Con la mayoría de edad, Harry debe comenzar a tomar decisiones que serán cruciales para su futuro y el de sus amigos, que se empeñan en apoyarlo en aquello que decida. El trabajo en equipo, la confianza y el amor le harán valorar que su vida, por la que sus padres se sacrificaron, merece ser vivida plenamente y luchar por ella.

Continuación del Príncipe Mestizo (Spoilers)

CAPÍTULO I

Una lechuza blanca sobrevolaba la zona del sur de Londres, más concretamente la zona de Little Whinging, disfrutando de las últimas horas de la noche momento en el cual podía salir sin peligro de llamar la atención del vecindario. La verdad es que no es muy corriente el encontrar lechuzas volando libremente en zonas urbanas.

Hedwig, así se llamaba la lechuza en cuestión, realizó un giro dirigiéndose hacia la ventana abierta de una casa situada en la calle Privet Drive número 4, y aterrizó limpiamente sobre el armario que había allí.

— Buenos días, Hedwig, tranquila no me has despertado. Tanta calma me mata. No poder hacer nada y tanto por hacer… -comentó Harry Potter, el dueño de la lechuza hablando consigo mismo.- Debo armarme de valor y comenzar a moverme.

Realmente era muy temprano y ninguno de los otros moradores de la casa habían dado señales de vida. Harry bajó las escaleras silenciosamente y se metió en la impecable cocina. Se notaba que su tía Petunia era una maniática de la limpieza y el orden. Todo estaba perfectamente colocado en su sitio como si no se utilizase jamás.

Se preparó un zumo de naranja, unas tostadas con mantequilla y una taza de leche. Antes de sentarse a comer recogió todo lo que había utilizado, no tenía ningunas ganas de recibir una regañina de su tía si bajaba antes de lo habitual.

Después de desayunar comenzó a limpiar lo que había ensuciado. No tenía prisa. Debía aclarar sus pensamientos y planificar perfectamente los días que le quedaban hasta su mayoría de edad o lo que era lo mismo, el momento en que dejaría la casa de sus tíos para siempre.

— ¿Qué haces levantado tan temprano? – preguntó tía Petunia buscando con la mirada algo que le pudiese echar en cara a su sobrino, pero todo estaba perfecto.

— Buenos días tía Petunia – dijo Harry con expresión de niño bueno. Esto no es algo normal, podría convencerla. Se miraron fijamente durante unos segundos. Harry no podía irse por las ramas, ese no era su estilo.- Necesito que me hagas un favor… te prometo que será lo último que te pida.

— ¿Eh? – Petunia lo miraba a los ojos. Esos ojos tan iguales a los de su hermana. Jamás le había pedido nada.

— En cuanto sea mayor de edad me marcharé y no volveré a molestaros nunca más.

— Para que cumplas dieciocho años – calculó rápidamente- aún falta más de un año…

— En el mundo mágico somos mayores de edad a los diecisiete-contestó Harry

— Está bien – admitió Petunia- ¿Qué es lo que necesitas de mí?

— Solamente que me acompañes a la calle Charing Cross, en el centro de Londres – simplificó Harry – de esta forma el sacrificio que hizo mi madre me seguirá protegiendo al venir tú conmigo. En cuanto sea mayor de edad esta protección ya no será efectiva, entonces yo me marcharé para evitar poneros en peligro a vosotros.

— Si sólo es eso – dijo Petunia sin darle importancia – pero que no se enteren Vernon ni Dudley.

— Descuida, no se enterarán.- Total, Dudley no estaba nunca en la casa, a veces ni siquiera aparecía a dormir y tío Vernon estaba permanentemente frente al televisor en cuanto llegaba a la casa, pensó Harry.- Me voy a mi habitación para no molestarte.

La primera parte de su plan iba a la perfección. Nunca había pensado que le resultaría tan sencillo convencer a su tía para que le acompañara al Callejón Diagón, claro que tampoco había sido del todo sincero con ella.

Ahora debía planificar perfectamente lo que debía hacer allí. No quería que nada se le pasara por alto pues no tendría otra ocasión mejor.

