Hola gente, aquí les traigo un pequeño proyecto que surgió de mi cabeza.
No sé como quede, ya que no creo que algo como esto se haya hecho, pero espero que les guste. Dejen su muy importante opinión, y por sobre todo, algunos OC´s. Esta historia necesitará varios de ellos, y me gustaría que ayudaran con eso.
Solo dejen en el review una simple ficha de personaje con los siguientes requisitos: Nombre, apellido, afinidades y Kekkei Genkai si tiene, alguna arma si es que tiene, y una pequeña historia de trasfondo.
Bueno, ya habiendo explicado todo, comencemos con la historia.
~0: Un Comienzo Nacido de la Piedad~
—[Parte Uno]—
La humanidad estaba destinada a la destrucción. Eso estaba grabado en piedra.
Kaguya sabía que al ir a ese mundo, lo estaba sentenciando. Al encontrar el chakra, otros también lo buscarían e intentarían arrebatárselo. Pero sus deseos y egoísmo eran abrumadores, por lo que desestimó las vidas de los humanos, y decidió en cambio tomar el poder e imponerse sobre ellos para protegerlos.
Sin embargo, el poder acabó con su cordura, haciendo que sus hijos tuvieran que oponerse a ella y acabar con su reinado. Ellos decidieron proteger a los humanos, dándolo todo por ellos. Sus descendientes heredaron sus sueños, cada uno a su manera, intentando alcanzar la paz y proteger a los suyos, pero fue la misma humanidad que terminó clavando el último clavo en su ataúd.
Tras guerras, y la Resurrección del Jūbi que el Sabio sabía que terminaría ocurriendo, gran parte de los humanos entraron en una era de paz duradera. Pero fue un grupo llamado Kama que terminó, a través de mucho dolor y sufrimiento, acabar con los protectores del mundo: Los Shinobis.
Con su mayor arma, un usuario de Kama llamado Kawaki, acabaron con los bastiones de los Ninjas: Aquellos más fuertes de esa época: Uzumaki Naruto, y Uchiha Sasuke, junto a los otros Kages, fueron asesinados. Sus hijos fueron quienes intentaron detener la destrucción de los shinobi, pero poco pudieron hacer. Decidieron unirse e intentar subsistir en un mundo que ya no los deseaba.
Y como si fuera un castigo divino, llegaron ellos: Los Dioses, Los Alienígenas, Los Seres Celestiales. Tras ver que su mayo amenaza estaba débil, iniciaron su conquista. Arrebataron el chakra, subyugaron a los humanos, y se instalaron como supremos gobernantes de la tierra.
Los pocos humanos que quedaban o vivían bajo un duro y cruel régimen de esclavitud, o se escondían buscando formas de resistirse. En si, las esperanzas eran pocas.
Así paso el tiempo, un período de tiempo en el cual no hubieron cambios y la miseria crecía como la marea. Al final, una sociedad de Ōtsutsuki habitaba la tierra, casi en reemplazo de los humanos, utilizando a los últimos como formas de entretenimiento y mano de obra barata. La misma Kaguya, la cual algunos consideraban su última esperanza, fue brutalmente quemada frente al nuevo Shinju que los Invasores, como eran llamados, habían traído.
La sangre derramada les dio más poder, permitiendo la reforma del mundo en un considerable aumento de sucesos extraños. Nuevas formas de vida nacían, siendo investigadas y subyugadas por los Ōtsutsuki. Al final parecería que el mundo se había convertido en un laboratorio para ellos, haciendo experimentos para preservar su existencia en seres inocentes.
Los dioses, los verdaderos dioses, veían la situación con desaprobación.
—¿Cómo pudiste crear a tales seres? —Preguntó una bella mujer viendo los sucesos de la tierra atraves de un gran espejo situado en una mesa de igual tamaño. Su brillante cabellera dorada caía en espesos espirales hasta media espalda, y sus ojos eran de un fuerte naranja. Su piel blanca cual mármol, y curvas que sin dudas evidenciaban su divinidad. Vestía un elaborado kimono blanco con ondas doradas surcando la tela. Ella era Amaterasu, Diosa y Encarnación del Sol.
Los dioses se habían reunido para tratar los oscuros sucesos, buscando alguna forma de intervenir.
—Nunca pensé que ellos podrían convertirse en esto, hija mía. Yo mismo reconozco, aunque me cueste, que me he equivocado —Dijo duramente un hombre de elevada estatura, con corto pelo negro y ojos azul oscuro. Usaba un shihakushō y hakama negros, con un haori blanco. Veía con tristeza la tierra en decadencia.
—Izanagi, no es momento de deprimirse. Es momento de actuar —Dijo otro hombre similar a Izanagi, pero su pelo era blanco y sus ojos negros. Era Tokimaru, siendo a veces llamado "Dios más cercano a la Creación", siendo el Dios y Encarnación del tiempo. Usaba unas prendas similares a las de Izanagi, pero sus prendas eran grises y su haori tenía un reloj de arena negro dibujado. El era, junto a Izanagi y su difunda esposa Izanami, unos de los pocos dioses de la creación temprana.— Tus creaciones acabaron con las de Izanami-sama, lo sé, pero aún hay oportunidades de resolverlo.
