Our first late night

Todos los Mugiwara habían caído ya rendidos tras la tremenda fiesta que había golpeado el barco con la misma fiereza que un Rey Marino. Las decoraciones aún colgaban de todos lados y aún podía verse alguna que otra botella rodando entre los cuerpos dormidos de la mayoría de los tripulantes.

¿La razón de la fiesta y el por qué de haberse quedado despiertos hasta una hora tan tardía? Simple. Era el cumpleaños del Segundo al Mando de la banda. Sí, ese kenshi peliverde maestro del Santoryuu, ¿lo conocéis? Pues él.

Curiosamente él mismo era el único (o eso creía) que se mantenía despierto tan tarde, observando con calma el horizonte mientras bebía de su botella de sake y velaba los sueños del resto de sus nakama, dormidos a su alrededor. Sonrió al ver como Nami, borracha a más no poder y más dormida que una marmota, se abrazaba con fuerza a su senchou, que yacía a su lado.

Suspiró, elevando la vista al cielo y observando las estrellas mientras pensaba en lo genial que había sido ese día. Él, por lo general, no celebraba su cumpleaños, por lo que cuando Robin se lo recordó a los demás (La duda de por qué ella lo sabía aún rondaba por su cabeza) y Luffy ordenó organizar una fiesta, sonrió sin poder evitarlo.

Cada miembro de la banda le había regalado alguna tontería, desde litros de sake hasta productos para limpiar sus katana. Bueno, no, todos no. Una persona no le había regalado nada. Sí, lo habéis adivinado. Robin no le había entregado su regalo.

Fue justo cuando estaba pensando en ello que pudo oír los ligeros pasos sobre la hierba de la cubierta, como los zapatos de tacón repiqueteaban ligeramente antes de sentir el aire moverse a su espalda y ese ligero aroma a flores.

-Buenas noches, Robin.- Dijo el peliverde sin girarse, notando como la morena se dejaba caer a su lado. -Esperaba que te hubieras dormido como los demás.

-Sabes que aguanto muy bien el alcohol, kenshi-san.- La morena clavó su vista en el cielo, disfrutando de las estrellas y de la sutil sonrisa socarrona del peliverde.

Ambos estuvieron así un par de minitos antes de que el kenshi sintiera algo caer sobre su regazo. Bajando la vista, se encontró una caja de color negro con un corazón moradosobre él. Levantó la vista, mirando a Robin, y esta sonrió.

Volviendo a clavar la vista en su regalo, el kengou lo abrió con cuidado, sorprendiéndose ligeramente ante el contenido.

La caja por dentro era de un blanco casi tan puro como la mismísima luna y contenía una diadema de un color tan verde cómo el cabello de Zoro. A un lado de esta había un pequeño lazo de regalo de tonos verdes y blancos. El espadachín sonrió, sacándola de la caja y colocándosela con cuidado a Robin en la cabrza.

-Creo que es el mejor regalo que me han hecho en mucho tiempo…- Susurró, acercando su rostro al de la morena mientras sonreía, acariciando su muslo con la punta de los dedos.

-Feliz cumpleaños, kenshi-san.- Murmuró con su socarrona sonrisa antes de que sus labios se unieran.

No, si voy a tener que dejarlo ya. Mi inspiración cada vez vale para menos ú_ù

Supongo que ya os habréis dado cuenta de por qué el fic, pero… ¡FELICIDADES, ZORO!

No tengo mucho que contar, aparte de suplicar de rodillas que me perdonéis por la falta de actualización. *Se pone de rodillas* ¡Sumisasen!

En fin, espero que os haya gustado el fic. ^3^ Un abrazo y un buen tarro de nutella para todos, que os lo merecéis. Y portaros bien con Zoro hoy, ¡que es su cumple! XD

-Muco! ;D