Este fic participa en el reto del Amigo Invisible 2015 del forum el Gran Gremio de Fiore de Fanfiction.

Aclaro que ni Fairy Tail ni sus personajes me pertenecen. Tampoco me pertenece la canción de Natalia Kills titulada Wonderland ni el libro al que hace referencia mi título, Justine, que es obra intelectual del Marqués de Sade. Ah, y tampoco me pertenece la imagen de portada.

Este One-Shot va dedicado a CattivaRagazza y espero que le guste. El regalo corresponde a su tercer deseo:

Difícil: Quiero un lemon. Me da exactamente igual la pareja que sea, el género o la trama, lo único importante es que el acto sexual debe incluir una parafilia. Aquí también me da igual cual sea de las muchas que hay, pero admito que mientras más "extraña" mejor para mí. Obviamente, esto es M.

Así que aquí van las advertencias: esta historia CONTIENE LEMON y BDSM EXPLÍCITO. Si eres sensible este no es tu historia. Quiero declarar que me sentiré muy indignada si alguien compara mi historia con 50 Sombras de Gray (respeto los gustos pero en mi opinión es un PÉSIMO libro que FALLA en TODO) y por favor léanlo con la mente abierta y sin juzgar a nadie.

Tened en cuenta que DOLOR NO ES AMOR, y que SEXO TAMPOCO tiene que serlo. El BDSM es una práctica sexual entre dos personas, que puede incluir a terceras, que no tiene porque incluir todas las letras del BDSM y sobretodo, que NO IMPLICA que las PAREJA NO SE QUIERA. Simplemente es OTRA FORMA DE VER EL SEXO, que hay que RESPETAR y no JUZGAR.

Antes de empezar unas aclaraciones:

Parafilia: (del griefo παρά, pará: 'al margen de', y φιλία, filía: 'amor') es un patrón de comportamiento sexual en el que la fuente predominante de placer no se encuentra en la cópula, sino en alguna otra cosa o actividad que lo acompaña. Las definiciones más usuales recogen comportamientos como el sadismo, el masoquismo, el exhibicionismo, el voyeurismo, la zoofilia, la coprofilia, la necrofilia, el fetichismo y el frotismo.

BDSM: BDSM es un término creado para abarcar un grupo de prácticas y fantasías eróticas. Se trata de una sigla formada con las iniciales de las siguientes palabras: Bondage, Disciplina y Sadismo y Masoquismo. Abarca, por tanto, a una serie de prácticas y aficiones sexuales relacionadas entre sí y vinculadas a lo que se denomina sexualidades no convencionales o alternativas. A veces, en el habla cotidiana, se utilizan las expresiones "sado" o "sadomasoquismo" para referirse al BDSM, aunque ambos términos resultan equívocos, en parte por tratarse de palabras creadas por la psiquiatría para definir enfermedades mentales y en parte, porque las prácticas abarcadas por el BDSM son variadas y admiten gran cantidad de manifestaciones diferentes. Como práctica erótica el BDSM se apoya siempre en el consenso de los participantes y se distingue radicalmente del sadismo criminal.

Para más información consulten las múltiples páginas de google o las entradas de wikipedia.


I'm not Snow White But I'm lost inside this forest…

I'm not Red Riding Hood but I think the wolves have got me.

Don't want your stilettos I'm not your Cinderella.

I don't need a knight! So baby take of all your armor.

Lucy estaba perdida. Levantó la vista y gritó frustrada. ¡Si estaba siguiendo el puto mapa al pie de la letra! Murmurando incoherencias empezó a mover el trozo de papel hacía arriba y abajo mirándolo desde diferentes perspectivas como si así fuera a tener sentido de nuevo haciendo que dejara de estar perdida en mitad de la nada.

— ¡Estúpidas moscas! ¡Dejadme tranquila!

Ya estaba harta de que toda clase de criaturas repugnantes y molestas estuvieran revoloteando a su alrededor. Suspiró frustrada e intentó encontrarle sentido al mapa. Nada. Enfadada hizo una bola y la tiró al suelo y la pisó un par de veces. Iba a morirse en ese lugar, rodeada de insectos, con un sol abrasador y sudada como un cochinillo en el asador.

— ¡Aaaaagh! ¡Odio mi vida!

Una risa la sacó de su mundo y se giró buscando el origen de ese sonido. A pocos metros vio de pie a un hombre rubio con unos auriculares en las orejas, éste llevaba una chaqueta que se apoyaba en sus hombros pero sus brazos no estaban dentro de las mangas y los mantenía firmemente cruzados encima de su musculoso pecho. Le sacaba a la rubia casi dos cabezas, y los adjetivos que desprendía cara poro de ese torneado cuerpo eran masculino, poder y fuerza. A Lucy se le hizo la boca agua y sintió sus piernas temblar por culpa de otro calor.

— Disculpa podrías…

— No.

La chica parpadeó sobresaltada y lo miró intentando asimilar esa sencilla y directa palabra.

— Eh, sólo quiero…

— Me da igual lo que quieras —vale, empezaba a cabrearse. Porque mientras el tío sonreía arrogantemente y tenía una actitud despreocupada ella empezaba a notar cómo su cara se deformaba en una mueca de enfado—. Me importa una mierda lo que tengas que decir —siguió hablando el chico repasándola con sus azules ojos—. Por muy buena que estés no eres más que una muñequita chillona. No vales la pena.

— ¡¿Quién coño te crees que eres?! —Explotó fulminándolo con la mirada y apuntándolo acusadoramente con un dedo—. ¡No te iría mal tener un poco más de educación!

Lucy escuchó como el hombre volvía a reírse de ella pero ella optó por ignorarlo y se dio media vuelta para continuar con su camino. Menudo gilipollas.

— ¡Joder!

El Dios Espíritu Celestial debía odiarla, y mucho. Primero se pierde en ese infinito y puto bosque, los malditos insectos no paraban de molestarla. Se encontraba con ese cretino rubio, y ahora quedaba atrapada en lo que parecía una red para animales.

— Mierda. Se me han caído las llaves.

Efectivamente, ahí en el suelo, a unos dos metros de ella, estaba su llavero con todas sus llaves reluciendo brillantemente lejos de su alcance. Suspiró frustrada, quizás podía cogerlas con su látigo. Una risa la sacó de sus pensamientos y vio al mismo hombre de antes mirándola des del suelo con una mueca de burla en sus labios.

— Vete a la mierda —sí, había sido educada como una dama, pero en esos momentos se sentía tan mal y frustrada consigo misma que no recordaba nada de todas esas clases de protocolo que la vieja Spetto le había enseñado.

El bastardo atinó a reírse en su cara y desapareció en medio de unos cuantos rayos. Fantástico, el bastardo era un mago. Ojalá el muy idiota no estuviera en Fairy Tail, el mejor gremio de todos y al que esperaba unirse en breve, porque si ese imbécil era uno de sus miembros daba media vuelta y se volvía a casa.

— Parece que hemos atrapado a una gatita.

Lucy tembló de miedo y se quedó quieta ahí dónde estaba. Genial, primero estaba colgando a dos metros del suelo sin sus llaves, el idiota rubiales se reía de ella y ahora parecía que una panda de forajidos iban a abusar de ella. Genial. Simplemente genial.