—Es cierto —Dijo otro de los hijos de Izanagi, Susanoo el Dios de la Guerra y las Tormentas. Un hombre alto y lleno de cicatrices, con pelo azabache y espinoso con ojos rojos. Usaba un simple traje negro de combate bajo una ornamentada armadura. En su cintura estaba su arma: Totsuka no Tsurugi, una calabaza capaz de crear una espada inmensamente afilada de sake que podía sellar lo que fuera.— Si no fuera por esas estúpidas reglas...¡Argh! Ya los hubiese espantado...
Todos bajaron levemente la cabeza al recordarlo.
Los dioses estaban sujetos a reglas que incluso el mismo Izanagi no era capaz de ignorar. Una de ellas era no intervenir directamente en los asuntos de los mortales, a menos que fueran invocados en el plano inferior. Y como estaban las cosas, dudaban que hubiera alguien vivo que recordara como invocarlos.
—Si esto sigue, podrían averiguar la forma de llegar a este plano —Dijo una dama sentada al lado de Amaterasu, idéntica en todo excepto en sus prendas y colores. Su pelo era plateado, atado en una cola alta con varios mechones cayendo sobre su rostro, y sus ojos de un azul oscuro. Su kimono era negro, con impresiones de las fases lunares. Era la gemela de Amaterasu, Tsukuyomi la Diosa y Encarnación de la Luna.—Ellos son demasiado poderosos y listos, y esto aumenta con cada generación. Lastimosamente no parecen aumentar su sabiduría, solo su arrogancia y ambición.
—¿Qué harás, Izanagi? Yo podría bajar, pero no creo que nadie recuerde como invocarme —Comentó otro de los dioses, Shinigami el Dios de la Muerte. Era de piel pálida alto y delgado, pero musculoso, con pelo negro azabache corto y rizado. Sus ojos violetas eran bastante profundos y un poco inquietantes. Usaba un simple kimono negro bajo un manto del mismo color.— Lo mejor sería crear a un héroe, alguien que haga nuestra voluntad en la tierra y solucione este problema.
—Eso también inflige las reglas. No podemos crear seres mortales solo porque si, debe haber una razón valida que sea aceptada por el Amenomihashira (Pilar del Cielo) —Dijo Izanagi viendo por la ventana del recinto, entre el paraíso de ensueño que era su mundo, el pilar central. Una enorme y ornamentada columna que atravesaba el cielo que era el origen de los dioses. Si había algo superior a ellos, lo desconocía. Los Kotoamatsukami (Dioses Celestiales Distinguidos) se habían ido tras la creación de los primeros dioses: Izanagi, el que Invita; su compañera Izanami, la que invita, ambos Dioses de Creación; A ellos les siguieron Tokimaru y Shinigami, junto a otros pocos dioses.
Shinigami sonrió astutamente. De todos, su inteligencia solo era igualado por Izanagi y sus dos hijas, e incluso ellos no eran astutos como el. Cuando se trataba de tramar planes a futuro, él era el indicado.— No me refería a eso, simplemente encausa a uno de los muchos humanos oprimidos. Dale la fuerza para romper sus cadenas, y el hará el resto. La llama arde en todos ellos, tal vez con diferente intensidad, pero siempre esta allí. —Sacó de entre sus prendas una bola de cristal que dejó en la mesa, la cual fue absorbida por el espejo.
La imagen cambió a una cárcel oscura, en la cual se hallaba solitariamente una figura. Más que un hombre un niño, de unos trece años, apretujado contra una esquina intentando conservar el calor. No era ni alto, ni musculoso, pero su mirada era firme.
—El es Asura, si, su nombre es irónico, ya que como el hijo del Sabio carece de talento propio. Pobre, esclavizado, intento liberarse y pagó las consecuencias —Contó Shinigami, acercando un poco la imagen. Tenía el pelo en punta negro, y sus ojos eran de un azul cielo. Se aferraba a algo parecido a una esfera, con un curioso grabado en forma de estrella.— Sin saberlo, sus ancestros eran shinobis. Ni notables ni mediocres, por lo que su potencial en si es bajo. Pero es lo mejor que tenemos.
—Conque a esto llegamos, darle más dolor y sufrimiento a una pobre criatura. ¿Sabes que si le damos poder, el dolor vendrá con este? Sufrirá, sangrará, todo para que su raza sobreviva. Qué clase de destino es ese —Cuestionó Amaterasu viendo con pena al pobre chico. ¿A eso se habían reducido? Seres con poder, pero que no podían actuar. Obligados a ver como seres inocentes morían.
—Es lo mejor que podemos hacer —Declaró Izanagi, pero parecía que intentaba convencerse a si mismo más que a los demás.— Ese chico será la llama justiciera que salve a su raza. Asura, jum, sin dudas un nombre acertado. ¡Qué su voluntad nunca flaquee!
