Aquí les traigo mi nueva historia, la cual llevo desde un tiempo preparando. Es algo diferente de todas las historias que he escrito hasta ahora. Pero no me pude resistir. Como siempre cuando se trata de mi, ésta es la historia de Edward. En cuanto a Bella, va a tardar un poco en aparecer, y aviso desde ahora que ésta Bella en particular es muy diferente de las que los tengo acostumbrados. Así que puede que no les guste si prefieren que ella sea la gran heroína ;).

La historia está dividida en tres parte, el amor de nuestros protagonistas lo leeremos en la tercera.

Ya saben que Crepúsculo no me pertenece, pero sí las tramas de mis historias.

PRIMERA PARTE : ALMAS DE CRISTAL.

Capítulo 1 : "Estaba vivo, su niño estaba vivo."

Esme Cullen retorció el clinex entre sus manos, después de usalo para secarse las lagrimas que se le habían escapado. Hoy era uno de esos días difíciles y su terapia de grupo semanal no ayudaba mucho en ésta ocasión.

-¿Se encuentra bien señora Cullen? - Preguntó Jessica, era la más joven del grupo, tenia apenas 19 años y ya había experimentado la perdida de su novio, por una sobredosis de eroina.

El uso de su apellido de alguna manera hizo que se sintiera peor. Habían pasado años que Carlisle y ella se habían divorciado, pero aun no había sido capaz de volver a su apellido de soltera.

-Estoy bien Jessica – contestó con una débil sonrisa, dándole una suave palmadita a la mano de Jessica que se había posado en su ante brazo – Es solo uno de esos días malos.

Jessica asintió con compresión, mientras las dos se sentaban en su lugar cuando Carmen anunció que estaban por empezar la sesión.

Los sentimientos de Esme eran algo que todas las personas que en ésta habitación entendían a la perfección y compartían.

-Buenos días a todos – Saludó Carmen y diferentes saludos se escucharon del grupo, el de Esme incluido - ¿Quién quiere empezar hoy? - Jessica levantó la mano y Carmen le sonrió – Muy bien Jessica. La semana pasada nos dijiste que en unos días empezaba el juicio contra el traficante que le vendía las drogas a Mike – Jessica asintió - ¿Y cómo van las cosas?.

Jessica empezó a hablar, contando el inicio del juicio y como todo esto la estaba afectando no solamente a ella, también a su familia y a la de Mike. Había avanzado mucho en las últimas semanas y la terapia le estaba haciendo bastante bien, sabia que iba también a consulta individual con Eleazar, lo cual no le sorprendía.

Eleazar y Carmen eran un matrimonio amigos de Carlisle y Esme, que trabajaban los dos como psicoanalistas. Eleazar tenia su propia consulta en el hospital y era colega de Carlisle, que era el jefe del departamento de cardiología. En cambio Carmen trabajaba con los servicios sociales y dirigía diferentes terapias de grupo, como ésta en particular que era para las personas que habían sufrido una gran perdida y estaban de luto. Carlisle y Esme, incluso los gemelos habían sido pacientes de Eleazar. Ahora ya no iban más, pero Esme asistía una vez por semana a uno de los grupos de ayuda de Carmen, como la mayoría de los pacientes de Eleazar.

Esme siguió escuchando la triste historia de Jessica y no pudo evitar volver a pensar en los gemelos y lo preocupada que estaba por ello últimamente. Ya tenían 15 años y los peligros de que pudieran caer en las drogas, al igual que Mike, se hacían cada día más presentes. Sabia que a ellos también les había afectado enormemente todo lo ocurrido, y además como cualquier adolescente estaban intentando encontrar su propia identidad. Pero preocuparse por sus hijos era lo que mejor sabia hacer una madre, incluido por su pequeño a pesar de los años que habían trascurrido.

Eran tan diferentes Rosalie y Jasper, y últimamente parecía que lo único que tenían en común era que habían compartido su vientre y salieron de ellas con dos minutos de diferencia.

Rosalie hacia lo que fuera para mantenerlos a ella y a Carlisle ocupados. Cualquiera diría que se pasaba las horas planeando como meterse en más problemas, a veces no había salido de un castigo cuando volvía a hacer una de las suyas, y las semanas de castigo se le acumulaban. Sus notas eran cada años más precarias y en más de una ocasión la habían llamado porque en clases provocaba problemas o se quedaba dormida, o simplemente se limitaba a no asistir. Tenía muchos amigos, pero estos parecían ser más problemáticos que ella.

En cambio Jasper era todo lo contrario, sus notas era excelentes pero parecía tener problemas para socializar, Esme no le conocía ningún amigo, y que ella supiera los únicos sitios a donde iba eran el instituto y la biblioteca; cuando estaba en casa, las únicas horas en las que parecía no tener pegados los auriculares a los oídos era cuando dormía.

