comida dentro de mi locker, me senté, encendí la computadora, ingresé mi clave y comencé a laburar. «Detesto trabajar este día porque nunca falta algún hijo de vecino que se las da de payaso que llame a molestar.»—pensé mientras me colocaba los audífonos.
Dando con esto el inicio a doce largas horas de trabajo.
¡Buenas noches! está usted llamando a la plataforma de servicios direccionales, le atiende Temari, ¿En qué le puedo ayudar? —Ese era repetitivo discurso que debía ejecutar todos los santos días.
El ir y venir de las llamadas en busca de información estaba menguado y sin gracia, de no ser porque nunca le falta un pelo a la sopa y algún energúmeno sin nada mejor que hacer, llame para babosear.
El reloj sobre la pared dio doce campanazos indicando que ya era media noche y simultáneamente entró una llamada a mi sitio.
—¡Buenas noches! está usted llamando a la plataforma de servicios direccionales, le atiende Temari, ¿En qué le puedo ayudar? — les dije que era monótono, ¿no?
—Voulez vous coucher avec moi ce soir? —vociferó una voz masculina y ahogada por el auricular.
El estruendoso sonido de la música tras él no me permitía escuchar muy bien que digamos. Quizás entendí mal. —¿Disculpe? —me vi en la obligación de inquirir.
Sabía el significado de esa frase gracias a las clases de francés que me vi obligada a llevar en el verano o perdía mi beca, y la cual, no traduciré para no dañar susceptibilidades.
—Que me chupes la polla. —exigió el individuo que a leguas se le escuchaba que estaba alcoholizado.
Por lo general las llamadas absurdas que he recibido son del tipo: "¿Conoce a la vieja Inés, la que lleva las patas al revés? o ¿Conoce a Marielos?, la mamá de este par de huevos… cosas así por el estilo; más nunca tan inverosímiles como esta.
Pero siempre hay una primera vez para todo.
Y la mía llego este día.
—Creo que usted no se encuentra en condiciones de hablar, señor. Si me permite finalizaré la llamada y espero que pase una buena noche. —repliqué con el mayor profesionalismo posible.
—¡Oye espera! Pagaré por tus servicios. —habló con escasa elocuencia el sujeto al teléfono. —¿No son así las expresiones que se usan en llamadas sexuales? —Sino es así, puedo aprender. No soy burro. ¡Te lo juro! Tu me dices que te prende y yo imagino que te lo estoy haciendo en vivo y a todo color.
A estás horas y este tipo diciendo esa sarta de tarugadas… No sé si reír o llorar.
—¡Mendōkusai! Yo lo único que quiero es la compañía de una dama que me la chupe como la perra de mi ex solía hacerlo, la cual la vi practicárselo a Drácula hace poco más de dos horas.
No lo pude soportar. Me fue imposible no soltar una pequeña risa. Perdiendo por completo todo protocolo de ética profesional.
—¡Te lo juro! Ella no es una vampira común. No chupa sangre, chupa pollas y grandes. Es una vampira láctica. —continuó el beodo hombre con su perorata. —Ustedes las mujeres son todas iguales. Si un hombre las trata bien, le pagan con una enorme cornamenta adornándole la cabeza, pero si las trata mal, las tienes comiendo de la palma de tu mano. Son cortadas con la misma tijera.
«Lo que me faltaba. Una llamada de un despechado.»—No debería hablar así de las damas, señor. Recuerde que fue una la que lo trajo al mundo.
Debí morderme la lengua, pero no tolero que los hombres difamen a las de mi mismo género. O que nos metan a todas al mismo saco. Si piden el registro y grabaciones de esta llamada, estaré frita. No mantuve mi compostura.
—¿No es una línea caliente? —soltó el hombre arrastrando las palabras.
¡Kami sama! Si no fuese porque me urge el dinero ya mandaría a este tipejo por un tubo. —Me temo que no señor. Usted está hablando a un centro de servicios donde se le brinda soporte de ubicación.
—Ah, pues entonces mándeme un UBER al "Le Train Bleu"
«Este pobre borracho donde diablos estará metido»—Permítame señor, pero ¿dónde se encuentra usted? —le pregunté para poder teclear bien el lugar y localizar la dirección.
—¿Como que adonde me encuentro? —dijo entre hipos y eructos.
—Sí señor necesito que por favor reitere el nombre del local o la calle en donde usted su ubica.
—¡Donde más, mujer! Ya te dije que en "Le Train Bleu."
—Sí señor, pero ¿cuál es la dirección exacta del lugar? —«¡Kami sama dame paciencia!»
—Pues en la Estación de París en Lyon.
«¡Mi madre! Este baboso de verdad estará llamando desde Francia»—¡Nah! Fijo es una broma más del día de brujas, aunque esta sí que está de coña. Pueda que también tanta ingesta de alcohol no le permita saber ni a donde está parado.
—Bueno al fin, ¡¿Qué?!... ¿Me enviarás el UBER, la puta o los dos?
