Disclaimer:Los personajes de esta historia pertenecen a J. K. Rowling.

Advertencias:SLASH. SPOILERS DH. Mpreg.

NdA: Aunque está pensado como un oneshot, lo hice por capítulos. Me ha parecido mejor subirlo así.

Realizado a petición de Tsubame, de su amiga que ya se ha vuelto visible. Gracias por permitirme publicarlo, al fin y al cabo el regalo es tuyo. De ti surgió el pairing y las advertencias. Un beso, chica.

R. A. B.

Cap. 1 La dura vida de un mortífago

El aroma del ungüento cicatrizante impregnaba el aire de la habitación. Los dedos de Regulus Black se deslizaban suavemente por las muñecas de Ethan Nott, extendiendo la pomada por las heridas abiertas.

Regulus poseía una inusual resistencia al dolor. Su carácter se templó aprendiendo a soportarlo. Su madre le entrenó bien. Gracias a esa resistencia sus muñecas no estaban ulceradas. Ethan todavía no podía soportar el dolor de la maldición cruciatus. Por eso en los entrenamientos, al no poder aguantar su propio peso, las cadenas le arrancaban la piel. Era el castigo por su debilidad.

Mientras el ungüento hacía su efecto, Regulus siguió deslizando sus dedos por el cuerpo desnudo de su compañero y amante, intentando borrar con caricias el dolor interno que no podía aliviar. Enredó sus dedos en el vello oscuro que cubría su pecho, más tupido que el suyo. Le gustaba sentir el cosquilleo en sus dedos, mientras buscaba los pezones, que sabía se endurecerían bajo su tacto. Se estiró a su lado, intentando evitar el contacto que les resultaría doloroso a los dos. Las sesiones de sexo después de los entrenamientos eran lentas y suaves, conteniendo la pasión para no lastimar más sus cuerpos, intentando borrar con dulzura el recuerdo de la tortura.

Besó el vientre plano de su amante, erizando la piel que sus labios rozaban. Su lengua jugó con el vello oscuro que partía del ombligo, bajando hasta encontrar la erección que se endurecía, excitada por sus caricias. Lamió la punta, saboreando las pequeñas gotas que asomaban, provocando el gemido tan ansiado, que encendía la pasión a través de sus oídos. Ethan no era muy expresivo, ni en el sexo ni en el amor, por eso sus escasas muestras de fogosidad le excitaban tanto. Debía estar muy preparado. Lo comprobó al notar el empuje de sus caderas, ansioso por sentir cómo su boca lo envolvía.

Regulus se levantó, ignorando el débil quejido de protesta. Cogió el lubricante de la mesita, impaciente por sentirse dentro de su amante. Ethan asumió la única postura que, sabía por experiencia, le permitiría disfrutar del sexo. Se arrodilló en la cama, con las manos apoyadas en la pared, mientras Regulus preparaba su miembro con el lubricante, disfrutando de la vista. Se introdujo lentamente, mientras dejaba que la estrechez se adaptase a él.

Pronto la cadencia se tornó rápida, suave pero rápida, demandante. Cuando notó que su resistencia llegaba al límite su mano buscó la erección de Ethan, provocando que acabasen los dos al mismo tiempo, como siempre.

Se quedaron dormidos sin tan siquiera tapar sus cuerpos, con las piernas enredadas, mientras eran observados por los ojos vacíos de dos máscaras tiradas en el suelo, sobre dos túnicas negras.


La oscura habitación era fría, no había muebles ni decoración alguna sobre las paredes de piedra.

Permanecía en el círculo exterior, lo que ya suponía un gran honor, pues los más jóvenes ni siquiera estaban invitados a esas reuniones.

El círculo interior que rodeaba al Señor Tenebroso era más reducido, reservado para la élite de los mortífagos. Los principales. Dolohov, Rosier, los hermanos Lestrange, Bellatrix y Malfoy seguramente estaban en ese círculo, pero no sabía quién lo podía completar, los rostros cubiertos aseguraban el anonimato.

Las máscaras no permitían que las emociones se mostraran. Tan solo un pequeño movimiento en las cabezas, que se giraron para mirarlo, reveló el súbito interés que tenían en él. Era muy osado atreverse a pedir la palabra ante el Señor Tenebroso, y más para él, invitado por primera vez. Pero tenía que aprovechar la ocasión que se le brindaba.

"Mi señor, mi antigua y noble familia se desprendería gustosamente de un elfo, el tiempo que usted lo necesitase."

Su proposición fue aceptada y el Señor Oscuro premió su ofrecimiento con una pequeña inclinación de cabeza. Ese pequeño gesto de agradecimiento le granjeó respeto y envidias por igual. Era muy inusual ser reconocido entre los demás mortífagos. Mucho más raro si eras apenas un novato. Pero él tenía ambición. Era un Black y debía de hacer honor a su apellido.


Ethan esperaba nervioso en el apartamento que compartía con su novio. No le gustaba que hubiese sido convocado a una de las reuniones del Lord. Más responsabilidad significaba más riesgo y él sabía que el peligro que corrían los mortífagos podía acabar fácilmente con la muerte.