— ¡Bájala con cuidado John! —Chilló uno de los hombres que se congregaban alrededor de ella en un semicírculo—. ¡No dañes el juguete antes de que podamos jugar con él!

Vale, si barajaba bien sus cartas podía salir victoriosa de esa. Como el látigo lo tenía escondido en la espalda no se habían dado cuenta de que aún estaba armada. Su plan era sencillo, cuando la bajaran los bandidos dejarían una abertura y bajarían la guardia, ella los aturdía con su látigo, recogía sus amadas llaves del suelo y se iba corriendo.

Su cuerpo al fin tocó el suelo y dos de los hombres se acercaron para quitarla de la red. Cuando las cuerdas ya no la envolvieron más con un rápido movimiento de mano chasqueó el látigo y se deshizo de los dos sujetos. Los otros retrocedieron cautelosamente y ella aprovechó para chasquear el látigo y coger sus llaves.

Alguien la agarró por detrás impidiendo que se moviera y que se le cayera el látigo al suelo. Bufó cabreada. Se había olvidado del tal John.

— Estás buena. Si suplicas lo suficiente consideraré ayudarte —todos miraron sorprendidos la voz que había aparecido de la nada.

— No necesito tu ayuda —gruñó Lucy entre dientes, prefería rendirse sin luchar antes que dejar que el rubiales la rescatara.

El cretino tuvo el atino de reírse y apoyarse contra el tronco de un árbol y la miró con superioridad y desprecio. Eso acabó por cabrearle ¿Quién se creía que era ese idiota? Enfadada levantó la pierna y pisó con el talón al hombre que la retenía en la punta del pie. Cuando este la tiró al suelo muerto de dolor, ella dio la vuelta sobre sí misma y aprovechó para recoger su látigo.

Se aseguró de que todos los hombres quedaran delante de ella y chasqueó su látigo diversas veces evitando que se acercaran más a ella. Con manos firmes cogió su más reciente llave y con voz firme llamó a su nuevo espíritu celestial.

— ¡Yo te abro puerta del toro! ¡Taurus!

— ¡Moooouuuu! ¡Lucy-san estás mou hermosa hoy! —la halagó el espíritu con corazones en los ojos.

— ¡No te he llamado para que me halagues! —Le contestó avergonzada y roja hasta la raíz del pelo—. ¡Ayúdame a librarme de ellos! —Le ordenó señalando a los forajidos con un dedo.

— ¡A tus mourdenes!

Taurus se lanzó hacha en mano a derrotar a todo hombre que se le puso por delante y ella no se quedó atrás. Blandiendo su látigo se deshizo de un par de atacantes y cuando acabó con ellos se dio cuenta de que Taurus había derrotado a los demás y ya no quedaba ninguno en pie. Con una sonrisilla de superioridad miró al hombre que aún seguía apoyado contra el tronco del árbol.

— Menuda fierecilla hemos atrapado. Me pagarán muy bien por ti.

De entre la vegetación salió un hombre de dimensiones considerables y la miró relamiéndose los labios. Ese debía ser el líder de la banda. Lucy adoptó una posición defensiva y Taurus desenvainó su hacha. Sin embargo cuando su espíritu atacó el hombre utilizó magia y convirtió su hacha en un líquido viscoso.

— ¡Mou hacha! —Exclamó sorprendido el espíritu mientras se apuraba en esquivar todos los ataques que el hombre lanzaba.

Lucy hizo lo mismo, rodó por el suelo, esquivó, se escondió, pero sabía que no podría mantener mucho más rato ese ritmo. Debía pensar en una forma de acabar con él con un solo movimiento. Sin embargo una bola cegadora de rayos atravesó a su espíritu haciéndolo desaparecer en un mugido de dolor e impactó contra el bandido, que quedó fuera de combate al instante y convulsionando en el suelo.

La chica se quedó con la boca abierta intentando procesar lo que acababa de pasar. El rubio la había ayudado a deshacerse del atacante, pero en el proceso había dañado a su espíritu, a ese espíritu que había rescatado de esas peleas clandestinas y al que había jurado que no lo utilizarían como saco de boxeo nunca más. Lo había atacado.

— ¡Ey! —Lo llamó intentando que las lágrimas no se escaparan de sus ojos.

Él no le hizo caso y continuó caminando alejándose de ella y del montón de cuerpos que descansaban derrotados en el suelo. No iba a permitirle irse de rositas. Corrió tras él como alma que lleva el diablo y volvió a intentar llamar su atención. Al no conseguirlo frunció los dientes molesta e hizo lo primero que se le cruzó por la cabeza, lo azotó con su látigo.

— Te estoy hablando —murmuró entre dientes mientras él se giraba y la miraba molesto—. ¿¡Por qué has hecho eso!?

Él se rió en su cara y se encogió de hombros.

— Eres débil y patética. Pero me has divertido, así que en un acto de compasión decidí ayudarte.

— ¿¡Ayudarme cómo!? ¿¡Hiriendo a mi espíritu en el proceso!? ¡No es un objeto! ¡También sufre y siente como nosotros!

El hombre chasqueó su lengua enfadado y la miró con los ojos entrecerrados.

— Eres chillona y molesta. Debería haber dejado que esos hombres jugaran contigo —Lucy frunció el ceño cabreada y apretó su agarre en el mango de su látigo, tenía unas ganas de borrarle esa expresión de la cara…— Aunque manejas el látigo muy bien. Me pregunto cómo sería jugar contigo mientras te azoto con ese látigo. Me gustaría escuchar la palabra amo salir de tus labios.

— Ni por las doce llaves doradas dejaría que me azotaras con mi propio látigo —dijo ella muy segura de sí misma y con el cuerpo temblando debido a la ira que burbujeaba por todo su ser—. Jamás me arrodillaría ante ti, ni te suplicaría, y aún menos te llamaría amo, no te has ganado ese derecho.

El hombre rió otra vez más fuerte y ella empezó a perder los estribos. Iba a darle tan fuerte que le quedaría la marca de su látigo para siempre.

— ¿A no? El amo siempre elige a quien somete, y éste debe sentirse afortunado y agradecido de que el amo la haya escogido —habló en un tono peligroso el hombre—. Y si yo elijo someterte y follarte con tu látigo, lo haré.

Lucy chasqueó su arma una vez más y en un parpadeo consiguió sacarle de los hombros esa horrible chaqueta que llevaba haciendo que cayera al suelo.

— El sumiso es el que manda, es de él de quién depende el placer que sentirán el amo y él mismo. Si yo te digo que no me someteré, ninguno de los dos sentirá placer.

— Entonces tendré que someterte a la fuerza.

Él desapareció entre rayos otra vez y Lucy agudizó el oído para saber dónde volvería a aparecer. Aún no entendía muy bien cómo su conversación había derivado a una lucha de voluntades, pero ella no iba a perderla. Le demostraría a ese estúpido lo fuerte que era.

— Bu —sintió como el cálido aliento de él le acariciaba el cuello.

