** MERODEADORES A TRAVÉS DE LA HISTORIA **

Por: JulyPotter31


Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son completa propiedad de J.K Rowling, no me pertenecen en lo más mínimo, esto es solo por entretener.


—"Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas"—


= 1.- La llegada =

—"Todos los grandes hechos y todos los grandes pensamientos tienen un comienzo ridículo. (Albert Camus)"—

Respiró. Estaba listo, ya no quería perder más tiempo. Ahora o nunca, de tardarse más, ella se acercaría, estaría junto a él y empezaría el sermón… 3… 2… 1… Sin pensárselo dos veces, apretó fuerte la manija del carrito y empujó, no se detuvo a dudar ni tampoco tuvo tiempo a cerrar los ojos, era ahora o nunca. Y lo logró.

De un momento a otro, la aburrida y fea estación King Cross —al menos del lado muggle, por el que había llegado— había quedado atrás. En su lugar, el ambiente estaba completamente tapizado de humo blanco, ya que en las vías, el imponente expreso de Hogwarts, despedía el humo que servía de ambientación. Desde donde estaba, nadie vio nada extraño en aquel pequeño niño, tan solo, se trataba de un jovencito, alto, delgado, de piel blanca, tersa, de ojos grises plata refulgentes y llamativos y poseedor de una mata de pelo negro azabache, larga hasta los hombros. Su porte, creído y varonil robaba más de un suspiro, pero eso a él le era normal. Nadie veía nada extraño en aquel pequeño niño de escasos once años, porque a decir verdad, no tenía nada de extraño.

Muévete, tonto, o llegará— se reprendió a sí mismo, mientras volvía a la enmienda y empujaba el carrito frente a él. Por suerte, había decidido no llevar lechuza, su baúl bien podría aventarlo dentro del tren. Con cada paso que daba, procuraba no voltear atrás por si ella se acercaba y estaba a tan solo un metro de la puerta de entrada que había elegido, cuando una mano delgada, fría y dura, se posó en su hombro y lo detuvo.

—Se puede saber… ¿a dónde vas jovencito? No puedes irte sin haber dicho "hasta pronto"— le dijo alguien a sus espaldas. Y no le quedo de otra más que detenerse y respirar… Quizás si hacía caso, podría marcharse en ese preciso momento. Se dio la media vuelta y ahí estaba… su madre.

Desde lo alto de su altura adquirida a tacones, Walburga Black, madre del pequeño Sirius O. Black, en compañía de su hijo menor abrazado a su cintura, miraba a su primogénito con el ceño fruncido mientras el menor de los Black, Regulus, miraba a su hermano.

—Nos veremos en el verano…— comenzó a despedirse Sirius tratando de sonar nostálgico.

—De eso nada. En Navidad estarás de vuelta y toda la familia se reunirá, para celebrar que has entrado en la casa de Slytherin— le dijo su madre con una fina pero fría sonrisa. Sirius ahogó un suspiro largo y las ganas de responder cómo siempre hacía: "¡Ja! Primero casado que en Slytherin"

—Bien, entonces nos veremos en Navidad— espetó. Walburga pareció contenta y Sirius comprendió que esa era su oportunidad de seguir. Con una pequeña sonrisa terminó su despedida— Pórtate mal, Reg— le dijo a su hermano y acto seguido dio media vuelta y volvió a guiar el carrito, pero ya sin tanta prisa. Llegó a la puerta de entrada del tren y subió su baúl. Sin voltearse a lanzar un último gesto de despedida a su madre y a su hermano, comenzó la búsqueda de un compartimento. Para todos los alumnos de primer ingreso, resultaba necesario despedirse hasta el cansancio de sus padres, para Sirius Black, resultaba necesario abandonar lo más rápido que pudiera la compañía de su familia. Dio con un compartimiento donde solo había una joven, una pequeña de su edad, pegada a la ventana, de cabellos rojos y mirar distraído.