Tan solo se había convertido en mortífago para seguir al lado de Regulus. No compartía las ideas y los métodos del Señor Tenebroso, pero su deseo de permanecer con su amigo era tan intenso, que a pesar de sus inclinaciones pacíficas y de su tolerancia hacia los no mágicos juró fidelidad al hombre que temía y despreciaba, a partes iguales.

Regulus se enfadó al enterarse. Él había accedido a su puesto por medio de su prima Bellatrix, una de las principales. Alguien tenía que responder por cada nuevo aspirante. Lucius Malfoy lo apadrinó a él. Lo introdujo en el círculo para que Voldemort, como así lo permitió llamarle una primera y última vez, lo acogiera entre los suyos y lo marcara como tal. Cuando fue arrebatado de su capa y su máscara, durante el ritual, el ruido de una varita golpeando el suelo rompió el silencio. Era la varita de Regulus.

Cuando los dos compañeros se reencontraron en sus habitaciones de las mazmorras de Hogwarts, días después, tuvieron que sellar puerta y sonido para que la guerra que se desataba en el interior no saliera de allí. Regulus le recriminaba a voz en grito que se hubiera unido a una aventura tan peligrosa, sabiendo que carecía de la fortaleza necesaria. Ethan se sintió herido en su autoestima, aunque reconocía que su amigo siempre le acababa rescatando de todas las peleas en las que se veía envuelto, a pesar de su pacífico carácter, simplemente por pertenecer a Slytherin.

En medio de los gritos a Ethan le cortó la respiración escuchar que su amigo se preocupaba por él. Si le gritaba era porque le importaba lo que le ocurriese. No quería que sufriese. Las palabras iban desatando los sentimientos que tan dentro guardaba, en el cajón de los sueños, de las esperanzas irrealizables y sin poder evitarlo se descubrió ante Regulus. Reveló que él también sufría por su integridad, pero que su cariño y afecto no eran tan solo amistad.

El shock de la noticia provocó que en un principio no hubiera reacción. La calma antes de la tormenta. Regulus se lanzó sobre Ethan, tirándolo al suelo, sin darle tiempo a reaccionar. Le golpeó furiosamente mientras gritaba que no, que no podía ser, que no era verdad. Pero lo era y también era verdad que estaba dañando a su amigo tal y como siempre evitaba que hicieran los demás. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo y sin dejar de lado la furia que lo había poseído, acarició frenéticamente los sitios donde su rabia había dejado huella. Empujaba su cabeza contra la roja cara que él mismo había lastimado, pidiendo perdón, negando de nuevo, gritando que no podía ser, no podía sentir eso por él, era un Black, tenía que cumplir y casarse con una mujer. Entre disculpas y lamentos iba lamiendo lágrimas y sangre, sal sobre los ojos, óxido donde había dañado el amado rostro. Miel sobre la boca que se abría para él. Una boca que se había prohibido a sí mismo desear, pero que ahora que estaba probando, no podía negarse a ella. El perdón dio paso a la lujuria.

Ethan no había reaccionado a los violentos golpes, pero sí lo hacía a los ávidos besos que causaban más dolor. Dolía el temor de entregarse a sus deseos para ser rechazado de nuevo. Temía constantemente ser dañado, por eso vivía dentro de una campana de cristal, para protegerse del exterior. Pero con su confesión había provocado que Regulus rompiese la campana a golpes y ahora no tenía protección contra esos labios y esas manos que le quemaban el cuerpo.

La estricta educación que Regulus había recibido incluía una extensa información sobre toda clase de relaciones sexuales, digno placer para un sangre pura. Su madre aceptaría que se beneficiase a su compañero de cuarto, siempre que mantuviese clara su perspectiva de matrimonio heterosexual. El problema era que Ethan hacía tiempo que le llenaba el corazón y sabía que si entraba también en su cuerpo, no habría posibilidad de arreglos matrimoniales con una elegante dama. Pese a la debida obediencia a su madre, no podría unirse a alguien estando enamorado de otra persona. Y lo estaba. Si daba el siguiente paso, no podría dar marcha atrás… y no la dio.

Dejó que la adrenalina generada durante la disputa se hiciera cargo de la situación, para luego poderla culpar de los actos que ahora estaba decidido a cometer. Despojó a Ethan de toda la ropa, violentamente, sin esperar su consentimiento. Lengua y dientes hicieron presa de la piel largamente espiada tras las cortinas de la cama, cuando el silencioso chico se cambiaba. No más sentimientos de culpabilidad por admirar lo que ahora iba a ser suyo. Se desnudó mientras miraba a su amigo, tirado en el suelo, completamente desnudo y erecto. Cogió su varita y esta vez pidió permiso, silenciosamente, con la mirada. Ethan no perdió tiempo en planteárselo. Ni en sus mejores sueños se había permitido pensar que algún día Regulus le correspondería. Abrió las piernas en clara invitación y se dejó hacer cuando sintió que la varita se acercaba a su entrada y le dejaba una sensación fría y húmeda. Lo siguiente que sintió fue la dureza tanto tiempo deseada, entrando en él. Se sintió completo, doloridamente completo.

