Hola gente ! Aquí vuelvo con la Traducción de un FanFic que al menos yo encontré interesante. Se trata de los países y como pueden ayudar a su gente en momentos críticos. Espero que les guste !
Disclaimer: Nada me pertenece D:
Capitulo 1: Japón
Su familia lo estaba esperando en casa, de eso estaba seguro. El no quería verlos, también estaba seguro de aquello. El hombre ni siquiera podía enfrentarse a sí mismo, se froto los ojos fuertemente encorvado en su pecho.
Así que eso era lo que se sentía el ser inútil, un poco amargo… y pesado, como una molestia en la parte inferior del estomago. Quizás por eso parecía que el hombre no podía levantarse de la banca. La sensación era similar a la del fracaso, había experimentado las dos ese mismo día. Y el sabía que era su culpa. Era su culpa no haber sido capaz de encontrar una solución a la repentina caída en el éxito de la publicidad. Fue su culpa defraudar a su equipo cuando no supo organizarlos para enfrentar el problema. Fue su culpa cuando su jefe lo llamo enfadado hacia su oficina.
Fue su culpa que ahora su trabajo ahora fuera el de otra persona. Y solo le había costado un dia, más bien 3 minutos, los que se demoro su jefe en explicarle al hombre sus deficiencias y sacarlo de su posición en la compañía. Su último cheque le llegaría en una semana. Y entonces todo habría acabado. Así de simple, se volvería inservible.
Un fracaso.
Pero esos sentimientos no eran nada comparados con el miedo que tenia de volver a casa, enfrentar a su esposa, que siempre había sido trabajadora y fiel, enfrentar a sus dos hijos, que trabajaban arduamente en el colegio para obtener futuros brillantes. Revelando que él les había fallado, como todos los demás.
Era casi demasiado para soportarlo. Esta perdido sentado en esa banca. Y él sabía que no era el único en Tokio sin empleo, pero de seguro si el único que se sentía de esa manera.
Levantando la mirada, vio a su alrededor a hombres y mujeres con sus trajes de negocios cargando maletines, los estudiantes en sus uniformes charlando alegremente entre ellos mientras esperaban en el semáforo, de seguro iban a casa después de la escuela. Nadie se paró a mirarlo. Nadie se detuvo a decirle nada.
El se sentía definitivamente solo, y era tan malo como sentirse inútil.
El sonido de las bocinas de los automóviles lo hizo reaccionar, y fue sacado de sus pensamientos. Suspirando, se levanto lentamente sintiendo su edad mientras se le agrietaba la espalda y se le endurecían las piernas. Tal vez, pensó, tal vez mi tiempo ya está empezando a pasar… Un pensamiento deprimente, pero así se sentía.
Recogiendo su maletín, que ahora no valía nada, empezó a caminar penosamente por la acera. Sin embargo no fue a su casa, no estaba preparado para volver. El no sabía si alguna vez estaría listo, pero ahora… no era el momento. Necesitaba estar solo. Necesitaba acertar su propio fracaso antes de contárselo a alguien más.
Además, le dijo una voz amarga en sus pensamientos, de todos modos ya no le sirves a nadie. Quizás sea hora de que simplemente desaparecieras.
Un bar parecía un buen lugar para hacerlo. Encontró uno en la esquina de dos calles poco ocupadas. Si alguien le hubiera preguntado sobre el número de cuadras que había caminado para llegar ahí, el hombre no hubiera sido capaz de responder. Estaba completamente perdido en sus pensamientos, incluso se sorprendió de haber sido capaz de reconocer que eso era un bar.
En el interior estaba oscuro y olía a humo. El hombre tosió un poco ya que no estaba acostumbrado a lugares como esos. La atmosfera sin embargo era como un eco de sus pensamientos en ese momento, vacía, oscura y deprimente. Por el momento todo parecía perfecto…
Se sentó en el frente, deslizándose en el taburete con un sentimiento desconocido. Había ido a bares con anterioridad, pero esos tiempos se habían quedado atrás luego de superar la adolescencia y haber ganado una familia. Nunca lo había olvidado… y hasta ahora no se acostumbraba a la sensación de estar ahí.
El cantinero camino hacia él, y, con una sombría sensación de masoquismo, se obligo a reconocer que incluso esa persona en frente tenía trabajo, y el no. Se mordió los labios, tiro un yen en el mostrador y ordeno.