Fue a girarse para pegarle y alejarse de él, pero el hombre fue más rápido y la sujetó por las manos, de un movimiento brusco se las puso detrás de la espalda haciendo que ella jadeara debido a la impresión, la mantuvo firme con una de sus manos y con la otra la cogió por la cara y la obligó a mirarlo a la cara.

— Ni siquiera vale la pena el esfuerzo.

Lucy le escupió en la cara y aprovechó para liberarse de él. El hombre la soltó entre carcajadas, más porque él quiso que por la fuerza que ella había utilizado. Evitó frotarse las adoloridas muñecas y miró sin parpadear al joven que la miraba como si de una presa se tratara.

— Tienes agallas, eso hay que reconocerlo.

No le dejó decir nada más y blandió su látigo, que milagrosamente aún estaba en su mano, dispuesta a pegarle. Él fue más rápido y levantó su brazo haciendo que el cuero se enrollara. Él la sonrió con suficiencia pero ella tiró su cuerpo hacía atrás y agarró con su otra mano el cuero e hizo fuerza para estirarlo hacía el suelo. Consiguió derrumbarlo para sorpresa de los dos y cuando él alzó sus azules orbes ella le habló.

— Pídeme disculpas.

A él no le gustó lo que ella le dijo ya que gruñó enfadado y se incorporó estirando a su vez del arma haciendo que fuera ella la que se precipitara al suelo. Rápida como el rayo intentó estabilizarse y frenar la caída pero él aprovechó para quitarle el arma y lanzarla lejos de su alcance.

El rubio se rió y ella se mordió el labio frustrada. No iba a llamar a ninguno de sus espíritus para que la sacaran del lío en el que estúpidamente se había metido. No, iba a pelear hasta romperse las uñas si hacía falta.

— ¿Y ahora qué, rubia?

Ella chilló debido a la ira y se abalanzó encima de él haciendo que la espalda masculina chocara contra el suelo. Ella intentó arañarle el rostro con sus manos, él intentó esquivarla y movió su cuerpo para dejarla debajo de él, Lucy previó eso y cayó de tal forma dándole en el codo y haciendo que perdiera el equilibrio y que ella pudiera aprovechar para poder ponerse encima otra vez. El rubio no permitió esa situación y pronto ambos acabaron rodando por el suelo luchando a ver quién de los dos acababa dominando.

Con los músculos agarrotados, las respiraciones aceleradas y sus cuerpos jadeando Lucy tuvo que admitir interiormente su derrota. En un momento de desesperación intentó atacarlo con sus manos pero él se las puso encima de la cabeza sin ninguna dificultad, y se colocó entre sus piernas con una facilidad y naturalidad propias de aquellos que están acostumbrados a ser obedecidos.

Se movió intentando buscar un punto débil en su agarre pero eso sólo hizo que él la agarrara con más fuerza y pegara su duro cuerpo contra el de ella. No pudo evitar ahogar un jadeo cuando su pelvis rozó accidentalmente la abultada entrepierna de él.

— Mira lo que le haces hacer a tu amo —susurró él guturalmente contra su oreja haciéndola temblar de placer y expectación.

Ella no quería sentirse excitada y aún menos temblar de la pacer por las cosas que él se susurraba en el oído. Pero ella era consciente de la delgada línea que había entre el placer y el dolor, y la verdad, le gustaba columpiarse en ella. Y hacía tanto tiempo que no lo hacía… Él la mordió en el cuello y un grito de placer y de dolor se escapó de entre sus labios, no pudo evitar que su traicionera pelvis se frotara contra la de él.

— Di "lo siento amo" y te follaré duro contra el suelo.

Ella tragó grueso, dios sí, sí, quería que la follara, que la pusiera a cuatro patas y le entrara por detrás, que le tirara del pelo, quería someterse y dejarse hacer.

— Una mierda —lo miró a los ojos desafiantes, que le dieran a su cuerpo, ella aún estaba cabreada y antes muerta que suplicarle.

Él frunció el ceño contrariado y se separó de su cuerpo, ella gimió frustrada. Sintió como la callosa y áspera mano se colaba por debajo de su camiseta y apartaba su sujetador para dirigirse a su pezón y pellizcárselo con fuerza. Un gemido de placer escapó de sus labios y cerró los ojos deleitándose en la sensación.

— No me desobedezcas —le dijo mientras masajeaba con fuerza su pecho izquierdo—. Has perdido, es momento que te sometas.

— Jamás.

No sabía ni cómo había conseguido hablar, su mente ya estaba embutida por las neblinas de la pasión y su cuerpo la traicionaba miserablemente. Él gruñó en respuesta y la besó en los labios mientras apretaba con fuerza su pecho. Ella gimió dejándole libre acceso a su boca con la lengua y se arqueó buscándolo.

La lengua de él la invadió y empezó a someterla, pero ella no estaba por la labor y contraatacó con la suya. Fue el turno de él de gemir, Lucy no sabía si lo hacía debido a que estaba excitado o porque estaba frustrado. No le importaba, no quería complacerlo, quería complacerse a sí misma.

Cuando la lengua de él se retiró aprovechó el momento para atrapar su labio inferior entre sus dientes y mordió fuertemente hasta hacerlo sangrar. Él se apartó bruscamente con un gemido de dolor y ella lo miró inmóvil des del suelo relamiéndose el líquido de los labios con una sonrisa de satisfacción.

— Voy a tener que amordazarte —dijo él mientras se limpiaba la sangre del labio utilizando su lengua.

Ella le sonrió desafiante des del suelo y le sostuvo la mirada. Su cuerpo tembló al sentir como él le subía la camiseta hasta que quedó enrollada por encima de sus pechos, hizo lo mismo con su sujetador y sus senos saltaron libres de su prisión y sus pezones se endurecieron aún más bajo su escrutinio.

Gimió cuando su rubia cabeza se hundió en la hendidura que había entre sus pechos y respiraba su aroma. Con su mano libre le subió la falda y le rozó con sus dedos por encima de las bragas. Volvió a arquearse de placer y se apretó contra su mano. Él gimió y con un movimiento brusco le arrancó las bragas.

— ¡Joder! —Él la había penetrado sin previo aviso y en una poderosa envestida.

No podía moverse porque él aún la tenía cogida por las manos, pero eso sólo hacía que lo buscara con más ansias.

— Rógame que me mueva.

Apretó los labios con fuerza, no iba a salir una palabra de su boca.

— Dilo.

Le giró la cara y cerró los ojos.

— Mírame —le ordenó.

No le hizo caso y sintió como él se retiraba y la envestía con fuerza. Ella gimió y se apretó contra su cuerpo- Necesitaba más.

— Pídeme que te penetre duro y fuerte.

— Penétrame duro y fuerte —contestó con los labios resecos y la boca seca.

Él gruñó en respuesta y volvió a envestirla.

— No es así cómo tienes que decirlo —insistió el hombre con la boca contra su oreja.

— Yo… me… No.

Sabía que lo había cabreado, porque en gruñó y salió dentro de ella. Gimió frustrada y soltó un chillido de sorpresa al notar que él la giraba y la alzaba por las caderas haciendo que quedara a cuatro patas. Con su mano le abrió las piernas y tan rápido como antes la penetró. Gimió en respuesta y se inclinó encima de sus codos para que él llegara más al fondo.