—Hola, ¿puedo pasar? — preguntó educadamente. Sirius Black, jamás habría sido grosero con una chica.

—Adelante— susurró ella sin muchos ánimos. Miraba por la ventana, sepa Merlín que cosas, Sirius acomodó el baúl y tomó asiento al lado de la chica. El tren estaba a nada de partir, fuera, muy pocos chicos seguían despidiéndose de sus padres y abordando e tren, justamente, frente aquella ventana, un chico alto, quizás de su edad y de su complexión, de cabellos azabaches revueltos y cortos y portador de unas gafas que le parecieron un tanto graciosas, se despedía de sus padres. No era capaz de escuchar pero la escena que se estaba desarrollado llamó su atención:

—Ya mamá, tengo que irme— dijo el pequeño James Potter a su madre. Dorea y Charlus, frente a su pequeño, se estaban comenzando a mostrar alfo reticentes a dejarle partir, sobre todo, su adorada madre. La pobre estaba al borde del llanto de felicidad bañado en nostalgia, toda una vida con su pequeño hijo y tendría que separarse de él, al menos hasta las Navidades.

—James tiene razón, cielo, debemos dejarlo. El tren esta por partir— habló Charlus Potter. Su esposa aún taciturna, abrazó fuertemente a su hijo, besó su mejilla y esperó a que su marido le revolviera el cabello, para dejarlo marchar.

—Pórtate bien, cariño. No quiero cartas de los profesores— le dijo antes de que James, subiera con todo y baúl al tren, guiñándole un ojo y mostrando su pícara sonrisa. Un claro gesto que significaba: "No prometo nada".

Sirius rió para sí, aquello debía sentirse realmente bien. Que los padres de uno lo trataran de retener en el andén 9 y ¾ o que besaran y revolvieran el cabello de uno, antes de despedirse. Por un momento, imaginó divertido cómo sería Walburga si se pusiera como aquella señora, la imagen además de patética, asqueaba. —No, ella no está para esos cuentos…— se mofó Sirius en su pequeña mente.

A su lado, cierta pelirroja que no había tenido un buen ascenso al tren se revolvió inquieta. Ella también había visto al pequeño de gafas despedirse de sus padres, una cálida despedida, algo así como que no solo su madre y su padre la abrazaran y besaran, sino también Tuney. —Pero ella me odia…— pensó con amargura y hundió más la cara en el cristal de la ventana. Pronto la puerta se abrió y por ella, entró el mismo joven de gafas, con una radiante sonrisa. Sirius advirtió entonces, que sus ojos eran avellana y que sus gafas eran redondas y algo chistosas porque de seguro debían tener bastante aumento.

—Lo siento, el tren está lleno y…— comenzó a decir el chico…

—Siéntate, hay mucho espacio— le respondió Sirius más amable de lo que hubiera esperado, señalando el asiento de enfrente. James, sonrió y acomodó el baúl, momentos antes de tomar asiento. Miró por una par de minutos a su acompañante de enfrente, el chico era apuesto y tenía algo en los ojos, que James nunca había visto en alguien que no fuera él: bromas, malicia, bromas, diversión… A su lado, una pequeña y menuda chica pelirroja parecía querer ver hasta el último detalle en las vías del tren, porque mantenía bien pegada la cara al cristal y solo por un momento, uno muy breve, se volvió a mirarlo a él. Sin evitarlo, el joven Potter sonrió y para su sorpresa la chica le correspondió antes de volver su vista al paisaje, entonces decidió a hablar, Londres iba quedando poco a poco detrás y el viaje hasta el castillo de Hogwarts sería de verdad aburrido si no hacían algo, al menos charlar:

—Y… ¿cómo te llamas?— le preguntó a Sirius— Yo soy James, James Potter— aseguró sonriente y extendiendo una mano. Sirius, sonrió y descubrió que aquel chico, emanaba una vibra que profetizaba risas, diversión extrema, risas, bromas y mucho más…

—Sirius Black— le dijo

—Me gusta tu nombre. ¿Eres de primer año?— le preguntó James, mientras se decidía a acomodarse a sus anchas en el asiento que ocupaba, Sirius le imitó, aunque no tanto como hubiera deseado, ya que su asiento iba ocupado por cierta pelirroja.