—¿Qué clase de poder le daremos, padre? —Preguntó curiosa Tsukuyomi. Veía al mortal con cierto interés, le daban ganas de abrazarlo y darle un baño. Como a su hermana, no le agradaban las condiciones en las que estaba Asura.
Izanagi lo pensó.
Podrían darle el Rinnegan, pero sería igualado o superado por los otros cien que habían en el planeta. Si perdía el control podría causar una inmensa destrucción, o aun peor, crear mayores problemas. No, el Rinnegan era poderoso pero demasiado complejo y requería mucho entrenamiento para ser eficaz. Sus derivados eran demasiados débiles para considerarlos.
Podía darle alguna de las capacidades de antiguos shinobis poderosos, pero estas podrían no ser suficientes. Necesitaban calidad, ya que no podían permitirse cantidad. No sabían cuanto les tardaría que su héroe madurara y evitara que el poderío de los Ōtsutsuki, así que debían actuar de manera rápida y eficiente.
—Dejaré una semilla de fuerza en el, una semilla que crecerá con su voluntad y se convertirá en su fuerza. No más poderes heredados, no más reencarnaciones. Su poder será único. —Su mano se cubrió de chakra multicolor, al tiempo que se elevaba en el aire y desaparecía. Los dioses solo lo vieron y bajaron la cabeza, ahora solo quedaba esperar que lo mejor sucediera.— Shinigami, Amaterasu, busquen más jóvenes prometedores. Necesitamos la mayor cantidad de guerreros posibles.
—¡Hai!
Izanagi se hundió en su asiento, al tiempo que miraba al niño. Le dolía, pero tendría que confiar en el.— Crece fuerte, Asura, y no me decepciones...
—Malditos alienígenas —Pensó Asura con molestia viendo la ornamentada reja que lo retenía, tal esplendorosamente inútil como el resto del castillo.
Asura, como otros humanos, vivía en la esclavitud. El en particular tenía más suerte, viviendo en un gran castillo como siervo de una familia de gran renombre. Su deber era ayudar en la cocina, a la vez que jugar con la heredera de la familia: Amatsumi.
Una Ōtsutsuki de su edad, un poco más alta y agraciada, con largo pelo plateado como sus ojos, sus cuernos salían de su frente y eran aun pequeños, como dos protuberancias. Era bonita, sin dudas, pero su personalidad era horrible. Prepotente, egoísta y arrogante, solía hacer berrinches cuando no conseguía lo que quería.
Como otros chicos de su edad, había sido llevado a su "lugar de trabajo" a los cinco años, y se había criado con un numeroso grupo de personas divididas entre las que tenían su edad y unos pocos ligeramente mayores. Eran supervisados por un grupo de siervos mayores que llevaban tiempo como sirvientes, y les entrenaban en sus tareas.
Y siendo como era, Asura no le gustaba su vida. No le agradaba ser el juguete de una chica caprichosa que solo pensaba en si misma. Pero tampoco conocía otra cosa, no recordaba a sus padres y no había visto más alla de las paredes del castillo, su único recuerdo del lugar de donde venía era una pequeña esfera de cristal con una estrella grabada. Por es anhelaba escapar, quería ver como era el mundo y buscar su hogar.
Pero por sobre eso, estaba su deseo de ver el llamado Shinju "El Árbol del Mundo". Tras recibir la sangre de Kaguya el árbol había crecido hasta el punto en que abarcaba un pequeño país entero, con sus raíces surcando toda la tierra. Decían que su copa estaba tan alta que ni las aves comunes eran capaces de llegar a ella, y que entre ellas se escondía tan bien el Fruto del Chakra que ni siquiera los Ōtsutsuki lo han encontrado.
Ese día lo habían apresado por haber intentado escaparse, como otras veces había intentado. En ninguna de las veces dió resultado, pero con cada intento sus escapes se hacían más y más astutos. Esta vez intentó escapar por los canales, pero fue descubierto por uno de los vigías. Incluso pese a que había reducido al mínimo el poco chakra que tenía y haberse cubierto con lodo para enmascarar su calor.
Suspiró, sin dudas las vidas de los humanos eran miserables. El por lo menos tenía comida y cama, pese a tener que obedecer a seres tan despreciables. Su sueño era irse, salir de esos muros y ser libre, pero la parte racional de su mente le decía que incluso si lo lograba nunca sería libre realmente. Todo el mundo era una prisión, una prisión hecha por los Ōtsutsuki. Una prisión construida con su poder, su arrogancia y su frialdad, en la cual tenían atrapada a la humanidad.
—¿Disfrutas de tu cárcel, humano? —Se burló una voz melodiosa desde el otro lado de la reja. Era la persona a la cual debía entretener: Amatsumi. Estaba parada con elegancia y prepotencia, viéndolo como un insecto, vestida con sus inmensamente lujosas prendas. Usaba un elaborado kimono blanco real con cuello alto con espirales doradas en las mangas.
No respondió, cosa que redujo un poco la sonrisa de la chica. Pero esta rápidamente volvió.
—Sabes, comienzo a pensar que te gusta estar aquí...desde que llegaste a mis manos, has estado tras estas rejas unas cinco veces. Tienes suerte de que me entretengas, o ya habrían muerto —Comentó cruelmente buscando en sus uñas algún resquicio de suciedad, tal vez pensando en el, pensó Asura. Apretó sus puños, pero rápidamente los relajó.
