Y última cosa del día de hoy (?) ¡Mi primer long-fic para Love Live! He estado trabajando en esto durante los últimos dos meses y me ha costado horrores escribir ciertos capítulos... En general muchas de las escenas de aquí me cuestan muchísimo debido al alto contenido de smut que esto tiene. No espero la gran acogida (los fics clasificación M no son tan bienvenidos (?)) pero espero que les guste aun si es un poco cutre.
¡Por favor leer!
Aclaraciones/advertencias: Primero que todo es mejor decir que esto es futanari, así que le pueden dar a la flechita de 'atrás' si no les gusta. Por supuesto es yuri, pero si están en este fandom es por algo. Ahora sí, venga, pongan atención: hay alto contenido de smut/lemon. Si no les interesa, son sensibles o cualquier otra cosa a temas como: encarcelamiento, maltrato físico, problemas familiares, delitos mayores y menores, drogas, aborto, promiscuidad... No lean. Siendo que están advertidos, después no se quejen por traumas (?) El título viene de la canción homónima del Lana del rey, escuchen a esa mujer si no lo han hecho. Ahora sí, bellezas, espero que les guste, recuerden comentar y dejar en sus favoritos.
Ultraviolence
Aquel momento en que la vio entrar una sonrisa socarrona se dibujó en sus labios. Seguía siendo tan arrogante como de niña, con su perfecto cabello rojizo y ojos violetas, fríos y orgullosos. Sabía que iba a terminar en esa pocilga, a su lado, porque el destino había dictado que se encontrarían de nuevo, para la desgracia de la joven. Su sonreír se ensanchó al ver que una mujer grande se le acercaba para molestar su cabellera, ganándose un gruñido y palabras molestas. No llevaba ni cinco minutos y ya la iban a bautizar; lo mejor era detener a la grandulona antes de que desfigurara el rostro de la nueva.
En dos pasos estuvo allí, tocando a la más grande en el hombro, sonriendo con su misteriosa calma. La mujer la saludó con un movimiento rápido de manos y, antes de irse, advirtió, con voz grave e improperios, a la recién llegada. La observaron irse, ella pendiente de los puños cerrados de la señorita, de las palabrotas que murmuraba y el enojo en su ceño fruncido. Tendría más problemas de los que le gustaba si seguía con esa actitud prepotente.
— Maki-chan, este lugar tiene sus reglas, si no quieres terminar colgada de la cerca te aconsejo que no te metas. —A la mención de su nombre por esa voz viró, haciendo una mueca de desagrado que la divirtió.
— Nozomi… —Alistó el puño y lo lanzó a su rostro, solo que lo detuvo con su palma. Después de años ahí, detener un ataque como ese era un juego de niños. No pudo evitar sonreír más ante su sorpresa.
— Calma, todas. —Dijo, subiendo la voz, al escuchar el arrastrar de sillas y pasos. La golpearían si no fuera por ella— Mira, de verdad te aconsejo no hacer estupideces, terminarás hecha un saco de sangre. Esto ya no es la escuela, la universidad o el salón del té. Esto es una prisión, aquí no hay papi o mami para salvarte.
Dejó ir su mano al escuchar el tintineo de las esposas contra el cinturón de una de las guardias. Era pequeña, de cabello negro, más parecida a una niña que a un adulto, pero todas sabían que no debían meterse con ella; un solo comentario y te tumbaría los dientes de un puñetazo. Hacía parte del trío del terror en la prisión, junto a otras dos guardias cuya sola apariencia asustaba. La pelirroja la miró pasar, escudriñando su silueta.
— ¿Eso de verdad es un guardia? —Comentó, tratando de contener sus risas. Nozomi sonrió de lado, tranquila de que la aludida no la escuchara.
— Y entonces, ¿qué te trae aquí? —La más joven palideció y chasqueó la lengua con molestia— Déjame adivinar… Negligencia médica, o eso dijo el juez.
Frunció el ceño al verse atrapada. La atrapó por el cuello del uniforme naranja para acercarla a su rostro; las mujeres en el comedor se levantaron, pero un simple movimiento de la mano las mantuvo en su lugar.