La envistió rápido y con fuerza, con una mano en su cintura asegurando que no se moviera y con la otra encima de su espalda manteniéndola inclinada. El sonido de sus caderas impactando rítmicamente la una con la otra y sus jadeos de placer era lo único que llenaba el aire.

Sus cuerpos se cubrieron en una fina tela de sudor debido al esfuerzo físico y a la pasión. Lucy se sentía en el borde, a punto de ser catapultada hacía las estrellas y de vagar en la ingravidez del orgasmo y el placer físico. La fuerte mano masculina abandonó su espalda y la instó a erguirse y su espalda quedó pegada contra su pecho. Le cogió del pelo y la obligó a inclinar la cabeza hacía atrás. Chilló al sentir los dientes de él mordiéndola en el punto más sensible de su cuello.

Dos embistes después y Lucy sintió como su cuerpo se estremecía y sacudía debido al orgasmo. Segundos después sintió como él se tensaba y la llenaba de su semen. Se quedaron así un rato, sin mirarse y respirando irregularmente. Mientras su sangre empezaba a circular por su cuerpo a niveles normales la rubia se dio cuenta de que acababa de tener sexo salvaje en mitad del bosque y muy cerca de una panda de bandidos inconscientes, o no, no muy lejos de ahí. Con lo que habían chillado era imposible que no los hubieran escuchado.

— ¡Joder!

Tuvo que apoyar sus manos en el suelo al sentir como el idiota con el que acababa de tener uno de los mejores polvos de su vida desaparecía entre rayos. Bueno, eso solucionaba el problema de la despedida. Con manos temblorosas volvió a ponerse la ropa en su sitio y recogió sus cosas que habían quedado esparcidas por doquier.

— El hijo de puta se ha llevado mis bragas… —murmuró cabreada y mordiéndose el labio inferior.

No es que las quisiera ni mucho menos, estaban rotas, se acordaba de haber sentido como la tela se rasgaba. ¡Pero eran suyas! Chilló frustrada y se pasó las manos por el pelo alborotado. Ahora no solo estaba sola, sudada, perdida y enfadada, ahora también iba sin bragas.

— ¡Espero que te mueras cabrón arrogante!

Y con la esperanza de nunca volverlo a ver continuó con su vida. Lamentablemente la vida no es siempre como la planeas, y unos meses después, pocos días después de unirse a Fairy Tail, vio como el rubiales salía del gremio y le dedicaba una sonrisa ladeada de superioridad. Lucy lo ignoró y entró con la frente en alto a su nuevo hogar, estúpido cuerpo suyo que quería que la volviera a follar.

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Who needs true love, as long as you love me truly?

I want it all but I want you more.

Will you wake me up boy if I bite your poison apple?

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— ¿Te sigues torturando por eso Lucy?

— No es eso…

A Laxus le había costado apreciar sus superdesarrollados sentidos una vez se había convertido en Dragon Salayer. Pero en esos momentos los apreciaba mucho, ya que a pesar de que la rubia estaba a metros de distancia podía escucharla como si le estuviera susurrando al oído. Tenía curiosidad.

— ¡No logro encontrar a Mystgun!

Laxus frunció el ceño molesto y enfocó su vista en la figura de Cana. Si esa loca seguía chillando así no conseguiría escuchar nada de lo que la chica dijera.

— Laxus necesitamos que vengas a ayudarnos —Mirajane lo miraba con ojos implorantes y las manos juntas como si le estuviera rezando.

Sonrió con suficiencia ante esa escena. Sí, claro que lo necesitaban, él era muy fuerte, muy poderoso. Pero no quería que la demonio se lo pidiera, quería que esa rubia tetona se acercara a la lácrima, se arrodillara y le dijera: Por favor, amo, venid a nuestra ayuda. Sí, la quería arrodillada, vestida sólo con fina lencería negra, con la cabeza gacha y con enfundada en unas medias de rejilla hasta medio muslo y unos zapatos de tacón negro.

— Phantom Lord nos ha atacado porque quieren llevarse a Lucy y debemos repelerlos.

Eso le sorprendió, continuó mirando fijamente a la maga y trató de escuchar alguna conversación entre los miembros del gremio.

— ¡Traed más bombas de làcrimas!

— ¡Los heridos por aquí!

— ¿Cómo que atacado? —No es que a él le importara pero Phantom Lord era un gremio de pacotilla.

Mirajane le respondió pero él sólo pudo prestar atención a la voz de Salamander que parecía alzarse molestamente por encima de las demás.

— ¿Volver a casa? ¡Pero si ser una señorita rica no te pega para nada! Quiero decir, que hace más para ti estar en este gremio ruidoso y apestoso y saliendo a misiones conmigo. Dijiste que querías quedarte, sé que no serías feliz si volvieras con tu padre. Eres Lucy de Fairy Tail, ésta es tu casa.

Laxus sentía rabia, estaba enfadado ante esas palabras que había escuchado. La rubia era suya, era de su propiedad, nadie debería venir a llevársela y aún menos nadie, mucho menos Natsu, debería estar consolándola. Ella sólo lo necesitaba a él, a su amo.

— Creo que paso, no me interesa.

— ¡Pero Laxus! —protestó la albina enfadada y gritándole—. ¡Es del gremio de lo que estamos hablando! ¡Quieren llevarse a nuestra nakama Lucy y…!

— ¿Lucy? —Cuestionó haciéndose el que no sabía…— ¿La nueva rubia tetona? Jajajajajaja ¡Claro que ayudaré! Decidle que si se convierte en mi mujer el gran Laxus- sama irá y os echará una mano.

— ¡Tu abuelo está al borde de la muerte! —Chilló desesperada la albina—. Muchos de los nuestros están heridos y…

— Jajajaja ¡Ese viejo inútil no sirve para nada! —Dijo entre risas—. No curéis a los heridos, dejad que mueran, son unos blandos que no merecen estar en un gremio de verdad.

— ¿¡Qué dices!? —Vio como Cana se levantaba como impulsada por un resorte de su silla y lo miraba con la cara crispada de furia.

— ¿Es así cómo le hablas a quién le pides ayuda? —Estúpida maga que no servía ni para follar—. Tengo una idea ¿Por qué no me lo vuelves a pedir de rodillas y desnuda?

No pudo escuchar qué contestó la chica ya que de repente la comunicación se cortó entre ellos y la lácrima se apagó. Seguro que Mirajane la había hecho explotar. Se recostó contra el respaldo de la butaca donde estaba sentado y meditó el asunto.

Los de Phantom Lord los habían atacado, eso lo cabreaba. Que un gremio de inútiles y buenos para nada se atreviera a alzar la cabeza y los puños contra Fairy Tail lo cabreaba sobre manera. Pero lo que más lo cabreaba era que el gremio se viera en serias dificultades y lo llamaran para que fuera a sacarles las castañas del fuego… ¡Deberían poder derrotarlos con los ojos cerrados y con un brazo atado a la espalda!