—Sin fuerzas, jamás podré defender mis creencias y mis convicciones —Pensó con frustración.
Iba a decirle que se fuera, cuando su garganta se cerró impidiendo el grito de dolor que iba a soltar.
Todo su cuerpo se contorsionó de un silencioso y potente dolor, peros sus músculos quedaron tiesos como rocas y no le permitieron revolcarse en el suelo. Era como si sus huesos fueran de fuego, su sangre aceite y su carne carbón. No se sorprendería si estuviese ardiendo por como se sentía. Incluso sus ojos dolían como si fuesen a salirse.
Sorprendente eso y sus parpados eran lo único que podía mover.
Estuvo así durante un minuto entero, hasta que su cuerpo aflojó y cayo al suelo boqueando por aire.
—¿Qué te pasa? ¿Tanto te impresiona mi presencia que te falta el aire? ¡Hohoho! Era de esperar —Se burló ella. Con las pocas fuerzas que tenía cerro sus puños. Quería callarla, y por sobre todo, quería que entendiera. El también era un ser vivo y merecía respeto, pese a no tener su fuerza o educación.
Pudo sentir como sus ojos la enfocaban débilmente, al tiempo que su cuerpo se llenaba de calor. Se sentía como si tuviera una fiebre demasiado fuerte. Ese calor se sumó a sus propios sentimientos reprimidos, su dolor y rencor poderosos que había guardado durante tanto tiempo.
Quería callarla, dejar de escuchar sus arrogantes y crueles palabras. Ella no entendía que los demás sentían...ella debía entenderlo...¡Ella debería sentir su dolor! Sus manos se apretaron, al tiempo que se encogía un poco.
Quiso gritar y soltar su rabia, pero su cuerpo se negaba a moverse, como si lo desafiara.
—¿Quieres ser libre? —Susurró una voz en su oído, pese a que estaba solo.— ¿Qué deseas en verdad? Aquí tienes una vida cómoda, comida y un techo. ¿Por qué cambiarlo?
Asura apretó los dientes, esforzándose en mover su cabeza para negar.— ¡Esto no es vida! ¡No soy una mascota para estar todo el tiempo aquí encerrado cumpliendo sus caprichos!
—Así que...si tuvieras la fuerza para hacer un cambio, ¿Te salvarías a ti mismo o buscarías liberar a los demás? Si te doy la fuerza, ¿Ayudarás a los que estan en una situación similar a la tuya? ¿Puedes soportar el dolor y entregarte por los demás?
Esas palabras hundieron a Asura en el pensamiento.
Como recalcando las palabras del ser misterioso, ilusiones llenaron sus ojos. Visiones de humanos como el viviendo en la pobreza, la depresión, la servidumbre y el abuso. Muchos en condiciones de desigualdad, unos sufriendo más que otros, pero siempre era lo mismo. No tenían la fuerza para liberarse, y pese a que seguían viviendo, para él no era vida el tener que servir a otros el resto de su vida.
¿Pero en serio podría sacrificarse por personas que no conocía, pese a que fueran de la misma especie? Ellos sin duda lo entendían, al haber sufrido como el, y por sobre todo, deseaban lo mismo. Pero las dudas seguían allí, danzando en su mente.
¿Acaso otra persona haría lo mismo? ¿Cuántas personas habían en el mundo dispuesta a sacrificarlo todo por otras que no conocía, sin siquiera la certeza de que su sacrificio cambiará "algo"? Fuerza, fuerza para iniciar un cambio. Uno duradero que sirva en verdad.
—Si...si es para que otros se salven de lo que yo sufrí, entonces bien podría vender mi alma por ello —Declaró férreamente, sintiendo una leve pizca de aprobación.
—Ya veo...¿Y estas dispuesto a hacer todo lo posible por cambiar las cosa? ¿Te volverás un genocida y acabarás con los Ōtsutsuki?
—Eso sería estúpido. Es cierto que hay muchos que son arrogantes y llenos de malicia, pero debe haber también aquellos co un corazón bondadoso. —Pese que quería vengarse de los Ōtsutsuki, sabía que no era lo correcto. El odio genera odio, sus supervisores le decían, es una cadena que uno forma y de la cual luego no se puede escapar.— Si los masacro, de todas formas seré igual que ellos y yo no quiero eso...Por mucho rencor que les tenga, no puedo condenarlos como ellos lo hicieron con nosotros. Soy débil, eso lo sé muy bien, y tal vez es por eso pero...¡No esta bien destruir algo de esa manera!
Hubieron pocas veces que sus "dueños" mostraron piedad hacia el, como a los otros que le acompañaban, pero jamás fueron irrazonables con sus pedidos y eran sorprendentemente comprensibles. Según había escuchado, otros Ōtsutsuki eran por mucho peores, lo que demostraba en cierta forma su punto: No todos eran tan malos, debían haber escalas.
Como con los humanos, nunca habría blanco y negro, solo gris.