—Así es… Supongo que tú también, porque te ves enano para ser de otros grados— se mofó, si aquel chico resultaba ser lo que esperaba, seguro respondería a la broma.

—Enano pero no feo— aseguró James guiñando un ojo— Y sí, este es mi primer viaje—

—Y ¿estás emocionado? A mí me han contado que Hogwarts es realmente genial— espetó Sirius con alegría y emoción, lejos de la compañía de su familia, era capaz de expresarse a sus anchas y cómo el quisiera. James pareció notarlo e invadido por la misma alegría, comenzó a charlar pronto con aquel joven que acababa de conocer. La pelirroja de al lado, escuchaba atenta pero disimuladamente cada cosa que decían los chicos del al lado, estaba abatida, de hecho, en el trayecto varias lágrimas silenciosas se le habían escapado y ella con gran habilidad las había limpiado para que sus acompañantes no lo notaran.

Lily Evans, era como ellos, una nueva estudiante del Colegio Hogwarts de magia y hechicería, pero a diferencia de ellos, que por como hablaban seguro eran hijos de magos y brujas, Lily era hija de muggles, personas sin magia. En su vida había escuchado de aquello, hacía algunos años, incluso lo creería imposible… de no ser… por todo lo que era capaz de hacer, de no ser porque lo había conocido y él, le había abierto la puerta al mundo de la magia. Un lugar lleno de todo lo que ella pudiera imaginar, una experiencia que estaba deseosa de vivir… hasta que su hermana la odió. Hasta que Petunia descubrió que ella no era bruja y decidió ensañarse con su hermana. Lily ahogó un grito y pegó la cara al cristal, aún más de lo que ya lo hacía.

James estaba demasiado absorto en su conversación con Sirius como para notar que Lily había estado llorando, pero no así, cómo para pasar desapercibidos esos momentos en que ella se pegaba al cristal mucho más de lo que podía. Estaba por abrir la boca y decir: "Hey, hola. ¿Estás bien?" o mejor aún: ""Me gusta tu cabello" cuando la puerta del compartimiento se abrió y por ella, entró un joven alto y flacucho, de piel cetrina y cabellos grasientos, demasiado descortés para saludar y demasiado feo para prestarle atención. El chico, tomó asiento al lado de James, frente a la pelirroja. Ella lo miró pero rápidamente se volvió al cristal.

—No quiero hablar contigo— le dijo

—¿Por qué no?— preguntó el pelinegro. James decidió dejar de oírlos y preguntó a Sirius si gustaban las ranas de chocolate, enfrascándose entonces en una charla sobre los cromos de las golosinas.

—Tuney me odia… Porque leímos la carta que le envió Dumbledore.

—¿Y qué?

—¡Pues que es mi hermana!— reclamó la chica como respuesta al comentario indiferente.

—Solo es una…— el chico pareció pensarlo y se detuvo. Lily se enjugó un par de lágrimas antes de que salieran de sus ojos. El chico decidió cambiar el tema— ¡Pero si nos vamos! ¡Lo hemos conseguido! ¡Nos vamos a Hogwarts!— James entonces, descubrió que aquella chica, volvía el rostro, tenía unos hermosos ojos verdes y débil, pero visiblemente, esbozaba una sonrisa, eso, bastó para que volviera a la charla de los cromos.

—Ojalá te pongan en Slytherin— comentó entonces el pelinegro y captó la atención completa de los dos chicos a su lado. Los cromos pasaron a ser tema olvidado.