Con un gruñido sacó del bolsillo interior de su chaqueta las bragas rotas que se había llevado de aquel día. Sonrió con malicia y se las acercó a la nariz. Inspiró. Aún olían al coño húmedo y caliente de la rubia. Se le puso dura al instante. Era hora de volver a someterla.

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When I lay my head down to go to sleep all night

My dreams consist of things that'd make you wanna hide.

[…] I'm not afraid to face a little bit of danger, danger.

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— Oye Mirajane, ¿Has visto a Loke?

— Jajajajaja Lucy… ¿No me digas que tú también has caído bajo los encantos de Loke?

Laxus se tensó, no le gustaba que ella estuviera interesada en alguien más. Y aún menos en alguien como Loke. La chica debería estar muriéndose por complacerlo y que la follara duro otra vez, no pensando en afeminados como Loke.

— ¡No! Es que él encontró mis llaves… Quería agradecérselo.

— Ya veo… Oye, ¿Y se han enfadado tus espíritus estelares?

— Bueno enfadarse, enfadarse… Aún me duele un poco el culo…

— ¡Repite eso!

A sí, Titania. Estaba hablando con Titania. No tenía ni idea de qué estaban hablando pero sonrió de medio lado y continuó. Ya se encargaría de la rubia después.

— Déjame decírtelo alto y claro, este gremio no necesita débiles.

— Bastardo…

— No logro entender cómo los inútiles de Phantom Lord han conseguido reducirnos a este estado… Y todo por vuestra culpa… ¡Joder! ¡Si ni siquiera sé quiénes sois! —Miró con desdén a los magos que estaban cerca y negó lentamente con la cabeza—. Jajajaja Sois unos putos débiles.

— ¡¿Cómo te atreves?! ¡Son tus nakamas!

— Mirad quién habla, la débil que armó este lío… —Laxus sintió tensarse todo su cuerpo de expectación. Ahí estaba, otra vez, esa mirada llena de fuego y de desafío, se moría de ganas de convertirla en una llena de dolor y placer.

— ¡Tú ni siquiera viniste a ayudarnos Laxus! —Saltó la barman—. ¡El maestro no te permite hablar del tema! ¡Es una orden directa!

— ¿Para qué iba a venir? Pero si yo hubiera estado ahí la fiesta no hubiera durado ni cinco minutos.

— ¡Laxus, hijo de puta! ¡Pelea conmigo!

El idiota de Salamander quería golpearlo y ni siquiera era capaz de durar ni cinco segundos contra él. No le servía ni para calentar.

— Jajajaja ¡Si ni tan solo puedes saber dónde estoy! Cuando el gremio sea mío echaré a todos los debiluchos y a todos aquellos que se opongan a mí. Entonces construiré el gremio más poderoso de la historia.

Se fue de allí cuando hubo dicho esas palabras. No le interesaba quedarse con esos magos de pacotilla, su mediocridad y debilidad podía contagiársele. Se dirigió con pasos lentos y firma hacía su casa. Si quería que la rubia tetona volviera a arrodillarse delante de él tendría que trazar su plan con cuidado.

— Eres un cerdo.

Detuvo sus pasos y ladeó la cabeza por encima de su hombro. Hablando de la puta del bosque… No pudo evitar esbozar una sonrisa de superioridad y girarse para encararla. Si Mavis lo apreciaba esa chica acabaría el día suplicándole que la follara.

— ¿No crees que deberías mostrarle más respeto a tu amo?

Ella lo miraba enfadada y con el cuerpo tenso, pero lo olió. Olió como su cuerpo reaccionaba ante sus palabras y vio su cuerpo temblar, durante unos leves segundos, debido a la expectación. Sí, harían grandes cosas cuando la llevara a su casa.

— No eres mi amo —le dijo entre dientes—. No te he dado mi consentimiento.

— ¿A no? Pues así no es como lo recuerdo yo —contestó metiéndose la mano en los bolsillos del pantalón y mirándola con chulería—. Según recuerdo estabas bastante dispuesta a dejar que te follara contra el suelo. De hecho, mi polla aún se acuerda de lo fuerte que la apretaron tus paredes cuando te corriste por lo que tu amo te hacía.

— Cierra la puta boca.

— Así que tus nakamas no saben que su rubia es una viciosilla que le gusta follar en mitad del bosque rodeada de hombres inconscientes…

— ¡No les dirás nada! —Podía sentir como el cuerpo femenino temblaba debido a la ira, y aun así seguía estando excitada, fascinante—. Ellos no tienen por que saber nada de mis preferencias en el sexo. Incluso un mal amo como tú puede resultar excitante a veces.

Eso lo cabreó. Él era un gran amo. Entendía ese mundo como nadie, y estaba dispuesto a demostrárselo.

— ¿Cómo voy a ser un buen amo si mi esclava no sabe su posición? —No se había dado cuenta de que mientras hablaban se había acercado más a la chica y que ahora casi hablaban en susurros.

— Puedo ser una gran esclava si mi amo lo merece —susurró ella de vuelta.

— Rubia, eso sólo son palabras. Palabras huecas y yermas que se las lleva el viento —habló mientras se reía levemente y negaba con la cabeza—. Las palabras sin hechos no valen nada.

— Te lo demostraré —dijo ella para sorpresa y gusto de él—. Te daré una sesión, dónde y cuándo tú quieras. Seré la mejor esclava que podrías desear.

Eso fue todo lo que necesito para que su miembro se apretara con dureza contra sus pantalones. Con una sonrisa de triunfo la agarró de la mano y la acercó a él hasta que sus cuerpos quedaron pegados.

— Entonces, es mejor que empecemos.

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I wanna show you how good we could be together.

I wanna love you throught the night. We'll be a sweet disaster.

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Laxus los había teletransportado y cuando Lucy sintió el suelo otra vez bajo sus pies le costó unos segundos adaptarse al cambio. Él la había soltado tan buen punto habían llegado a donde fuera que estuvieran. Dio gracias por haber llegado cerca de una pared y se apoyó con una mano intentando ganar equilibrio y esperando que su percepción de la realidad volviera a la normalidad.

Cuando volvió a sentirse dueña de si misma se permitió observar rápidamente lo que la rodeaba. Al parecer estaba en una casa. Se encontraba de pie en lo que parecía un recibidor y un largo pasillo se alargaba delante de ella. Se dio cuenta de que las paredes estaban desnudas de decoración y estaban pintadas en un suave color borgoña. Tampoco había muebles y el suelo de parque relucía ante las tenues luces que había en el techo.

— ¿Dónde me has traído?

Laxus se giró y la miró con esa sonrisa ladina que a Lucy ya empezaba a cansarle.

— ¿No pensarás escaparte? —una de sus rubias cejas se alzó cuestionándola mientras él la miraba impasible.

— Claro que no —respondió ella—. Pero antes de empezar tengo tres condiciones —escuchó como el hombre chasqueaba la lengua mientras volvía a girarse en un claro gesto de ignorancia hacía lo que ella iba a decirle—. Primera: no puedes hacerme sangrar ni nada que deje una marca permanente en mi piel —Él la miró interesado por encima del hombro y asintió—. Segundo: una vez salgamos de aquí no puedes darme órdenes, esto pasará sólo una vez —ante esas palabras el hombre se rió, como si no creyese en sus palabras y supiera que el cuerpo de Lucy iba a volver a traicionarla—. Y tercero: mis espíritus estelares quedan fuera de esto.