El alcohol no lo hizo sentir mejor, como si él hubiera estado esperado que lo hiciera. Le quemaba en la parte trasera de su garganta al ir bajando, he inmediatamente su estomago reclamo en protesta. Había pasado un largo tiempo desde que el no bebía algo, tenía que admitirlo. No tenía la visión borrosa, pero podía sentir como el efecto del alcohol se hacía presente. Aun así, con su mente girando un poco no podía olvidar el haber perdido su trabajo. Y definitivamente no podía sacar de su mente que pronto se enfrentaría a las caras de decepción de su esposa e hijos.
De hecho, con el alcohol dándole pensamientos desagradables, el hombre podía escuchar en su cabeza la propia voz de su padre.
"¿No puedes pensar honestamente que puedes vivir de esta manera, cierto?"
"No puedo creer que puedas traerle tanto deshonor al nombre de la familia"
Había pasado un tiempo desde que su amarga voz le hablara, que oportuno que volviera ahora. Salió del bar sujetando su cabeza dispuesto a desaparecer. Que lo dejaran en paz, su situación ya era bastante tortuosa, no necesitaba más. Imágenes aparecieron en su cabeza si cesar, cada una lo hacía sentir peor que la anterior. Caminando por la acera, sin importarle hacia donde se dirigía. Sentía como la acera lo abandonaba, pero el hombre solo podía pensar en las voces e imágenes que pasaban por su mente, su esposa, su padre, sus hijos, su jefe…
"Señor" Sintió una mano en su hombro y se dejo guiar de espaldas. El hombre se tropezó un poco en la acera y dejo caer sus manos de su cara para ver quien le hablaba. Un hombre joven estaba delante de él, lo miraba seriamente. Su pelo lacio y negro caía perfectamente a los lados de su cara y era de baja estatura.
"¿Señor, se siente bien?" Le pregunto preocupado. El no lo escucho, es más, se distrajo con su alrededor, ya estaba oscuro. El y la otra persona estaban iluminados por una farola. Los autos que pasaban tenían las luces encendidas. El no había pasado tanto tiempo en el bar ¿verdad? ¿Habrán sido 3 horas? ¿Tal vez más? El hombre se tambaleo un poco sin creerlo. Primero había perdido su trabajo y ahora estaba dejando a su familia solo en la noche. ¿Qué clase de persona era?
El hombre que lo había sacado de la calle trataba de llamar su atención. "¿Señor? ¿Señor? Me temo que debe responderme, de otro modo no podre ayudarlo..."
"No quiero que me ayuden." Dijo tan pronto como pudo poner su boca bajo control.
"Pero usted parece tener problemas"
Acabo de perder la fuente de ingresos para mi familia, ¿Y usted cree que tengo problemas? Que perceptivo. Sintiéndose culpable desecho esos pensamientos de su cabeza, el joven solo trataba de ayudarlo. "No, por favor…solo… déjeme en paz." Trato de sonreírle pero sabía que había salido doloroso. Empezó a alejarse, pero el joven lo siguió.
"Por lo menos permítame acompañarle hacia donde vaya."
¿Hacia dónde iba? Eso ni él lo sabía. Su primer impulso era el de ir a casa… pero eso no podía suceder. Seguía sin estar listo. No sabía si algún día lo estaría.
No podía hacer nada y suspiro ahogado. Luego tropezó con algo irregular. El alcohol lo había afectado peor de lo esperado. El joven permaneció en silencio mientras caminaba a su lado. En un rincón de su mente se dio cuenta de que estaba caminando más lento de lo normal. Con paciencia, manteniéndole el paso. ¿De verdad parecía tan necesitado? ¿O el joven le tenía compasión? El no quería su compasión, ¡El quería su trabajo de vuelta!
Con un gruñido trato de apretar el paso y ponerse de pie, pero de pronto la calle parecía estar empinada. Se tambaleo con sus pies para caer sobre el joven que ahora lo sostenía con cuidado.
"Tal vez, si me dijera su dirección, yo podría ayudarlo a llegar a su casa. Después de todo, ya es tarde." El joven le ayudo a sostenerse manteniendo una mano en su hombro, como si estuviera obligado a caerse en algún momento. Tal vez le pasara… el hombre no estaba consciente de sus propias pisadas, pero todo parecía estar mal con él. El chico se estaba preocupando mucho de él, un hombre que no era capaz de enfrentar a su familia por haber perdido su trabajo. Demasiado patético, el chico no sabía del fracaso del que estaba hablando.