—¿En Slytherin?— preguntó James con una mueca en la cara. ¡Cómo odiaba esa casa! Había crecido lo suficiente como para entender la clase de magos que salía de esa "especial" casa. Hogwarts, estaba conformado por cuatro casas que servían de hogares para los alumnos… una de ellas, era Slytherin, la casa de las serpientes, los traidores y los ambiciosos, el hogar de todo aquel que aspiraba a ser un mago oscuro— ¿Quién va a querer que lo pongan en Slytherin? Si me pasara eso, creo que me largaría. ¿Tú no?— le preguntó a Sirius que lo miraba un tanto fascinado por cómo aborrecía aquella casa. De repente, su semblante cambió, su sonrisa tan alegre, se borró:

—Toda mi familia ha estado en Slytherin— se sinceró con pesadez. James abrió la boca, sin dar crédito.

—¡Caramba! ¡Y yo que te tenía por buena persona!— y entonces Sirius volvió a su sonrisa socarrona y sus muecas burlescas.

—A lo mejor rompo la tradición. ¿A dónde irás tú, si te dejan elegir?— preguntó con curiosidad. James no lo pensó.

—¡A Gryffindor, "donde habitan los valientes"! ¡Cómo mí padre!— sus manos imitaron el blandir una espada y su sonrisa se ensanchó. Entonces el chico de la piel cetrina, hizo un ruidito despectivo y James se volvió hacia él— ¿Te ocurre algo?

—No que va— respondió el chico con una mueca desdeñosa— Si prefieres lucir músculos antes que cerebro…— Sirius entonces, salió a la carga, aquel chico le había hartado.

—¿A dónde te gustaría ir a ti, que no tienes ninguna de las dos cosas?— preguntó. James soltó una carcajada, Lily se enderezó abochornada y miró a Sirius y luego a James con antipatía.

—Vámonos Severus, buscaremos otro compartimiento— dijo entonces. James y Sirius se miraron y sonrieron:

—¡Ooooooh!— los chicos imitaron la voz altiva de la pelirroja y James trató de ponerle la zancadilla a Severus cuando salía.

—Hasta luego, Quejicus…— se mofó Snape antes de que la puerta se cerrara, robando otra gran carcajada de James.

—Esa es buena… ¡Quejicus!— estaba retorciéndose de la risa, cuando una vez más la puerta se abrió, aunque en esa ocasión, el recién llegado era un chico delgado, alto, de aspecto enfermo y cabellos castaños, sus ojos dorados, brillaban cómo nunca.

—Lamento molestar, el compartimiento donde estaba acaba de llenarse, puedo…— comenzó a decir.

—Anda ya… ¡hay espacio para todos! Entrad— pidió Sirius con una sonrisa, el chico tomó asiento donde antes había estado la pelirroja y miró a sus acompañantes

—Son… ¿de primer año?—

—Así es. Soy Sirius Black y el feo este, es James Potter— presento el oji gris, el chico sonrió antes de presentarse.

—Me llamo Remus Lupín, un placer—

—Y dinos Remus… ¿a qué casa quieres ir, si te dejan elegir? ¡Anda que tu respuesta depende de ver si estás con nosotros o con los Quejicus!— le dijo James en una sonrisa, Sirius le acompaño como buen cómplice. Remus no comprendió pero respondió:

—Me gustaría estar en Gryffindor o quizás en Ravenclaw— eso bastó, James y Sirius rápidamente congeniaron con él y amablemente le explicaron a qué se referían con "Quejicus", Remus rió ante la anécdota y no pudo evitar sentir curiosidad sobre el recién apodado.

Remus Lupín, resultó ser un chico bastante agradable. Para Sirius y James, no pasó desapercibido el hecho de que el chico parecía callado, tímido y muy inteligente, por lo que James llegó a pensar que quizás si podría ser seleccionado cómo Ravenclaw. Remus, advirtió también que sus compañeros, resultaban agradablemente extravagantes, pues poseían un humor sin límites y un par de risas escandalosas. Sirius, no logró explicarse porque Remus se miraba enfermo, si actuaba como un chico completamente sano, pero tampoco le tomó demasiada importancia, cuando la señora que vendía dulces y caramelos pasó para saciar sus estómagos, los tres se abalanzaron en la compra y degustaron ranas de chocolate, grajeas de todos los sabores y Sirius, tuvo el placer de engatusar a Remus, quién era mitad mago por su padre y mitad muggle por su madre, para que tomara una grajea con sabor a jabón, ya que anterior a esa vez, Remus nunca las habías comido, sus golosinas cotidianas se limitaban al exquisito chocolate.

