Capítulo 1: Hotel Hilton.

Me levanté temprano. Me di una ducha y me puse unos vaqueros y una blusa. Comenzaba un nuevo día. Un nuevo, aburrido y ordinario día. Cuando salí de casa me dirigí a mi cafetería favorita, en la que siempre desayunaba. Pedí lo mismo que pedía siempre, un mocca y un croissant. Me gustaban más los de Francia, pero esos tampoco estaban mal. Salí a la calle con el croissant en una mano y el café en la otra, y fui desayunando mientras caminaba a la Universidad.

Cuando llegué, y se hube acabado mi desayuno, miré mi reloj de pulsera, todavía era pronto. Me sentó en un banco del campus y me empecé un cigarro. No tenía muy claro a qué edad había comenzado a fumar, pero a mí me parecía que llevaba fumando desde que nací. Y no tenía intención de dejarlo.

Miré otra vez el reloj. Quedaban unos pocos minutos para que entrara a clase. Pensé qué pasaría si por un día llegara tarde. No, no, no podía llegar tarde. Yo siempre estaba minutos antes sentada esperando pacientemente al resto de mis compañeros y a mi profesor. Pero… ¿y si un día legara tarde?

Volví a mirar la hora. Ya eran en punto. Mi cerebro me decía que entrara, pero mis piernas no respondían y menos mi corazón. En frente se había sentado una chica, morena, ojos marrones, gafas, que llevaba un cuaderno que tenía en la portada unas letras grandes y negras. "Evo-devo" decían. Y, no sabía por qué, pero no podía dejar de mirarla. Quería ver cada movimiento que ella hacía, cada pestañeo, quería verla cuando caminaba… La chica dio un respingo cuando miró el reloj y corrió hacia la entrada. Miré yo el mío. Llegaba 15 minutos tarde. Corrí lo máximo que pude, pero cuando llegué a clase, el profesor no me dejó entrar. Mierda.

Me salí otra vez al campus. Empezaba bien el día. Todo fue culpa de esa chica, si no me hubiera distraído, seguro que hubiera entrado a tiempo. Pero no. Tuvo que aparecer ella. No entendía lo que me pasaba. Nunca había mirado a un chico con esos deseos y menos a una chica. Pero no podía quitarme su imagen de la cabeza.

-¿A ti también te han echado? –era ella. Lo supe incluso antes de girarme. El corazón le latió más fuerte.

-Si… Vaya mierda, ¿eh? –no me había dado cuenta de que había encendido otro cigarro y ahora estaba fumando.

-Estás en microbiología, ¿cómo yo?

-Em… Sí, en inmunología.

-¡Oh, genial! Yo estoy en "evo-devo" –recordé su cuaderno, pero no sabía que significaba.

-"Evo-devo" –en cuanto lo dije en voz alta supe su significado- "Evolucionary development" –dije de golpe.

-Si, si, sí, así es como lo llamamo –hubo un silencio. No podía dejar de mirarla.

-Delphine –le extendí la mano, intenté ser lo más sexy que pude.

-Cosima –cuando su manó tocó la mía sentí como un calambre, como cuando dos fuerzas se atraen y finalmente se juntan.

-Enchantée –dije para impresionar. Sé que a los americanos les vuelve locos el idioma.

-Enchantée –dijo ella con acento americano. No sé por qué pero me encantó escucharla hablar en mi idioma.

-¿Quieres ir a algún lado? Todavía nos queda una hora hasta que empiece la siguiente.

-Claro, por supuesto.

-¿Algún sitio en especial? –me miró divertida.

-Emm… -me mordí el labio, era algo que me salía natural, pero que a los chicos les volvía locos, ¿a ella también?- El único sitio que conozco que esté bien es la cafetería donde suelo desayunar.

-Pues, ¡vamos! Te invito a un café –me cogió de la mano. Una mano cálida en comparación con las mías.

Llegamos a mi cafetería y pidió dos moccas. Nos sentamos en una mesa del fondo. Mi corazón latía desbocado y yo no lo podía contener. Esa chica me estaba volviendo loca y yo ni siquiera era lesbiana.