— No has perdido la costumbre de meterte en la vida de los demás, ¿no? —Subió los hombros y sonrió, tan enigmática como siempre.
— Nishikino, suelte a Toujou ahora mismo. —Una voz grave interrumpió el encuentro. La guardia de cabello azul las separó usando su fuerza. Maki bufó molesta.
El comedor volvió a ser un lugar pacífico. La nueva se sentó en una esquina con su horrible almuerzo sobre la bandeja mientras Nozomi estaba en una mesa en medio de dos chicas jóvenes que por apariencia no pertenecían a ese lugar. Sonriéndole a la recién llegada, la mayor simplemente le guiñó el ojo derecho y volvió a su almuerzo. Sabía que Maki estaba molesta, que ahora mismo musitaba una larga lista de improperios aprendidos a escondidas de sus padres y que la maldecía pinchando la comida. El recuerdo que tenía de ella le divertía un poco, pero también le abrumaba al notar que llevaba un buen tiempo allí encerrada.
Actualmente, la joven prodigio, Nishikino Maki tenía veintiocho años, contaba con su diploma de médico cirujano y especialización tanto en cirugía neuronal como cardiaca; era la heredera de la cadena hospitalaria de su familia, la cual prácticamente tenía en sus manos, hasta que terminó allí por 'negligencia' -Nozomi sabía que eso era una mentira, pero no era capaz de dar con la falta exacta por la que terminó en prisión-. La conocía desde pequeña, pero no podía llamarse su amiga, no lo eran y probablemente no lo serían; sólo supo de su existencia gracias a que los Toujou tenían a los Nishikino por médicos de cabecera, no sólo por la calidad de sus médicos, sino por su poco interés en los pacientes, no les importaba qué pasaba tras cada individuo, sólo interesaba lo que debían curar, y eso era más que perfecto para un clan yakuza. Así pues, se conocieron.
Nozomi solo era dos años mayor, pero siempre actuó como la hermana mayor en cuanto Maki era puesta a su cuidado. Probablemente, ahora mismo no sería muy distinto; la pelirroja tendía a meterse en problemas con los demás por su falta de empatía y arrogancia, por lo que tendría que estar detrás de ella cuidando que nadie le fuera a rajar la garganta para sacar por ahí su lengua. Lo bueno era que su reputación era alta y respetable, no porque diera miedo o parecidos, sino por su fuerte sentido maternal que en algún momento había ayudado a cada mujer encerrada ahí.
— Nozomi... ¡Nozomi-chan! —Giró la cabeza para encontrarse a quien le hablaba, una joven de cabello corto anaranjado que hacía un puchero por ser ignorada— Te preguntaba de dónde conoces a la nueva.
— Lo siento, Rin-chan, pensaba en eso mismo. —Rió por haber sido atrapada soñando despierta— Es de los doctores de la familia. Además, es mi nueva compañera.
— ¿De verdad? Creí que Ayase-san había pedido que siguieras sola. —Comentó la chica a su otro lado, jugando con el puré extraño en su plato.
— Bueno, es cierto, Kotori-chan, —sonrió divertida, dándole otra mirada a la recién llegada, que solo se había comido el arroz— pero le pedí a Nicocchi que la enviara conmigo.
— Ayase-san te matará. —Manifestó la de cabello corto mirando con cierto temor a la mayor.
Se encogió de hombros, porque lo que decía era lo más cercano a la realidad. Si la guardia Ayase decía algo, lo mejor era acatarlo sin rechistar, pero a Nozomi le gustaba vivir al límite con esa mujer.
-д-
La pequeña guardia fue la encargada de guiarla a su celda. Maki debía tragarse las ganas de burlarse en su cara por ser 'compacta'; el ver sus coletas altas moviéndose más debajo de su línea de visión estaba provocando que las carcajadas quemaran su garganta. La cosa era, ¿quién demonios la tomaba en serio con ese tamaño? Parecía un llavero. Seguro si le quitaban la porra tendría que correr para no ser aplastada por alguna de las mujeres que vio en el comedor.