Últimamente estaba considerando la posibilidad de volverlos a mandar con Eleazar.

Jessica terminó de hablar y Carmen le preguntó a Zafrina, otra joven que acababa de perder a su hermana cómo se había despertado ese dia.

De repente la imagen del niño de esa mañana volvió a la mente de Esme, y no pudo evitar empezar a llorar otra vez.

-¿Esme? - la llamó Carmen - ¿Estás bien?- eso pareció indicar que ahora era su turno de hablar.

Negó con la cabeza y se secó algunas lagrimas.

-No – contestó – Hoy es uno de esos días.

No tenia que explicar cómo se sentía, todos allí sabían lo que era la perdida de un ser querido; aunque ella en realidad nunca tuvo la certeza de si le había perdido o menos.

-¿Ocurrió algo últimamente que ha hecho que vuelvas a sentirte así? - preguntó Carmen, perspicaz como siempre. Ella y su marido eran los mejores en su trabajo.

Esme suspiró antes de hablar.

-Si, ésta mañana fui al supermercado, iba distraída y choqué sin querer con alguien, era una señora ya mayor que estaba haciendo la compra con su nieto – se detuvo para poder suspirar una vez más – El niño tenía como mucho cinco años, era rubio y sí que sus ojos eran azules y no verdes, pero se parecía tanto a mi Edward – Un fuerte sollozo se le escapó al pronunciar el nombre de su pequeño.

Todos esperaron unos minutos a que ella lograra calmarse, sabían que nunca había que presionar a los demás – A malas penas conseguí llegar al coche y apenas cerré la puerta, me derrumbé – Carmen tomó la caja de clinex que tenia en la mesa y se la tendió a Esme – Gracias – susurró ella cogiendo uno nuevo – A veces no sé qué hacer con éste dolor que llevo en el alma, ya no vivo más desde que me quitaron a Edward de mi lado, lo único que hago es sobrevivir.

-Ánimo Esme – Le dijo James que estaba sentada detrás de ella, apoyando una mano en su hombro y apretándolo. James había perdido a su esposa seis meses atrás por un tumor cerebral, y ahora se había quedado criando a su hijo él solo.

-Esme, - habló Carmen con su voz siempre tan comprensiva – perder a un hijo es uno de los dolores más grande y nunca se logra superar del todo. Además para ti es aun peor, porque después de ese día no tuviste más noticias de Edward.

-Lo sé, pero en ocasiones el dolor es tan fuerte como hace cinco años. Hay mañanas en las que me levanto pensando que ese día voy a estar mejor, entonces pasa algo como hoy, y me siento otra vez incapaz de seguir.

-¿Sabes qué vas a hacer cada vez que tengas un mal día?. Quiero que recuerdes como te sientes en las mañanas cuando crees que vas a estar mejor, lo que te impulsa a levantarte, tus hijos. Incluso en Edward, piensa en cómo se sentiría él si viera a su mamá así de triste.

Esme reflexionó esas palabras y asintió, era una nueva manera de afrontar el dolor.

-Tú puedes hacerlo – volvió a hablar James – Eres una mujer muy fuerte.

-Es más – siguió hablando Carmen – Ese es un consejo que quiero que sigan todos, vamos a intentar pensar en la persona que se ha perdido cuando estén tristes, seguro que ninguno de ellos quieren veros así.

Después de decir las palabras de aliento que daba todas las semanas, Carmen terminó la terapia y todos salieron al aparcamiento del centro comunitario. Muchos se quedaron atrás hablando en grupos, mientras otros se subían a su coche. Esme miró el reloj de su muñera para asegurarse que no iba con retraso, tenia que pasar buscando a los gemelos al instituto dentro de 45 minutos, pero seguro que aun tenia tiempo de pasar por la tintorería a buscar la ropa de seda que había llevado.

Se acercó a su coche y lo primero que notó fue un sobre manila que estaba en el parabrisas, sujetado por uno de los limpia parabrisas. Lo tomó en sus manos y lo estudió detenidamente, no tenia nada escrito. Se giró a ver los coches que quedaban en el aparcamiento por si tenían un sobre similar a ese, el suyo era el único. Decidió abrirlo y ver qué tenia adentro.

Nunca se esperó ese contenido.

Lo primero que sacó fue una foto, e hizo que se le detuviera el corazón y lo sintiera en la garganta, sus manos empezaron a temblar y sus ojos se llenaron de lagrimas.

Observó la foto con detenimiento. La piel estaba más pálida de lo que ella recordaba, era mucho más blanca que la de los otros miembros de su familia. No había ninguna sonrisa adornando sus labios. Sus cabellos ya no eran rubios como los de su padre, con el pasar de los años se habían oscurecido hasta alcanzar una tonalidad cobriza, muy parecida a la de su propio cabello. Pero eran los ojos que le hacían estar segura que no se equivocaba; esos eran sus ojos, del mismo verde esmeralda que solamente su hijo menor había heredado de ella.