Él pareció meditarlo unos segundos mientras la miraba fijamente. Ella sabía que era importante fijar unos límites en esto, había mucha gente loca por ahí o que simplemente sus gustos no encajaban. A ella no le importaba que la ataran o la pegaran con todo tipo de utensilios, pero una cosa era que la pegaran para que sintiera placer y otra muy diferente era que la dejaran marcada o peor, incapacitada.

— De acuerdo —Lucy se permitió esbozar una pequeña sonrisa de triunfo ante esa declaración—. Tus espíritus están fuera, no es como si quisiera jugar con un toro descerebrado, y no te dejaré marcas permanentes en la piel.

— ¿Y la segunda petición? —Preguntó intuyendo la respuesta.

— No hay forma que después de lo de hoy no quieras volver a repetirlo —contestó con una sonrisa petulante y enseñando sus demasiado afilados colmillos.

Sus pezones se pusieron duros al recordar cómo se habían hundido en su cuello. Quería que él la mordiera por todo el cuerpo.

— Yo también tengo unas condiciones antes de continuar —dijo él para su sorpresa—. Quiero que te des una ducha con los geles y champús que encontrarás en uno de los laterales —Ella asintió aceptando su primera condición—. Segundo, te vestirás con lo que yo te deje encima del vidé. Cuando lo hayas hecho entrarás a esta habitación y te arrodillarás delante de mí y dejarás que te ponga un collar de sumisión.

Lucy sintió como su cuerpo saltaba ante la mención de esas palabras. Ella nunca había llevado uno, ninguno de sus amos anteriores se lo había pedido, ni ella se lo había planteado. El collar, en su opinión, era una cosa bastante seria, no sólo indicaba una completa entrega física por parte del sumiso, sino que también decía a voz en grito que el sumiso le entregaba su alma y su corazón al dominado.

— Cuando acabemos me quitarás el collar —dijo ella tratando de llegar a un acuerdo.

— Cuando acabemos no querrás que te lo quite.

Ambos se miraron durante un largo tiempo evaluándose y provándose ¿Estaba lista Lucy para cruzar esa frontera con ese mago sádico y egoísta? ¿Merecía la pena dejarse someter sólo para tener un efímero momento de placer sexual? ¿Cumpliría él con lo acordado? ¿Podría irse tranquila después de su sesión sin haber comprometido su cuerpo y su alma? Lucy no quería engañarse, no se acababa de fiar, pero deseaba a ese hombre e iba a darle una oportunidad.

— ¿Dónde me ducho?

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Laxus estaba sentado en una butaca de cuero negro a un lado de su cuarto. Nunca pensó que sería tan fácil conseguir que esa chica aceptara ser su sumisa. Sumisa temporal, le recordó con saña su propia mente. No importaba, él haría que ella quisiera quedarse. Sólo tenía que jugar bien sus cartas y tendría a esa chica comiendo de la palma de su mano.

El sonido de la puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos y vio como Lucy entraba en la habitación cerrando la puerta tras de sí. Sonrió sabiendo que una vez más había acertado las medidas de un cuerpo femenino. La rubia llevaba un sujetador negro de encaje de copa baja y un culote con flecos a juego. Las medias de rejilla le llegaban hasta medio muslo y finalizaban en un esponjoso ligero.

Los zapatos de tacón negro sonaban rítmicamente mientras ella se dirigía a él. El balanceo de sus caderas lo tenía hipnotizado y se le secó la boca de anticipación cuando ella se arrodilló delante de él y bajó la cabeza sumisa.

— Amo.

Hasta su voz indicaba sumisión. Sabía que disfrutaría al verla arrodilla y dispuesta, pero la realidad superaba cualquier fantasía que se he hubiera podido imaginar. Se incorporó y con sus manos apartó el pelo rubio del cuello femenino dónde abrochó el collar.

— Levántate —antes de empezar a jugar iba a probarla—. No hables a no ser que yo te lo ordene —la rubia asintió y él sonrió—. ¿Por qué no te subes a horcajadas encima de mí? —Volvió a recostarse contra la butaca y la chica siguió sus órdenes—. Bésame —la sonrosada boca de ella se encontró con la de él y sus labios se movieron con pereza. Para tentarla le dio una cachetada en el trasero que hizo que la chica se tensara y aumentara el movimiento de sus labios. Volvió a repetir la acción y consiguió que ella gimiera contra sus labios—. Basta. Vuelve a arrodillarte en el suelo —notó como su cuerpo tembloroso lo obedecía y volvía a su posición inicial—. Ahora voy a masturbarme delante de ti. No puedes gemir, ni hablar, ni tocarte. Te quedarás ahí, arrodillada, y cuando acabe me correré en tu cara y tendrás que tragarte mi semen ¿Entendido?

— Sí, amo —contestó la chica con la voz cargada de deseo y frustración.

Laxus sonrió y se bajó los pantalones dejando su erecto miembro libre. Él no solía llevar ropa interior. Con movimientos rápidos y seguros se desnudó completamente delante de ella. Le gustó que lo mirara con esa adoración y hambre mientras se pasaba la lengua por los labios resecos. Podía oler lo excitada que estaba, y si eso era posible lo encendió aún más.

Empezó a masturbarse pensando en todo lo que iba a hacerle. Iba a atarla, a vendarle los ojos, a azotarla, y ella querría más. Sí, ella le suplicaría que la tocara, que la follara, que la llenara de todas las formas posibles. Enfocó la vista en los achocolatados ojos de la joven que estaban lleno de deseo y ansias por lo que le había prometido. Con un gruñido se corrió y con la vista nublada por el placer vio como Lucy se tragaba el líquido ayudándose de lengua y manos.

— Ponte de pie —ella lo obedeció rápida y lo miró expectante—. Sígueme —caminó hasta un punto de la habitación dónde había dos cadenas colgando del techo con unos grilletes al final—. Levanta las manos voy a ponerte estos grilletes —Lucy obedeció y levantó los brazos por encima de su cabeza—. Ahora voy a vendarte los ojos, no vas a ser capaz de ver cómo te doy ni me doy placer. Me has cabreado mucho con tu actitud desafiante y voy a castigarte por eso.

El cuerpo de la chica tembló de placer y cerró los ojos cuando Laxus le puso el trozo de tela negra alrededor de éstos.

— Sigues sin poder hablar si yo no te lo digo —cuando vio que asentía levemente continuó—. Pero como compensación por haber sido tan buena antes dejaré que gimas.

Los delgados labios de la rubia se curvaron levemente en una sonrisa de placer que le llegó directamente a la entrepierna. Volvía a estar duro. Con pasos firmes y rápidos se dirigió a un armario dónde guardaba toda clase de juguetes. Lo abrió y sacó una fusta de cuero, volvió a cerrarlo y más calmado volvió al lado de Lucy.