Las celdas estaban organizadas en camarotes, con una letrina y un lavabo pequeño. Su rostro se arrugó con una mueca de desagrado al ver su lugar de residencia por los próximos meses –aunque esperaba que su padre le perdonara la vida y la sacara de esa pocilga antes-. Se detuvieron en la tercera celda de atrás para delante del extremo izquierdo, la cual la cama de abajo estaba hecha un desastre y la de arriba intacta, como si nadie durmiera ahí. Le señaló el cubículo, apuntando hacia arriba, y blanqueó los ojos por el desastre que veían.
— Le romperé la cabeza la próxima vez que encuentre esta mierda así. —Murmuró, llevándose la uña del pulgar.
— ¿Con quién debo compartir esta... cosa? —Preguntó, recogiendo la sábana del suelo.
— Qué importa, eso. —La fulminó con la mirada— Uy, la princesita está enojada. ¿Quieres que llame a papi para que te ayude? —Cuestionó con voz empalagosa y burlona. Apretó su puño.
— Mira, enana tú ¡Hmp!
Su interrumpida violentamente por un puño en su estómago que vació sus pulmones y amenazó con devolver el arroz previamente ingerido. Sintió una arcada que culminó en una exhalación cortada. Cayó de rodillas, con los ojos empapados por lágrimas y un fuerte dolor en su abdomen, que palpitaba con agresividad. Por el rabillo del ojo miró a la guardia, que mantenía su puño apretado, y atinó a cubrirse el rostro antes de que un puntapié se encajara bajo sus costillas. Un fuerte ardor invadió la zona y tuvo que morderse el labio para evitar que un quejido saliera. ¿Cómo diablos era posible que tuviera tanta fuerza?
— Mira, perra, aquí yo mando y tú obedeces. —Tomó una manotada de su cabello y lo jaló para obligar a que sus miradas se encontraran— Vuelve a decirme enana o parecidos y juro que te meto esta mierda por el culo.
Gruñó irritada, pero no podía hacer nada, el dolor se lo impedía. Quería estrangularla. Por todos los demonios, esa mujer la sacaba de casillas con su sola presencia. Quería destruir esa sonrisa arrogante que dibujaban sus labios.
— Nicocchi, no quiero que me dejes sin compañera. —Cantó esa voz conocida. De todas las personas en esa cárcel, Nozomi tenía que ser su compañera. ¿Es que no bastaba su sentencia?
— Tienes suerte, tomate. —La soltó de un empujó y se puso en pie, encarando a la recién llegada— No sabes las ganas que tengo de matarte a golpes. Cuando Eli se dé cuenta me colgará de la lengua en el perchero.
— No la dejaré, si lo hiciera, ¿cómo tendríamos sexo? —Aparentemente no era la única que odiaba la sonrisa socarrona de la mayor, pues la pequeña estaba que ardía en rabia y vergüenza.
La guardia salió, sin siquiera hacer el amague de tocar a Nozomi. ¿Pero qué clase de injusticia era esa? El trato debía ser igual para todas las reas. Aunque seguramente si la golpeaba se quedaría sin tirar, la ecuación era simple y Maki lo entendió en menos de nada. Suponía que esas cosas pasaban dentro de las prisiones; la información le daba un punto a favor, o eso gustaba pensar.
— Olvidé advertirte de Nicocchi, es algo violenta.
— ¡¿Algo?! ¡Casi me mata! —Se levantó con un salto, alegando con las manos, acercándose a la joven que ahora era un poco más baja que ella.
— Pero qué exagerada. Linda, —bufó ante el apodo— si hubiese querido matarte ya no tendrías forma.
Maki estaba acostumbrada a la muerte, hablar de ello era su pan de cada día, pero escuchar las palabras de la de cabellera morada le ponía los pelos de punta. Hacía que la muerte se viera macabra.
— ¿Quieres conocer a las chicas? —Preguntó. Por supuesto que no quería, pero su brazo ya estaba siendo semi aplastado por los grandes pechos de Nozomi, causando una oleada de calor que para su desgracia se concentraba en un cierto lugar— Oh, verdad, tendré más cuidado, fu fu~. Bueno, vamos.
