Los hilos se tensaron con cada paso, cortando algo más preciado que músculo y huesos, robando su aliento y dejando su mente en pedazos.
Los hilos eran pesadas cadenas que arrastró a duras penas. Era Atlas, soportando el peso de múltiples destinos en sus hombros sin desfallecer.
Los hilos eran las cuerdas del instrumento, tocando su marcha fúnebre con cada viaje. Con cada futuro y destino que alteraba, se acercaba rápidamente al outro.
Presionó unos botones y el portal se abrió, cuando pasó por ella sintió otro hilo en su cuello.
Silver supo que este sería el último, su dogal.