—Es por eso que mi objetivo es...¡Hacer que todos convivamos en paz! Quiero que dejen la discriminación, y si eso no es posible, simplemente sacarlos de aquí y mandarlos a un lugar donde no hagan ningún daño. Aún si han hecho cosas malas, creo que no merecen ser exterminados.
—Umm, buenos ideales...¡Sin dudas eres especial! No muchos en tu situación decidirían dejar atrás todo lo que han sufrido y evitar llenarse de odio. Solo por eso...el poder es tuyo —Una fuerza que jamás había sentido invadió su cuerpo permitiendo que se levantara, pero no se detuvo allí, pudo sentir como se fortalecía.— Por ahora, tu poder es débil, pero crecerá con el tiempo. Mira al destino a los ojos, y el mirará en tu interior como tu también lo harás en el suyo, y sigue hacia adelante.
La voz se apagó, al tiempo que sentía una inusitada claridad. Se acercó a las rejas con paso de plomo, sorprendiendo a la princesa.— ¿Oh? ¿Por qué te acercas? ¿Quieres respirar el mismo aire que yo? ¡Ja! Sabía que me adorabas, pero no esperaba que tanto. —Se burló Amatsumi sin recibir una respuesta del pelinegro. Eso le molestó. El sabia ella le gustaba que l respondiera para poder castigarlo y dejarle claro quién era el superior.— ¿No piensas detenerte? Bueno, como futura gobernate, debo aprender a ser benevolente. No esperes que esto se repita, y pobre de ti si—
—Callate, ruidosa —Murmuró Asura pegando su frente a la reja sorprendiendo a la princesa. Esta rápidamente se llenó de furia y iba a responderle con una cachetada cuando algo la detuvo.
No era algo místico, ni nada parecido. Tampoco fue Asura, pues el no movió ni un músculo o la tocó. Mucho menos fue la voz que le habló al pelinegro, era otra cosa.
Fue su mirada, una que ella nunca había visto. Ciertamente había visto el rencor y el disgusto que sentía cuando le trataba como un insecto, pero esto era diferente. Era una absoluta frialdad, un vacío que devoraba todo a su alrededor. Tan potente que ella retrocedió medio paso, lo más que pudo forzar su cuerpo.
Los usualmente azules ojos de Asura se habían teñido de rojo y naranja, como si se hubieran estallado en llamas, con la pupila convertida en un triangulo negro con un pequeño circulo dorado en el centro. Era un ojo distinto a cualquiera que hubiera visto, ni siquiera los libros mostraban uno como ese.
—Es momento de que entiendas, Amatsumi, lo que he sufrido a tu cuidado —Dijo con voz ronca acercándose, trabando sus miradas. La intensidad de esta no permitía movimientos o palabras, solo obediencia. Un destello de calidez brotó en aquellos ojos, haciendo que ella se sorprendiera.— De esa forma, verás que no te guardo rencor, Tsunagatta Me no Sekai (Mundo de Ojos Conectados).
Sus ojos brillaron por unos segundos, y ambos entraron en un espacio de negrura absoluta.
Amatsumi entonces vio los recuerdos de Asura, representados a su alrededor como si fuera el mundo real, el mundo desde la perspectiva del pelinegro. Su triste realidad y lo que había experimentado, tal vez poco pero sin dudas intenso. Todo eso fue sentido en su propia piel, y siendo que ella nunca había sufrido mayor dolor que el de una uña rota la hizo caer de rodillas abrazándose a si misma.
Cosas como los latigazos que le habían dado cuando se escapaba, o los regaños o abusos que sufría a manos de ella misma. Esas cosas que Amatsumi jamás espero experimentar, dolor sin dejar marcas en su cuerpo pero si en su corazón. Por más que grito, el dolor no se detuvo. Sin darse cuenta, sus gritos se entretejían con los del chico que ella castigaba.
Pero también habían momentos felices, aquellos que había pasado con sus "hermanos" en el castillo. Juegos y risas, comidas deliciosas. Pese a todo el dolor, siempre había una razón para sonreír. Ese siempre era su pensamiento optimista, pese a que muchos no pensarían lo mismo en su situación.
Asura, por su lado, también experimento algo. En su caso la vida privilegiada de la peliplata, que si bien era buena también era vacía y fría. Sus padres, abrumados por sus responsabilidades, no tenían mucho tiempo para ella, y Asura era el receptor tanto de su frustración como de sus deseos d atención.
Siendo que pasaban mucho tiempo juntos, más del que Asura apreciaba, ambos notaban pequeñas cosas en las acciones del otro. Uno las ignoraba, mientras que la otra las aprovechaba para divertirse. Ahora que se daba a la tarea, ella siempre tenía tristeza en sus ojos cuando creía que no la veía. Y de forma casi enfermiza, siempre sonreía cuando estaban junto, aunque no fuera realmente grato.