Al menos se separó un poco, evitando así una erección, cosa que habría sido extremadamente incómodo. Maki, aunque era doctora, y una muy buena, no había logrado develar el secreto de su extraña condición. Poseía ambos sistemas reproductivos, cosa buena en ciertos casos y mala para la mayoría del tiempo; se lo podría haber operado hacía tiempo, pero sentía que tenía un buen uso en ocasiones. Pocas personas conocían su condición, entre esas Nozomi, después de pasar la infancia juntas –aunque obligadas-, sería extraño que no lo supiera. Así, la pelirroja debía tener más cuidado con la invasión a su espacio personal y, de ahora en adelante, el toqueteo de la conocida rea, la cual era una maldita pervertida.
Giraron varios rincones hasta llegar a la cocina, por el letrero en la puerta. Entraron y allí había dos jóvenes, probablemente de su edad o cercanas. Una castaña que casi sufre un infarto por la sorpresa y una castaña rojiza que dio saltos hasta llegar a la mayor. Ninguna de las dos parecía pertenecer a ese lugar, eran demasiado tiernas y enérgicas para ese antro. Pero, como ella, debían tener una razón para estar allí.
Se presentaron rápidamente. La joven más tímida era Hanayo y la otra Honoka. Sus razones para estar ahí no eran sorprendentes, es más, esperaba algo como eso: la primera había cometido un robo junto a una amiga –o así simplificó la historia- y la segunda solo trabajaba allí como asistente de cocina gracias a una de las guardias. El intercambio de información fue rápido y realmente no habló mucho, no quería simpatizar con nadie, ya era suficiente con la demente a su lado.
Su siguiente parada fue el patio, donde lo más llamativo era una chica que corría en la pista sin señal alguna de cansancio; ella de solo verla ya estaba exhausta. Al verlas se acercó y casi trepa sobre Nozomi como un gato, luego se presentó como Rin, la amiga de Kayocchin –la castaña de la cocina- y no fue necesaria la explicación de su crimen. Sentada en una banca cercana estaba la otra joven que acompañaba a la de cabello morado a la hora del almuerzo. Maki se preguntó cómo demonios era que una joven tan dulce como Kotori, nombre al que respondía, estaba allí. Bueno, no había que juzgar a un libro por su portada solían decir, y vaya que era cierto.
— Estoy aquí por homicidio. — Un escalofrío recorrió su espalda. Las palabras no encajaban en absoluto con su preciosa sonrisa.
Volvieron al comedor, que a esa hora estaba relativamente vacío. Tomaron asiento en una de las largas mesas, frente a frente, y Maki decidió que escucharía las sugerencias de Nozomi. Con su manía por la organización, enlistó mentalmente lo que le dijo.
1 No meterse con el trío: Ayase Eli, Yazawa Nico y Sonoda Umi; las guardias más violentas y odiosas de la prisión.
2 No golpear a nadie ni mirarlas por debajo (regla que probablemente rompería tarde que temprano).
3 No meterse con las chicas grandes de la prisión.
4 No molestar a Kotori.
Lo más importante era eso más uno que otro detalle que incluía armas o drogas, cosas que le parecían obvias. Ya había roto las dos primeras, lo cual le había causado un problemilla que según Nozomi era tan pequeño como un frijol, si lo hacía de nuevo, se convertiría en una bola de nieve rodando colina abajo, y no quería eso. La última ya la había pensado, esa sonrisa era mal presagio.
Encontró que la joven no era tan molesta como parecía, aunque por supuesto no lo aceptaría, y pasaron un buen tiempo hablando del lugar, de cómo llegar a las duchas, la cocina o el patio, de la gente que había allí, de cosas que habían pasado en la estadía de la mayor. Conocía todo de cabo a rabo, y no se sorprendía, Nozomi tenía una habilidad impresionante para conseguir información, tanto o mejor que cualquier espía.