Poco a poco se acostumbraron al acoplamiento de sus cuerpos y sus movimientos se acompasaron. No pudieron seguir muchos compases, pues el ritmo enseguida se volvió demandante y terminó con la culminación del acto que había sellado sus destinos. Un acto de amor.

Fue curioso que algo tan sórdido como la iniciación al lado oscuro hubiese ocasionado la unión de los dos amantes. Y no se trataba de una simple unión sexual. Desde ese día no se volvieron a separar. Ni en Hogwarts, ni al finalizar la escuela, ni en los duros entrenamientos, al final de los cuales se curaban mutuamente, haciendo uso de su amor.

Cuando Regulus llegó le contó ansioso cómo el Lord había aceptado su oferta de ayuda. Iría enseguida a Grimmauld Place a buscar a Kreacher. Solo venía a cambiarse… no podía presentarse desaliñado ante su madre.

Ethan le observó mientras se arreglaba, con el temor reflejado en su rostro. Regulus lo notó y lo increpó como tantas veces hacía, cuando le trasladaba sus miedos. No había nada que temer, los entrenamientos eran duros, pero era necesario para tomar el poder sin muchas bajas. Si estaban suficientemente preparados, se impondrían rápido, y una vez al mando la vida del mundo mágico sería más fácil.

Las palabras de propaganda le sonaron baratas. No ocurriría así. En toda guerra habían bajas en los dos bandos y lo que se estaba preparando era una guerra. Una guerra civil, la peor de las guerras. Vecinos, amigos, hermanos… todos enfrentados por unos ideales que al final no tendrían sentido. Porque la vida no puede tener precio.

Regulus se fue, enfadado, contrariado por sentirse rechazado al no querer compartir su orgullo por la misión encomendada, y sus esperanzas de un futuro mejor.

Ethan se quedó triste y preocupado. Se acercaban malos tiempos.

Ni tan siquiera habían hecho el amor.


Walburga Black echaba la culpa a Sirius de todas las desgracias de la familia. Siempre había sido un chico extraño, reacio a seguir las antiguas tradiciones de la familia. Esta rareza se volvió rebeldía cuando empezó su educación en Hogwarts. Su afiliación a otra casa, rompiendo con la que había acogido a generaciones de miembros de la familia Black, había demostrado lo que ella siempre había sabido. Sirius era diferente. Y ser diferente en una familia donde se respetaban escrupulosamente las tradiciones de los antepasados, significaba traición.

La traición de Sirius al abandonar la casa, había causado un quebrantamiento familiar. Orion se negaba a aceptar su decisión de borrar definitivamente al hijo mayor del tapiz familiar. Pero finalmente se acabó imponiendo a su marido, como siempre. Su hijo había renegado de la familia y se aseguraría de que ya no formase parte de ella. No existía el perdón para un traidor a la sangre.

La conmoción de la huída de Sirius fue devastadora para su hijo pequeño. Extrañamente, pese a que era un buen chico, respetuoso de las tradiciones, Regulus amaba al descastado de su hermano. Su frustración le hizo alistarse con los seguidores de ese hombre que predicaba contra los muggles. Su amado hijo lo hizo a instancias de su sobrina Bellatrix, pero ella sabía que lo había hecho para que se sintiera orgullosa de él y para calmarle la furia que provocaba en ella la pérdida del hijo perdido.

No tendría que haberlo hecho. Seguir a la pérfida de su sobrina había sido un error. A su parecer la chica era demasiado ambiciosa. Debería quedarse en casa de su esposo, como su hermana Narcissa, a la espera de honrar a la familia con sanos vástagos de sangre pura. No era lugar para una dama andar siguiendo a un hombre que bajo una ridícula marca, carente totalmente de gusto, perseguía a los muggles. No había que rebajarse al nivel de esos inútiles y sus descendientes medio mágicos, de sangre contaminada. Era mejor ignorarlos y ocuparse de que las verdaderas familias de magos conservasen su posición y se reprodujesen correctamente. Pero ese hombre ponía en peligro la sangre pura que pretendía conservar. Ya había caído alguno. Y caerían más. Solo esperaba que su hijo no estuviera entre ellos. La sangre de los Black era demasiado valiosa.

Para confirmar sus sospechas de que este hombre no acarrearía nada bueno para la familia, su hijo le pidió que le dejase a uno de sus elfos. El chico escogió al que siempre se había ocupado de él y le dijo que cuando cumpliese la misión encomendada, lo traería de vuelta. Pero ella sabía que el elfo no volvería. Ese Señor Tenebroso no dejaría testigos de sus planes, si eran tan ocultos que solo un elfo lo debía acompañar. Intentó avisar a su hijo sobre las intenciones de ese hombre. Ni siquiera ostentaba un apellido del que enorgullecerse. ¿Porqué esconderse tras un apodo si se tenía una credencial tan buena como lo era una familia de sangre pura? Seguro que ni pertenecía a una de las principales familias del mundo mágico. Pero al final su hijo se marchó con el elfo. Sólo le quedaba esperar que Regulus sí regresara. Era la única esperanza de prolongar su familia.