Éste era su Edward.

Estaba vivo, su niño estaba vivo. Ella lo sabia, su corazón de madre siempre se lo había dicho que él no podía estar muerto. Por eso nunca había conseguido aceptar su perdida. Un sollozo descontrolado se le escapó.

"Edward está vivo", se repetía una y otra vez.

La foto era relativamente reciente, tendría ocho años o quizás los nueve que cumplió ese verano. No los cuatro que tenia cuando desapareció de sus vidas. ¿Dónde y quién había tenido a Edward todo éste tiempo?, ¿Habían cuidado bien de él?, ¿Quién lo había acurrucado en las noches a la hora de dormir, había curado sus heridas cuando se hacia daño o cuidado de él cuando estaba enfermo?. Sus brazos volvieron a sentirse vacíos por lo que parecía la millonésima vez, ante su deseo de tener otra vez a su bebé entre ellos, y estrecharlo con toda su fuerza y amor.

Recordó que el sobre traía otra hoja aparte de la foto y se atrevió a mirarla, temiendo de lo que se podía tratar.

"¿Me reconoces mamá?", estaba escrito.

¿Pero qué era esto?, ¿Quién se lo había dejado en su coche? Y ¿Por qué ahora?. ¿Cómo era posible que en todos los años que su hijo llevaba desaparecido contactaban con ella solo ahora?. Ahora … esa simple palabra abrió toda una serie de pensamientos y posibilidades. Ese sobre lo habían dejado en su coche durante la hora en la que ella había estado en su terapia de grupo, hacia muy poco, a lo mejor solo cinco o diez minutos. Puede que esa persona aun estuviera cerca.

Se giró y empezó a caminar frenéticamente por todo el aparcamiento, buscado esa persona, aunque no supiera quien era. Quizás alguien que no hubiese visto antes en ese lugar, llevaba dos años asistiendo a las terapias de grupo, y conocía a la mayoría de las personas que visitaban el centro comunitario a esa hora.

-¿Esme? - la llamó alguien a sus espaldas, ella se giró y se encontró con James que la miraba con una expresión preocupada - ¿Estás bien? ¿Qué ocurre? - preguntó.

-¿Has visto a alguien nuevo por aquí? - preguntó con desesperación.

-¿Cómo dices? - contestó James confundido.

-Han dejado esto en el parabrisas de mi coche - le mostró un segundo la foto y la nota, no fuera que él las tomara con sus manos. Ya sabia que no sería capaz de desprenderse de la única imagen reciente que tenia de su hijo, y la prueba de que estaba vivo – necesito saber quien lo ha dejado allí. Esa persona me puede llevar a dónde está mi Edward.

James pareció pensar un momento en algo.

- Ahora que lo dices cuando salimos de edificio, vi a una mujer cerca de tu coche.

-¿En serio? - preguntó Esme esperanzada.

-Si, no sabia si lo habías notado. Te estabas despidiendo de Carmen en ese momento.

-¿Crees que siga aun por aquí?

-Es posible. Se fue en esa dirección – apuntó al lado opuesto del coche de Esme – Vamos, a lo mejor aun la podemos alcanzar.

-Si – Esme lo siguió por dónde él iba.

Tenia que encontrar a esa mujer, no podía dejarla escapar. Esa mujer era la única verdadera pista que tenia desde que Edward había desaparecido cinco años atrás, e iba a hacer cualquier cosa para conseguir recuperar a su bebé.

-¿Dónde puede estar? - Esme estaba por tener un ataque de pánico en segundos, si no lograba encontrarla.

-Tranquila que la vamos a encontrar. Yo te voy a ayudar – dijo James, con una sonrisa tranquilizadora.

Esme contestó con una un poco menos segura.

-Vamos por aquí – y sin decir más ambos salieron del aparcamiento.

Esme no entendió muy bien por qué, pero terminó en un callejón sin salida.

-¿Qué estamos haciendo aquí? - le preguntó a James confundida. No era posible que la mujer hubiese terminado aquí, donde era muy fácil acorralarla y atraparla.

Lo siguiente que supo era que James le había tapado la parte inferior de la cara con un pañuelo, y éste parecía estar impregnado en cloroformo. Esme intentó zafarse de su agarre y luchar, pero James era mucho más alto y fuerte que ella. Muy pronto empezó a sentirse débil y con los músculos pesados. Lo siguiente que supo era que todo se había vuelto negro y estaba a la completa mercé de su captor.

Continuará …

Bien, aquí la tienen. ¿Qué les parece?, ¿Vale la pena quedarse conmigo en el camino de ésta historia?. Yo espero que si.

No se olviden de decirme qué les ha parecido éste inicio, y lo creen que ocurrirá ahora.

Besos, Ros.