EL VECINO.
Historia basada en la película llamada Ing… una producción coreano-japonesa.
Esto será un drama con algunos tintes humorísticos. Todo será desde el punto de vista de Kagome, que aquí también será la protagonista, y además los roles se cambian, pues ella será la acomplejada y no Inuyasha, como sucede en el manga/ animé.
Espero que les agrade y me dejen sus opiniones.
Diálogos: -bla, bla, bla.-
Pensamientos: "bla, bla, bla"
Lo demás, es escrito por mí.
Por cierto, considero una tontería recordar esto, pero bueno, aquí voy: Ni los personajes ni la trama son míos. Tal vez una que otra estupidez que mencione, pero de ahí en fuera, no.
CAPITULO 1
El comienzo
Viendo la televisión, estaba una chica de 16 años, delgada de pelo corto y negro, piel pálida y penetrantes ojos negros como la noche, miraba absorta los gráciles movimientos de los danzantes, sonreía a cada leve salto que hacía el bailarín en cuestión. Se preguntaba cómo sería bailar así, cómo responderían sus pies, sus músculos a la influencia de esa apaciguante música.
Se preguntaba si algún día realmente llegaría a saberlo.
-Deja de ver eso.-insistió una vez más la señora Kaede. Mujer de edad madura, pero de complexión fuerte.
-A mi me gusta.-replicó Kagome Higurashi, sonriendo levemente.
-¿Cómo no te da pena verlos? Yo no puedo mirar otra cosa que no sea ese bulto que sobresale de esas mallas tan ajustadas.-repuso Kaede.
-Cuando te gusta el ballet, no te fijas en esas cosas.-dijo la chica.
-Pues no me gusta entonces, pero me gustan los muchachos.-replicó la mujer con una sonrisa picara, para después agregar en un suspiro.-Yo en mis viejos tiempos…
Pero no alcanzó a terminar su relato porque enseguida la puerta principal del apartamento se abrió, dando paso a una mujer de aproximados 30 y tantos años, de pelo color canela y semblante cansado.
-No perviertas a Kagome.-advirtió la voz de la recién llegada.
-Hola Sango.-saludó Kagome.
-Hola. Estoy exhausta. El restaurante estuvo abarrotado todo el día.
-Eso es bueno, porque significa que tendremos dinero suficiente para viajar a Europa.-Kagome sonrió abiertamente ante la idea, pues Sango se lo había prometido varios meses atrás.
-Si esto sigue así, en menos de tres meses podremos ir. Por cierto, el señor Mioga me dijo que han rentado el departamento de abajo.
-Sí a mi también me lo dijo, ya saben cómo se pone de paranoico el viejo cuando llega alguien nuevo, necesita saber todo su historial sino no está contento.-acotó Kaede, yendo hacia la percha que esta a un lado de la puerta principal.- Bueno, creo que ya es hora de que me retire, la cena ya está lista.
-Muchas gracias Kaede. Nos vemos mañana.-despidió Sango.
-Claro que si Sango. Hasta mañana Kagome.-la mujer salió del departamento dejando a las inquilinas solas.
-¿Tomaste ya las medicinas?-interrogó Sango, deshaciendo su coleta color canela.
-Sip.-contestó la pelinegra.
-¿Te sentiste bien hoy?
-Sip.
-¿Cómo te fue en la escuela?
-Bueno para el lunes nos pidieron varios libros que tendremos que leer, así que mañana iré a comprarlos.
-Bien, mañana te daré el dinero entonces. Ahora me voy a duchar y luego cenamos ¿ok?
-Muy bien, solo que no tardes mucho porque ya tengo hambre.
Después de mirar unos minutos más la televisión, la chica la ver que su madre no hacía acto de presencia, caminó hacia su recamara, entro en la pequeña estancia y fue directo a su cama, que se ubicaba a la derecha del dormitorio. Levantó las mantas y desnudó el colchón, después lo levantó y su mano derecha lo sostuvo, mientras que la mano izquierda, ésa que era diferente al resto de su cuerpo, encontró el hueco que andaba buscando, entre el colchón y la base de la cama, sacó una cajetilla de cigarros, sacó uno y tomó del cajón de su buró un encendedor de metal, color plata, con las siglas grabadas MH en el costado de su cuerpo. Asió el ipod del escritorio que estaba a unos pasos más allá de su cama, y caminó hasta llegar a la ventana, se colocó los audífonos y presionó algún botón del aparato, que comenzó a emitir una melodía triste y melancólica. Encendió su cigarrillo y permaneció ahí, mirando el oscuro cielo sin luna, pero plagado de brillantes estrellas que salpicaban el negro cielo.