Y el viaje continuó… hasta que fue momento de ponerse las túnicas, tres túnicas negras, largas y nuevas, vistieron entonces a los chicos dándoles una nueva apariencia. Con sus ropas nuevas, Remus no se miraba tan enfermo, aunque tenía algunas cicatrices en el rostro, James solo necesitaba un buen peine para pasar por perfecto, pero Sirius llegó a comentarle que su cabello ni con una aplanadora muggle se aplacaría, que era mejor que comenzara a gustarle y tomarle cariño. En cuanto a él mismo, el mayor de los Black, se miraba pulcramente maleado, su rostro pillo delataba su pose de galán y mataba el carisma de niño tierno. Cuando el tren se detuvo y todos los estudiantes comenzaron a bajar, los de primer año fueron asistidos por un gigante bastante agradable, que actuaba como guardabosques del castillo, Rubeus Hagrid.

Apenas tuvo frente a él a esos tres chiquillos que eran los únicos que actuaban cómo si se conocieran de toda la vida, Hagrid sospechó que la sub directora del colegio, una bruja estricta y amante de la disciplina y el orden, Minerva McGonagall, tendría nuevos problemas. Quién sabe por qué, el guarda bosques tuvo la impresión de que aquella generación… traería muchas cosas al castillo de Hogwarts.

—Bien, bien… ¿ya están todos?— preguntó Hagrid— Mi nombre es Rubeus Hagrid, soy el guardabosques. Y mi trabajo de esta noche, consiste en llevarlos sanos y salvos al castillo. Así pues, abordaremos todos estas barcas y cruzaremos el río, hasta el muelle del castillo— explicó el hombre, guiando a todos al lago donde abordarían sus pequeñas barcas.

James, Remus y Sirius, quiénes ya se habían hecho a la idea de que no deseaban separarse, subieron los tres en una de las barcas y esperaron a que un cuarto chico subiera, pues debían ir en grupos de 4. Justamente, fue un chico bajito y rechoncho, de ojos pequeños y cara rechoncha, el que subió con ellos sin decir ni una palabra. Apenas estuvieron todos, el viaje comenzó…

No tardaron mucho en llegar al muelle y Hagrid los ayudó a todos a bajar de los barquillos, luego y asegurándose de que ningún alumno se quedaba por ahí, guió al grupo castillo dentro. La multitud enfilaba detrás del hombre enorme y detrás de Remus, James y Sirius, los tres se habían vuelto a quedar absortos en su propia conversación. James aseguraba que en el lago, había un calamar gigante, Sirius que las cocinas eran atendidas por elfos domésticos, Remus, solo sabía que el techo de Hogwarts estaba encantado. Y así entre charla y charla, Hagrid los dejó en un gran vestíbulo, donde una bruja alta, algo mayor, de piel blanca y mirada severa, los estaba esperando, su cabello era negro y su túnica verde esmeralda.

—Profesora McGonagall, los de primer año— anunció Hagrid

—Gracias, yo los llevaré desde aquí— anunció la mujer. Guiándolos a paso rápido pero aparentemente tranquila, la profesora los llevó fuera de las puertas que daban entrada al Gran Comedor del colegio —Bienvenidos a Hogwarts —dijo— El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestro lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestras casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa.

—Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos vosotros seáis un orgullo para la casa que os toque. La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio— y tras decir aquello desapareció.