Se quedó ahí de pie sin hacer ningún sonido y sin moverse. Sintió como el corazón de la chica empezaba latir más rápido expectante, cómo empezaba a sudar y cómo lo brazos empezaban a pesarle debido a la posición. Cuando se movió buscándolo la azotó en la nalga.

— No te he dado permiso para que te muevas —le dijo con voz firme y dándole otra vez—. Debes aprender a ser paciente y a esperar a tu amo —al final de esa frase volvió a darle pero esta vez en la otra nalga—. ¿Tendré que enseñarte a permanecer quieta y a tener paciencia? —volvió a quedarse quieto y sonrió cuando ella volvió a moverse buscándolo—. Al parecer tendré que enseñarte obediencia —remarcó sus palabras dándole más fuerte en la nalga, hecho que hizo que ella soltara un gruñido de placer y dolor—. Me has desobedecido dos veces, así que te azotaré veinte veces. Cuéntalas en voz alta.

Decidió que se tomaría su tiempo, quería disfrutarlo todo lo que pudiera.

— Si te mueves, hablas o te corres aumentaré los azotes —la advirtió en un susurro contra su oreja.

La chica asintió y esperó impaciente el primer azote.

— Uno —le había dado en el culo. No tardó mucho en sentir el siguiente—. Dos —los cuatro siguientes fueron al mismo sitio. Para el séptimo esperó un minuto, como ella no se movió decidió tentarla—. Siete —le había dado en el pezón, su cuerpo se arqueó hacía él suplicando por más—. Doce —él también quería darle más a sus pezones—. Trece —esta vez le dio en el muslo, los números estaban llegando a su fin—. Catorce —posicionó la punta de la vara en el estómago de ella y empezó a recorrer suave y sensualmente su cuerpo con la lengüeta, estuvo así tres minutos—. ¡Quince! —Esta vez le había dado en el coño, quería tentarla, saber cuan húmeda estaba. Así que introdujo la lengüeta entre sus bragas y la pasó por sus labios. Ella tembló y cerró las piernas intentando acrecentar el placer.

— Ábrelas —le ordenó deteniendo su exploración—. Recuerda que no tienes permitido llegar al orgasmo.

La chica le obedeció con un gemido de protesta y él sacó la lengüeta y se la llevó a la boca ¡Joder! Estaba tan húmeda…. Iba a follársela de pie y por detrás.

— Dieciséis —esta vez la había dado en el interior del muslo, sólo quedaban cuatro—. Dieciocho —otra vez en el pezón, tenía ganas de morderlos—. ¡Veinte! —como compensación volvió a azotarla en el centro de su placer y disfrutó al ver como temblaba al intentar contener las oleadas de placer.

— Agárrate con las manos a las cadenas —tenía la voz enronquecida por el deseo. Estaba segura que ella lo había notado, había olido como su excitación había aumentado—. Inclínate un poco hacía delante, separa las piernas y pon el culo en pompa —Lucy lo obedeció y él tiró la fusta al suelo—. Ahora voy a follarte, podrás correrte cuando yo lo diga ¿Entendido?

— Sí, amo.

Con un fuerte tirón le arrancó las bragas y le dio una cachetada a su culo. La rubia soltó un gritito que se convirtió en un chillido de placer cuando la penetró por detrás.

— Acuérdate que no puedes correrte sino te lo digo.

Empezó a entrar rápido y duro en ella. Sus gemidos se entremezclaron y sus cuerpos se perlaron debido al sudor. Él lo sentía, ella estaba cerca, quería correrse, pero se aguantaba. La cogió por las caderas y la obligó a inclinarse hacia delante. Era asombroso, había aumentado el ritmo y la profundidad de sus embestidas y ella seguía obedeciéndolo y sin alcanzar el clímax. Al saberla tan dominada lo catapultó hacía el orgasmo y se corrió dentro de ella.

Cuando los temblores de placer dejaron de sacudirlo salió de dentro y le dio una palmada en el culo.

— Bien hecho —escuchó como la chica protestaba con un gemido y que lágrimas de frustración sexual resbalaban por sus mejillas. Esa rubia era una puta delicia—. Voy a liberarte, pero no voy a quitarte la venda. No te muevas hasta que yo te lo diga.

Esperó un poco más a ver si ella se movía, pero no lo hizo. Permaneció quieta y expectante a que él la soltara. Su cuerpo se había calmado pero sus músculos se tensaban dolorosamente bajo su piel ansiando ese liberamiento sexual que él le había negado. Liberó sus manos y le frotó los músculos para relajarlos. No le servía para nada agarrotada y sin que pudiera moverse.

— Sé que estás cansada. Como has sido buena chica dejaré que descanses —la cogió de la mano y la guio de nuevo hacía la butaca de cuero. Se sentó y permitió que ella se sentara encima de sus piernas y se apoyara contra su pecho.

Él aprovechó y puso un poco de música, no muy alta así no tendría que bajarla para escucharla ni chillar para hacerse oír.

— Acaríciame como si ese collar tuviera un significado más allá de lo físico —se sorprendió a sí mismo cuando pronunció esas palabras, la verdad es que hacía tiempo que había dejado de dar esa orden ya que nunca ninguna sumisa había conseguido hacerle creer que estaba ahí por algo más allá de lo físico.

Al principio a penas lo notó, eran ligeros y fugaces roces con la yema de sus dedos encima de su pecho, pero después dejaron de ser fugaces, dejaron de concentrarse en una zona, y pronto todo su cuerpo estaba siendo acariciado por esas finas y delicadas manos. Por primera vez en muchos años sintió como su corazón se encogía de emoción, por primera vez sintió algo más que placer físico haciendo eso. Y cuando ella lo besó delicadamente en los labios, como si fueran amantes desde hacía tiempo y lo amara la tiró al suelo asustado. Respiró profundamente intentando serenarse, que su cuerpo dejara de temblar y su corazón volviera a su tamaño natural.

— Te he dicho que me acaricies, no que me beses.

Lucy se incorporó y quedó arrodillada en el suelo. Él no le había dicho que se moviera, pero intuía que no lo quería tirada a sus pies. Estuvo esperando un buen rato a que él se moviera o le ordenara algo. La verdad es que la excitaba el hecho de pensar que si se movía él volvería a atarla y a azotarla, pero eso significaría retrasar su orgasmo una vez más, y no estaba segura de que pudiera aguantarlo una segunda vez.

— Ponte de pie —le hizo caso y aguardó expectante su siguiente orden.

— Quiero que te toques. Quiero que te des placer durante cinco minutos —habló él—. Enséñame cómo te gustaría que te tocara. Pero no hables ni te corras.

Lucy asintió y empezó a acariciarse. Al principio eran suaves roces, su mano en el cuello, sus dedos en su estómago, sus uñas en sus muslos. Cuando sintió que su sangre empezaba a circular más deprisa por sus venas se masajeó los pechos por encima del sujetador. Sintió sus endurecidos y sensibilizados pezones contra le tela del sujetador y empezó a pellizcarlos. Notó como sus fluidos empezaban a deslizarse por sus muslos y que cada vez le costaba más mantenerse de pie. Aguantó y dejó que una de sus manos se introdujera en los pliegues de su vagina y que buscara su clítoris. Gimió alto cuando lo encontró, por el rey espíritu celestial, quería correrse con todas sus fuerzas.