Unos pasos se escuchaban, haciéndose más cercanos con cada segundo, el tacón bajo dejaba eco por los pasillos. Observó con discreción la sonrisa enigmática de su compañía, que trató de fingir que no sabía quién llegaba. Era una mujer alta de cabellera rubia recogida en una perfecta coleta alta, quien escudriñaba el lugar con sus fríos y fieros ojos azules, deteniéndose en ellas, con una mueca que no le causó buena impresión. En sus pupilas brillaba un cierto enojo. Se dirigía hacia ellas y cada vez podía sentir que el nerviosismo de Nozomi se expandía como una ola concéntrica. Se detuvo junto a ellas y dejó caer su mano contra la mesa, ocasionando una contracción del cuerpo de la joven.
— Toujou... —Habló, entre dientes. La aludida giró la cabeza y le encaró con su extraña sonrisa.
— Ayase-san, buenas tardes. —Saludó casual, subiendo los pómulos junto a su sonreír— ¿Hay algún problema?
— Sabe muy bien qué fue, ¿no? —Tomó la muñeca de la reclusa para apretarla, seguramente dejando moretones.
— Sabe que usted es la única para mí~ —Podía ver que su mano tomaba una tonalidad azulosa.
Esmeralda y zafiro se enfrentaban e incluso para ella era claro que había algo más allí que una relación de superioridad carcelaria. Se sintió incómoda, pero sobre todo amenazada, como un cervatillo en peligro. Se puso en pie, sin mirar a la otra presa, y salió del comedor a pasos largos, cerrando bien la puerta a sus espaldas. Suspiró largamente, recordando un momento desagradable de su vida que había tenido toda la desgracia de ver cuando era una niña. Ella conocía la mirada de la tal Ayase-san, la había visto en todos los hombres que miraban a Nozomi… Un maldito deseo carnal. El estómago se le revolvía y no sabía si debía entrar y ahuyentar a la guardia; pero pronto recordó la primera regla: no meterse con ella.
Comenzó a caminar con pasos pesados, deambulando por los austeros pasillos, vacíos a esa hora. Al menos eso representaba una ventaja, sin Nozomi al lado estaba segura de que la harían pedazos por su mirada arrogante. Bufó. Odiaba ese lugar y no llevaba ni medio día allí. Solo esperaba que su padre pagara rápido la fianza –la cual era una suma no tan elevada que fácilmente podía ser extraída de su cuenta-, pero su progenitor dijo que no lo haría hasta que reflexionara el cómo y porqué había cometido una negligencia tal; era un estúpido castigo.
Pero a ella le importaba veinte hectáreas de mierda su tal negligencia. No fue así, pero lo mejor era que los imbéciles del jurado no lo supieran. Estaba más que consciente de que no se merecía dieciocho meses de cárcel sino cadena perpetua, y unas tres o cuatro de esas. Pero el dinero existía para algo, y si bien no pudo librarse por la cantidad de pruebas del demandante, convenció al juez de rebajarle la condena alegando homicidio en tercer grado por negligencia médica. Maki se reía aun de que la gente se hubiera tragado todo el rollo.
El problema radicaba en que su nombre e imagen estuvieron en juego, pero otra buena faja de billetes para cada entrometido periodista bastó para que el tema no viera la luz del día y tampoco fuera objeto de charla entre amas de casa desocupadas o importantes colegas. Así pues, su repentina desaparición fue encubierta por un viaje a algún lugar equis para unas merecidas vacaciones después de una recaída por sobre esforzarse en su trabajo.
Chocó con alguien. Tal vez era su culpa por estar absorta en memorias, pero estaba a punto de levantar el rostro y gritarle a su contraria lo estúpida que era. Las palabras murieron en su garganta al ver a Kotori sentada en el suelo, mirándola con una tenue sonrisa. Maldijo mentalmente. La menor se levantó con ayuda de la mano que le extendió y simplemente la calmó con un toque en el hombro.
—Creo que no estábamos prestando atención al camino. —Negó sin decir palabra. Ella seguía sonriendo, causándole escalofríos— ¿Dónde está Nozomi-chan?
—E-en el comedor… —Debía admitir que le tenía más miedo a la señorita a su lado que a la grandulona que la acorraló cuando llegó— Pero no es buena idea ir, Ayase la detuvo.