—Así que, para ella, soy la única persona que realmente le presta atención, aunque sea de forma obligada —Pensó sintiendo algo que no esperaban sentir por ella, pena y empatía. Je, rió para sus adentros, eso era algo de lo que aparentemente ellos carecían, o eso pensaba. Amatsumi sin dudas estaba afectada por su vida.— Levantate, no quería que lo vieras pero...ahora sabes como me siento. ¿Realmente ahora crees que eres superior a mi? Solo naciste con más suerte, pero el sufrimiento es sufrimiento, sin importar de donde venga. —Le dijo, al tiempo que se aferraba a las rejas. Quería que ella entendiera lo que sucedía, y que cambiara su forma de ser, aunque fuera un poco.
Ella no dijo nada, solo se levantó y se sentó apoyada de la pared, sus ojos fijos en el suelo sin atreverse a ver a Asura. Sus puños se aferraban con fuerza a su kimono, resaltando el tono blanco que estos de por si ya tenían. El pelinegro suspiró, y se sentó frente a la reja. Esperaría hasta que ella estuviera dispuesta a hablar.
Mientras esperaba, el chico se puso en contacto con su chakra como le habían enseñado. No le gustaba la meditación, pero era un buen ejercicio para relajarse. Este había crecido de forma considerable, y le sentía mucho más fuerte.— ¿Esta es la fuerza para hacer un cambio? No quiero lastimar a otros, pero...si debo hacerlo para proteger a otros, tendré que hacerlo —Pensó mientras veía a la reja con sus nuevos ojos, viendo detalles que antes no había notado.
Podía ver el chakra que fluía en el aire, o como decían en los libros, la energía natural. Era difusa, pero sin dudas estaba allí. También podía ver el chakra que conformaba los barrotes de su prisión, al igual que el que emanaba Amatsumi. Todos eran de distintos colores, pero emitían una vibra similar. Como si vinieran de la misma fuente.— Ummm, veamos que otra cosa puedo hacer —Colocó chakra en sus ojos, pero no sintió nada distinto. Dejó de intentarlo, pero el chakra viajó a sus manos e hicieron que se adhirieran a los barrotes. Intentó despegarlas, pero no movían.
CRACK, CRACK, CRACK.
—¿Nani? —Sus manos estaban cubiertas de una tenue aura de chakra azul que estaba absorbiendo el que había en las barras, haciendo que estas comenzaran a tomar un tono gris y débil. Sonrió e hizo fuerza, y con su sonoro chasquido, las barras se desprendieron. Por un lado, sintió que su chakra había crecido un poco.— ¿Absorción de chakra? ¡Cool! —Reunió más chakra en sus manos y sacó unas pocas barras más, logrando abrir un pequeño agujero en la entretejida red de barras que le retenía.
Mientras se arrastraba por el agujero, notó que Amatsumi le veía sorprendida. Así que intento hacer algo para calmarla y sorprenderla un poco más.
—¿A qué no lo esperabas? —Se burló con una enorme sonrisa, al tiempo que se sentaba al lado suyo. Ella se apartó unos pocos centímetros, pero no dijo nada y solo volteó su cabeza.— ¿Estas mejor?
—...¿Cómo hiciste eso? Se supone que los humanos son débiles, se supone que solo nosotros somos fuertes...se supone que—
—¡Dejate de suposiciones! —Exclamó Asura interrumpiéndola.— ¿Realmente crees que la vida es como siempre esperamos? ¡No! ¡La vida es impredecible, y es por eso que no podemos controlarla! Siempre habrán cosas inesperadas, pero no puedes simplemente negarlas o cegarte en lo que crees real.
Amatsumi quedó callada unos segundos, antes de responderle.— Pero si simplemente acepto todo... ¿Acaso algo de lo que me enseñaron es real? —Preguntó abrazando sus rodillas.— Siempre me han dicho que solo los Ōtsutsuki tenemos la fuerza para ser escuchados, que el resto son débiles y deben vivir a nuestra sombra. Que solo nosotros debíamos tener chakra...y aquí estas tu, con un chakra que pudo superarme...¿Qué debo hacer ahora? ¿Es acaso todo lo demás que me dijeron falso?
Asura no pudo responder de inmediato.— Creo que deberías intentar aprender de esto...¿No crees? Siempre habrá alguien más fuerte, y si quieres ser aquel que lo supere, debes entrenar y esforzarte. El hecho de que seas fuerte de nacimiento me hace pensar que si entrenas, ¡Serás mucho más fuerte de lo que yo podría ser! —Dijo con una sonrisa, sorprendiendo a la peliplata.
—¿Re-realmente piensas eso?
—¡Claro! Siempre has dicho que eres más fuerte que yo, ¿No? Y solo has entrenado para controlar tu poder, mientras que yo me he esforzado mucho. Es lógico el pensar que si entrenas tu talento natural me superarás...
—...gracias...
Iba a responderle cuando todo se vino abajo...
¡BOOOOMMM! ¡CRACK! ¡SMAAASSHH!
Ambos fueron lanzados al suelo por la potente explosión que sacudía todo el castillo, polvo caía del techo cuarteado que amenazaba con colapsar. Asura fue el primero en componerse. — Pero qué diablos... —Murmuró mientras se quitaba escombros de encima. Vio a Amatsumi bajo otros, así que decidió ayudarla.