— Detente —la voz de él llegó firme pero irregular. A Lucy le pareció que estaba excitado, ojalá se hubiera tocado mientras ella lo hacía, le había puesto mucho cuando él se masturbó y ella sólo pudo mirar—. Quítate el sujetador —ella obedeció y lo desabrochó con dedos temblorosos. Dejó que resbalara por sus hombros y lo tiró al suelo.

Siguió de pie esperando sus órdenes pero éstas no llegaron. Su sangre volvió a circular a ritmos normales en sus venas pero su cuerpo cada vez estaba más tenso, no veía cómo iba a aguantar más esa situación, y en el fondo deseaba que nunca llegara a su fin. Saber que estaba siendo dominada hasta tal punto la hacía saltar de alegría y de placer.

Ronroneó contenta cuando sintió que las manos de él la acariciaban como ella lo había hecho unos minutos antes. Su respiración se aceleró al mismo tiempo que las caricias aumentaban de intensidad. Sus manos se centraron en sus pechos y tiró su cabeza hacía atrás gimiendo y deseando que la dejara correrse.

Sus manos eran ásperas y le raspaban, pero las quería por todos lados. Si ahora las apartaba y la volvía a dejar insatisfecha sabría que volvería a ponerse a llorar. Sintió su boca en la curva de su cuello y chilló feliz cuando una de sus manos empezó a juguetear con los pliegues de su vagina. No pudo evitarlo y le cogió la mano con la suya y lo instó a ir más profundo.

— No he dicho que puedas tocarme —él se apartó bruscamente y ella gimió desesperada. Su cuerpo empezó a temblar y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas—. ¿Tanto me deseas? —Ella asintió frenéticamente e intentó ahogar un sollozo—. Quiero que sepas que me complace mucho verte llorar —ella sorbió por la nariz e intentó controlarse un poco para no ser tan ruidosa—. Voy a volverte a follar, esta vez puedes correrte y la única palabra que puedes pronunciar es mi nombre ¿Entendido?

— Sí, amo —sonrió de felicidad, por fin la recompensaba, lo había servido bien y ahora iba a recibir su recompensa.

— Di mi nombre.

— Laxus.

La sacudió una oleada de anticipación, cuando se corriera diría esas mismas palabras.

— Dilo otra vez —demandó el rubio.

— Laxus.

— ¿Quieres que te folle?

— Sí…

— ¿Sí, qué?

Mierda, lo había hecho enfadar.

— Sí amo. Se lo suplico, amo, fólleme, por favor —se pasó la lengua por su labio inferior.

— ¿Dónde quieres que te folle?

— En mi coño —murmuró en un rápido murmullo que no sabía si la habría escuchado.

— Me refería a qué lugar de la habitación —Lucy intuyó que detrás de esa frase había una sonrisa de diversión.

Mierda.

— Disculpe el malentendido, amo —se mordió el labio inferior nerviosa—. En la cama.

— ¿Por qué?

— Porque no he podido evitar fijarme cuando he entrado que tiene un espejo en el techo y eso me parece muy excitante.

Él gruñó en aprobación y de un tirón la estiró encima de la cama. Ella abrió las piernas y los brazos esperándolo, y cuando él se abalanzó encima de ella y empezó a devorar sus labios como un caníbal se permitió gemir de placer.

Él le había dicho que no lo tocara, así que enterró firmemente las manos en las sábanas. Sintió el miembro masculino restregarse contra su entrada y se arqueó buscando más. Él se apartó y ella gimió desesperada.

— Siéntate —ella hizo lo que le ordenó y sintió cómo él se movía por la cama. Esperó impaciente a que él volviera a hablarle—. Vale, después de pensarlo voy a dejar que me montes, así podré verte a través del espejo ¿Te excita eso?

—Sí, amo.

— A mí también —escuchó como se reía y deseó poder sentirla en su cuerpo—. Puedes tocarme, ven —como un hombre sediento se agarró a él y bebió de sus pieles en contacto, dejó que la guiara y la pusiera a horcajadas encima de su miembro y de espaldas a su pecho—. Cógeme la polla y métetela —su voz contra su oído le envió descargas de placer por toda su espina.

Con la mano temblorosa hizo lo que él le indicó, una vez hubo metido dentro la punta bajó con cuidado de no hacerse daño ninguno de los dos. Pero él la sorprendió elevando de las caderas y ella chilló. Aún no estaba del todo preparada para él, pero sabía que pronto lo estaría y que alcanzaría el orgasmo.

Apoyó sus manos por detrás de su cuerpo inclinándose hacia atrás y facilitando a Laxus la vista de sus cuerpos moviéndose. No quiso ser lenta ni cuidadosa, así que empezó a moverse rápido buscando su liberación, y en el proceso la liberación de su amo. Sus agitadas respiraciones llenaron el lugar y ella no podía escuchar otra cosa que su corazón martilleando fuertemente en sus oídos.

Sintió cómo él volvía a tirarle del pelo y hacía que ladeara su cabeza y la mordía en el cuello por encima del colgante, como la otra vez. Y como la otra vez se corrió entre espasmos violentos e incontrolables.

— ¡Laxus!

Cayó rendida contra el pecho de él y cuando se hubo calmado supo que él también había alcanzado el orgasmo ya que lo notaba relajado y tranquilo contra su espalda. Sus brazos estaban firmes pero relajados alrededor de su cuerpo y en un extraño momento de paz empezó a acariciarlos. Laxus no se quejó, no tenía fuerzas para hacerlo, además se sentía bien, muy bien, demasiado bien.

El Dreyar se permitió relajarse y disfrutar de esa sensación durante unos instantes. La verdad, es que no había nada de malo en disfrutar del calor humano de vez en cuando. Sin darse cuenta se quedó dormido y por primera vez en muchos años durmió en paz y relajado después de uno de sus juegos. Cuando se despertó la rubia ya no estaba ahí, el antifaz, el collar y la ropa interior estaban pulcramente ordenados encima de la butaca y su olor indicaba que se había ido hacía horas.

Eso lo cabreó, pero estiró sus articulaciones y se calmó diciéndose que ella pronto volvería a por más y que entonces podría castigarla, porque si había algo de lo que estaba seguro era que ella volvería suplicando por más.

La lástima es que nunca imaginó lo fuerte que era Lucy y que ser una sumisa, su sumisa, no se le daba particularmente bien. Fue detrás de ella, intentó tentarla, hacerla caer, pero al final fue él quien cayó, casi sin darse cuenta y como si fuera un chiste malo de la vida. Pero esta historia se llama Justine, y explica la historia de cómo una chica fue tentada y pecó. Y en el mismo pecado encontró su penitencia.


Espero que te haya gustado Catti. No estoy segura de que sea lo que pediste pero espero que cumpla con tus estándares.

Quiero agradecer si has llegado hasta aquí y sobretodo un abrazo y beso especial a todos los amantes del BDSM que tienen conocimientos informáticos y se dedican a compartir su estilo de vida en internet. Especialmente gracias a vosotros, salaos.

PD: No he revisado el orcografía ni nada así que... Sorry.