Se sintió observada.
Bajó la vista y sus ojos se toparon con la figura de un hombre alto, de pelo negro, que la miraba desde la calle adoquinada, con una sonrisa pegada en su rostro y le hacia señas, que Kagome no entendía. Ella se quitó los audífonos, lo escuchó gritar FUEGO, mientras mostraba con su otra mano un cigarrillo.
Dudó un momento en prestar su encender a un extraño, más aun si se trataba de ese encendedor en particular, pues para la chica esa pieza tenía una valía más personal que material.
Sin embargo, lo tomó y lo lanzó hacia el individuo que yacía en la calle.
Él lo capturó entre sus manos y prendió su cigarro.
-Gracias.-le oyó decir.-Pero tú no deberías fumar, eres muy pequeña para eso.
-Dame el encendedor.-exigió Kagome. Él sonrió.
-Ven y consíguelo.-dijo él. Después se encaminó hacia el interior del edificio.
-¡Estúpido!-maldijo ella en voz baja.
-¿Kagome?-cuestionó Sango abriendo la puerta ligeramente. La pelinegra pegó un salto y soltó su cigarro, como si de repente le hubiese quemado la mano.
-¿Si?
-Pensé que te habías dormido, ven vamos a cenar.-ofreció la mujer.
-Ahora voy.-replicó ésta. En cuento la puerta de hubo cerrado corrió a su escritorio y sacó un refrescante bucal, después un aromatizante que roció en la habitación. Enseguida salió al salón.
-¿Qué haremos mañana?-interrogó la chica mientras cortaba la carne de su cena.
-Mañana tienes cita con el médico.-dijo Sango mirando fijamente a la morena.-Pero después podemos ir de compras si quieres.
-Esta bien. Podemos pasar a ver a Kazuki.-propuso la joven.
-Si, tiene mucho tiempo que no la veo.-acordó Sango componiendo una sonrisa.
A la mañana siguiente, ambas mujeres se alistaron: Kagome vestía un pantalón capri color blanco y una blusa azul celeste y Sango un faldón negro acompañado de una blusa blanca con botones al frente. Salieron del edificio, y al llegar a la callecilla adoquinada que se ubicaba frente al edificio como si de un patio, cubierto de setos y flores a los costados, se tratara, se encontraron al joven que había robado el encendedor de Kagome la noche anterior.
Ésta al verlo agachó la cabeza, tratando inútilmente de pasar desapercibida, objetivo que no logró, pues el individuo al pasar junto a ellas se detuvo y dio una breve reverencia en forma de saludo.
-Buen día.-saludó Sango, inclinándose también.
-Buenos días.-respondió él, mirando a Kagome que trataba de mantenerse serena y con la cabeza gacha, cosa que no pasó desapercibida para Sango.
-¿Es usted el nuevo vecino?-cuestionó la castaña.
-Así es, para lo que guste estoy en el piso 3.
-Muchas gracias. El nuestro es el segundo, y si necesita algo no dude en pedirlo.-respondió Sango solícita.
-Gracias señora, lo tendré en cuenta.
-Bien. Me tengo que ir, nos estamos viendo.-despidió la mujer con una ultima reverencia.
Kagome al escuchar esto emprendió la caminata a paso rápido.
-¡Espera!-exclamó la castaña.
-Vamos a llegar tarde.-increpó la pelinegra.
-¿Desde cuando te importa llegar tarde a las citas con el médico?-preguntó la mujer escrutando el rostro de la chica cuando le agarró el paso, al no ver respuesta continuó.- Es guapo el nuevo vecino ¿no?
-¿Te parece?
-Claro, anque es muy joven para mi. Pero para ti estaría bien.-dijo la mujer como no queriendo la cosa.- ¿Lo conocías?
-No ¿Por?
-Me pareció. ¿Te gusta?
-No, pero si a ti sí, puedes quedártelo.-replicó secamente la morena.
Después de la agitada mañana con su madre, Kagome salió al centro pues necesitaba comprar los libros que le habían encargado en la escuela. Empezar a estudiar en una escuela, en un aula común y corriente, con compañeros de clase, le hacía mucha ilusión, pues durante sus últimos 15 años había recibido educación particular por su delicado estado de salud. Pero ahora, ahora todo sería diferente…
Al llegar a la librería comenzó a buscar en las estanterías su pedido. Cuando lo encontró se dirigió hacia la dependienta para pagarlos. Así lo hizo, de pronto notó que eran más libros de lo que su mano derecha podía soportar, así que pidió una bolsa.
