Por fin había llegado. La mansión del marqués Paragus estaba frente a sus ojos. El trayecto había sido en verdad un infierno total, vencer al calor con su aire caliente rozando su blanco rostro en forma de viento fue un merito para él.

Y los méritos le encantaban, amaba cuando admiraban sus habilidades o sus logros. Si bien era de carácter humilde y tranquilo. Su lado soberbio y vanidoso solía salirse de vez en cuando. Es que para él cada hazaña era importante para luego usarla como anécdotas en una buena fiesta y ser el centro de atención. Era la sencilla forma de ser él.

Entonces anotó mentalmente que todo lo que sucedería dentro de aquella casa lo comentaría entre sus amistades en el próximo encuentro de sociedad.

Y se aproximaba un encuentro importantísimo, nada más y nada menos que la boda de un duque. El motivo por el cual había llegado a la casa de Paragus.

Para pedir la mano de su sobrina.

Fue recibido amablemente por los trabajadores del lugar, los cuales estaban muy bien educados en respeto y amabilidad. Le habían preguntado que deseaba y también le habían ofrecido unas galleta caceras como cortesía de la casa.

Necesito hablar con el Marqués Paragus, les había dicho, a lo que no tardaron ni diez minutos en llevarlo a los aposentos del viejo Paragus.

Cuando llegó vio al hombre bastante enfermo, lo saludó cordialmente y fue directo al grano.

- Vengo a pedir la mano de su sobrina -

[...]

Luego de hablar con Paragus fue enviado directamente con quienes más les concernía el asunto. Los que debían dar el veredicto final a su propuesta. La madre de la futura Duquesa y el padre. Aunque también estaba presente la susodicha, la cual no pudo evitar esbozar una emocionada sonrisa al enterarse de que por fin se casaría.

Y por no mencionar a la madre, la mujer celebraba sin disimular, el hecho de que por fin alguien había llegado a pedir la mano de su hija menor en santo matrimonio.

Un hombre apuesto y amable joven de cabello alborotado, así lo habían calificado. Pues lo observaban de pies a cabezas y sonriendo aprobatoriamente dándose mutuamente unas que otras sonrisas cómplices entre madre e hija. Dando a entender que les gustaba aquel partido.

¿Y cómo no? si el joven de rostro noble había llegado justo en el tiempo en el que habían tomado ya la decisión de casar a su bella hija menor.

Bulma. La joven de 17 años que gozaba de gran belleza, y carisma. Había llegado a la edad de casarse. Ella gozaba de grandes cualidades como su gran educación y elegancia, conocimiento en varias materias y dominio de la etiqueta social. Convirtiéndola en una de las muchachas perfectas para ser esposa de cualquier hombre importante.

Además del hecho que ella misma anhelaba soñadoramente, desde hace años el día de su matrimonio. Para eso había sido tan perfectamente instruida.

Tanto que ahora que veía a su posible esposo sentía que la emoción la desbordaría. Él estaba bien parecido a sus ojos y deseaba conquistarlo desde ya, es por eso que le regalaba de vez en cuando unas sonrisas coquetas.

Era un joven apuesto a sus ojos. De los que parecían ser del tipo de hombre tierno y romántico que siempre esperó como esposo.

- ¡Qué maravillosa noticia joven Goku! - la madre de Bulma se levantó de un saltó llamando a su marido emocionada, mientras Bulma no dejaba de observar a su supuesto pretendiente.

No tardó mucho en llegar la mujer junto con su anciano marido. El cual con el rostro serio observó detenidamente a Goku con cierta curiosidad.

Hasta que negó con la cabeza.

- No puedes casarte con el joven. No puedo aceptarlo - el padre de Bulma negó de nuevo sorprendiendo a los presentes.

- ¡Pero padre! - Bulma protestó sorprendida por la respuesta de su progenitor.

- Querido. ¿Por qué no puede hacerse posible esta unión? - indagó con prudencia amablemente la madre de Bulma.

El padre de Bulma miró a su distraída esposa y sonrió tranquilo.

- Es porque el joven Goku, ya está casado - respondió simplemente.

Causando el terror en ambas mujeres. Bulma no pudo evitar un suspiro de decepción aunque su madre reaccionó de una manera más escandalosa a la esperada.

- ¡NO PUEDE SER! ¿Es que acaso querías convertir a mi virginal hija en tu concubina? - preguntó con el semblante molesto.

La situación se puso tensa, incomoda e incluso algo cómica en ese momento. Goku quien había dado la cara se expresó en verdad de una manera terriblemente mal y ahora debía solucionar aquella encrucijada.

- No. Disculpen. No es conmigo con quien se casaría - explicó calmando la situación.

En efecto él había ido a buscar una esposa. Aunque no precisamente para él. Necesitaba una mujer para su primo Vegeta.

No era obligatorio casarlo pero suponía que una esposa a su lado lo podría reconfortar en verdad.

- ¿Entonces? - preguntó confundida Panchy.

Ella estaba en verdad muy confundida, no era una mujer de mucha cultura por tanto le costaba comprender las cuestiones complicadas. Para su suerte tenía a su esposo el cual era un sabio curandero.

- Explícame muchacho. Vamos a mi despacho para hablar - propuso el padre de Bulma.

Tanto Goku, como el padre de Bulma, fueron a un lugar más intimo para conversar sin interrupciones sobre el matrimonio de la joven peliazul.

Dejando a las dos mujeres en incertidumbre total. La curiosidad las invadió por completo, debían saber lo que sucedía dentro de ese cuarto. Una de ellas era más obvia que la otra. Tanto que no dudó en pegar su oído a la puerta del despacho. Mientras que la más joven decidió no hacerlo.

En realidad estaba un poco molesta y decepcionada por la situación. Había imaginado ya, una vida al lado del joven de sonrisa radiante. Pero este no parecía ser más que un enviado por otra persona que no tenía el coraje suficiente de besar la mano de su prometida antes de volverla su esposa.

Los hombre no se demoraron mucho. Y salieron del lugar con una radiante sonrisa de oreja a oreja. Demostrando obviamente que habían llegado a un acuerdo.

- Bulma, cariño - el padre de la muchacha se acercó cariñosamente a su hija - empaca tus cosas. Mañana serás una esposa. Te casarás con un duque mi preciosa - dijo entre lágrimas orgulloso.

No pudieron negar que fue una gran sorpresa para la joven ante el injustificado apuro. Sin embargo acontrariada se sintió orgullosa de haber conseguido un pretendiente con un titulo tan alto. Pero no podía dejar de lado que el semejante desplante que le había hecho su ahora prometido, había dañado su orgullo de mujer. ¿Cómo no ir a pedir personalmente su mano?

Aunque su miedosa mente le advertía que algo podía estar mal en su prometido.

Hola. Siempre quise escribir. Amo a Vegeta y Bulma. ¿Les gusta?