El día había amanecido perfecto. No había quedado con su tía que día irían al Callejón Diagón, pero sentía que ese era el día ideal. Tío Vernon había salido pronto para ir a su trabajo y no volvería hasta la hora de cenar y Dudley no había aparecido por allí por lo menos en dos días. Si su madre no se preocupaba por él sería porque ella sabría o le habría dicho donde había ido.

Ya se disponía a salir de su habitación cuando Hedwig comenzó a ulular de felicidad. Vio entrar a Pigwidgeon por la ventana de su habitación. Recogió la carta de Ron y Pig subió al armario para confraternizar con Hedwig. Harry empezó a leer:

Hola Harry: ya puedes empezar a hacer tu equipaje. Te lo advierto porque sé que eres bastante desastre para esas cosas.

La mañana del día de tu cumpleaños iremos a buscarte así que espero que estés preparado. ¿Qué tal con tu primo? Si no se ha portado bien contigo dímelo que es nuestra última oportunidad de vengarnos.

Recuerdos de mis padres y Ginny.

Ron

Guardó la carta de Ron en su baúl. Bajó las escaleras y extrañamente encontró a su tía Petunia más puesta que un calcetín esperando a que apareciese su sobrino.

— ¿Estas listo, Harry? – preguntó su tía poniéndose el sombrero y colgándose el bolso.

— Si tú lo estás.- contestó rápidamente. Se adelantó para abrirle la puerta caballerosamente, nunca pensó que él se comportaría así con su tía. El que algo quiere algo le cuesta...- después de ti.

Realmente se dio cuenta de que había sido una buena idea decirle a su tía que necesitaba ir a Charing Cross. Para llegar allí su tía decidió usar el metro, él jamás había usado ese medio de transporte y para ello cambiaron de línea en dos ocasiones, y resultaba un verdadero lío con tanta gente moviéndose con rapidez de un lugar a otro y chocando a la hora de entrar o salir del vagón a tanta velocidad. Realmente hizo un gran esfuerzo para no perder a su tía entre el gentío. Al salir al exterior Harry se sintió mucho mejor y su tía debió verlo reflejado en su cara:

— ¿Es la primera vez que viajas en metro?

— Sí¿se nota? – comenzaba a valorar más positivamente la red flu.

— Y os pensáis que en vuestro mundo estáis más avanzados…- comentó Petunia con una sonrisa burlona.

Harry respiró hondamente para tranquilizarse. Debía seguir con su plan, ahora sería él quién indicara el camino a seguir. Caminó pausadamente mirando algunos escaparates hasta pararse frente a un pequeño pub algo mugroso al que decidió entrar.

— Acabamos de pasar una cafetería muy acogedora…- comentó su tía mirándolo con cara de súplica.

— No venimos a tomar nada, tranquila. – susurró a su tía mientras entraba decidido en el establecimiento.

En el interior no había más de seis o siete personas que ocupaban tres o cuatro mesas y ninguna de ellas le resultó conocida a Harry. Mejor que mejor. Se acercó a la barra y saludó con voz alegre:

— Muy buenos días, Tom.

— Hombre, Harry, cuánto tiempo sin verte por aquí. ¿Quieres tomar algo? Invita la casa…- contestó el tabernero.

— Se agradece de verdad pero tengo que hacer algunas compras en el Callejón Diagón y tenemos poco tiempo – se excusó Harry. Tía Petunia cambió su cara de asquito por una cara de felicidad.

— Y la bella dama que te acompaña ¿quién es? – preguntó Tom con curiosidad guiñándole un ojo a Petunia.

— Disculpa, es mi tía Petunia, hermana de mi madre – explicó Harry- tía este es Tom.

— Encantado de conocerte, Petunia – dijo Tom alargando la mano hacia tía Petunia que no pudo negarle el saludo. Tom continuó hablando sin soltarle la mano- es un placer conocer a la hermana de Lily… eran un matrimonio encantador. – y le plantó un beso en la mano.

— Igualmente – fue todo lo que pudo decir tía Petunia.

— Nos vemos más tarde. – se despidió Harry sonriendo. Con esto la aventura del metro estaba totalmente olvidada.

Condujo a su tía hacia el patio trasero del pub y una vez allí sacó su varita del bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros. Petunia lo miró muy extrañada acercar su varita hacia la pared y tocar con ella algunos de los ladrillos y de pronto, por arte de magia nunca mejor dicho, apareció una puerta en forma de arco…