-Cuéntame, Delphine –dijo muy sensual. No sé si mi corazón va a durar- ¿qué hace una francesa en América?

-Bueno… Pues –estaba nerviosa, me temblaban las manos- Vine a hacer mi último año de carrera porque, espero, trabajar aquí, ¿y tú?

-Mmmm… Pues… básicamente, entré en esta universidad porque es el sitio que más cerca está de mi casa, y yo no me voy a ir a otro país… Así que… Esta es mi vida, mi normal y aburrida vida.

Esa es la frase que digo yo cada mañana. Nos quedamos mirándonos a los ojos. Tenía una mirada muy atrayente y me era incapaz de apartar los ojos. Me mojé los labios con la lengua. Sus ojos descendieron a mi boca y sus labios se separaron ligeramente. Fue todo muy rápido, porque en seguida cogió su taza y dio un sorbo al café, pero yo lo había visto. Me deseaba al igual que yo a ella. Sonreí para mí misma. El juego ha comenzado.

-Dime… Cosima –dije con acento francés. Si esto se trataba de ligar, tenía que usar todas mis armas- ¿qué prefieres: quedarte estudiando tu asignatura favorita, en casa, con una manta cubriendo tu cuerpo… o… irte de copas con una completa desconocida? –la desconocida era yo, obviamente.

-Irme de copas, claro está –me mordí el labio.

-Supongamos que, hipotéticamente, esa desconocida soy yo. ¿Dónde me llevarías?

-Hipotéticamente… Te llevaría a muchos bares para… -¿emborracharme?- para que… conozcas todos… -dijo, sus manos temblaban.

-Me parece buena idea –sonreí. Levantó una ceja como si fuera un gesto normal, pero a mí me pareció sexy.

-¿Quieres quedar esta tarde? –no estaba segura.

-Me encantaría –di un sorbo a mi café- si no tienes ningún plan, claro.

-Oh, no, no, no, para nada. Mi vida es bastante aburrida.

Nos terminamos el café y pagamos la cuenta, no la dejé invitarme.

-Quería invitarte y no me dejaste. Has perdido tu oportunidad –me dijo al salir.

-No, ahora me debes un café –la guiñé un ojo. Sonrió.

Mientras caminamos de vuelta a la Universidad, caminaba muy pegada a ella. Nuestros brazos se tocaban a cada paso, aunque no era suficiente, quería acortar más la distancia entre nosotras. Iba pensando que quizá si la besara ahora sería muy pronto, solo nos hemos tomado un café, pero deseaba sus labios más que nada en este mundo. La miraba de reojo y no podía parar de pensar en lo mucho que me gustaría tocarle el pelo, quitarle las gafas, acaricierle el cuello… Llegamos a la maldita Universidad. Miré el reloj, quedaban diez minutos para la siguiente clase. Se paró enfrente de mí. Estábamos muy cerca.

-Hemos llegado –dijo para evitar un silencio incómodo.

-Si… -me quedé mirándola, dejé pasar unos segundos en los que pude ver cómo su sonrisa se volvía cada vez más nerviosa. Me gustaba ponerla nerviosa- Entonces… ¿quedamos esta tarde?

-Sí, sí, sí, claro –definitivamente estaba nerviosa. Sin embargo, yo estaba muy segura de mí misma, como si ligar con mujeres fuera algo normal en mi vida.

-¿Quedamos a las 9, en el hall de mi hotel?

-¿Estás en un hotel?

-Sí, bueno, mi padre hizo un par de llamadas y me dieron una habitación a un precio razonable… ¿Entonces?

-A las 9 en el hall de tu hotel… -cierto, no le había dicho el nombre.

-Hilton, Hotel Hilton.

-Muy bien, pues a las 9 en el hall.

Quería besarla en los labios, pero en lugar de eso, me acerqué y le di dos besos en cada mejilla, aunque el último fue un poco más largo que el primero. Cuando me acerqué pude notar cómo abría los ojos sorprendida. A lo mejor ella también quería besarme. A lo mejor ella también siente el mismo deseo que yo.

Me despedí de la forma más sensual que pude y la dejé allí quieta, mirándome, supongo que el culo, mientras me alejaba. Si no se daba prisa, volvería a llegar tarde.