—Hey, que creo que ha mirado mal tu cabello, amigo— se mofó Sirius hablando en susurros a James, el de gafas le soltó un codazo en las costillas y rió, aunque a él también le había parecido que McGonagall miraba su mata de pelo revuelto.

—Entonces ¿segura que deseas estar en Slytherin?— preguntó Severus Snape, a la pelirroja de al lado, por tercera vez desde que hubieran bajado del tren. Lily sonrió.

—Pues claro que sí, si así quedamos en la misma casa, Sev— le aseguró con una hermosa sonrisa.

Pasaron un par de minutos, antes de que la profesora volviera, abriera las puertas y sin más preámbulos los dirigiera a donde se llevaría a cabo, la selección. Apenas entraron al gran comedor, Lily corroboró que todo aquello que Severus le había contado sobre el castillo mágico de Hogwarts era verdad, las cuatro mesas de las casas se extendían a lo largo, el cielo resplandecía en el techo encantado y todo parecía cómo era… mágico.

La profesora, detuvo a los estudiantes ante una gran tarima al frente del comedor, delante de la mesa de profesores, en el centro, el director, Albus Dumbledore enfundado en una elegante capa escarlata, miraba a los nuevos alumnos con una sonrisa en los labios. En la tarima, un banquillo servía de reposo para un viejo y remendado sombrero. Y entonces, sucedió. Poco apoco y quizás hasta imperceptiblemente, el sombrero, comenzó a moverse y una rasgadura comenzó a aparecer formando una boca, entonces, el sombrero habló:

"No juzgues lo que ves,

Puede que te equivoques,

Mi propósito no es lucir,

Yo estoy aquí para dividir.

Puedes recorrer el mundo,

Sin propósito alguno,

Porque estoy bien seguro,

Que como yo no hay ninguno.

Ahora presta atención,

Porque esta es una gran decisión,

Desde el inicio de Hogwarts,

Yo estuve aquí de espectador.

De la cabeza de Godric,

Me tomaron entre sus manos

Y los cuatro fundadores,

Algo en mi depositaron.

Depende de mí, entonces,

Escuchar con cuidado las voces,

Todos aquellos pensamientos,

Que tu corazón guarda en sueños.

Puedes quedar en Ravenclaw,

Donde la inteligencia es el cimiento,

La erudición y sabiduría,

Son lo que los mueve día a día.

Tal vez estés en Hufflepuff,

Donde son justos y leales,

A los grandes perseverantes,

El trabajo los renace.

Quizás te toque en Gryffindor,

Donde habitan lo valientes,

A los emprendedores,

El miedo no les detiene.

O tal vez, y solo tal vez,

Has de acabar en Slytherin,

Su gran astucia y ambición,

Es lo que hace latir su corazón.

Terminemos esto ya,

Acércate para indagar,

Este viejo sombrero,

La decisión tomará."

Cuando el sombrero calló, los aplausos comenzaron a invadir el salón y James estaba seguro, si aquel sombrero hubiera podido, seguro que realizaba un par de reverencias. Pasaron unos momentos, antes de que la profesora McGonagall se decidiera a hacerlos callar y retomar la selección que estaba por dar inicio. Con un gran pergamino en las manos, la profesora, habló:

—Cuando os llamé, vendréis hasta aquí, se pondrán el sombrero seleccionador, tomarán asiento y esperaran a ser seleccionados— al estirar su pergamino, la fina tinta plasmada dejó leer los nombres de los nuevos alumnos, acomodados por orden alfabético. El primero el pasar, fue Avery, un chico que apenas se puso el sombrero, fue seleccionado para Slytherin. Los nombres con A, continuaron pasando, hasta que el primero con la letra B, llegó a ser nombrado. Y entonces…

—¡Black, Sirius!— exclamó McGonagall. El recién nombrado no perdió la sonrisa, mientras pasaba por entre Remus y James para dirigirse al taburete donde permanecía el sombrero. Al pasar, James lo tomó del hombro, en una clara señal: "Todo irá bien…" Seguro como le gustaba mostrarse, Sirius llego al sombrero y Minerva se lo puso en la cabeza.