-No hace mucho calor para traer guantes.-dijo la dependienta, señalando con la mirada la manopla de algodón que cubría la mano izquierda de la joven. Ésa manopla que siempre llevaba, ésa que ocultaba su vergüenza.
-Estoy bien, gracias.-repuso Kagome con voz hostil, mientras le arrancaba la bolsa de las manos a la dependienta.
Salió de la librería con aire enfadado.
Caminaba pensativa sobre la calle adoquinada, la chica fue traída a la realidad por una serie de gritos provenientes de unos metros más atrás.
-¡Hey gruñona!-exclamó una voz masculina.-Espera amargada.
Kagome viró y visualizó al tipo de la noche anterior, pero de pronto notó que los insultos iban dirigidos hacia ella, molesta giró sobre sus talones y comenzó a caminar a paso raudo.
-Te dije que esperaras.-comentó él, cuando la hubo alcanzado. Y al ver que ella no le contestaba dijo para si mismo.-Tenía razón, eres una gruñona.
-No me llames así.-replicó Kagome deteniéndose en seco, y percatándose por primera vez de las varoniles facciones del joven, pero sobre todo de esos dorados orbes que tenía por ojos.
- Pero tengo razón. No tienes que molestarte porque yo diga la verdad.-repuso él sonriendo.
-Dame mi encendedor.-exigió ella con voz fría, acababa de recordar que él se lo habia quitado.
-Oh si, claro tu encendedor...espera...-decía el chico mientras rebuscaba en sus pantalones holgados y en su camisa blanca.
-Lo siento, no lo traigo conmigo.-se excusó.
-¡No me digas que lo perdiste!-exclamó alarmada la joven.
-No, claro que no.-aseguró el joven.-Bueno, eso creo.-terminó diciendo con voz insegura.
-Más te vale que no lo hayas perdido.-amenazó Kagome.
-¡Oh vamos! Tan solo era un simple encendedor, no hagas tanto alboroto.-dijo el chico con voz despreocupada.
-Para mi no solo es un 'simple encendedor'
-Te compraré otro.-declaró él y agregó.- Anda vamos, te ayudo con la bolsa.
El joven asió la mano derecha de Kagome para despojarla de la bolsa y tomó la izquierda con intenciones de guiarla, pero sin querer, sin pretenderlo miró entre sorprendido y asustado lo que estaba tocando. La mano de la chica era deforme, lo supo cuando hizo contacto con ella, aun por sobre la tela en forma de manopla lo pudo sentir.
-Dame eso.-dijo Kagome con voz fría y mirada acerada, arrancando prácticamente la bolsa al chico. Y corrió hacia la entrada del edificio, y no se detuvo hasta que estuvo frente a su departamento. Entró y caminó directamente hacia su recamara.
¿Por qué le era tan difícil enfrentarse a eso? Este tipo de reacciones ya las había visto muchas veces, en otras personas. Ya era tiempo de que lo superara. Levantó su mano izquierda y la desnudó. Observó cómo lo que serían sus dedos meñique y anular formaban una sola masa, y el dedo índice y medio formaban otra, dejando el dedo pulgar en perfecto estado, solo que un poco más grueso de lo normal.
-¿Cómo pueden no asustarse?-se preguntó a si misma.-Si parece la mano del pingüino.-luego sonrió tristemente.
Después de haber cenado con Sango, la chica volvió a su recamara, una vez ahí fue hacia la ventana y la abrió, le apetecía ver las estrellas, pero no pudo hacerlo pues los nubarrones que cobijaban la ciudad no se lo permitieron, por lo que tuvo que conformarse con observar las luces de la ciudad.
Encendió su ipod, y la triste y melancólica melodía comenzó a sonar de nueva cuenta. Algo llamó su atención miró hacia abajo y ahí estaba el chico aquél, que sacaba algunas bolsas de basura. Ella al no querer topárselo se hizo a un lado de la ventana, de modo que él no pudiese percatarse de su presencia.
Ese chico la ponía nerviosa. Alteraba su equilibrio emocional.
Y era atractivo, tenía que reconocerlo. Ese porte desenfadado, esas doradas orbes cubiertas de espesas pestañas, esa simpatía que emanaba de su sonrisa, no le eran del todo desagradable.
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Bien hasta aquí el primer capitulo. Espero que la historia les guste, a mi me gustó muchísimo. Y cuando la vi, me dije tengo que hacer un fic de esto. XD
Bueno, solo es el comienzo.
Dejen review!
