Disclaimer: Lo saben. Lo sé. Los personajes no son míos, la historia sí.

Advertencias: ¿Humor fail? AU en cierta medida. Y creo que nada más grave que eso, me parece.

Nota: Alguien me reclama por F!Yao y lo castro x).

Aparte: Pretendo que este fic completo cuente para el quinesob. Por ahora este capítulo aporta con 635 palabras.


Capítulo uno: Revelaciones.

Iván tragó saliva de forma audible con la intención de desbloquear su garganta que se había obstruido y le impedía hablar. Aún no podía componerse de la noticia que Yao le había dado hace unos minutos y todo su cuerpo se negaba a cooperar en algo que no fuera adentrarlo lentamente en un estado de shock, o en una crisis, que lo mismo le daría, realmente.

Parpadeó varias veces y la imagen de Yao con sus finísimas cejas elevadas y los labios delgados apretados en espera de alguna respuesta, aparecía y se extinguía a medida que abría o cerraba los ojos.

—¿Vas a hacer algo más que parecer una estatua, aru?

La voz molesta de la china hizo click en alguna parte de su ser y le permitió balbucear casi de forma incoherente algunas palabras que sonaron similares a "qué quieres que haga. Es sorprendente".

—¡Claro que es sorprendente, idiota! —Exclamó la oriental con un fastidio más que evidente y que seguramente, no tardaría en convertirse en enojo si las cosas seguían igual. El ruso recién, como si estuviera en un trance anteriormente, pareció despertar y se fijó en las mejillas rojas de Yao y su voz que estaba estancada en un decibel anormal de emoción—. ¡Pero di algo!

Ligeramente contagiado por el comportamiento de ella, Iván sonrió y trató de engullir la noticia para poder expresar algo. Consiguió, tras unos segundos, romper lo que fuera que le tenía apresado en ese estado y soltó una ligera risita repleta de nerviosismo a medida que sus pasos se acercaban al sofá donde Yao estaba sentada. De forma confusa le tomó las manos y apretó el pequeño aparato que ésta tenía allí.

—¿Esto no miente, cierto?

Las mejillas de ella parecieron encenderse aún más, aunque esta vez de molestia. En un tono seco, le dijo que no, que era perfectamente confiable. Iván hizo una mueca ambigua y su mirada recayó en el aparato que estaba prisionero entre las manos de ambos.

—Iván. Si no estuviera segura de esto —comenzó Yao a hablar mientras alternaba su oscura mirada con lo que sujetaban los dos y los ojos de él—. No habría insistido en comprar el test de embarazo, aru. Mucho menos realizarlo.

El ruso siguió con la vista fija en el pequeño test y reconoció un poco, que tenía razón. Que no le habría dicho que fueran a comprar el test aquella mañana y tampoco habría insistido en que no fuera a trabajar y se quedase a ver el resultado. ¡Pero aún cuando tuviera toda la razón del mundo no podía creerlo! ¡A cualquiera le sería imposible! Suspiró y pasó su lengua por sus labios secos para humedecerlos; no podía creer, todavía, cuando había pasado ya quince minutos desde que Yao salió del baño con el test apretado en sus manos y con una sonrisa que parecía querer escaparse de su rostro, pero él aún no era posible de aceptar que ella, su pareja con quién se había vuelto uno hace poco, estuviera embarazada. ¡Era insólito!

Aunque las pruebas se le presentaban casi de forma cruel, la seguridad de Yao, las manos de ella que de forma ilusionada le sujetaban y el bendito test que estaba allí, marcando en positivo la presencia de una vida creándose en el vientre de su mujer. Una vida que él ayudó a concebir…

Titubeó.

—Yao…

—¿Aún no crees nada, aru? —susurró con los ojos ligeramente entrecerrados.

—No es eso. Es sólo que...

Mas la oriental le cortó las palabras, ahogando cualquier comentario en las propias exclamaciones que se colmaban de felicidad entre chillidos que contenían la palabra padres e hijos casi como una muletilla adictiva.

—¡Vamos a ser padres, Iván! ¡Padres, aru!

Iván le sonrió con una temblorosa sonrisa, no estando todavía totalmente seguro de las palabras de la china.


Ya saben, cualquier comentario, crítica o sugerencia es bienvenida.

¡Gracias por leer!