Capítulo 1
Vigilante silencioso
Sentado en la cafetería de todos los días, viendo a la misma gente de siempre caminar por las calles. Yo solo estaba atento al edificio que estaba enfrente. El Hiltson eraun edificio enorme de quince pisos en el que trabajaba una cantidad enorme de gente, al menos unas seiscientas personas, supongo, la verdad yo nunca me había enterado de aquello, lo único que me importaba de aquel lugar era una sola de esas personas, la persona más importante en mi vida. El problema no radicaba exactamente en ello, ella era feliz con lo que hacía y yo era feliz viéndola progresar día con día. El problema era en realidad que ella no me conocía, o mejor dicho, no me reconocía.
Hace menos de un año mi vida no se basaba en sentarme en la cafetería fuera del Hiltson a esperar a aquella chica pelirroja de la que me había enamorado desde que la conocí, mi vida era en realidad como cualquier otra: tenía un trabajo con un muy buen sueldo, una enorme casa, un auto, pero lo más importante era que la tenía a ella, mi mujer, mi esposa, aquella persona que iluminaba mi vida y me hacía sentir feliz todo el tiempo. Ginny era mi vida y yo era la suya.
Di un sorbo al café que la mesera había rellenado por quinta ocasión y dirigí mi mirada al tercer piso del edificio, ahí era donde trabajaba ella y me gustaba mirar hacia ese lugar como si pudiera verla, con la vaga esperanza de que ella me viera.
Maldije el día en que todo se fue al carajo, el día en que mi vida se transformó en una fría y solitaria, triste y quizá hasta amargada vida, el día en que la perdí.
-Vamos, Harry, llegaremos tarde –Me apresuró mi esposa mirándome con los brazos cruzados.
-Ya voy, cariño, no seas impaciente. –Le respondí esbozando una sonrisa, adoraba verla enojada.
-Mis padres se pondrán furiosos si no llegamos a tiempo, ¿lo sabes verdad?
Me acerqué, dejé las maletas que tenía en las manos en el suelo y la abracé dejando apenas unos centímetros entre nuestros labios.
-Deja de preocuparte, estamos a tiempo. –Acorté la distancia y le besé, ella recibió mi beso como lo hacía siempre, mientras yo disfrutaba de su sabor.
Comencé a acariciar su espalda mientras ella revoloteaba mi de por sí rebelde cabello.
-Harry… mi amor… con estas distracciones… jamás llegaremos… a tiempo. –dijo entre besos.
Continué por unos segundos más y me separé de ella, sabiendo de antemano que si no me detenía en ese momento no lo haría después.
La tomé de los hombros y le sonreí.
-Es hora de irnos.
Encendí el auto y comenzamos nuestro largo viaje a "La Madriguera", así llamaban los Weasley, la familia de mi esposa, a su casa. Un curioso nombre para una hermosa casa como la que ellos tenían y en la cual pasaríamos las fiestas decembrinas.
El camino parecía tranquilo, no había demasiado tráfico y el clima estaba considerablemente bien. ¿Quién podría imaginarse lo que pasaría después? Todo pasó muy rápido: un conejo atravesando la calle, Ginny gritando que no lo matara, girar el volante, perder el equilibrio con la carretera congelada y estrellarnos contra un camión que salía de la curva en la que estábamos.
Desperté en el hospital dos días después, con una pierna y algunas costillas rotas, nada más. Recordé todo al instante y lo primero que dije fue ¿Dónde está Ginny? . Su hermano menor y con el que mejor me llevaba rompió en llanto, yo me imaginé lo peor.
-Ron, dime que está bien. –Dije, él continuó llorando. – ¡Ronald! ¡¿Dónde está Ginny?! ¡Respóndeme! –Grité con desesperación, importándome poco el dolor que eso me causaba en las costillas. Tenía que saber que la mujer que amaba estaba bien.
Cuando mi cuñado logró calmarse un poco, habló.
-Está en terapia intensiva. No saben si lo logrará –Mi mundo se derrumbó en ese instante, mi vida estaba en terapia intensiva.
Nadie hubiera creído que lo lograría. Cuando la visité ese día, después de mucho insistir a los médicos y enfermeras, sabía que sería poco probable que lo lograra. Estaba llena de tubos y mangueritas conectadas a su cuerpo, con vendajes en su pierna y uno de sus brazos, además de uno en la cabeza, estaba pálida y con diversas heridas en su rostro. Sentí que moriría con ella y ojalá lo hubiera hecho, porque lo que pasó semanas después fue como matarme sin morir.
Ginny despertó un mes después de que tuviésemos aquel accidente. La primera persona que vio fue a su madre, a quien le contó que no recordaba nada del accidente, después entró su padre mientras esperaban a que yo llegara, pues me habían mandado a dormir después de estar en vela durante tres días seguidos.
Al llegar al hospital, no podía esperar a verla, la había extrañado demasiado y sentía que un segundo más sin ella sería mi perdición. Abrí la puerta y entré esbozando una enorme sonrisa al verla hablando con su padre, ella me miró y me sonrió tiernamente antes de volver su atención a su padre. El señor Weasley se extrañó tanto como yo al ver la reacción de su hija.
-Ginny, ¿te sientes bien? –Le preguntó al ver que ella no se veía interesada en mí.
-Por supuesto, papá, ya te lo he dicho.
-¿Estás segura? –Pregunté asombrado.
-Claro… eh… ¿Quién eres tú? –La inocencia con la que lo preguntó me dislocó de inmediato, jadeé un poco sintiendo como su un balde de agua fría me recorriera, ella no me recordaba.
Y ahora ahí estaba, ocho meses después, viéndola progresar con su vida, trabajando en la empresa de su hermano mayor, siendo feliz. Y yo estaba solo, en el mismo trabajo, en la misma casa y con la misma aburrida vida.
Claro, se preguntarán ¿Por qué no luchó por ella?, ¿Por qué la dejó ir tan fácilmente? No fui yo quien decidió aquello, sus padres me culparon del accidente y de que ella no recordara nada. Eso, aunado a que el médico dijo que tenía que recordar las cosas poco a poco, terminó por alejarme de ella, según sus padres "por su bien". Acepté aquello porque quería que estuviera bien, aunque yo no lo estuviera del todo y seguí mi vida sin ella, aunque en el fondo era a quien más deseaba junto a mí.
Por eso la iba a visitar todos los días sin que ella lo supiera, por eso la vigilaba constantemente. Quería asegurarme que estuviera bien, que su vida fuera feliz, y lo era.
Mi vida se trataba de eso, ver a mi esposa progresar mientras yo me había quedado estancado, porque ella era mi motor y mis ganas de seguir, porque la amaba y aún la amo.