—¿Qué sucedió? —Murmuró para si misma activando sus ojos, antes de trastrabillar como si le hubieran dado un golpe.— ¡No es posible! ¡¿Un ataque?!
—¿Un qué? —No pudo terminar por que otra explosión sacudió el castillo, pero esta vez no cayeron al suelo. Gritos y estallidos de menor magnitud llegaron a sus oídos, seguidos de fuertes tronidos y rugidos furiosos de llamas. Asura tuvo que gritar para imponerse al fuerte ruido.— ¡Debemos irnos! ¡Vamos! —Agarró a la chica y la montó en su espalda, mientras comenzaba a correr por los pasillos.
—¡¿C-cómo te atreves a cargarme?! —Se quejó ella golpeándolo suavemente.
—¡Callate! ¡¿Acaso quieres morir?! —Gritó Asura mientras intentaba recordar el plano mental que tenía del castillo.
—¿Y...y de nuevo osas callarme? Serás...Falta poco para llegar al embarcadero... —Tras esa rabieta, la chica comenzó a guiarlo con el Byakugan.
Asura corría en silencio, prestando atención a los sonidos que le llegaban atraves del techo. La pelea debía ser dura, ya que por lo que sabía el techo era bastante grueso, y aun así rocas caían de este y grietas lo poblaban.— Más rápido, antes de que todo estalle... —Vio varias puertas cerradas por el camino, al igual que varias celdas vacías. Por suerte, no se habían encontrado con algún enemigo, pero era cuestión de tiempo antes de que...
—¡Cuidado! —Grito Amatsumi haciendo que girara bruscamente.
—¡¿Qué suce—
Pero en ese momento, un chillido lo interrumpió. Era un sonido penetrante, cortante, escalofriante, como el del metal al ser frotado contra la roca. Eragon sintió la vibración incluso en los dientes e, inmediatamente, se tapó los oídos con ambas manos haciendo una mueca mientras se detenía y intentaba encontrar la fuente del molesto ruido. Era la pared frente a el, en la que se había abierto una grieta de unos treinta centímetros de ancho .
A pesar de que la intensidad del chirrido aumentaba, Asura se arriesgó a destaparse un oído para poder señalar en dirección contraria a la grieta.
—¡¿Por allí?! —Le gritó a Amatsumi, y ella asintió con la cabeza. Asura volvió a cubrirse el oído de inmediato. Entonces, inesperadamente, el sonido cesó. El chico esperó un momento antes de bajar ambas manos; por primera vez en su vida, deseó no tener el oído tan sensible. Al instante, la grieta se abrió más y más, y se alargó hacia abajo, hacia la parte superior de la puerta, rompiendo la piedra del muro como si fuera un rayo y rociando de piedras el suelo.
Todo el castillo pareció gemir, y la puerta estalló bajo el peso de las rocas al tiempo que el techo comenzaba a curvarse y llenarse de grietas.
—¡Vamos, corre! ¡Rápido!
Corrió con todas sus fuerzas, pero el techo se agrietaba con gran velocidad liberando grandes y gruesas nubes de polvo.— ¡Cuidado! —Se lanzó bajo el arco de una de las habitaciones al tiempo que el muro y el techo se derrumbaban con un clamoroso estruendo y cubría la entrada bajo una montaña de piedras de seis metros de alto.
Asura, quien había empujado lejos a Amatsumi antes del impacto, fue quien se llevó la peor parte.
Una detonación ensordecedora le aturdió. Como si le hubieran clavado agujas en los tímpanos, se tapó los oídos con las manos y se enroscó en el suelo, aullando. La fuerza de la explosión le golpeó con toda sus fuerzas, siendo que el no pudo oponerse a ella. Había volado hasta el otro lado de la habitación y se estrelló con fuerzas contra el muro, como si hubiera sido golpeado por un gigante.
Cayó al suelo, donde se sentó apoyándose en el muro, inseguro y con las mandíbulas apretadas a causa del dolor de las heridas, que se hacían presentes en un abanico de sensaciones desagradables. Debía tener unas costillas rotas, y su brazo dolía enormemente, pero gracias a dios estaba completo. Abrió los ojos, observando el lugar en donde estaba. Afortunadamente había entrado en una pequeña habitación de almacenaje, por lo que no voló muy lejos. El aire estaba embargado por una densa nube de polvo de rocas que provenía del montón que tapaban la puerta destruida.
El techo y el suelo estaban agrietados, pero no parecían que se fueran a romper.
Se limpió la sangre que le salía de la boca y la nariz, y grito sin poder escuchar bien su voz.— ¡¿Estas bien?! —El polvo era muy denso, pero pudo ver algo blanco que se retorcía en el suelo.
—¡Si! —Amatsumi salió del polvo gateando y se sentó a su lado, su blanco vestido manchado de gris. Esta se veía aturdida y un poco despeinada, pero estaba entera.
Intentó levantarse, pero el dolor en sus costillas era demasiado fuerte.— Creo que no me puedo mover jeje
—¡¿Cómo puedes reír en estos momentos?! —Se quejó ella golpeándolo en el brazo, haciendo que aullara de dolor.— ¡Oh, lo siento! ¿Estas bien?