"Por favor solo… solo váyase a casa." Le dijo ahogado y sacándoselo de encima. Para su sorpresa el joven le agarro la muñeca con fuerza.
"Señor, estoy tratando de que llegue a casa." Dijo gentil pero firme. "Pero puede decirme primero ¿Por qué no quiere volver?"
Una risa seca surgió repentinamente de la garganta del hombre. "Porque no tengo nada más que darles." Admitirlo le dolió tanto como pensó que lo haría. Un silencio los envolvió a los dos.
"¿Usted perdió su trabajo?" Pregunto el joven. El otro asintió, sus ojos cafés lo miraron con preocupación. "Eso no significa que no tenga nada que darle a su familia, eso no significa nada."
"Ellos no lo pensaran así" Respondió en voz baja. Miro al joven, los ojos del otro para su sorpresa, parecían tener más edad de lo que aparentaba.
"Estoy decepcionado de la poca fe que le tiene a su familia."
"¡No! No es eso, Mi mujer y mis niños me aman ¡Yo les confiaría todo!"
"¿Entonces porque no estás con ellos?"
Esas palabras lo golpearon y el hombre bajo su cabeza, el confiaba a su familia cualquier cosa, y la mirada del joven tenía un mensaje claro: ¿Por qué no confiaba en ellos con esto también?
Porque estaba aterrado de que ahora si lo rechazaran, ese era el porqué. El deshonor que había traído con decepción.
Pero, ¿Por qué no probar que confiaba en ellos? Esto estaba mal. Necesitaba confiar en ellos, eran su mundo…
Otra vez se sintió mal, pero por primera vez en el día no por tener lastima de sí mismo, sino porque los había defraudado al temer por su reacción.
El hombre levanto la vista al otro, quien le sonreía levemente. Que chico tan inteligente pensó al respecto. "Mi dirección es el 1308 de la calle Kishisono. Mi nombre es Hitoro Marufuji." Se puso de pie esta vez sin ningún problema y miro al hombre que ahora considera casi un ángel de la guarda. "¿Po-Podrías llevarme a casa?"
Cuando Japón dejo la casa, la señora Hitoro le hizo una reverencia y los dos hijos de Marufuji se reunieron alrededor de sus rodillas. "No puedo expresar mi gratitud. Gracias por traerlo a casa sano y salvo."
Japón se sonrojo y sacudió la cabeza. "Por favor, no necesito las gracias, fue un placer conocerlo." Le sonrió. "Usted tiene un esposo excepcional."
Ella le devolvió la sonrisa de todo corazón. "Lo sé, soy muy afortunada. En realidad ni siquiera estoy preocupada por su situación laboral." Dijo en voz baja manteniendo a sus hijos cerca. "Confió en el."
"El sabia que lo haría." Japón volvió a inclinarse y se dirigió por el camino de Grava. Los niños le gritaron "Adioses" hasta que su madre cerró la puerta.
En la puerta Japón se dio vuelta. Asegurándose de que nadie lo viera saco un poco de dinero de sus bolsillos y los dejo en el buzón que marcaba "Hitoro". Se alegro de que se tuvieran tanta fe entre ellos y Japón esperaba que el dinero extra ayudara a la familia a lo largo, a veces las personas solo necesitan un impulso extra.
A medida de que el país avanzaba, iba mirando las casas de los alrededores, de Tokio, ese lugar era agradable para vivir. Con sus casa afuera tanto como para permitir un pequeño espacio de pasto verde en los jardines de su alrededor. Sonrió. Su propia casa estaba muy lejos de ahí, en el otro lado de la ciudad, pero a la isla no le importaba el viaje. Estaba más que contento al saber que Hitoro había vuelto a cuidar a su familia. Japón sabía que era el tipo de vida que muchos deseaban. También sabía que Marufuji y su familia podrían superar los malos tiempos con su amor y orgullo.
Los japoneses tienden a tener la habilidad de poder acompañarse no importa cuál sea la condición.
Mañana tengo algo parecido a clases despues de dos semanas en Toma...
Y eso no me alegra xD Pero tratare de traducir lo mas rapido posible.
Bye.
Yaya Romance !