Vaya, vaya… un Black…— dijo el sombrero en su mente…— Veo cosas interesantes aquí… de hecho, muy interesantes. Como yo, vos también sabes que la tradición de tu familia, marca que deberíais ir a Slytherin…—

No por favor, a Slytherin no. Rompe la tradición… Yo quiero ser diferente… Por favor…— pensó Sirius con desesperación. Estaba decidido, tenía que hacerlo, no podía seguir los pasos de sus ancestros, no deseaba ser parte de aquel horrendo linaje Black.

Mmm… veo que tu valor es grande, escucho tu corazón palpitar por tomar un rumbo distinto… Y por todo el valor que se necesita para mantener en alto nuestros ideales…. Te pondré en… ¡GRYFFINDOR!—la última palabra, fue un sonoro grito, que se escuchó por todo el comedor. Sirius no tardó en pegar un brinco y estuvo a punto de besar el dichoso sombrero, corrió feliz a la mesa de Gryffindor, deteniéndose solo, para mirar donde James y Remus, sonreír y asegurar así, que lo estaba esperando.

La selección continuó, la letra C llegó con apellidos tales como Chang, sucediéndole la D, donde escucharon algo así como Diggory y finalmente, la letra E, que llamó por completo la atención del pequeño James:

—¡Evans, Lily!— exclamó la profesora. La aludida no tardó en ponerse en movimiento, no sin antes regalar una dulce sonrisa a Severus, luego pasando entre los demás alumnos llegó donde el sombrero. Apenas tomó asiento, McGonagall le puso el sombrero y Lily solo fue capaz de escuchar una frase:

Por más que sea tu cariño el que te impulsa a seguirlo… ese no es tu camino… créeme… ¡GRYFFINDOR!— el nombre de su nueva casa resonó en sus oídos, se puso de pie y corrió a la mesa que le correspondía. Desde la multitud de alumnos, James miraba sonriente a esa linda pelirroja, porque desde que la había visto, había pensado que era realmente buena y pura, al escuchar a donde quería mandarla su amigo, no pudo evitar sentir pena, porque las personas buenas, no deben estar en malos lugares.

Desde su lugar, Severus ahogó un gemido. —"¡No! ¡No! ¡No!... Lily… En Gryffindor…"— pensaba lastimosamente, pero ya nada podía hacer.

Los nombres continuaron pasando hasta que la lista se detuvo en la letra L, James al escuchar el nombre, imitó el gesto que había realizado con Sirius, mientras Remus le respondía con una sonrisa.

—¡Lupín, Remus!— el pequeño de ojos dorados no perdió tiempo y caminó con paso seguro a la tarima. Esperó a que McGonagall le hubiera puesto el sombrero y luego, escuchó en su cabeza, la peculiar voz que poseía aquel sombrero raído.

Sí… sí… veo inteligencia, paciencia... y a pesar de esas cosas buenas, escuchó miedo. Temes herir a alguien, temes que se conozca tu secreto, temes la indiferencia y el rechazo… Eres una maravillosa persona, con un maravilloso destino… y solo existe en Hogwarts, una casa, que explotara tus sentimientos y que te proveerá con lo que necesitas… tu estarás bien en… ¡GRYFFINDOR!— Remus no esperó más. Apenas le quitaron el sombrero, corrió a donde Sirius le esperaba y se sentó junto a él. Las palabras del sombrero le habían calado hondo, claro que tenía miedo… el pequeño y enfermizo Remus Lupín, guardaba un gran secreto… uno, que al saberse habría de aislarlo por completo del mundo, uno, en el que era un monstruo… y a pesar de ello y a pesar del miedo… el sombrero… lo había puesto, en la casa de los valientes.

Y así, con Sirius a su lado, los dos chicos aguardaron a que la selección continuara. Cuando Minerva McGonagall llegó a la letra P, un nombre un tanto extraño resonó en el Gran Comedor y de entre la multitud, el chico bajito y rechoncho que había compartido la barca de camino al castillo con ellos, pasó al frente.