—¿Es preocupación lo que oigo? —Se burló Asura haciendo que ella frunciera el ceño.— Ya ya, los siento. Creo que mis costillas y mi brazo estan destrozados. —Intentó moverlo, pero no respondía. Solo sentía dolor.
—Déjame ver —La chica colocó sus manos en el costado de Asura, al tiempo que cerraba sus ojos en concentración. Sus manos se cubrieron de un aura aguamarina, y sintió como si un agua fría y calmante le bajara por la espalda. Suspiró, aliviado, y se enderezó. — No tengo mucha práctica, pero mi la fuerza de mi chakra lo compensa. —Murmuró mientras curaba poco a poco sus heridas.— No pienses que me preocupas ¿Ok? Solo te devuelvo el favor por salvarme...
—Jejeje, entiendo Es taaaan Tsunudere. Si no me estuviera curando, me burlaría, pero creo que la dejaré ser —Inspeccionó con más detalle la habitación, viendo que fuera de algunos barriles destrozados por las rocas, estaba vacía. Solo había otra puerta, y al igual que la otra, estaba destrozada, pero dejaba ver unas escaleras de roca dañada.— ¿Ya terminaste? No sabemos si este techo también colapsará.
—Ya casi. Deberías descansar un poco más.
—¿Sabes qué sucede? No creo que los castillos estallen así sin más. Antes mencionaste un ataque...
Amatsumi suspiro.— Incluso si somos más fuertes y grandiosos que los humanos, los Ōtsutsuki aún tenemos nuestras disputas. Mi reino, Hiboko, siempre ha estado en guerra con el reino vecino de Rodas. Pero...no esperaba que las cosas llegaran a este punto —Murmuró al final apretando sus manos suavemente en el costado del pelinegro.
Por lo que recordaba, el Clan Ōtsutsuki se dividía en cuatro ramas distintas. La Primera era la más poderosa, la Rama Principal, aquella con la mayor cantidad de usuarios del Rinnegan y demás habilidades únicas, y se encargaban de velar por el Shinju y vivían a sus pies. Eran los más arrogante, y pese a que al inicio gobernaban todo el mundo relegaron esas responsabilidades a la segunda rama para centrare en estudiar el árbol, el chakra y sus demás experimentos.
De esa rama venían grandes figuras como lo eran Kaguya, la anterior Matriarca del Clan, y los que se enfrentaron a los anteriores bastiones de la humanidad Urashiki, Momoshiki y Kinshiki. En si, todos eran recordados, pero Kaguya era más a forma de ejemplo de todo lo que el clan despreciaba.
La Segunda Rama era de la cual provenía Amatsumi, la segunda más fuerte y privilegiada, la que se dividió en múltiples familias que regían el mundo divido en reinos. Muy pocos de estos tenían el Rinnegan, pero a cambio eran un poco más humildes y comprensivos que los Primeros, como eran llamados los de Primera Rama. Luego estaba la Tercera, que conformaba las fuerzas militares y tenían un cuerpo vigoroso, y solo uno de ellos que se conociese tenía el Rinnegan. Estas dos convivían bastante, siendo una los señores y los otros sus vasallos.
Por último estaba la Cuarta Rama, la que conformaba el pueblo. Sin un chakra especialmente grande, aunque poderoso, y sin algún Dōjutsu, se encargaban de cosas más cotidianas y cultivaban la tierra, entre otras actividades. A diferencia de los otros, carecían del orgullo y la arrogancia, eran trabajadores y honestos. Era por estos que Asura no quería exterminar su raza, ya que no parecían ser esencialmente malos.
—¿Entonces Rodas atacó el castillo? —Preguntó Asura, recibiendo un asentimiento.— Debemos escapar antes de que destruyan todo...
—¡¿E-estas diciendo que abandone a mis padres, mi hogar y a mi pueblo?! ¡¿C-cómo te atreves?! —Le espetó frunciendo el ceño.— ¡No puedo abandonarlos!
—¡No podemos hacer nada por ellos! —Le contestó Asura poniéndose de pie y encarándola con seriedad.— Somos demasiado débiles para poder hacer algo ahora, pero te prometo que cuando sea más fuerte recuperaré tu hogar. ¡Es una promesa!
—¡¿En serio crees que confiaré en ti?! ¿Cómo sé que no me mentirás?!
Asura sonrió enormemente, al tiempo que colocaba su puño en su corazón.— ¡Yo jamás rompo una promesa! Tu me ayudaste, así que debo pagártelo. Te prometo que cuando pueda te traeré de vuelta y tendrás tu reino de nuevo —Exclamó con convicción sorprendiendo a la chica, al tiempo que caminaba hacia las escaleras. Mientras subía los escalones, volteó el rostro y vio curioso a Amatsumi.— ¿No vienes?
—S-si —Dijo esta volteando el rostro con un pequeño rubor, antes de montarse en la espalda del pelinegro.— Vamos, creo que encontré una nueva ruta.
—Ok, ¡Agarrate!