—Oh… —De pronto su rostro cambió a estar preocupado— Al menos no te hizo nada, Maki-chan, es tu día de suerte.
Levantó una ceja, notablemente confundida. Los ojos ámbar de Kotori revolotearon por sus alrededores, cerciorándose de que no había nadie.
—Ayase-san es… La dueña de Nozomi-chan, si lo quieres simplificar. —Con sus palabras sintió un nudo en el estómago y el vómito quemando su garganta. ¿Dueña? ¿Y es que ahora las personas eran objetos? Apretó los dientes.
—Explícate.
Sus dulces risitas inundaron los solitarios pasillos, causando un espeluznante eco. Tomó su mano, guiándola de nuevo en dirección al comedor, y la jaló hacia un cuarto oscuro que suponía era el del aseo, pues el palo de una escoba le dio en la cabeza. Colocó su dedo índice sobre los labios cuando pasos que se notaban de pies pequeños pasaron frente al hueco donde estaban, deteniéndose en seco. Acercó los labios a su oreja, respirando cálidamente, obligándola a notar la peligrosa cercanía de sus cuerpos y el bulto en su entrepierna, sobre el cual fue a parar la mano de Kotori. Tragó saliva por su atrevimiento, inhalando profundamente ante sus caricias. Los pasos siguieron y la puerta siguiente se abrió.
—Escucha bien. —Agudizó el oído ante su orden y escuchó el leve rumor de unos… ¿Gemidos? Sin duda alguna lo eran. Y, sin duda, pertenecían a Nozomi.
—¡Suéltala de una vez, zorra! —Era la voz de la mini-guardia.
Escuchó sillas moverse, a Ayase hablar y a Nozomi gritar con dolor. Apretó los dientes, molesta por los terribles escenarios que paseaban su mente, pero detenida por un apretón a su glande, que la hizo perder toda fuerza. Gruñó, mirando a la más baja, encontrándose con el resplandor de sus ojos ambarinos incluso en medio de la oscuridad.
—Sabes, no eres la única con eso. Sonoda-san y Ayase-san también lo tienen. —Comentó con naturalidad, aventurando la mano dentro de sus pantalones e interiores— Te digo que tuviste suerte, la anterior compañera de cuarto de Nozomi-chan fue hallada muerta luego de un día de estadía. Y todas sabemos que fue Ayase-san.
No sabía si los escalofríos que erizaban su piel eran producto de lo que decía o hacía, pues su mano trabajaba silenciosa. Echó la cabeza atrás tratando de pensar en algo que no fuera lo malditamente bien que se sentía.
—Debes tratar de no acercarte tanto a Nozomi-chan. —Podía sentir su sonrisa golpeando contra la oreja— Y si quieres preguntarle algo, adelante. Ella te explicará.
La soltó, dejándola confundida y frustrada por no encontrar descanso. Su miembro palpitaba con insistencia, pero quería ignorarlo porque su cabeza daba vueltas por todo el misterio que le había metido Kotori a la situación. Amabas salieron del pequeño cuarto y se encontraron con la mayor, quien acariciaba su brazo derecho. Ella sonrió tan enigmática como siempre y se acercó, caminando con dificultad.
—Vamos, Rin-chan debe estar buscándonos.
Siguió su camino y Kotori fue tras ella esbozando una mueca que semejaba una sonrisa. Giró un poco la cabeza, los ojos del par de guardias estaban sobre ella, instándole a desaparecer y no meterse en lo que no le importaba. Volvió la cabeza al frente, Nozomi sobaba de nuevo su brazo derecho, y decidió darse la vuelta para encararlas. Sonrió, sabiendo que rompía una regla al levantar sus brazos y mostrar solo los dedos corazón de ambas manos. Sus expresiones decían "estás muerta" y ella prefirió andar antes de que la mataran.
Y este es el primer capítulo. Espero les haya gustado... Sé que no soy muy buena para escribir lemon, pero esta será una buena práctica. Dulzuras, nos leemos en unos días.
Saludos.