—¡Pettigrew, Peter!— el chiquillo tomó asiento, recibió al sombrero y esperó.

Pero que caso tan complicado…— comenzó a decir el sombrero— Veo timidez y miedo, veo inseguridades muy grandes… Y desde ahora te lo digo… el miedo y la inseguridad que sientes, puede llevarte por caminos duros, difíciles y a un mal destino… necesitas explotar lo bueno que hay en ti, necesitar conocer la lealtad y el amor… aquí, encontrarás lo mejor de tu vida, estoy seguro, depende de ti entonces… seguir el buen camino… ¡GRYFFINDOR!— y con la exclamación del sombrero, Peter, se unió a la mesa, donde la sangre era escarlata y el aura dorada.

—¡Potter, James!— exclamó Minerva. James no se hizo esperar, se adelantó a paso seguro al taburete y tomó asiento. Mientras Minerva le colocaba el sombrero, su sonrisa pilla y el brillar de sus ojos iba en aumento.

Sí… veo que estás decidido. Tu corazón es valiente y tu espíritu indomable… No tengo mucho que decir, e incluso puede que no sea necesario… ríe, crece, vive… Tu casa… cómo tu corazón, explotara tu espíritu y tus lealtades, serán tu cimiento… ¡GRYFFINDOR!— James no podía estar más feliz, como Sirius, poco le faltó para abalanzarse sobre el sombrero y plantarle un beso… Corrió sin detenerse hasta la mesa que le correspondía, su cabello negro revuelto, agitado por su andar y solo se detuvo cuando hubo tomado asiento al lado de Sirius.

—Les dije que los tres, quedaríamos en Gryffindor— les dijo en un susurro a Remus y Sirius.

—¡Snape, Severus!— entre la multitud de niños, habría a lo mucho 10, que aún faltaban por ser seleccionados. El nombrado, de nariz ganchuda y piel cetrina, se adelantó un tanto vacilante y sin mirar a ningún lado… Cuando tomó asiento, el sombrero se posó en su cabeza y pasó un momento, antes de que supiera que decir.

Bien… sé lo que tu mente piensa, deseas seguirle y estar a su lado, estás prensado de cariño y deseas seguir a tu amor… Sin embargo… tu corazón, no está de acuerdo con ese pensamiento… más que ese cariño, más que esa lealtad… tu ideal es fuerte y es lo que te mantiene… tu camino por tanto… está en otro lado. Espero de corazón, que no te arrepientas y que un día, sepas tomar las elecciones correctas… ¡SLYTHERIN!—

Y así, con la decisión tomada, Severus tomó su camino, al otro extremo, de donde estaba el de Lily. Y así, las decisiones fueron tomadas y los caminos que les aguardaban asomaron sus senderos al umbral de sus vidas. Cuando la selección hubo terminado, Dumbledore, se puso de pie…

—Antes de que el banquete comience, solo quiero decir… ¡Bienvenidos todos! Y ahora… ¡A comer!— las mesas del comedor se llenaron de deliciosos platos y los más exquisitos manjares se mostraron apetecibles para los espectadores. Nadie dudó en comenzar y así, el primer curso de una generación que prometía tanto dio por fin comienzo…

¿Qué les esperaba a todos?

Continuará…


Notas:

-En este fic, encontraran fragmentos pertenecientes a los libros y puede que una o más coincidencias, con las aventuras de Harry J. Potter.

-El poema del sombrero, no es parte extraída de los libros.


Bueno, primero que nada, este Fic, muestra para mí, el recorrido de vida que tuvieron los Merodeadores, Lily y Severus… Más allá de la vida de Harry, sus antepasados tuvieron una igual… ¿no? Esperando les guste y que se animen a comentar o dar FAV, dejo el primer capítulo. Saludos a todos.

Con cariño,

JulyPotter31.