—Ni uno ni lo otro, señor. Desdichadamente tengo un problema de logística con su requerimiento.
—¿Por qué no?, ¿Acaso mi dinero no vale? —Masculló con dificultad e hipando.
—No es por cuestiones de dinero, señor. Es solo que como le mencioné anteriormente, no prestamos los servicios que usted solicitó y en segundo lugar…
—¿Qué?
—Nuestra área de cobertura no llega hasta donde usted se encuentra.
—Ah, ¿no?
—No, señor. Creo que presionó un área de cobertura incorrecta porque usted está haciendo una llamada a larga distancia.
—¿A dónde estoy llamando?
—Al extranjero
—Sí, pero ¿A qué lugar?
—Japón
—Cierto olvidé que estoy hablando en mi lengua materna. —musitó entre risas bobaliconas, típicas de los borrachines.
«¡Wow! A este hombre deben darle un premio Nobel. Ha descubierto la Atlántida.»—pensé.
Hubo un incómodo minuto de silencio. A lo cual me apresuré a hablar ya que en los centros de servicio cada minuto cuenta y todo debe realizarse con total prontitud y diligencia.
—¿Algo más en lo que pueda ayudarle, señor?
—¡Ay mierda! No me digas que eres Kurenai sensei porque me tiro desde la punta de la torre Eiffel hasta el precipicio. —vociferó el sujeto con espanto.
—No, señor. No soy Kurenai sensei. Como se lo dije antes, mi nombre es Temari.
—Te-ma-ri —separó en sílabas mi nombre. —¿Qué nombre más extraño? Nunca lo había escuchado.
«¡Imbécil!»—cruzó por mi mente decirle. —¿Si no se le ofrece algo más señor? Sólo me queda desearle una muy feliz noche.
—¡Aguarda!, Lo siento si te ofendí. Es sólo que hoy me rompieron el corazón.
«La vampira láctica» —murmuré para mis adentros. —De saberlo y de no ser porque estoy en horario de oficina perfectamente hubiera tomado a este pobre hombre de conejillo de indias y que fuese mi paciente de una improvisada sesión de psicología. «Me hubiese servido de practica para lo que un futuro a mediano plazo pretendo ejercer»
—No hay de qué, señor. Estamos para servirle.
—¡Una consulta más! —acotó el hombre que me tenía hasta el hastío.
«¡Que intenso este muchacho!»—¡Sí, señor!
—Dime que no eres pelirroja, ¡por favor!
—No estoy autorizada a dar información personal. Ahora si me disculpa, me veo obligada a finalizar la llamada. —dije de manera robótica.
—¿Castaña?
—Señor como le dije…
—¿De cabello negro? —me interrumpió con su cháchara.
—No estoy autorizada para…
—¡Ya sé! ¿Eres rubia?
—….. —enmudecí por segundos y no sé ni por qué.
—¡Bingo! Así que eres rubia y te llamas Temari. Bien un placer hablar contigo, —volvió a hipar—mujer. —¡Te llamo luego!
—¡Espere, señor! Eso no es necesario.
—¡Buenas noches! —susurró cortando la llamada.
Me quedé observando el monitor un breve momento.
—¡Caramba! Has recibido una llamada larguísima. —habló Tenten, quién es mi compañera y mejor amiga desde hace tres años y que tiene su cubículo contiguo al mío.
Enfoqué mi mirada sobre la pantalla para ver el cronómetro en la parte superior izquierda de esta. —«Efectivamente, faltaban cuatro minutos para que ser la 1:30 am» Perdí una valiosa hora y media aguantándome las dolamas de un desquiciado enamorado con el corazón roto.
—¿Quién era?
—Un borracho.
—¡Guacala! Te tocó la mala suerte hoy, Tema.
—Seeee…
—¿Qué quería?
—Una prostituta. Creía que estaba hablando a una línea caliente.
—¡Pervertido!, pero por eso tardó tanto hablando contigo. ¿Por qué no cortaste la llamada y se acabó?
—¡No lo sé! Quise hacerlo en más de una ocasión, pero algo en mi interior me lo impedía.
—Tuviste lástimas del pobre.
—¡Puede ser!
—Necesito ir urgentemente al inodoro. ¿Me cubres?
—¡Ve tranquila!
—¿De casualidad no andas una toalla sanitaria extra? Creo que me bajó el periodo y no ando una de más.
—Están en mi cosmetiquera dentro de mi bolsa en mi casillero.
—¡Gracias! Vuelvo enseguida.
Solo escuche el murmullo de sus zapatos desaparecer de la habitación. Hoy solo éramos ella y yo las que teníamos turno vespertino. Por lo que la sala permanecía en silencio sepulcral. No sé por que aún luego de diez minutos de haber terminado de hablar con ese charlatán, permanezco pensando en esa cansina, rastrera y chispeada voz varonil.
Bien este es el inicio de una nueva historia. Espero sea de su agrado. Un fuerte abrazo a la distancia. Feliz Navidad y Próspero 2018, si no logro actualizar antes de que acabe el 2017. XD
